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Un café más sostenible: convierte los posos en unas saludables galletas

Por Mar Gulis (CSIC)

“¡Ah, el café!, ¡sabe tan dulce!,

es más cautivador que mil besos,

más suave que el moscatel.

Café, café… es lo único que necesito.

Si alguno quiere hacerme feliz,

que me ofrezca un café”.

Esta estrofa corresponde a La cantata del café, una composición musical de Johann Sebastian Bach en forma de pequeña ópera cómica. Pero el célebre compositor no es el único personaje histórico aficionado al café. Se dice que Ludwig van Beethoven contaba exactamente 60 granos para preparar su taza. Honoré de Balzac tomaba unas 50 tazas al día y demostró su pasión en un ensayo humorístico llamado Los placeres y los dolores de café. Incluso Napoleón Bonaparte dijo que prefería sufrir a dejar de tomar café. Roosevelt, Margaret Atwood o David Lynch son otras celebridades amantes de esta bebida: una de las más populares y controvertidas de la dieta humana y la favorita de un número cada vez mayor de personas en todo el mundo.

Según explican María Dolores del Castillo y Amaia Iriondo, investigadoras del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (UAM-CSIC) y autoras del libro ¿Qué sabemos de? El café (CSIC-Catarata), esta bebida se obtiene a partir de las semillas del fruto o cereza del cafeto (arbusto perennifolio del que toma su nombre) mediante un cuidadoso proceso de recolección en su punto óptimo de maduración, seguido del tostado y la extracción. De todo ello depende el aroma, sabor y composición final del preciado producto, que se prepara de diversas maneras y en diferentes niveles de tostado a lo largo del globo.

En ese viaje de la cereza hasta nuestra taza de café se queda por el camino más del 90% del fruto. Así ocurre con la cáscara, compuesta por la piel y la pulpa, el mucílago, una capa gelatinosa que recubre la semilla, el pergamino, una piel muy fina que rodea el grano, y la cascarilla, que se produce durante el tostado del grano. Durante el proceso productivo se generan en el mundo alrededor de 784.000 toneladas de biomasa residual al año, que suponen un problema medioambiental si se vierten a los ríos o se dejan descomponer sobre el suelo de manera no controlada. ¿Qué hacer entonces con tanta materia orgánica? Las autoras apuntan que el objetivo es convertir todos estos desechos en subproductos y explotarlos antes de que se conviertan en residuos.

Posos para el jardín

De entre todos los subproductos generados en la cadena del café, los posos son los que nos encontramos de manera más cotidiana, con el simple hecho de preparar un café en casa. Pero, ¿qué ocurre con las toneladas de posos que se generan al preparar el café que desayunan en España más de 22 millones de personas cada mañana? Es probable que acaben en la basura, en la pila o que una parte se coloque, por ejemplo, en una taza dentro del frigorífico para atrapar olores indeseados, pues el café se comporta como una esponja que atrapa estos compuestos.

También forma parte de la sabiduría popular el uso de los posos en el compostaje. Existen varias formas para su uso en las plantas o en el jardín. Como explican las investigadoras, lo primero es asegurarse de que estén bien secos: se esparcen sobre una bandeja con papel de periódico y se dejan secar al sol para evitar que se pudran o que crezcan hongos, lo que echaría a perder el abono. A continuación, el compostaje de posos es tan fácil como tirarlos en el propio compost. Los filtros, por cierto, también se pueden compostar, especialmente si están libres de productos blanqueantes.

El beneficio de usar los posos como fertilizante es que agregan material orgánico, lo que mejora el drenaje, la retención de agua y la aireación del suelo. También ayudan a que los microorganismos beneficiosos para el crecimiento de las plantas prosperen y atraigan a las lombrices de tierra. Por otro lado, parece que muchas personas que reutilizan los posos en su jardín indican que repele a las babosas y los caracoles.

Posos en tus galletas: una receta para hacer en casa

Aunque las investigadoras inciden en la cantidad de diferentes usos posibles para los subproductos del café (desde energía, combustible, cosméticos o agricultura, por mencionar algunos), cabe recordar que en su composición contienen un alto contenido en fibra y son fuente de proteínas, además de contar con potasio como principal componente mineral, seguido del magnesio y el fósforo. Así, utilizar los posos del café como ingrediente alimentario para el consumo humano sería una de las maneras más eficientes de reutilizarlos.

Una de las formas más sencillas de emplear los posos de café como ingrediente alimentario es cocinar galletas con ellos. Según estudios realizados por el grupo de investigación de las autoras sobre biociencia de los alimentos, las galletas hechas con posos de café entre sus ingredientes cuentan con una alta calidad nutricional, buen sabor y potencial para reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la obesidad y la diabetes. Por si fuera poco, ayudan a conciliar el sueño.

Para abrir boca e ir ensayando, aquí os dejamos una receta de galletas incluida en el libro:

GALLETAS CON POSOS DE CAFÉ

INGREDIENTES

  • 60 g de harina de trigo (o sustituto)
  • 20 g de agua
  • 8 g de aceite de girasol
  • 0,6 g de levadura
  • 0,4 g de sal
  • 0,35 g de lecitina de soja
  • 2 g de estevia
  • 3,5 g de fructooligosacáridos (FOS también conocido como “beneo” o “inulina”)
  • 4,5 g de posos de café

Los posos se pueden utilizar frescos obtenidos a partir de una bebida recién preparada por cualquier método (goteo, prensa francesa, cafetera italiana, etc.). Si no se utilizan en las siguientes horas después de la preparación de la bebida, se pueden secar en el horno a 185 °C hasta eliminar toda el agua y conservar en un lugar seco y fresco hasta su uso. Alternativamente, los posos húmedos se pueden conservar en congelación (-20 °C) hasta tener cantidad suficiente para elaborar un buen número de galletas saludables ricas en fibra y con bajo contenido de azúcar.

PREPARACIÓN

Precalentar el horno a 185 °C y forrar una bandeja con papel de hornear. Mezclar todos los ingredientes en un bol hasta obtener una masa. Extenderla con un rodillo, cortar las galletas con un molde o un vaso y colocarlas en la bandeja preparada previamente. Hornear durante 15 minutos aproximadamente (185 °C) y dejar enfriar antes de consumir.

Si te animas a probar esta receta, ¡cuéntanos! Y no olvides que, a pesar de las propiedades beneficiosas que pueda tener un consumo moderado de café (a una temperatura adecuada y dentro de una dieta diversa y equilibrada), es muy importante no añadir azúcar. Solo de este modo podremos obtener los mejores beneficios para la salud, así como disfrutar de todas las propiedades sensoriales que nos ofrecen los productos de café.

La fórmula ‘científica’ del bizcocho

Felix G.Por Félix M. Goñi (CSIC)*

Que en la cocina hay mucha ciencia no es algo que sorprenda a nadie. Procesos tan sencillos como las emulsiones (mahonesa) o las reacciones de Maillard (que se producen en la carne asada, el pan tostado o el café) son ejemplos de los múltiples fenómenos químicos que provocan cambios en los componentes de los alimentos, haciéndolos en muchos casos más sabrosos, comestibles o conservables. Pero uno de los mejores ejemplos de la formalización fisicoquímica aplicada a la cocina está en la repostería.

Bizcocho

Imagen de Xisco Bibiloni

Se puede preparar una comida entera añadiendo ingredientes a ojo, pero no se puede hacer una tarta sin una balanza o un medidor de volúmenes (por ejemplo, un simple vaso de yogur). En repostería, las proporciones cuentan tanto que, si no se usan en la medida adecuada, daremos al traste con nuestro postre.

Ernest Lester Smith, quien fue director durante muchos años de los laboratorios de investigación de Glaxo en Hastings (Inglaterra), explicó este fenómeno aplicando el diagrama de fases triangular a la repostería. Según Smith, cualquier receta de panadería o repostería contiene dos o más de los siguientes ingredientes: harina, grasa (aceite, mantequilla, margarina…), huevo, líquido (leche, agua…) y azúcar. Quitando el líquido y el azúcar, las proporciones de los otros tres elementos (harina, grasa y huevo) se pueden representar como un punto único en un diagrama triangular.

Diagrama de fases triangular

Diagrama de fases triangular. Imagen tomada y adaptada de Kurti y Kurti (1988).

Como se aprecia en la imagen, los tres vértices del triángulo representan respectivamente 100% de harina, 100% de huevo y 100% de grasa. Un ejemplo de postre con el 100% de uno solo de los ingredientes sería un sencillo merengue, hecho a base de clara de huevo y azúcar, aunque en la mayoría de los postres nos encontraremos los tres ingredientes. El porcentaje se medirá en función de la cantidad en peso que se añada de cada ingrediente. Pero que nadie se lleve a confusión: este triángulo no sustituye al libro de recetas, sino que es una fórmula para explicar el equilibrio necesario en repostería.

Para que el postre funcione se puede usar cualquier punto dentro del triángulo, teniendo en cuenta que la suma de las distancias perpendiculares de este punto a los tres lados (triángulo rojo) es siempre constante, siendo el resultado siempre 100%.

En el ejemplo de la figura, el punto X corresponde a un 80% de grasa y un 20% de huevo (y, por tanto, 0% de harina), lo que viene a ser una receta de salsa holandesa, emulsión que normalmente se elabora con mantequilla y zumo de limón y yemas de huevos como agente emulsionante. El punto Y corresponde con un viejo postre inglés, el baked batter pudding, que contiene un 33% de harina, 17% de grasa (mantequilla o margarina) y 50% de huevo. A esto hay que añadir las cantidades necesarias de azúcar y líquido.

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Diagrama triangular de la repostería con ejemplos.

Según este esquema, un bizcocho tradicional inglés se situaría en el centro, a partes iguales de los tres componentes. A partir de ese punto central, si nos movemos hacia la derecha, vamos incluyendo menos grasa y la receta se convierte en una mezcla para crêpes, y si, por el contrario, nos movemos hacia la izquierda (reducimos el huevo), llegamos a la zona de las galletas y pastas.

El diagrama de fases de la repostería clásica establece que toda receta debe contener al menos un 30% de harina, no más del 50% de grasa, y como mucho el 70% de huevo. Si tomamos esto como cierto, el número de recetas posible es, en la práctica, finito. Y si alguien pensaba poder ponerle su nombre a una nueva creación, debe saber que no hay zona del diagrama accesible en la práctica que no haya sido utilizada ya.

 

* Félix M. Goñi es catedrático de bioquímica y biología molecular y director de la Unidad de Biofísica del CSIC y la UPV/EHU.