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¿Cómo suena un agujero negro?

Por Enrique Pérez Montero (CSIC)*

La mayoría de las personas piensan que el sentido de la vista es imprescindible para estudiar los astros, dado que ninguno de los otros cuatro sirven para darnos información sobre ellos.

El gusto, el olfato y el tacto están basados en el contacto directo de nuestros receptores con moléculas y átomos, mientras que el oído requiere que las vibraciones que producen el sonido se transmitan a través de un medio material. Es imposible que una onda sonora sea capaz de surcar el vacío del medio interplanetario, interestelar o intergaláctico para traernos información sobre cuerpos que se encuentran a distancias difíciles de concebir. En cambio, la luz puede atravesar sin problemas ese vacío y traer con ella datos sobre el brillo y el color de las estrellas y las galaxias más lejanas.

agujero negro

Primera imagen real en la historia de un agujero negro. Se trata de un agujero supermasivo ubicado en el centro de la galaxia M87, presentado el 10 de abril de 2019 por el consorcio internacional Telescopio del horizonte de sucesos.

De lo que muchas personas no son conscientes es que la inmensa mayoría de la información que los astrónomos utilizamos para analizar los astros es invisible. Esto se explica en parte por la debilidad de la luz que nos llega del cosmos y que, solo parcialmente, logramos compensar con el uso de telescopios –que recolectan y concentran esa débil señal–, fotografías –que recogen en un tiempo extendido esa luz para su mayor definición– o de la espectroscopia –que ayuda a descomponer la luz por su contenido energético, algo que el ojo es incapaz de hacer por sí mismo más allá de la percepción de los colores–.

Pero es que además la mayoría de la radiación electromagnética emitida por los cuerpos luminosos que hay en el cosmos es imperceptible para el ojo humano, capaz únicamente de captar una estrecha franja de energía llamada luz óptica y que abarca los colores a los que estamos acostumbrados a ver. Afortunadamente, en el último siglo se han desarrollado un gran número de instrumentos para sondear el espacio –muchos de ellos en órbita alrededor de nuestro planeta– y recoger todas esas radiaciones, que van desde las ondas de radio hasta los rayos gamma.

Entonces, ¿cómo nos las apañamos los astrónomos para analizar esas imágenes si son invisibles? El truco está simplemente en que luego esa información puede traducirse a señales eléctricas que, a su vez, se traducen a un canal que sea perceptible para el científico que las analiza. Normalmente esa traducción se produce usando imágenes que representan esa información en colores y contrastes fácilmente reconocibles. De hecho, casi siempre esas imágenes se modifican para combinar distintos filtros o limpiarlas de otras señales que pueden alterar las medidas que se quieren tomar, o simplemente porque se quiere realzar su belleza, por lo que al final las imágenes no son completamente fieles a la realidad.

Por tanto, debemos siempre distinguir entre lo que los instrumentos precisos miden y la manera en que nosotros nos relacionamos con las medidas que esos instrumentos nos están mostrando: el hecho de ver en una imagen una exposición de una galaxia tomada en rayos X no quiere decir que seamos capaces de ver en rayos X.

En ese caso, ¿qué nos impide hacer esa misma traslación a algún otro canal que podamos percibir? Transformar en sonidos o, dicho de una manera más formal, sonificar los datos astronómicos no solo es posible, sino que en algunas ocasiones puede ser conveniente.

Un ejemplo muy claro lo constituye el poder enseñar conceptos astronómicos a personas con discapacidad visual, que pueden acceder a la información sobre el cosmos a través de los sonidos. En las actividades de divulgación que llevamos a cabo en el proyecto Astroaccesible, que tiene como fin explicar astronomía de una manera inclusiva, hemos enseñado a personas ciegas por vez primera una lluvia de estrellas fugaces, la caída de la noche con la aparición de miles de estrellas o el brillo de una aurora boreal.

De hecho, la sonificación ayuda a entender mejor a las personas que no tienen ningún problema de visión algunos procesos que tienen una variación temporal, como la caída de gas en un agujero negro (escucha el vídeo que aparece a continuación), la evolución de una estrella o la expansión del universo.

Todo esto hace de las sonificaciones un recurso muy inclusivo y rico en matices, ya que podemos usar las distintas características del sonido para transmitir diversos conceptos. Además, en el caso de los sonidos es más fácil darse cuenta de que la elección de los parámetros usados para codificar una señal eléctrica –básicamente, volumen, tono y timbre– es arbitraria y no hay reglas fijas en su utilización; al contrario de lo que ocurre en las imágenes, donde a veces se toman por ciertas muchas características arbitrarias que no están totalmente justificadas en la realidad. Esto hace que las sonificaciones redunden en un mejor juicio crítico con respecto a las medidas y representaciones visuales.

Por otro lado, la utilidad de los sonidos para el análisis de datos astronómicos no se limita solo a su uso con fines educativos o divulgativos. Este recurso está ayudando a algunos astrónomos ciegos de todo el mundo a analizar datos de manera directa. No solo eso, sino que la transformación en sonidos de ciertas medidas ayuda a otros astrónomos a detectar mejor ciertas variaciones dinámicas, así que es un recurso que empieza a extenderse entre los astrónomos que estudian astrosismología o participan en la búsqueda de planetas extrasolares a partir de los tránsitos u ocultaciones (escucha el vídeo que aparece a continuación).

Sin duda, en los próximos años veremos una mayor proliferación de este recurso y pronto nos acostumbraremos a ver las animaciones e imágenes que nos tratan de explicar cómo funciona el universo acompañadas de su correspondiente sonificación, que nos ayudará a entenderlo mejor.

Para saber más:

Proyecto Astroaccesible: http://astroaccesible.iaa.es

Proyecto Cosmonic de sonificación: http://rgb.iaa.es/cosmonic

 

* Enrique Pérez Montero es investigador del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA).