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¿Cómo sobreviven más de 100 especies diferentes en un solo metro cuadrado?

Por Ignasi Bartomeus (CSIC)*

 

En medio del Parque Natural de Doñana, en Andalucía, hay una pradera con decenas de especies de plantas que rivalizan por atraer a los muchos insectos polinizadores que revolotean por la zona: abejas, moscas, dípteros y hasta escarabajos de diversas clases. Estas plantas también sufren en silencio las mordidas de otros invertebrados que buscan alimento, como los caracoles, las orugas o las chinches. Es la finca Caracoles, que alberga una diversidad única en la que conviven cientos de especies diferentes por metro cuadrado (sin tener en cuenta microorganismos). Y no lo tienen fácil, porque la finca se inunda cada año de forma natural y tiene niveles de salinidad elevados, así que tienen que estar adaptadas a unas condiciones bastante duras. Cómo sobreviven todas esas especies en este espacio es una de las preguntas claves de la ecología.

Imagen de la Finca Caracoles, en el Parque Nacional de Doñana

No sería de extrañar que las mejor adaptadas fueran muy competitivas y desplazaran a las que son peores competidoras, un caso en el que encontraríamos tan solo una o muy pocas especies dominando la pradera. Por el contrario, podríamos preguntarnos por qué, en vez de cientos de especies, no encontramos miles o millones conviviendo en ese espacio.

La teoría ecológica postula que la persistencia de las especies en las comunidades ecológicas está determinada por las interacciones. Es decir, el complejo balance entre quién come a quién, quién ayuda a quién y quién compite con quién determina cuáles podrán coexistir y cuáles no. En la finca Caracoles, investigadores e investigadoras de la Estación Biológica de Doñana del CSIC y de la Universidad de Cádiz hemos medido todas estas relaciones a lo largo de los últimos años, observando una red de interacciones complejas entre cientos de especies. Por ejemplo, la camomila silvestre es una planta bastante abundante en la zona que compite con otras plantas, es polinizada por pequeñas moscas y sus hojas son comidas por orugas. Sin embargo, otras plantas como los melilotus (tréboles de olor) son polinizadas por abejas, y comidas principalmente por caracoles.

Bombus lapidarius sobre Melilotus officinalis (Tallinn) / Ivar Leidus

Con estos datos hemos descubierto que, si estas interacciones fueran al azar, muy pocas especies sobrevivirían. Pero esta red de interacciones tiene una estructura muy precisa que permite que sobrevivan. Para poner un símil, imaginaos que colocamos dentro de una caja unos diodos, un transformador, una antena y algún led y que los conectamos al azar con cables. Es altamente improbable que logremos crear una radio. De todas las conexiones posibles que podríamos hacer, solo una configuración muy precisa de estos componentes dará como resultado una radio funcional. Con la naturaleza pasa lo mismo, solo ciertas estructuras de interacciones entre plantas y animales funcionan y son estables.

¿Cuáles son estas estructuras estables? La primera es que las especies han de competir con ellas mismas más que con las otras. Es decir, que cuando crecen mucho en abundancia y hay muchos individuos de una especie se entorpecen a sí mismas. La segunda, es que se reparten los recursos entre especies, en vez de solaparse en su uso. Esto es similar a lo que pasa con las empresas, que se especializan en vender un producto concreto y se intentan diferenciar de lo que hacen otras lo máximo posible para evitar competir directamente.

Este resultado no es intuitivo. Los primeros ecólogos que empezaron a diseccionar estómagos de aves a mediados del siglo XIX observaron que algunos años las aves comían mucho de algo y otros años de otra cosa, así que hipotetizaron que cuanta mayor sea la diversidad de alimento disponible más estable serían las comunidades de aves, que podrían variar de alimentación en función de la disponibilidad. Tuvieron que pasar casi 100 años para que un ecólogo, Robert May, demostrara que eso no era así, y que la complejidad no es estable: cuantas más piezas tiene un sistema, más difícil es que todas estén conectadas correctamente, y una pequeña perturbación puede desmontar toda la comunidad.

Como vemos en la finca Caracoles, solo ciertas estructuras de interacciones entre especies son estables, y estas son precisamente las que vemos en la naturaleza. Si todas las plantas dependieran de la misma especie de abeja, o todos los caracoles quisieran comer las mismas plantas, la competencia no les permitiría sobrevivir a todos, por eso observamos que las especies interaccionan solo con ciertas especies, y no con otras. Estas estructuras permiten convivir a muchas especies, pero hay un límite en el que, si incrementamos su número, el sistema deja de funcionar y algunas se extinguen. Por eso encontramos cientos de especies en la finca.

 

* Ignasi Bartomeus es investigador de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y autor del libro ¿Cómo se meten 8 millones de especies en un planeta?, perteneciente a la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata).

Polinizan, limpian el entorno y protegen a otros insectos: el papel de las hormigas en la naturaleza

Por Mar Gulis (CSIC)

Se pueden encontrar en un bote de mermelada mal cerrado, sobre las aguas de la Amazonia flotando a modo de balsas vivientes, o en las copas de los árboles mientras tejen nidos hechos con hojas. Las hay negras, rubias y azules, con mandíbulas en forma de asta de ciervo y de guadaña. Sus cabezas adoptan las formas más inverosímiles para taponar la entrada de extraños a su casa, y son capaces de emitir múltiples señales para avisar de la presencia de alimento o para alertar a su colonia de un peligro inminente. No sabemos cuántas hormigas habitan nuestro planeta, pero es indiscutible la enorme abundancia, ubicuidad y diversidad de estos insectos. Hasta ahora se han descrito más de 13.500 especies conocidas en todo el mundo. Además, constituyen uno de los mejores ejemplos de organización social avanzada dentro del reino animal.

Toda esta información está muy bien para conocer estos insectos, pero ¿qué función cumplen en la naturaleza? Según José Manuel Vidal Cordero, entomólogo del CSIC en la Estación Biológica de Doñana y autor del libro Las hormigas (CSIC-Catarata), “la cantidad total de materia viva de estos individuos es mucho mayor que la de cualquier otro grupo de insectos, mantienen numerosas relaciones con animales y plantas, y su tipo de vida ha propiciado una gran variedad de comportamientos. Sin embargo, las hormigas siguen siendo grandes desconocidas para la ciudadanía, “más allá de que las veamos como organismos agresivos y molestos que entran sin permiso en nuestra despensa”, agrega. Con la ayuda de este especialista, vamos a hacer un repaso del papel clave que la familia Formicidae desempeña en el funcionamiento y la regeneración de los ecosistemas.

Obreras de Messor barbarus transportando semillas al hormiguero. / J. Manuel Vidal-Cordero.

Dispersoras de semillas y polinizadoras

Para empezar, las hormigas se alimentan de semillas. Existen especies que consumen semillas de forma ocasional y otras estrictamente granívoras. En la península ibérica algunas especies del género Messor son fáciles de observar formando largas filas por donde van y vienen, grano a cuestas. “Muchas se pierden por el camino, y con­tribuyen de forma indirecta a su dispersión. Asimismo, buena parte de la dispersión secundaria se produce en las pilas de desecho del hormiguero”, explica Vidal Cordero.

Algunas plantas establecen una relación muy especial con las hormigas, denominada mirmecocoria. Las especies producen unas semillas con una protuberancia carnosa rica en lípidos y muy valorada por las hormigas. Ellas las transportan al hormiguero y así contribuyen a su dispersión y reducen la competencia entre las semillas de una misma planta.

También contribuyen a la polinización. Además de las hacendosas abejas y mariposas que normalmente identificamos con estos menesteres, se han descrito casos de polinización por hormigas en más de 40 especies de plantas. En general, siempre que en el proceso haya implicadas un elevado número de hormigas y las visitas a las flores sean frecuentes, la polinización es efectiva.

Obrera de Cataglyphis hispanica polinizando una flor de Asphodelus sp. / J. Manuel Vidal-Cordero.

‘Escoltas’ infalibles

Además, muchas plantas las quieren cerca por su “tremendo carácter”. Según el investigador del CSIC, “el comportamiento agresivo de las hormigas y el temor que infunden en numero­sos organismos, como muchos insectos que se alimentan de las plantas, ha promovido a lo largo de la evolución la crea­ción de un verdadero ‘club de fans’ de numerosas especies de plantas, denominadas mirmecófilas”. Estas plantas producen néctar rico en azúcares y aminoácidos para atraer a las hormigas. De esta manera, las hormigas permanecen cerca para aprovechar este recurso y las protegen de las incursiones de otros insectos que se alimentan de ellas expulsándolos cuando estos intentan posarse sobre la planta.

Por otro lado, sus hábitos carroñeros las convierten en eficaces sistemas de limpieza de la naturaleza porque retiran los cadáveres de animales de pequeño porte y participan en las primeras etapas de descomposición de seres vivos de mayor tamaño. Así, juegan un importante papel en el equilibrio de las co­munidades de artrópodos detritívoros que viven en el suelo, como lombrices, y de los insectos herbívoros que viven en las plantas.

Obreras de Cataglyphis velox transportando una oruga. / J. Manuel Vidal-Cordero.

También hay depredadoras. “La caza de presas en el suelo y en solitario es el método más común. Muchas especies de hormigas se ayudan de sus mandíbulas y de un aguijón para dar caza a una amplia variedad de presas, fundamental­mente invertebrados, como saltamontes, cochinillas, milpiés o ácaros”, describe José Manuel Vidal.

Ponga hormigas en su menú

En la mayoría de las relaciones de depredación que se dan en la naturaleza se come tanto como se es comido, y las hormigas no son una excepción a esta regla. “Constituyen una rica fuente de proteínas, por lo que un amplio abanico de especies incluye hormigas en su dieta. Desde invertebrados como numerosas especies de artrópodos hasta vertebrados como los conocidos osos hormigueros, pasando por una gran diversidad de sapos, lagartijas, lagartos, pájaros, entre otros, las ponen en su menú”, ilustra el investigador.

Las hormigas forman parte de dietas más am­plias para las especies que las consumen, pero también existen especies mirmecófagas, que se alimentan fundamentalmente de hormigas, entre las que encontramos numerosos tipos de arañas, chin­ches e incluso mamíferos, como los ya mencionados osos y cerdos hormigueros.

Macho de Messor barbarus capturado por una araña saltarina del género Phlegra. / J. Manuel Vidal-Cordero.

También el ser humano ha incluido hormigas en su dieta. El vino de hormigas chino, las hormigas culonas fritas colombianas, las dulces hormigas mieleras mexicanas o las ácidas hormigas del limón de las selvas suda­mericanas son algunos ejemplos bien conocidos.

Una relación muy beneficiosa

No obstante, las relaciones que las hormigas pueden establecer con otros animales no siempre tienen un cruento final. El ejemplo mejor conocido es la trofobiosis, una relación de mutualismo en la que en este caso las hormigas obtienen ali­mento de otros artrópodos sin matarlos.

Pensemos en los pulgones, unos pequeños insectos que se nutren de la savia de la planta, con lo cual tienen un régimen alimenticio muy rico en azúcares y agua. Como producto de su metabolismo, secretan sustancias azucaradas conocidas como mielato, muy aprecia­das por las hormigas, porque las protegen de depredadores y de parasitoides. “Es curioso ver a hormigas de diversas espe­cies dar un golpe con sus antenas a los pulgones y luego absorber las gotas de mielato que expulsan como reacción a ese estímulo, de manera similar a un pastor que ordeña sus cabras”, explica el investigador del CSIC. “Las hormigas pastorean su rebaño de pulgones trans­portándolos a nuevas plantas nutricias cuando escasea el ali­mento y protegiéndolos de mariquitas, crisopas y otros de­predadores que amenazan su seguridad”.

Ingenieras de los ecosistemas

Además, el suelo, el hábitat de muchas de ellas, ve modificadas sus propiedades físicas y químicas por su acción. “El amplio espectro alimenticio de muchas especies de hormigas genera suelos más ricos en sodio, calcio, magnesio, fósforo, zinc, hierro y manganeso”, describe el entomólogo. “Los montículos de desperdicios de las hormigas brindan unas condiciones favorables para las primeras etapas de la descomposición de la materia orgánica por parte de bacterias y hongos. Con sus hormigueros subterráneos, participan en el aireamiento del suelo y en los procesos de descomposición de la materia”, detalla.

Obreras de Cataglyphis hispanica extrayendo tierra del interior del nido. / J. Manuel Vidal-Cordero

Después de haber dado respuesta a la pregunta que nos hacíamos al comienzo, no sorprenderá leer que a las hormigas se les haya otorgado el título de ‘ingenieras de los ecosistemas’. Pero, lo cierto es que no es el único título que ostentan. “Hay hormigas buceadoras, otras que construyen balsas con sus propios cuerpos, y algunas especies guerreras pasan su vida como nómadas. Las hay agricultoras, otras ganaderas, y otras que ejercen como jardineras. Incluso algunas se comportan como verdaderas kamikazes. No hay más que investigar un poco para dejarse sorprender por esta familia”, concluye Vidal Cordero.

Hormigas: ¿cómo se construye un matriarcado?

Por José Manuel Vidal-Cordero (CSIC)*

“¡Empieza el matriarcado!” es una de las contundentes frases que Nairobi, el personaje interpretado por Alba Flores en La casa de papel, declama en la primera temporada de esta exitosa serie. Una expresión, y una trama, con las que el equipo de guionistas muestra su apoyo a la figura de la mujer en la sociedad. La palabra matriarcado (del latín māter, madre y del griego archein, gobernar) se refiere a un tipo de sociedad en la cual las mujeres asumen un rol central de liderazgo político y de autoridad moral, además de tener el control de la propiedad y de la custodia de sus hijos. No se han encontrado evidencias claras de que exista o haya existido este sistema social en lo que a seres humanos se refiere. ¿Es posible entonces un mundo con el predominio o mayor autoridad del sexo femenino en la sociedad? La respuesta es sí; de hecho, esa organización social ya existía incluso antes del origen de la existencia humana.

Ejemplares de hormigas Cataglyphis rosenhaueri. / Fernando Amor

Es de sobra conocido que los seres humanos no somos los únicos animales que viven en sociedades compuestas por muchos individuos. En el mundo animal existen insectos, crustáceos e incluso mamíferos cuyas sociedades se caracterizan por formar agrupaciones en las que la mayor parte de sus integrantes no dejan descendientes, sino que trabajan en beneficio de sus reinas, de los machos que las han fecundado y de la descendencia de estos. Este tipo de organización social se conoce con el nombre de eusocialidad (del griego eu, bueno o real + social), y es una palabra derivada del término eusocial, creado en 1966 por la entomóloga estadounidense Suzanne Batra para referirse al nivel más alto de organización social dado en el reino animal.

El mejor ejemplo de animales eusociales lo constituyen las hormigas, donde el sistema de vida social de muchas especies se ha llevado hasta el extremo. Pertenecientes a la familia Formicidae y al orden de insectos Hymenoptera, que engloba a más de 13.000 especies repartidas por todos los continentes a excepción de la Antártida, las hormigas han dado un paso más en este modo de vida social. Muchas especies, las más recientes evolutivamente hablando, viven en lo que en entomología se llama eusociedades avanzadas, para diferenciarlas de las primitivas. Estas últimas están compuestas por al menos dos grupos de individuos o castas: la casta reproductora y la casta trabajadora, las cuales tienen un aspecto muy similar. Ambas forman pequeñas colonias y la casta trabajadora puede sustituir a la reproductora en momentos de necesidad. En cambio, las eusociedades avanzadas pueden estar compuestas por miles de millones de individuos y en ellas es posible distinguir las distintas castas a simple vista. Además, cada una de las castas cumple una función específica en la colonia que solo sus integrantes pueden llevar a cabo.

Primitivas o avanzadas, las dos eusociedades funcionan en la actualidad, llevando a cabo algunos de los comportamientos más complejos e interesantes registrados en el reino animal. Lo más curioso es que la casta trabajadora está compuesta exclusivamente por hembras. Son aquellas a las que llamamos obreras, más o menos estériles, encargadas del cuidado de la cría, la defensa y mantenimiento del nido, el abastecimiento de alimentos y, en definitiva, todas y cada una de las funciones necesarias para asegurar el éxito de la reproducción de la casta reproductora. Dependiendo de la especie, la casta reproductora la conforman una o más reinas cuya función es asegurar la perpetuación de la colonia produciendo numerosos huevos de los cuales saldrán obreras, futuras reinas y machos. Y en último lugar, están los machos que, si bien pertenecen a la casta reproductora, no tienen ni voz ni voto en esta monarquía. Una vez adultos, deambulan por el hormiguero como zánganos siendo alimentados por las obreras y esperando el momento de salir al exterior para copular con futuras reinas de otros hormigueros, momento tras el cual terminan muriendo al poco tiempo.

Ejemplar de hormiga Messor barbarus./ Fernando Amor

Monarquías ganadas a pulso

¿Y cuál es el secreto para fundar un matriarcado tan eficaz? Para contestar a esta pregunta debemos abandonar la idea preconcebida de una reina cuyo cargo vitalicio se le ha cedido exclusivamente por derecho y de forma hereditaria. En un esquema general (pero no único) de este proceso de fundación, la regente de seis patas se ha tenido que ganar a pulso su lugar dentro de la colonia. Tras muchos años de crecimiento y prosperidad, en los hormigueros se empiezan a producir individuos sexuados. Machos y futuras reinas que, a diferencia de las obreras, tienen alas para salir al exterior y dispersarse.

En determinadas épocas del año, todos los hormigueros de la misma especie que frecuentan la zona se sincronizan para liberar princesas y machos que llenan el aire de los conocidos vuelos nupciales. En estos, machos y reinas vírgenes de diferentes nidos copulan entre sí, evitando de este modo la consanguinidad. Esta será la única y última vez en su vida que la futura monarca disfrute de la ‘noche de bodas’. Tras haber copulado con uno o varios machos y haber guardado en un ‘saco especial’ (espermateca) todo el esperma que necesitará a lo largo de su vida, la reina emprende una arriesgada aventura en la que tendrá que sortear numerosos peligros que comprenden desde el parabrisas de un coche, hasta la depredación por diversas especies animales. Y todo para encontrar un lugar idóneo donde establecer la colonia sabiendo que, por cada reina que inicia una, cientos o miles de ellas mueren en el intento.

Ejemplares de hormigas Cataglyphis-hispanica./ Fernando Amor

Arrancarse las alas y poner huevos para labrar el futuro

La mayoría de especies nidifican en el suelo, aunque también hay algunas que prefieren una vida arborícola e incluso existen valientes que deciden vivir en tu casa o la del vecino. Una vez encontrado un lugar donde excavar una cavidad, la reina fecundada se arranca las alas por la base, pues ya no las volverá a necesitar nunca más. En el interior de la cavidad, lejos de los peligros del exterior, la monarca se entrega por completo a la ardua tarea de poner huevos para fundar y mantener su matriarcado. Los ya inútiles músculos alares de la soberana se disuelven proporcionándole una fuente energética muy necesaria durante este periodo de su vida. De los huevos salen larvas que son cuidadas y alimentadas por la regente gracias a la producción de otros huevos especiales alimenticios (sin embrión). Así estarán hasta que pupen y de ellas eclosione la primera generación de obreras. Entonces, estas últimas empezarán a buscar alimento en el exterior y a cuidar de las siguientes generaciones de hermanas. De esta manera, con el paso de los años la colonia irá creciendo en número y el hormiguero se irá agrandando, hasta alcanzar la madurez y cerrar el ciclo con la producción de nuevos machos y princesas.

¿Y quién tiene la autoridad para tomar todas y cada una de las decisiones vitales para la prosperidad de estas sociedades? Las hembras. La reina decide qué huevos serán fecundados y cuáles no, gracias al esperma que guardó de su última y única cópula y que conserva en su ‘saco especial’. De los huevos no fecundados saldrán los machos, mientras que de los fecundados saldrán las hembras: obreras y futuras reinas. Por otro lado, las obreras decidirán si sus hermanas pertenecerán a su casta o, por el contrario, a la casta real. Esto dependerá esencialmente del alimento que se les proporcione durante la fase de larvas y de la temperatura y humedad en la que estas se desarrollen.

* José Manuel Vidal-Cordero es investigador de la Estación Biológica de Doñana del CSIC.

Emigrar a la ciudad, precaria solución para aves amenazadas

Por Álvaro Luna (CSIC) *

Cuando se piensa en una ciudad, rara vez se hace desde el punto de vista de la naturaleza que alberga. Sin embargo, hoy se estima que el 20% de especies de aves del mundo está presente en ciudades, y cada vez conocemos más casos de plantas y animales en peligro de extinción que encuentran un insospechado refugio en ecosistemas altamente humanizados.

Un ejemplo que recientemente hemos dado a conocer tiene como protagonistas a dos psitácidas (especies normalmente llamadas loros o papagayos). Se trata de dos aves autóctonas de La Española, isla caribeña que engloba a República Dominicana y Haití: la cotorra Amazona ventralis y el perico Psittacara chloropterus.

Pericos de La Española anidan en la ciudad de Santo Domingo. / Álvaro Luna

Pericos de La Española anidan en la ciudad de Santo Domingo. / Álvaro Luna

La transformación del hábitat para uso ganadero y agrícola fue relegando a estos animales a zonas cada vez más recónditas. Para más inri, han sido y son cazados al acudir a comer a los cultivos y, últimamente, el ‘mascotismo’ se ha unido al resto de factores que han llevado al límite a estos loros, convirtiéndose en un terrible problema que diezma las escasas poblaciones restantes a través de la captura ilegal, que se da incluso dentro de espacios protegidos.

Un estudio llevado a cabo por un grupo de investigación de la Estación Biológica de Doñana del CSIC ha profundizado en la alarmante situación de la cotorra y el perico de la isla La Española en sus ecosistemas originarios, y ha detectado escasos ejemplares incluso en las zonas mejor conservadas del país (se visitaron 12 espacios protegidos y todo tipo de hábitats), un escenario que resulta ser aún peor de lo que se estimaba.

Esta situación contrasta con las poblaciones de dichas especies que se han descubierto en las grandes ciudades de República Dominicana, único lugar donde se observa con facilidad a estos animales. Por ejemplo, en Santo Domingo se han censado dormideros con unos 1.500 ejemplares de perico, y en Santiago otro de 50 cotorras. En la naturaleza, por establecer una comparación, en un dormidero encontrado en la reserva de la biosfera, donde a priori están las mejores poblaciones, se contaron solo 137 pericos y 15 cotorras. Así, los datos obtenidos sobre observaciones de estas especies a lo largo y ancho del país arrojan que el perico es 6 veces más abundante en la ciudad que en entornos naturales, y 3 veces más en el caso de la cotorra.

Hábitat de cría usado por las poblaciones de loros urbanos en ciudades de República Dominicana. /Álvaro Luna

Hábitat de cría usado por las poblaciones de loros urbanos en ciudades de República Dominicana. / Álvaro Luna

No obstante, más allá de números, no hay que desatender el hecho de que estas especies realizan unas funciones ecológicas en la naturaleza que además, en el caso actual de esta isla, no pueden desarrollar otras especies, como es la dispersión de semillas de árboles. A modo de ejemplo, durante este estudio se recolectaron 306 semillas pertenecientes a 11 especies diferentes de árboles (el 99.5% aptas para germinar) que habían sido dispersadas por estos loros, y se midieron las distancias entre las semillas y el árbol más cercano de su misma especie. La distancia mínima media de dispersión fueron 37 metros, siendo el 93% de los casos dispersiones en un rango de entre 20-60 metros, con algunos casos de mayores distancias. Prácticamente todos los casos fueron en ciudad, dada la ausencia de las dos especies en el medio natural.

Se podría decir que para estas aves amenazadas puede que la ciudad sea su última baza para evitar la extinción, pero la desaparición de poblaciones viables de su hábitat real y originario acarreará también la extinción de funciones ecológicas en sus ecosistemas naturales, algo sobre lo que casi nadie está reparando. El hecho de que estos loros estén ecológicamente extintos en los bosques de la isla afectará a la estructura y dinámica de los mismos, con repercusiones presentes y futuras negativas.

 

* Álvaro Luna es investigador doctorando en la Estación Biológica de Doñana del CSIC y autor del libro Un leopardo en el jardín. La ciudad: un nuevo ecosistema (Tundra)