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¿Facilita la falta de sueño la demencia?

 AutorPor Jesús Ávila (CSIC)*

“Tengo falta de sueño”. ¿Cuántos lunes llegas a clase o al trabajo repitiéndote esta frase con malestar? Generalmente cuando utilizamos la expresión ‘falta de sueño’ queremos indicar que no hemos dormido lo suficiente y nos sentimos cansados.

Gracias a numerosos estudios e investigaciones, sabemos que tenemos un ritmo circadiano por el que adoptamos hábitos como comer a determinadas horas, desarrollar actividades sociales o profesionales en otras y dedicar otras más a descansar y dormir. Si el descanso es insuficiente o no es reparador, acusamos esa ‘falta de sueño’.

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Los datos sugieren que no dormir suficiente puede ser un factor de riesgo para padecer demencia.

También sabemos que el sueño es un proceso que posee varias fases; en alguna de ellas tenemos movimientos oculares (REM) y en otras, no (NREM). En el primer caso (REM) es cuando, además de dormir, soñamos, mientras que en la otra fase solo dormimos. Sin embargo, en ambas existe una actividad neuronal diferente de la que tenemos cuando estamos despiertos, y que es indispensable para la consolidación de la memoria episódica en zonas de la corteza cerebral, pues refuerza algunas sinapsis (el proceso por el que las neuronas se ‘comunican’ entre sí, transformando una señal eléctrica en otra química). Esta sería una de las evidencias de los efectos positivos del sueño.

Otra de las funciones del sueño es la eliminación de metabólitos o sustancias tóxicas para el metabolismo cerebral, al producirse un intercambio entre el líquido intersticial del cerebro (donde pueden acumularse dichas sustancias tóxicas en la vigilia) y el líquido cefalorraquídeo que, de algún modo, puede considerarse como el basurero del cerebro. También se ha comprobado que durante el sueño se activan algunas zonas cerebrales, como el hipotálamo, el tálamo (fundamentalmente en el sueño REM) o la corteza cerebral. Por ejemplo, los daños en el hipotálamo anterior dan lugar a insomnio, mientras que en el hipotálamo posterior las lesiones pueden favorecer el sueño. Esto indica al menos ciertas correlaciones entre la actividad cerebral y un correcto descanso o un déficit del mismo.

Un estudio reciente ha indicado que la falta de sueño, o un sueño fragmentado, puede ser un factor de riesgo para la enfermedad de Alzheimer o puede desarrollar psicosis en individuos dementes.

En el proceso que relaciona la pérdida de sueño con la aparición de enfermedades neurodegenerativas se observan defectos como la falta de eliminación del péptido amiloide, que se realiza durante el sueño; por el contrario, su acumulación provoca una especie de ‘atasco’ en el tráfico axonal en las neuronas enfermas. Asimismo se producen cambios en el metabolismo de la proteína tau, relacionada con la enfermedad de Alzheimer, y aumentan las posibilidades de daños en la barrera hematoencefálica. Situada entre los vasos sanguíneos y el sistema nervioso central, esta barrera de células impide la entrada de sustancias tóxicas y permite el acceso de nutrientes y oxígeno. Es decir, sin ella muchas sustancias nocivas llegarían al cerebro y alterarían su funcionamiento.

Todos estos datos sugieren que no dormir lo suficiente puede ser un factor de riesgo para padecer demencia.

 

*Jesús Ávila es investigador del CSIC en el Centro de Biología Molcular “Severo Ochoa”, del que fue su director, y autor del libro La demencia (CSIC-Catarata).