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SOS polinizadores: sin insectos no hay futuro para muchas plantas

Por Clara Vignolo (CSIC)

Aunque la mayoría nos encontremos confinados en casa, la naturaleza sigue su curso. Solo hay que asomarse por la ventana para darse cuenta de que la primavera ha comenzado y con ella el ir y venir de los insectos. Algunos de ellos, como las abejas, las mariposas o los escarabajos, van de flor en flor en busca de polen y néctar. Son los llamados insectos polinizadores, cuyo trajín resulta fundamental para la reproducción de muchas plantas.

En la actualidad, la supervivencia de estos insectos se encuentra amenazada por fenómenos como el cambio climático, la agricultura intensiva o las especies invasoras. ¿Quieres saber más sobre estos seres esenciales para la biodiversidad terrestre y los riesgos que afrontan? Te lo contamos en este post y en varios materiales educativos de libre descarga preparados por el Real Jardín Botánico del CSIC. Nada más y nada menos que una guía para todos los públicos, otra para docentes y una app.

Polinizadores

Imagen de Antonello Dellanotte (RJB-CSIC)

Plantas e insectos: un flechazo a primera vista

En su búsqueda de alimento, los insectos polinizadores trasladan (unos con más eficacia que otros) el polen entre las flores y hacen así posible su fecundación. Este transporte se conoce como ‘polinización entomófila’ y es el resultado de un ‘flechazo a primera vista’ entre plantas e insectos que se remonta 140 millones de años atrás.

En ese momento, en pleno Jurásico inferior, aparecieron las primeras angiospermas o plantas con flor. Rápidamente, los insectos comenzaron a aprovechar este nuevo recurso –las flores– de forma eficiente. Surgió así una relación entre las angiospermas y los insectos que desde entonces dirigió la evolución de ambos hasta convertirlos en las dos líneas terrestres más exitosas del planeta. Dicho de otra manera, estos dos grupos de seres vivos se vieron beneficiados de su mutua coexistencia, y esta fructífera relación dio lugar a la aparición de multitud de nuevas especies de plantas con flor y de insectos.

España, un lugar clave para la biodiversidad de abejas

Una muestra de este fenómeno la encontramos actualmente en la Península Ibérica, uno de los lugares con mayor diversidad de abejas del mundo. La presencia de más de 1.100 especies de abejas en nuestro territorio está asociada al gran número de plantas con flor que crecen en él, un total de 6.953 especies.

En primavera, el Real Jardín Botánico ofrece una buena muestra de esta biodiversidad. Si estos días pudiéramos pasear por él, no tardaríamos en advertir a las grandes abejas carpinteras (Xylocopa virginica), negras y con un característico brillo violáceo, construyendo su refugio en un tronco; a los abejorros (Bombus), excavando sus nidos en la tierra; o a las solitarias abejas cerdadoras (Anthidium) y albañiles (Osmias), tomando posesión de cañas secas y pajitas como guarida. Tampoco nos costaría encontrar el rastro de las abejas cortadoras (Megachile), cuyas hembras hacen recortes circulares en las hojas de los árboles con los que forrar sus nidos.

Polinizadores

Imagen de Antonello Dellanotte (RJB-CSIC)

La manzana, el tomate o el café, dependientes de los polinizadores

No existen datos exactos, pero estudios recientes estiman que casi el 90% de las plantas angiospermas (unas 308.000 especies) son polinizadas gracias a los insectos. Además, la polinización entomófila es indispensable para la producción global de alimentos, por lo que se considera un servicio ecosistémico esencial. Un dato revelador es que el 75% de los 111 principales cultivos agrícolas del mundo dependen de estos organismos. Entre los más destacados se incluyen la manzana, la cereza, la almendra, el tomate, el melón, la sandía, el café o el cacao.

Cuando se considera la producción total de alimentos vegetales como biomasa, la importancia relativa de la polinización entomófila disminuye, ya que los principales cultivos vegetales del mundo (arroz, trigo y maíz) son polinizados por el viento. No obstante, los alimentos que proceden de cultivos polinizados por animales son ricos en micronutrientes y fundamentales en nuestra dieta. Con todos estos datos, podemos afirmar que los insectos polinizadores tienen un papel crucial en el mantenimiento de la biodiversidad terrestre y en nuestra vida.

Desaparición de insectos

Sin embargo, el grupo de seres vivos más numeroso del planeta, los insectos, se encuentra seriamente amenazado. Una reciente publicación revela que el 40% de las especies pueden desaparecer en los próximos 100 años. Entre ellas se incluyen todos los grupos de polinizadores: mariposas, polillas, abejas, moscas y escarabajos. Parece que la fatídica “primavera silenciosa” de Rachel Carlson está a la vuelta de la esquina… ¡y eso que ella dio la alarma en 1962!

Las poblaciones de polinizadores están reguladas por varios factores: la abundancia de flores, la disponibilidad de ambientes de nidificación, los depredadores y patógenos, y los pesticidas. Las prácticas agrícolas intensivas tienen un efecto negativo en al menos dos de estas variables: por un lado, al transformar los hábitats de los insectos en monocultivos hacen que los recursos florales disminuyan; y, por otro, conllevan el uso generalizado de plaguicidas. Otros fenómenos que contribuyen a la pérdida de biodiversidad de insectos son la incidencia de parásitos, las especies invasoras o el cambio climático.

Polinizadores

Imagen de Antonello Dellanotte (RJB-CSIC)

¿Qué hacer?

Para evitar este colapso anunciado es necesario comenzar a tomar medidas de forma urgente, principalmente sobre la forma de realizar las prácticas agrícolas. Favorecer la agricultura ecológica frente a la agricultura intensiva tiene grandes beneficios para las poblaciones de polinizadores.

Por una parte, la agricultura ecológica produce alimentos sin emplear pesticidas y fertilizantes sintéticos, lo que permite mantener la fertilidad del suelo y conservar la biodiversidad. Además, promueve un menor laboreo de la tierra y, por tanto, disminuye las perturbaciones en el suelo y el riesgo de destrucción de nidos de abejas.

Por otro lado, la producción ecológica trata de diversificar los cultivos formando una heterogeneidad de parcelas en una misma explotación. Esto ofrece recursos de polen y néctar en distintas cantidades y en diferentes momentos del año. Asimismo, cuando un paisaje agrícola está formado por campos de cultivos de tamaño pequeño y forma irregular, hay más márgenes entre los cultivos. Estos espacios, los márgenes o lindes, son vitales para la supervivencia de los polinizadores ya que representan un refugio para las plantas silvestres y, por lo tanto, una rica fuente de alimento y un lugar para la reproducción. Funcionan como pasillos que conectan los campos y generan el intercambio de polen en largas distancias. Se ha comprobado, además, que un aumento de estos espacios repercute en una mayor producción de frutos y semillas de los propios cultivos.

Si queremos seguir escuchando el zumbido de las abejas y el canto de las aves, debemos pensar en otras formas de manejar el campo más respetuosas con la vida silvestre. Es posible una convivencia más amable con estos seres que, además de realizar un servicio ecosistémico fundamental, son fuente de alimento de miles de especies.

Polinizadores

Imagen de Antonello Dellanotte (RJB-CSIC)

Para saber más desde casa

El conocimiento de los insectos polinizadores nos permitirá abordar su problemática y pensar en un futuro más halagüeño para nuestro planeta. Por eso en el Real Jardín Botánico, en colaboración con la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), hemos preparado varios materiales sobre la importancia de estos seres vivos, sus beneficios para nuestra vida y las amenazas a las que están sometidos:

 

* Clara Vignolo forma parte de la Unidad de Programas Educativos del Real Jardín Botánico del CSIC. Ha desarrollado proyectos educativos en torno al tema de los insectos polinizadores.

‘Operación polinizador’: el imprescindible trabajo de los insectos para el futuro de la agricultura

Por Alberto Fereres (CSIC) *

Trichodes octopunctatus (Familia Cleridae) / Alberto Fereres

Trichodes octopunctatus (Familia Cleridae) / Alberto Fereres

Con la llegada de la primavera, en plena ‘operación polinización’, esta imagen se repite cada año en campos, parques y jardines. Insecto y planta cooperan para obtener un beneficio mutuo, fenómeno que en biología se llama simbiosis. Estas interacciones, de crucial importancia en los ecosistemas naturales y en los agrícolas, se iniciaron hace más de 200 millones de años, en el Jurásico.

Las primeras angiospermas, plantas con flor, dependían del viento para asegurar su reproducción, igual que las gimnospermas, pinos y especies relacionadas. El ovario producía una secreción pegajosa llamada exudado para atrapar los granos de polen que llegaban a él. Este exudado contenía proteínas y azúcares y servía de alimento a los insectos, que empezaron a transportar de manera accidental el polen de una flor a otra. Así comenzó la polinización.

Se ha estimado que este gesto, en apariencia insignificante, representa la nada desdeñable cifra del 9,5% del valor de la producción agrícola dedicada al consumo humano, lo que a nivel europeo supone un total de 5.000 millones de euros al año. Atendiendo a estos datos, no cabe duda de que el servicio ecológico que ofrecen los polinizadores posee una enorme repercusión ambiental, social y económica en nuestro planeta.

La biodiversidad de los insectos que actúan como potenciales polinizadores es muy elevada. El 20% de estos organismos, unas 200.000 especies, visitan las flores. Hay familias de insectos polinizadores importantes entre los coleópteros (escarabajos), dípteros (moscas) y lepidópteros (mariposas) entre otros órdenes, pero los polinizadores por excelencia son los himenópteros: las abejas y abejorros de la superfamilia Apoidea. Son especies en las que el polen se adhiere a sus característicos pelos corporales. Además, pueden disponer de adaptaciones para facilitar su transporte, como las corbículas o cestillos de las patas traseras. En el campo agrícola, las especies que destacan por su importancia son la abeja común Apis mellifera L., los abejorros del género Bombus sp. y otras abejas menos conocidas que son las llamadas abejas solitarias.

Apis mellifera (Familia Apidae) / Alberto Fereres

Apis mellifera (Familia Apidae) / Alberto Fereres

La abeja común produce miel, jalea real, propóleo, cera, y poliniza un amplio espectro de flora silvestre. Es vital para algunos cultivos como los frutales, ya que asegura la polinización cuando otros insectos están ausentes. Su ‘transferencia de polen’ garantiza una tasa elevada de cuajado de frutos, mayor resistencia a las heladas y mejor calidad en los mismos. Esta especie de abeja común, natural de Europa, Asia y África, incluye 26 subespecies agrupadas en cuatro linajes.

Por su parte, los Bombus o abejorros han supuesto una enorme revolución para el sector de la horticultura, especialmente bajo invernadero. A partir de 1987 se empezaron a usar en la polinización de tomate y otras hortícolas. En la actualidad se emplean en más de 40 países. Se conocen más de 240 especies de abejorros a nivel mundial, y la mitad de ellas viven en la región Paleártica (Europa y Norte de Asia). La especie que más se cría para su uso en agricultura es el Bombus terrestris L., ampliamente distribuida por casi toda la zona Paleártica. En España tenemos una especie endémica de las Islas Canarias, B. canariensis Pérez.

A pesar de su papel imprescindible, la población de polinizadores está en declive en todo el mundo. Entre los factores que han contribuido a esta situación, destacan las técnicas agrícolas de producción intensiva que han conducido a la desaparición de hábitats, lo que ha modificado notablemente la estructura del paisaje y ha llevado a la eliminación de recursos alimenticios y refugios esenciales para este importante grupo de artrópodos beneficiosos.

Para intentar compensar esta disminución, las investigaciones en este ámbito apuestan por el uso de márgenes florales, es decir, plantar setos y vegetación entre las parcelas de cultivo que permitan el incremento de los insectos polinizadores y otros artrópodos, a la vez que consiguen preservar y mejorar la biodiversidad en las zonas agrarias. Además de favorecer la polinización, los márgenes florales suavizan el rigor de los elementos climáticos protegiendo los cultivos contra las heladas y la insolación; mantienen la humedad y funcionan como cortavientos; protegen contra la erosión y también aportan valor paisajístico y cultural.

Entre otras iniciativas, desde el Instituto de Ciencias Agrarias del CSIC hemos desarrollado un protocolo para el establecimiento de márgenes y lindes de especies herbáceas con flores que atraen estos insectos beneficiosos y que están bien adaptados a los suelos y condiciones de cultivo de la zona Centro de la Península Ibérica.

 

* Alberto Fereres Castiel es investigador del Instituto de Ciencias Agrarias del CSIC. Junto a investigadores/as de la Universidad Politécnica de Madrid y la empresa Syngenta ha trabajado en el proyecto ‘Operación polinizador’.