Archivo de noviembre, 2021

Mira la etiqueta: en busca del chocolate más saludable

Jara Pérez Jiménez (CSIC)*

En los últimos años han aumentado las investigaciones que muestran los beneficios del consumo de cacao en la reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares o diabetes tipo 2. Muchas personas, al leer estas informaciones, equiparan el cacao al chocolate, y piensan que cualquier chocolate que consuman va a tener estos efectos.

Sin embargo, los chocolates que nos podemos encontrar en cualquier supermercado presentan importantes diferencias nutricionales. Para intentar saber un poco más sobre qué aspectos de las etiquetas nos pueden ayudar a elegir el chocolate más saludable, en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) desarrollamos una investigación sobre esta cuestión. Para ello, se recopilaron todas las informaciones (color, listado de ingredientes, tipo de dibujos, declaraciones sobre efectos en salud, etc.) presentes en 220 tabletas de chocolate y 147 chocolatinas vendidas en Polonia (en general, se trataba de productos muy similares a los que consumimos en España). Tras analizar todos esos datos, se obtuvieron algunos resultados interesantes que reunimos en este artículo científico.

En primer lugar, analizamos la lista de ingredientes. Aquí nos encontramos con una variedad enorme de presentaciones de los denominados azúcares libres (miel, sirope de agave, azúcar de caña sin refinar, azúcar de coco…), pero sin la mala fama de la palabra “azúcar”. Sin embargo, hay que tener en cuenta que estos otros azúcares libres tienen, finalmente, los mismos efectos adversos en la salud. Por tanto, no por ver estos términos en una etiqueta debemos pensar que el producto sea más sano, ya que lo que de verdad nos interesa es que la suma de estos azúcares sea lo más baja posible (lo que, por cierto, está muy lejos de la realidad, ya que en nuestro estudio vimos que el azúcar era el ingrediente mayoritario en la mitad de las tabletas de chocolate analizadas).

Lo natural, no siempre lo más sano

Por otro lado, nos fijamos en ciertas declaraciones que incluyen algunas etiquetas y que nos pueden hacer pensar que esos chocolates son más sanos. Por ejemplo, algunos de ellos se anunciaban como “vegetariano” cuando todos los chocolates analizados, tuvieran o no la etiqueta, eran de hecho vegetarianos (y en torno al 20% eran veganos, de nuevo independientemente de que lo pusiera en la etiqueta). Así que alguien interesado en esa característica puede acabar pagando más por un producto que por otro igual de vegetariano, aunque no lleve la etiqueta. Además, los productos identificados con esa etiqueta no eran necesariamente más saludables, como pasaba también con otros reclamos como “natural” o “bio”. Por ejemplo, encontramos una chocolatina con una etiqueta “100% natural” cuyo contenido en cacao era de solo el 1,9%; es decir, que sus ingredientes eran naturales, pero eso no quiere decir que fueran saludables.

Otro aspecto que evaluamos fue el color de los envases, ya que a veces asociamos colores más oscuros con productos de más calidad y, en el caso del chocolate, podríamos relacionarlo con productos con mayor contenido de cacao. Sin embargo, no observamos ninguna asociación entre los colores y dibujos empleados, y el contenido en cacao. Por lo que el aspecto general del envoltorio no es tampoco un buen indicador para seleccionar el producto.

Tableta de chocolate

Finalmente, decidimos explorar si había una relación entre el precio del producto y su contenido en cacao, ya que puede existir la percepción de que pagando un importe más elevado se está adquiriendo un producto con mayor contenido en cacao. Pues bien, lo que observamos fue que esto tendía a ser así para las tabletas de chocolate (aunque la asociación no se daba en todos los casos), pero no en el de las chocolatinas, donde no existía ninguna relación entre el precio del producto y su porcentaje de cacao.

En definitiva, los chocolates, chocolatinas, bombones… forman un grupo de alimentos muy distintos a las frutas o la bollería, que podemos clasificar sin problemas como alimentos sanos o malsanos, respectivamente. En este caso, en función del producto que elijamos, estaremos incorporando un alimento que puede tener múltiples efectos beneficiosos, o bien uno que puede aumentar nuestro riesgo de desarrollar sobrepeso y diversas patologías. Por tanto, la próxima vez que te encuentres en un supermercado eligiendo chocolate, no te dejes distraer por el precio, el color del envoltorio o los mensajes llamativos. Gira la tableta y busca el porcentaje mínimo de cacao, eligiendo siempre chocolates donde ese valor sea, al menos, de un 70%. Esta elección y no superar los 30 gramos de consumo diario es lo que garantizará estar haciendo una incorporación saludable a tu dieta.

* Jara Pérez Jiménez es investigadora del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN), del CSIC. La investigación en la que se basa esta entrada fue realizada gracias a una beca del programa EIT Food que obtuvo la estudiante de doctorado de la Universidad de Breslavia (Polonia) Emel Hsan Yusuf.

Reciclaje en la farmacia: el 75% de los medicamentos pueden tener nuevos usos terapéuticos

Por Mar Gulis (CSIC)

Crear un nuevo fármaco y ponerlo en las farmacias cuesta una media de 2.600 millones de euros y entre 10 y 15 años de trabajo. Además, este largo y costoso proceso tiene una tasa de éxito bastante baja: de las decenas de miles de compuestos que inician esta carrera de obstáculos, solo el 12% llega a convertirse en medicamento. Ante estas cifras, parece lógico pensar en una alternativa a la estrategia tradicional de búsqueda de nuevas moléculas con potencial terapéutico. El reposicionamiento y la reformulación de fármacos son dos de las opciones más usadas y efectivas para acelerar los plazos y reducir los elevados costes de la producción de nuevos medicamentos.

El reposicionamiento busca nuevas aplicaciones para fármacos ya aprobados y en uso clínico. También puede investigar una nueva indicación para compuestos que no hayan llegado a las fases clínicas. “Se trata de una suerte de reciclaje de aquellos compuestos que se quedaron en alguna etapa del difícil camino hacia la obtención de un medicamento”, explican las investigadoras del CSIC Nuria E. Campillo, Mª del Carmen Fernández y Mercedes Jiménez en el libro Nuevos usos para viejos medicamentos (CSIC-Catarata). Esta técnica permite minimizar el riesgo de fallo, ya que el fármaco reposicionado ha demostrado ser seguro en ensayos clínicos en humanos. Además, se reduce el tiempo de desarrollo, porque los estudios de seguridad e incluso la definición de formulaciones ya están completados. Según las científicas, “se estima que hasta el 75% de los fármacos conocidos pueden tener nuevos usos terapéuticos y que los medicamentos en uso clínico podrían utilizarse hasta en 20 aplicaciones diferentes de aquellas para las que fueron aprobados originalmente”.

Los medicamentos en uso clínico podrían utilizarse hasta en 20 aplicaciones diferentes de aquellas para las que fueron aprobados originalmente.

Nuevas fórmulas para un mismo medicamento

Por su parte, la reformulación de fármacos consiste en la búsqueda de nuevas presentaciones para un mismo medicamento. “La formulación farmacéutica consiste en combinar el principio activo, el fármaco, y los excipientes para producir un medicamento final que sea estable y aceptable para el paciente. Dependiendo de la forma de administración, cambiará su formulación. Por ejemplo, para administrar un medicamento por vía tópica utilizaremos una crema, y para hacerlo por vía oral, un jarabe o una cápsula”, comentan las investigadoras. “Las reformulaciones pueden ser de diferentes tipos: desde cambios en el modo de liberar la sustancia activa en el organismo, hasta modificaciones en los excipientes o en la vía de administración, e incluso en la estructura del principio activo”, añaden.

¿Cómo se reposiciona o se reformula un fármaco? Para darle ‘una nueva vida’ a medicamentos existentes, la comunidad científica puede utilizar estrategias experimentales o computacionales. En el primer caso, se recurre a ensayos masivos de quimiotecas de fármacos. “Se utilizan modelos celulares o animales de enfermedad para identificar compuestos que provocan un cambio en el fenotipo. Por ejemplo, se pueden medir los niveles de diversas proteínas”, afirman las científicas del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC). Para las aproximaciones computacionales, uno de los métodos más utilizados es la técnica de acoplamiento molecular o docking. Con él se pretenden estudiar las interacciones fármaco‑diana para predecir la afinidad entre ambas mediante ecuaciones matemáticas. “Las grandes quimiotecas pueden ser evaluadas frente a una o varias dianas en un tiempo relativamente corto, mediante un screening virtual. Así se identifican aquellos fármacos más prometedores virtualmente”, exponen.

La utilidad del reposicionamiento se ha demostrado en las últimas décadas. No obstante, de acuerdo con las investigadoras, “no hay que olvidar que los medicamentos identificados mediante esta técnica también tienen que pasar los correspondientes ensayos clínicos y ser aprobados por las agencias evaluadoras. Se trata de un proceso costoso, pero imprescindible”.

El compuesto activo de la viagra, el sildenafilo, se probó en los 80 para tratar la angina de pecho. / Tim Reckmann. Flickr

Talidomida y viagra: dos casos de serendipia en farmacología

Aunque en la actualidad el reposicionamiento de fármacos se acomete siguiendo un protocolo específico y métodos bastante sofisticados, también hay ejemplos en la historia de la medicina en los que la serendipia ha hecho posible un nuevo uso de compuestos. Es el caso de la talidomida, conocida por causar en los años 60 deformaciones congénitas en recién nacidos tras ser administrada a embarazadas para mitigar las náuseas. El medicamento se retiró, pero en 1998 fue aprobado en Estados Unidos para el tratamiento de la lepra, y desde 2012 también se utiliza para tratar el mieloma múltiple. No obstante, los pacientes que reciben este fármaco también toman medicación para el control de la natalidad.

La famosa viagra es otro ejemplo de reposicionamiento de fármacos por serendipia. Su compuesto activo, el sildenafilo, se estaba probando en la década de los 80 para tratar la angina de pecho, pero en los ensayos clínicos se demostró que podía ser un fármaco eficiente contra la disfunción eréctil.

Nuevas vías para tratar enfermedades raras y emergentes

Las estrategias de reposicionamiento son la gran esperanza para muchas enfermedades raras. Bajo este término existen cerca de 7.000 patologías diferentes que, aunque afectan a un reducido número de pacientes, en su conjunto aquejan a un 7% de la población mundial. Estas enfermedades carecen de interés para la industria farmacéutica por su menor incidencia en comparación con otras patologías, por lo que según las investigadoras, “la aplicación de técnicas de reposicionamiento es, a veces, la única vía para el desarrollo de terapias para tratarlas”. El reposicionamiento permite disponer de tratamientos con un perfil de seguridad y eficacia conocido, lo que reduce su tiempo de aprobación y sus costes. Un ejemplo es el Orfadin, un fármaco que se utiliza desde hace años para el tratamiento de la tirosinemia tipo 1, una enfermedad rara que afecta a una de cada 100.000 personas en el mundo, que acaba de ser aprobado para tratar una patología aún menos frecuente: la alcaptonuria, que padecen una de cada 250.000 personas.

El proyecto SOLIDARITY es un ejemplo de reposicionamiento de fármacos. / Adobe Stock

Las enfermedades emergentes también pueden hallar posibles soluciones gracias a esta vía de investigación. El ejemplo más cercano lo tenemos en la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2. “Las instituciones de investigación y las compañías farmacéuticas disponen de quimiotecas de compuestos farmacológicos ya desarrollados o fabricados para explorar su potencial como tratamiento para diversas enfermedades. Cuando comenzó la pandemia por COVID‑19, muchos laboratorios recuperaron los compuestos de estas colecciones para ver si alguno poseía efectos antivirales contra el SARS‑CoV‑2”. Solo en España, se han iniciado a fecha de abril de 2021 más de 160 ensayos clínicos con este objetivo, de los que aproximadamente 120 se corresponden con reposicionamiento.

En el resto del mundo, más de 100 países se han agrupado en el proyecto Solidarity, coordinado por la OMS, y que ha constituido el mayor esfuerzo de reposicionamiento de la historia de la medicina. Este ensayo contempla el reclutamiento de pacientes y el tratamiento con protocolos unificados utilizando fármacos previamente aprobados contra otras enfermedades infecciosas.

* Este texto está basado en el libro Nuevos usos para viejos medicamentos (CSIC-Catarata) de la colección ‘¿Qué sabemos de?’.

La violencia en la obra de Picasso: ¿una mirada pacifista?

Por Mar Gulis (CSIC)

Una reproducción del Guernica de Pablo Ruiz Picasso ha estado colgada en la Organización de las Naciones Unidas durante 35 años de forma ininterrumpida. Tan solo en una ocasión el lienzo fue cubierto por una lona: cuando en 2003 Estados Unidos anunció la invasión de Irak. Este hecho (no poco significativo) ayuda a comprender la magnitud de la obra como emblema universal del rechazo a la violencia. Una magnitud de tal calibre que la ONU -cuya misión es “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”- evitó declarar la contienda frente a la pintura.

Picasso, P. (1937). Guernica [Óleo sobre lienzo]. Museo Reina Sofía de Madrid.

Si bien el Guernica es la obra de Picasso que refleja de forma más explícita las consecuencias del conflicto bélico, no es la única que habla sobre la violencia asociada a él. Ya en 1944 el mismo pintor reconocía que la violencia nunca había sido “objeto de su pintura”, pero sí estaba presente en ella. El investigador del CSIC Miguel Cabañas Bravo ha analizado en Diccionario de la violencia (Marzano, Michela, 2011) la presencia de lo violento en la producción del artista malagueño. Un tema que parece inevitable en su obra si tenemos en cuenta que Picasso, que vivió de 1881 a 1973, fue testigo de las guerras coloniales de Cuba y Marruecos, la Guerra Civil española, las dos guerras mundiales e, incluso, la Guerra Fría. Conflictos, todos ellos, que cuestionó pictóricamente a lo largo de las diferentes etapas que marcaron su producción.

En 1907 Picasso pinta Las señoritas de Aviñón, cuadro con el que se abre a la corriente cubista que acabará siendo emblema de su obra. Desde entonces y hasta la I Guerra Mundial, trabaja a partir de la deconstrucción de objetos y la ruptura de la perspectiva, técnicas de las que se vale para denunciar la violencia organizada. Al mismo tiempo, hace uso del objet trouvé (objetos sin aparente propósito artístico) que le acercan al mundo del collage. Ejemplo de ello es su obra Vaso y botella de suze (1912), en la que el fondo del cuadro se compone a partir de recortes del periódico El Jounal que hablan de la guerra de los Balcanes.

Picasso, P. (1907). Las señoritas de Avignon [Óleo sobre lienzo]. MoMA de Nueva York.

De 1917 a 1925 Picasso pasa por un periodo clasicista en Italia, donde trata de volver al concepto del orden en medio de la posguerra. Sin embargo, a mediados de los años 20 entra en contacto con el surrealismo. Mediante la agresividad plástica propia del movimiento, retoma su denuncia de la violencia, tal y como recoge el investigador del CSIC en el Instituto de Historia. Esto se traduce en obras como La danse, en la que presenta figuras con un tinte “monstruoso” y de símbolos sexuales enfatizados.

No obstante, no será hasta los años 30, con la Guerra Civil española y posterior II Guerra Mundial, cuando Pablo Picasso afianza su compromiso político, influenciado -al mismo tiempo- por personalidades como la artista plástica Dora Maar o el poeta Paul Éluard, de tendencia republicana. Así, de 1930 a 1945 su producción se divide entre la que toma un tinte trágico y elegíaco, como el aguafuerte Minotauromaquia (1935), donde se habla de alcanzar la grandeza mediante una muerte violenta; o Lysistrata (1933) que, como contrapartida, retoma la idea del esfuerzo colectivo en favor de la paz.

La Guerra Civil y el Guernica como símbolo universal

El Guernica, que a día de hoy se encuentra en el Museo Reina Sofía de Madrid, fue un encargo del Gobierno de La República al pintor malagueño para el pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937. El germen de este cuadro se remonta precisamente al 26 de abril de ese mismo año, fecha en la que la población civil de Guernica (Vizcaya) es masacrada por la aviación alemana de la División Condor.

Picasso escoge inmortalizar las atroces consecuencias del conflicto bélico en lugar del propio ataque, y es así como consigue elevar un hecho acaecido en un pequeño municipio del País Vasco a símbolo intemporal del lado destructor del ser humano. Para ello, el artista hace uso de figuras como el caballo o el toro deformados, o las diversas personas que se ahogan entre gritos y lamentos. También recurre a la austeridad cromática -para captar la oscuridad y brutalidad de la situación- y a la simultaneidad de planos que expresan “contención, serenidad, violencia, obcecación, miedo, razón, desespero, horror y un interrogante radical sobre la condición humana”, en palabras del propio Miguel Cabañas.

Tras la II Guerra Mundial: sus últimas obras

En 1939, Picasso actúa de forma premonitoria a la II Guerra Mundial sacando a la luz cuadros que representan una violencia tan “gratuita” como la de Gato devorando un pájaro. Sin embargo, una vez ha comenzado el conflicto, se queda en un París ocupado por las tropas alemanas en el que se dedica a las naturalezas muertas y los desnudos horizontales, que representa inmóviles como cadáveres. No será hasta la liberación de París en 1944 cuando sus creaciones vuelven a denunciar de forma explícita los horrores del conflicto. Ejemplo de ello es El Osario (1944-1945), una obra inspirada en las fotografías de prensa que reflejan el genocidio perpetrado por los nazis en campos de concentración.

Al final de la II Guerra Mundial, cuando ya es considerado una figura mítica, el pintor malagueño se afilia al Partido Comunista y se traslada al sur de Francia, donde afronta el último periodo de su evolución artística (1945-1973) con una producción que se mueve entre su personal militancia y espiritual pacifismo. Esto queda reflejado en litografías tan emblemáticas como La paloma de la paz (1949), elegida emblema del I Congreso Mundial por la Paz; o El mural Guerra y Paz (1952-1959), en el interior de una capilla románica de Vallauris (Francia).

Picasso, P. (1960). Tres palomas [Óleo sobre lienzo]. Museo Picasso de Málaga. / Erica Delgado

Tras haber presenciado los horrores de la guerra, la pintura de Picasso se torna, poco a poco, en la de un artista apaciguado, cuya obra se puebla progresivamente de ninfas retozando, faunos tocando sus flautas y sátiros.

Tal y como recoge Miguel Cabañas, Picasso rechazó definirse como “la clase de pintor que pinta la guerra como un fotógrafo, que sale buscando algo que retratar”. Sin embargo, esta violencia que orbitaba en torno al conflicto siempre tuvo, de una u otra manera, reflejo en su producción. Y así, a la luz de lo expuesto, podemos concluir que la denuncia de lo violento en la obra del artista responde a su propia óptica pacifista. Picasso escribió: «Encendamos todas las farolas. Lancemos con todas nuestras fuerzas los vuelos de las palomas contra las balas. Y cerremos con llave las casas demolidas por las bombas.» (El deseo atrapado por la cola, 1945). Estas mismas palabras bien pueden definir la estrecha relación que guarda su obra con la violencia.

Cambia el chip: la leche entera es beneficiosa para la salud

Por Javier Fontecha (CSIC)*

El consumo de leche ha supuesto una ventaja evolutiva para la especie humana. Quienes más se han beneficiado de él han sido las poblaciones que lograron, mediante mutación genética, obtener la capacidad de digerir la lactosa. Pero las poblaciones con distintos niveles de intolerancia a la lactosa también encontraron una ventaja adaptativa en el consumo de lácteos fermentados como el yogurt y el queso, con contenido reducido o nulo de este hidrato de carbono.

En la actualidad, la comunidad científica ha llegado al consenso, en contra de muchas ideas, bulos y mensajes erróneos, de que la leche y los productos lácteos aportan prácticamente todos los nutrientes esenciales para las distintas etapas de la vida, especialmente durante la infancia y la adolescencia, pero también en la edad adulta. La leche sigue siendo considerada el alimento más completo desde el punto de vista nutricional, al aportar proteínas con todos los aminoácidos esenciales y de elevada biodisponibilidad, hidratos de carbono como la lactosa –un disacárido que favorece la absorción de calcio y con actividad probiótica–, grasas complejas con una gran variedad de ácidos grasos de cadena corta y media y pequeñas cantidades de ácidos grasos esenciales (Omega 6 y Omega 3), así como una gran contribución de minerales y vitaminas. Todo ello en un conjunto equilibrado y de bajo poder calórico y, lo que quizá sea lo más importante en los tiempos en que vivimos, a un precio reducido: en algunos casos, el litro de leche puede ser más barato que el litro de agua mineral. Aunque el consumo de leche y productos lácteos no es imprescindible para la vida, desde un punto de vista nutricional no es sencillo poder sustituir el aporte de nutrientes que se obtiene de un simple vaso de leche con otros productos alimentarios en una dieta variada y equilibrada.

El debate sobre la grasa láctea y el colesterol

Pero es alrededor de la grasa láctea donde realmente se ha generado un mayor debate científico y social en las últimas décadas. La grasa láctea, al igual que otras grasas de origen animal, es una grasa denominada ‘saturada’ por contener en su composición un elevado porcentaje de ácidos grasos saturados (AGS) y colesterol, lo que se ha relacionado con el incremento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

La lactosa es un tipo de azúcar que se encuentra en la leche y otros productos lácteos como quesos y yogures.

Esta relación, conocida como el paradigma grasa-salud, fue generada en la década de los 60 por el fisiólogo estadounidense y presidente de la American Heart Association Ancel Keys, quien estableció mediante el famoso estudio de los siete países (hoy en día muy criticado y devaluado) la relación entre la incidencia de la enfermedad coronaria (EC) y la concentración total de colesterol plasmático procedente de la dieta, que luego correlacionó con la energía aportada por los AGS. Esta hipótesis estableció las bases para la “demonización” de las grasas de la dieta (principalmente lácteas) y la aparición de las primeras recomendaciones nutricionales donde se aconsejaba la disminución de la ingesta de grasas de manera indiscriminada a toda la población, que se mantienen hasta nuestros días.

Sin embargo, como es bien sabido, correlación no es causalidad y hoy en día se reconoce la ausencia de efectos negativos derivados del consumo moderado de alimentos ricos en colesterol, como el huevo, y en ácidos grasos saturados de cadena corta y media, presentes en un elevado porcentaje en la leche entera. Además, las conclusiones obtenidas después de más de 50 años de controversia sobre la grasa láctea en estudios epidemiológicos y otros de elevado rigor científico (meta-análisis y revisiones sistemáticas) ponen de manifiesto la ausencia de una evidencia científica clara que relacione el consumo de leche entera y de productos lácteos con un incremento del riesgo de enfermedades cardiovasculares o de la mortalidad. Muy al contrario, estos estudios relacionan el consumo de estos alimentos con un efecto inverso en los biomarcadores asociados con la enfermedad cardiovascular y el riesgo de diabetes.

Información nutricional de un brick de leche entera. / Open Food Facts

A diferencia de otras grasas animales, la grasa láctea es la única grasa alimentaria que contiene ácido butírico (C4:0) y por eso se le llama grasa butírica. Como se ha demostrado, este y otros ácidos grasos de cadena corta y media (aproximadamente el 12-15 % del total de AGS) no tienen efecto sobre los niveles del LDL-colesterol en sangre, ya que son empleados por el organismo principalmente como fuente de energía rápida. De hecho, suelen ser recomendados en programas de control de peso.

Estudios recientes, además, consideran la leche como una de las fuentes más importantes de componentes bioactivos naturales y señalan que sus efectos sobre la promoción de la salud son el resultado de la interacción de todos sus nutrientes. Es decir, que sus efectos van más allá de la simple suma de efectos individuales. Esto es así gracias a su matriz, que incrementa la biodisponibilidad de muchos de sus nutrientes y de sus compuestos bioactivos.

Por último, es importante señalar que toda la corriente que incide en la demonización de las grasas y el colesterol de la dieta, y en particular de la grasa láctea, y su eliminación incluso de las fórmulas infantiles, ha llevado a una entronización de los hidratos de carbono simples que ha generado consecuencias negativas para la salud de la población, como es la creciente incidencia de la diabetes tipo 2 y de la obesidad.

* Javier Fontecha es investigador del CSIC en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación .

La ciencia post-imperial en el mundo hispano: 200 años de ciencia compartida

Por Manuel Lucena Giraldo (CSIC)*

Ocurrió en noviembre de 1822 en Santafé de Bogotá, la antigua capital del Virreinato de la Nueva Granada y convertida en centro de la Gran Colombia, cuya independencia de España estaba a punto de consumarse. Allí se produjo un acto institucional de gran importancia simbólica para la continuación de la actividad científica en la región: el Real Observatorio Astronómico fue “entregado” a las nuevas autoridades republicanas.

El Observatorio, abierto en 1803, fue el primero de la América Meridional gracias al apoyo de la corona española. El arquitecto capuchino fray Domingo de Petrés lo diseñó y su creación estuvo vinculada a la Real Expedición Botánica dirigida por José Celestino Mutis. El edificio sufrió saqueos y destrucción durante sus primeros años, pero el sabio criollo Benedicto Domínguez, director de la institución en tres ocasiones, logró mantenerlo a salvo. José María de Lanz, mexicano de Campeche, marino, geógrafo y cofundador de la Escuela de Ingenieros de Caminos en Madrid en 1802, recogió el testigo del Observatorio, que siguió idéntica trayectoria, y con inventario en mano se hizo cargo del edificio, los libros y los instrumentos de medición.

Observatorio Astronómico Nacional de Colombia

Observatorio Astronómico Nacional de Colombia. / Universidad Nacional de Colombia

Este no fue el único caso de continuidad que se puso en marcha entre la ciencia ilustrada, imperial y global de la monarquía hispana, y los imprescindibles aparatos administrativos y tecnológicos de las entidades políticas que acababan de nacer en América -con la única y notable excepción de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, españolas hasta 1898-. En el caso de Venezuela, la academia fundada en 1829 por el ingeniero Juan Manuel de Cagigal pudo seguir planteamientos similares a los definidos por Lanz en Colombia, al centrarse en la enseñanza de las ciencias físico-matemáticas, “especialmente la aplicación de estas a la mecánica y al juego de las máquinas”.

Las repúblicas hispanoamericanas, así como los imperios de Brasil y México, se vieron obligadas a fabricar un mito nacionalista prometeico sobre el origen de su ciencia y tecnología. Era fácil identificar a los derrotados realistas y en general a los defensores del imperio español con atraso, Inquisición y leyenda negra. Sin embargo, era preciso, desde el gobierno de los estados emancipados, construir la nación. Y los jardines botánicos, observatorios, escuelas, archivos y bibliotecas estaban ahí, a su disposición, desde California (aún mexicana) hasta Patagonia, como posibles laboratorios de conocimiento, gobernanza y ciudadanía. Explicar su origen o genealogía era algo muy distinto.

Jardín Botánico del Palacio Nacional en México.

En nuestro tiempo podemos observar este fenómeno con mayor perspectiva, dada la intensidad de los procesos de descolonización acontecidos en Asia, África, Oceanía y la propia América durante el siglo XX. Si la globalización es resultado de la expansión geográfica y la dispersión de los europeos a los cuatro vientos, la desaparición de sus imperios -en primer lugar, el español entre 1810 y 1825- no implicó el abandono de infraestructuras, modos de vida, sistemas de intercambio cultural, idiomas, creencias y religiones, y por supuesto no detuvo los intercambios biológicos y ecológicos. Aunque los fundadores de la ciencia decimonónica hispanoamericana respondieran con frecuencia a apellidos con orígenes en otras latitudes y encontremos entre ellos revolucionarios fascinantes, aristócratas curiosas, profesores sin empleo, aventureros inescrupulosos y hambrientos de emociones fuertes, el punto de partida de la ciencia hispanoamericana decimonónica solo pudo ser, en la práctica, la continuidad con el tiempo ilustrado.

Nada en ciencia se construye desde cero

La experiencia humana es, por así decirlo, su cénit. “Gobernar la ocasión”, un principio barroco, exigía fijar un territorio, escribir una historia, dibujar unos mapas, medir el cielo, contar a los habitantes, cobrar impuestos e imponer un monopolio del orden. La herencia de la monarquía hispana, con su forzoso mestizaje global barroco, era lo que existía. Sobre ella se proyectaron, con el entusiasmo de quienes creían en el progreso acelerado de la humanidad, quienes pretendían avanzar en diez años un siglo entero, gracias a la libertad ganada. Es importante recalcar, contra los que indican los estereotipos que nos estigmatizan en el imaginario global, que la investigación de enfermedades terribles (pensemos como ejemplo en la fiebre amarilla, estudiada por el español Juan Manuel de Aréjula en 1806 y develada en su modo de transmisión por el cubano Carlos Finlay en 1881), el desarrollo de ferrocarriles a alturas vertiginosas, la cartografías de sitios arqueológicos donde nadie había llegado antes o estudios de minerales desconocidos no solo no desaparecieron, sino que tuvieron continuidad en el siglo XIX post-independiente.

La ciencia post-imperial en el mundo hispano no fue una ciencia desconectada. Por el contrario, su característica fundamental fue el federalismo, la conectividad inesperada, la movilidad fundacional. Igual que los compositores de himnos patrios iban de una nación a otra en busca de oportunidades, científicos, tecnólogos, sabios e ingenieros viajaban, como nómadas del talento, de un sitio a otro. Si hacia 1850 existió una coyuntura de reencuentro entre las comunidades de científicos y técnicos de España y América -cercenada poco después, tras la guerra con Estados Unidos en 1898, durante los años veinte, hasta 1939-, tras los años setenta, las dinámicas de la conversación y las redes colaborativas resistieron, se reconvirtieron o recalificaron. Porque no existe la ciencia sin trabajo en equipo. Toda una lección para el tiempo presente.

 

Manuel Lucena Giraldo es investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, e intervendrá en las jornadas ‘200 años de ciencia compartida’ que organizan el CSIC y la Casa de América.