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El apalancamiento financiero: cuando lo bueno es muy bueno y lo malo, muy malo

J. Mag. E. Outer. S. MiretPor Juan Margalef Roig, Enrique Outerelo Domínguez y Salvador Miret Artés*

La humanidad aprendió a utilizar palancas mediante la observación. De manera intuitiva, la mayoría de las personas saben que la adecuada elección de un punto de apoyo permite levantar grandes pesos con un esfuerzo pequeño. Este fenómeno, que ha sido descrito por la física con la famosa ley de la palanca (potencia por su brazo es igual a resistencia por el suyo), ha inspirado también el nombre de una conocida operación financiera que sirve para potenciar enormemente las inversiones: el apalancamiento.

Se trata de una operación en la que se pretende abarcar mucho con poco dinero. Para ello, el inversor, en lugar de comprar acciones, asume muchos más riesgos e invierte en un producto más sofisticado llamado opciones. Esta es una estrategia solo apta para especialistas, puesto que si sale bien puede generar grandes beneficios, pero si sale mal, ocasionará cuantiosas pérdidas. De ahí que, popularmente, cuando se habla de apalancamiento se diga que lo bueno es muy bueno y lo malo, muy malo.

Palanca

Grabado publicado en Mechanics Magazine en 1824.

Esta operación se puede realizar sobre productos financieros diversos (opciones sobre acciones, futuros, compra-venta a crédito, etc.), pero para explicarla nos vamos a fijar en el caso de las opciones sobre acciones.

Una opción es un título que da a quien lo posee el derecho a comprar (opción de compra) una determinada cantidad de un activo financiero (en este caso una acción), en una fecha determinada y a un precio fijo determinado. Por decirlo en otros términos, un inversor compra la posibilidad de comprar en un momento del futuro acciones a un precio que ha sido fijado de antemano. Al precio de la acción se le denomina precio de ejercicio o strike y al de la opción, prima o rational price of the option. Análogamente, existen opciones de venta.

Veamos ahora un ejemplo práctico. Un inversor tiene la intuición de que las acciones de la empresa A subirán de aquí a marzo de 2016 y piensa invertir unos 12.000€ en dicho valor para obtener beneficios. Contempla dos rutas:

  1. Comprar 1.000 acciones el 26 de noviembre de 2015 a 12 euros la acción (1.000×12 = 12.000 euros) y vender o comprar más acciones de la empresa A según su evolución en bolsa.
  2. Comprar 24.000 opciones de compra sobre acciones de la empresa A con un precio de ejercicio de 13 euros y vencimiento el 18 de marzo de 2016. El precio de esta opción es de 0,50 euros el 26 de noviembre de 2015. Por consiguiente, la inversión es de 0,50×24.000 = 12.000 euros.

Supongamos que en la fecha de vencimiento la acción de la empresa A cotiza a 14€. Si el inversor ha seguido la primera ruta y vende, el beneficio es de 1.000x(14-12) = 2.000 euros. Pero si ha escogido la segunda ruta, el beneficio es 24.000x(14-13)-12.000 = 12.000 euros. Vemos, por tanto, que la ruta 2 potencia el beneficio, es decir que se ha producido un apalancamiento de la posición financiera del inversor.

Supongamos ahora que la acción a fecha 18 de marzo de 2016 cotiza a 10 euros. Entonces las pérdidas siguiendo la ruta 1 son 1.000x(12-10) = 2.000 euros (aunque puede no venderse y esperar tiempos mejores para que la acción suba, con lo cual las pérdidas son latentes). Mientras, en el caso de haber seguido la ruta dos, se perdería toda la inversión de 12.000 euros en la fecha de vencimiento pues lógicamente no se ejercerían las opciones. No tendría ningún sentido pagar 13 euros por acciones que en el mercado se pueden comprar por 10 euros.

El mecanismo de fijar un precio de compraventa para un intercambio que se realizará en el futuro tiene muchos años de antigüedad, igual que el intento de aparentar mucho con poco dinero –pensemos en los personajes de Quevedo que “tiraban migas de pan en su barba para aparentar que habían comido” (El Buscón)–. Lo que es relativamente nuevo es el hecho de dar precio al acuerdo en sí mismo, lo cual comenzó a suceder a partir de 1900 (el matemático francés Luis Bachelier recurrió a su disciplina para evaluar el precio de las opciones) y ha propiciado la aparición de sofisticados modelos matemáticos, como el de Black-Scholes- Merton.

 

* Juan Margalef Roig y Salvador Miret Artés son investigadores del CSIC en el Instituto de Física Fundamental. Enrique Outerelo Domínguez es profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Los tres son autores de los cuatro volúmenes de la obra Probabilidad y Economía (Sanz y Torres).