La ciencia del miedo y la ciencia en el miedo

No pretendo sacar los pies de mi parcela científico-mixta ni convertir este blog en algo distinto de lo que viene siendo, pero me van a permitir que ahí deje esto:

¡Viva Halloween!

A quienes vilipendian esta fiesta acogiéndose al sagrado de las tradiciones patrias, habría que recordarles que tradicionalmente hemos tirado cabras de campanarios y arrancado la cabeza a ocas vivas, por citar dos ejemplos satisfactoriamente demagógicos. Y en el caso de quienes hemos criado ya, para nuestros hijos Halloween formará parte de su tradición vital con mucha más intensidad que otros costumbrismos locales que algunos nunca hemos mamado pese a que nos cojan geográficamente cerca (explico: a este madrileño, verbenas, chotis y chulapos le resultan tan extraños o más que una haka maorí).

Un fotograma de la película 'Nosferatu, eine Symphonie des Grauens', de F. W. Murnau (1922). Imagen de Film Arts Guild.

Un fotograma de la película ‘Nosferatu, eine Symphonie des Grauens’, de F. W. Murnau (1922). Imagen de Film Arts Guild.

Dicho esto, para todo el que, como quien suscribe, se ha criado leyendo a Poe, Stoker, Shelley, Lovecraft, James, Stevenson, Le Fanu, Hoffmann, Espronceda o Bécquer, Halloween es una excusa para soltar el pelo de nuestra querencia por lo macabro, lo gótico y lo siniestro. Pero incluso para quien no comparta estos gustos literarios, desde el punto de vista científico Halloween puede entenderse como una celebración antropológica del miedo, una emoción tan vieja como nosotros y tan esencial como el dolor; si este nos advierte de que algo marcha mal en nuestro organismo para que nos ocupemos de ello, el miedo es el responsable de lo que los fisiólogos llaman reacción Fight-or-Flight (y que en castellano pierde toda la gracia: Lucha o huída).

Este mecanismo es una respuesta a situaciones de estrés (no del tipo «ejecutivo agobiado por el trabajo», sino del tipo «me encuentro con un tigre dientes de sable en la entrada de la cueva y todo lo que llevo en la mano es una brocha para pintar bisontes») que prepara el organismo para un rendimiento máximo en cualquiera de las opciones escogidas, ya sea pelear o escapar. Es lo que popularmente se conoce como la descarga de adrenalina, una de las hormonas que nuestras glándulas adrenales (una especie de topping en lo alto del riñón) segregan a la orden del sistema nervioso autónomo, el que se basa mayoritariamente en la médula espinal y controla sobre todo funciones involuntarias.

La respuesta Fight-or-Flight es una sofisticada maravilla fisiológica mediada por una tormenta de hormonas y neurotransmisores que desencadena una revolución en nuestro organismo: no solo se aceleran el corazón y los pulmones, algo que ya conocemos, sino que todos los recursos se destinan a favorecer la potencia física. Se movilizan las reservas de grasas y glucógeno para verter glucosa a la sangre, que se concentra en los músculos mediante la dilatación de sus vasos; se activan los sistemas de coagulación en previsión de heridas; se empieza a sudar por si hay que refrescar el cuerpo durante una carrera; se dilatan las pupilas para captar más luz, pero se pierde la visión periférica en favor de la frontal. Y al mismo tiempo, otras funciones no esenciales para ese momento se ralentizan o se suprimen, como la audición, la secreción lacrimal, la salivación, la erección, la respuesta inmunitaria, la digestión y el control de los esfínteres y la vejiga. Incluso las funciones cognitivas superiores se bloquean, una forma que nuestro cuerpo tiene para decirnos: no pienses, ¡actúa!

La cultura y nuestro complicado entendimiento intelectual ayudaron a convertir ese miedo al tigre dientes de sable en otros horrores más complejos, y de ahí nace toda la mitología en la que se basan nuestras tradiciones terroríficas: vampiros, brujas, espectros, muertos que vuelven a la vida, hombres que se transforman en bestias, bestias que se esconden en lugares prohibidos; son tradiciones arraigadas en lo más ancestral del ser humano. Las excavaciones de restos humanos del pasado a menudo desentierran esqueletos con la cabeza separada del cuerpo, o con estacas de madera o metal atravesándoles el cuerpo, o con pedruscos incrustados entre las mandíbulas. Cuando un arqueólogo encuentra estampas tales, suele sospechar que ha dado con el cadáver de alguien a quien sus coetáneos creían un vampiro. Decapitar a estas personas, fijar sus cuerpos al suelo con estacas o desencajarles las mandíbulas con un ladrillo eran estrategias destinadas a impedirles que salieran de sus tumbas para alimentarse de la sangre de los vivos. Un ejemplo de este último caso se ha encontrado en mayo de este año en Polonia, y hace unos días se informó del hallazgo en Bulgaria de un esqueleto con una estaca de metal atravesándole el pecho, un descubrimiento del arqueólogo Nikolai Ovcharov, (¿auto?) denominado el «Indiana Jones búlgaro» (juzguen ustedes por esta foto).

Enterramiento de un presunto 'vampiro' en Sozopol (Bulgaria), con una barra de hierro que le atravesaba el pecho. Imagen de Bin im Garten / Wikipedia.

Enterramiento de un presunto ‘vampiro’ en Sozopol (Bulgaria), con una barra de hierro que le atravesaba el pecho. Imagen de Bin im Garten / Wikipedia.

Pero además de la ciencia del miedo, otro territorio apasionante es el de la ciencia en el miedo. Quizá es una expresión del miedo a lo desconocido, especialmente si se trata de un poder de consecuencias imprevisibles; pero la ciencia ha formado parte del género de terror al menos desde la versión del relato popular del Doctor Fausto escrita por Christopher Marlowe en torno a 1592, según el escritor Jason Colavito, investigador escéptico de la llamada xenoarqueología (eso que algunos creen huellas extraterrestres en las antiguas culturas). «Durante casi tres siglos, el género de terror ha ofrecido un comentario continuo sobre el papel de la ciencia en nuestra sociedad», escribe Colavito. «Ya sea en la forma de científicos locos como Víctor Frankenstein o el Dr. Moreau, o de monstruos inclasificables que desafían a la razón humana, como Damned Thing de Ambrose Bierce o las blasfemias extraterrestres de H. P. Lovecraft, las historias de terror nos muestran que la luz del conocimiento no siempre ilumina los rincones más oscuros de nuestro mundo o de nuestras almas». Según este autor, la aureola terrorífica de la ciencia se debe a «la actitud ambivalente hacia el poder de la ciencia que permea el pensamiento moderno».

La ciencia y los científicos están presentes en muchos de nuestros terrores favoritos, desde Frankenstein a Drácula, desde las historias de momias a las de zombis, desde el Doctor Jekyll al Doctor Moreau o los investigadores de la Universidad de Miskatonic. Un cuento con luz y sonido que tienen mis hijos trata sobre una casa encantada que esconde un monstruo en cada una de sus habitaciones. ¿Adivinan quién ocupa el sótano? «Un científico que realiza espeluznantes experimentos». Tal vez no sea fácil explicar a tus hijos que tu antigua profesión era la misma que la de uno de los monstruos de su cuento. Pero quizá así aprendan que también se puede disfrutar del miedo. Al fin y al cabo, de eso trata esta noche. Feliz Halloween.

4 comentarios

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    Las fiestas siniestras no me gustan nada de nada, ni estas ni las de antes.

    Clica sobre mi nombre

    01 noviembre 2014 | 13:48

  2. Halloween,me parece una forma muy entrtenida de evadirse o desinivirse,por eso gusta a tantas personas ya que es una forma muy inteligente y entretenida de relacionarse con otras personas con esa pequeña mezcla de miedo y fantasia,un juego o un pequeño fiteo con el mas alla que a todos de una manera u otra nos llama la atencion y de ninguna otra manera podriamos acercarnos tanto y a la vez desmitificar tanto el miedo,por eso es tan agradable,claro que hay dias de el año con mucho encanto pir eso la variedad hace que no merezca la pena comparar unas fiestas con otras por asi llamarlas,en fin didfrutar de este dia me parece muy facil.

    02 noviembre 2014 | 21:19

  3. Dice ser Encarnita Corcoles Rodriguez

    Me parece una manera muy acertada de describir Halloween,ya que pienso que se trata de eso,desmitificar el miedo de una manera muy participativa y entretenida.

    02 noviembre 2014 | 21:39

  4. Dice ser Sergio Garcia Satue

    Me gusta el comentario,Hollowen me parece muy entretenido.

    02 noviembre 2014 | 21:44

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