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¿Cómo se ‘cocina’ una encuesta electoral?

jfontspasadasPor Sara Pasadas del Amo y Joan Font Fàbregas (CSIC)*

Es sabido que el dato bruto de intención de voto directo que ofrecen las encuestas en España no suele arrojar un buen pronóstico sobre el resultado final de las elecciones. Como vimos en un post anterior, esto está relacionado con causas diversas, como que hay un número  importante de personas que no responde a la pregunta de a quién va a votar, que otras tienden a ocultar que se van a abstener o que determinados grupos de población son excluidos de las entrevistas por carecer de teléfono fijo, entre otras.

Por todo ello se originan sesgos que los responsables de los estudios tratan de corregir a través de lo que popularmente se conoce como “la cocina”, es decir, la aplicación de procedimientos –por lo general estandarizados y con base estadística– que permiten aproximarse mejor al resultado final.  Dado que no existe un único procedimiento posible para elaborar esas estimaciones y que las mismas pueden tener un importante efecto político, el cómo se han obtenido y el resultado logrado suelen ser objeto de debate público.

UrnaPor ejemplo, en el año 2011, los pronósticos del CIS se acercaron mucho a los resultados (con la única excepción de la coalición vasca Amaiur). Pero la polémica ha sido mucho mayor en otros escenarios más volátiles, como las elecciones de 2004, en la que el candidato socialista Rodríguez Zapatero llego a decir que “las encuestas del Gobierno son como las armas de destrucción masiva [de Irak]: mentira”. También corrieron ríos de tinta con el barómetro político de octubre de 2014, que daba como primer partido en intención de voto directa a Podemos, aunque quedaba relegado a la tercera posición en la estimación ‘postcocina’.

¿Pero en qué consiste exactamente cocinar una encuesta? En general, se suelen hacer tres tipos de operaciones:

  • Tener en cuenta quién es un votante probable y quién no. Ir a votar es la conducta socialmente deseable y por ello en las encuestas siempre aparecen muchos menos abstencionistas de los que luego hay en realidad. En Estados Unidos (siempre) y en España (a veces) los encuestadores aplican algún filtro, eliminando de la estimación a quienes creen que finalmente no irán a votar, incluso si no han declarado explícitamente que vayan a abstenerse.
  • Reequilibrar sesgos políticos en la muestra. ¿Qué hacemos si sabemos que en las últimas elecciones el 35% de la población votó al PP, pero en nuestra encuesta solo hay un 26% que confiesa haberlo hecho? Las razones para que este sesgo aparezca de forma reiterada en las encuestas españolas (más que en otros países) son variadas, como el más difícil acceso a determinados tipos de viviendas donde hay más votantes populares o factores de deseabilidad social como la dificultad de confesar ese voto a una encuestadora con muy poco aspecto de votante popular. En cualquier caso, esto lleva a que en muchas ocasiones se opte por corregir la muestra, multiplicando a cada persona que declara haber votado al PP en las últimas elecciones por el número necesario para que el peso de ese electorado popular (conocido gracias a los resultados de las últimas elecciones) sea igual al que existe en la realidad.
  • Tratar de pronosticar qué harán los indecisos. Entre un 25% y un 40% de las personas según la encuesta dicen que no saben a quién votarán. Algunos son indecisos puros y sinceros y otros personas que prefieren no manifestar su voto. En algunos casos, es muy difícil predecir qué hará esa persona. Pero si alguien nos dice que no sabe que votará, pero valora a Albert Rivera con un 10 y reconoce que Ciudadanos le genera simpatía, ¿no parece posible asumir que es un votante probable de ese partido? Mientras que algunas instituciones (el CIS, habitualmente) son más prudentes en la asignación de indecisos (lo hacen únicamente a partir de la expresión explícita de simpatía o del voto pasado), otras empresas de encuestas utilizan más variables (valoración de líderes, características sociales del votante) para hacer estas asignaciones que completan el proceso de cocinado.

Y, por supuesto, siempre hay cocineros (más en las cocinas privadas que en las públicas) que se vanaglorian de dar un pequeño toque personal e inconfesable a sus platos.

 

* Sara Pasadas del Amo y Joan Font Fàbregas son investigadores del CSIC en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) y autores del libro Las encuestas de opinión (CSIC-Catarata).