Archivo de agosto, 2021

La expansión del océano: un descubrimiento de la Guerra Fría

Por Luis Carcavilla Urquí (IGME-CSIC)*

A mediados de los años 50 del pasado siglo, las dos superpotencias del momento mantenían un tenso equilibrio político y militar. La URSS y Estados Unidos se enfrentaban en un conflicto no bélico, la Guerra Fría, por demostrar su supremacía mundial. Con el fin de rebajar la tensión y frenar la imparable carrera armamentística nuclear, rusos y estadounidenses acordaron una suspensión parcial de las pruebas nucleares a principios de los años 60.

Se prohibieron las pruebas en la atmósfera y bajo el agua, pero quedaron permitidas las realizadas bajo el subsuelo, que son como terremotos artificiales: en vez de producirse la vibración por la rotura de las rocas, se produce por una explosión nuclear.  Sin embargo, el grado de desconfianza era tal entre ambas partes que el ejército norteamericano decidió vigilar el cumplimiento del acuerdo por parte de los soviéticos y, de paso, saber la frecuencia de sus ensayos nucleares subterráneos. Para ello, instalaron una red global de sismógrafos, el aparato utilizado habitualmente para detectar vibraciones de la tierra y, por tanto, terremotos.

Mapa del fondo oceánico elaborado en 1974 por la American Geographical Society con apoyo de la Armada norteamericana.

Al margen de su aplicación militar, este sistema de seguimiento permitió obtener por primera vez una visión completa de la distribución de los terremotos en todo el planeta. Esta información llevó a un descubrimiento sorprendente: los terremotos se alineaban perfectamente dibujando estrechas franjas que parecían partir la superficie terrestre en varios bloques o placas. En realidad, desde mediados del siglo XIX esto ya se sabía, pero solo para los continentes, porque no se tenían datos de lo que ocurría en los lechos oceánicos. Ahora, con la información marina, se tenía una primera perspectiva global.

Un geólogo contra los submarinos nazis

No era la primera vez que el uso de las técnicas geofísicas con fines militares arrojaba interesantes descubrimientos científicos. Durante la Segunda Guerra Mundial, el geólogo norteamericano Harry H. Hess utilizó geófonos –instrumentos que convierten el movimiento del suelo en señales eléctricas– para detectar las posiciones de los submarinos alemanes en el Atlántico norte. El sistema no pudo ser más eficaz: en tan solo dos años, la amenaza por este tipo de ataque fue neutralizada. Así que enviaron a Hess donde se desarrollaba entonces la gran batalla submarina: el Pacífico. Allí participó en cuatro grandes batallas marinas, incluida la de Iwo Jima.

Su misión incluía cartografiar el fondo marino para diseñar la estrategia militar, así que tras la guerra Hess dispuso de información topográfica detallada de amplias regiones oceánicas. Resultó que el fondo marino no era plano ni homogéneo, sino que tenía largas cordilleras submarinas llamadas dorsales y profundas fosas de más de diez kilómetros de profundidad.

Localización de epicentros de terremotos registrados entre 1963 y 1998. / NASA

La exploración marina continuó y, en 1956, se descubrió que la dorsal medioatlántica era, en realidad, una cordillera sin fin, pues enlazaba con otras y continuaba a lo largo de 75.000 kilómetros. Pero lo más importante fue descubrir que en el eje de la dorsal se situaba un interminable valle estrecho en el que se concentraban los terremotos y que mostraba una intensa actividad térmica. En palabras del propio Hess, ese descubrimiento “sacudía los cimientos de la geología”, pues era la pieza que faltaba para dar sentido a los datos del fondo oceánico que había recopilado durante décadas.

De los terremotos submarinos al crecimiento oceánico

Entre otras cosas, Hess se había percatado de que el escaso espesor de los sedimentos que cubren el fondo oceánico demostraba que este es mucho más reciente que los continentes, donde se llegan a acumular miles de metros de materiales sedimentarios. Además, el espesor de esos sedimentos se incrementaba cuanto más lejos estuvieran de la dorsal oceánica. Eso significaba que las dorsales eran más modernas que el resto del fondo oceánico, pero también, y eso era aún más difícil de explicar, que en las dorsales se estaba creando nuevo fondo oceánico que hacía cada vez más ancho el océano. Pero, ¿cómo? Las alineaciones de focos de terremotos parecían indicar que el fondo oceánico se ‘partía’ a través de estas líneas, y el descubrimiento del valle en el eje de la dorsal en el que se detectaba calor fue la clave para confirmarlo.

Así, en 1962 Hess propuso que rocas fundidas procedentes del interior terrestre ascendían a través de las dorsales y salían a la superficie en el valle del eje de la dorsal, y este material solidificado creaba nuevos fondos oceánicos. A este proceso de crecimiento del océano desde la dorsal lo llamaron “expansión oceánica”.

Harry Hess en 1968 mientras explica el ciclo de la corteza oceánica.

Este descubrimiento tuvo aún más repercusiones: Hess se dio cuenta de que el fondo oceánico que se creaba en unas regiones debía destruirse en otras o, si no, la Tierra estaría creciendo. Propuso que las profundas fosas oceánicas eran los lugares donde el fondo marino se hundía en el interior terrestre. Los epicentros de los terremotos confirmaban esta teoría: los profundos se situaban en zonas coincidentes con fosas marinas –lo que evidenciaba que se introducían en profundidad– y los superficiales se ubicaban a lo largo de las dorsales –lo que reflejaba que la actividad volcánica creaba nueva corteza–.

Hacia la tectónica de placas

El hallazgo de Hess se vio confirmado solo un año después por Frederick John y Drummond Hoyle Matthews, que observaron el comportamiento magnético del lecho marino. Así descubrieron que la polaridad de las rocas variaba de una forma muy particular: existían extensas franjas perpendiculares a la dorsal con una polaridad normal y otras con una polaridad invertida, que se alternaban como en la piel de las cebras. Lo más llamativo era que el dibujo que describían esas franjas era simétrico a uno y otro lado de la dorsal.

Eso solo podía tener una explicación. Las rocas generadas en el fondo marino se magnetizan según la orientación del campo magnético terrestre, que cambia cada cierto tiempo. Por tanto, las rocas que emergían en el centro de la dorsal debían tener siempre la misma polaridad, aunque se situaran del lado europeo o americano. Las rocas situadas en los distintos lados de la dorsal se irían distanciando a medida que se fuera formando nuevo lecho oceánico y, en el momento en que cambiase el campo magnético terrestre, aparecería entre ellas una franja de rocas con distinta polaridad.

Registro de los cambios de polaridad magnética en las rocas del fondo oceánico en expansión. / Dr. T (CC3.0-By-SA)

Las piezas encajaban y la expansión oceánica era un hecho. Gracias a esta evidencia, pronto Tuzo Wilson acabaría por armar el puzle de la tectónica de placas y demostrar, tras décadas de encendidas polémicas, la existencia de la deriva continental, pero esa es otra historia.

 

* Luis Carcavilla Urquí es investigador del Instituto Geológico y Minero de España, adscrito al CSIC, y autor del libro de divulgación Montañas (IGME-Catarata), del que ha sido extractado este texto.

¿Es posible predecir la presencia de medusas en nuestras costas?

Por Laura Prieto (CSIC)*

Las medusas suscitan un gran interés en verano y, por ello, tienen mayor protagonismo en los medios de comunicación que, por ejemplo, sus “compañeros” en los mismos niveles de la cadena trófica: los peces. El interés de la sociedad y la gran cantidad de información sobre estos animales ha llevado a pensar que cada vez hay más medusas en nuestras costas. Pero esta idea no es cierta.

‘Pelagia noctiluca’ es una de las especies más comunes en el Mediterráneo. / Filippo Fratini (CC-BY-SA-4.0)

Los datos que, desde 2014, hemos obtenido en el archipiélago de las Islas Baleares contradicen esta afirmación. En la zona, la especie protagonista por excelencia es Pelagia noctiluca, tanto por su abundancia como por su frecuencia. Este organismo siempre está en la columna de agua (de ahí lo de ‘pelagia’) y brilla por la noche (por eso, se la denomina ‘noctiluca’), cuando emerge a la superficie tras pasar el día a más de 100 metros de profundidad. Pues bien, hay periodos en los que esta especie ha estado presente durante todo el año y, otros, como 2020, en los que no ha habido ningún avistamiento en ninguna zona del Mediterráneo occidental, a pesar de que el sistema de observación de medusas construido por el Govern, el Sistema de Observación y Predicción Costero de las Islas Baleares (SOCIB) y el CSIC ha estado operativo. En otros momentos, esta medusa ha sido muy abundante en forma de ejemplares adultos, como durante la pasada primavera. Según los datos obtenidos, el hecho de que Pelagia noctulica, una especie que se mueve con las corrientes de mar abierto de todo el Mediterráneo, llegue en verano a una costa determinada está más relacionado con la oceanografía y la meteorología de cada zona en particular.

De todas formas, la más peligrosa de las medusas que llegan a las costas baleares es la carabela portuguesa (Physalia physalis), una especie de gran tamaño y largos tentáculos que vive en la superficie y que es conocida por la intensidad del dolor que produce su picadura. Ejemplares aislados de este organismo fueron avistados la pasada primavera. Al igual que la medusa velero (Velella velella), de un tamaño más pequeño e indolora, la distribución de la carabela portugesa está marcada únicamente por las corrientes de superficie y por la dirección y la intensidad de los vientos. Los más de 200.000 datos de medusas recogidos por nuestro sistema de observación nos han permitido conocer los mecanismos que atraen a la carabela portuguesa desde el centro del océano Atlántico, su hábitat natural, hasta las costas ibéricas. Además, con estos datos, hemos construido un modelo predictivo de su distribución en toda la cuenca del mar Mediterráneo una vez que entran por el estrecho de Gibraltar.

La carabela portuguesa es conocida por el intenso dolor que produce su picadura. / Volkan Yuksel (CC-BY-SA-3.0)

La primera conclusión que podemos extraer de estos ejemplos es que para poder estudiar la dinámica de las medusas y cómo se ven afectadas por el medio ambiente en el que viven, es necesario que los científicos y las científicas dispongamos de bases de datos de larga duración, construidas de forma sistemática y sólida. De esta manera, podremos relacionar patrones y construir herramientas de predicción capaces de determinar la probabilidad de que lleguen arribazones de medusas a una costa o a una playa determinada.

El segundo corolario es que la respuesta científica correcta a la pregunta de si es posible predecir la llegada de medusas a nuestras costas es que, a día de hoy, eso depende de la especie y de la zona de estudio. Actualmente, hemos construido y validado herramientas de predicción para dos especies y en dos zonas: Cotylorhiza tuberculata en la laguna del Mar Menor y carabela portuguesa en la cuenca del Mediterráneo. Sin embargo, seguimos trabajando para poder dar respuesta a la presencia de Pelagia noctiluca, Rhizostoma pulmo y Rhizostoma luteum. Esta última es la de mayor tamaño de todas, y de apariciones solitarias desde la cornisa cantábrica hasta el mar de Alborán y en toda la costa atlántica del continente africano.

* Laura Prieto es investigadora del CSIC en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía.

Almacenamiento geológico de carbono: el patito feo de la descarbonización

Por Víctor Vilarrasa (CSIC)*

Ahora que aprieta el calor, no puedo dejar de pensar en el cambio climático. Los registros nos indican que aumenta el número de olas de calor, de noches tropicales y de episodios de gota fría o DANAs –depresiones aisladas en los niveles altos de la atmósfera que provocan fuertes tormentas–. Para mitigar estos y otros efectos del cambio climático, debemos conseguir un balance neto de emisiones de dióxido de carbono (CO2) igual o menor que cero en un futuro cercano. Es decir, la cantidad de CO2 que emitamos a la atmósfera tendrá que ser igual o inferior al CO2 que extraigamos de ella. En España, con unas emisiones de gases de efecto invernadero de 334 millones de toneladas equivalentes de CO2 en 2018, todavía nos queda un largo camino para conseguirlo. Aunque las hemos disminuido un 25% con respecto a 2005, siguen siendo un 15% mayores que las de 1990, año que se toma como referencia para cuantificar las reducciones en las emisiones.

Planta de almacenamiento de carbono. / Pexels

Planta de almacenamiento de carbono. / Pexels

Descarbonizar la economía

El primer paso para la neutralidad de carbono consiste en descarbonizar todos los sectores de la economía. El sector que emite más CO2 es el energético, ya que en la actualidad el 85% de la energía que consumimos se genera a partir de hidrocarburos. Las grandes petroleras y empresas energéticas se están comprometiendo a lograr el balance neto de emisiones de CO2 igual a cero en 2050. Esta transición implica basar la producción de energía en fuentes renovables; mayoritariamente las energías solar, eólica e hidroeléctrica, pero complementadas por la geotérmica, la mareomotriz (que aprovecha las mareas) y la undimotriz (que se obtiene del movimiento de las olas). También se plantea sustituir los hidrocarburos por biomasa en la producción de electricidad, dado que el carbono que se emitiría al quemarla sería el mismo que habrían capturado previamente las plantas. Igualmente, la energía nuclear, que no tiene emisiones de CO2 asociadas, seguirá formando parte del mix energético con gran probabilidad.

Esta transformación es más compleja que instalar una capacidad de producción igual a la demanda, dado que las fluctuaciones que se producen en la mayoría de las fuentes de energías renovables (luz solar, viento, caudal hidrológico, etc.) requieren la capacidad de almacenar cantidades ingentes de energía para compensar los déficits de producción con los excedentes. Cómo almacenar esta energía no es trivial, dado que las baterías no tienen suficiente capacidad y la producción de combustibles sin carbono para su uso posterior, como el hidrógeno, conlleva una eficiencia bastante baja. A pesar de estos retos, se considera que la descarbonización del sector energético es viable.

Al sector energético le siguen en emisiones de CO2 los sectores del transporte e industrial. Para reducir sus emisiones, estos sectores se tendrán que electrificar, lo que aumentará la demanda del sector energético. No obstante, al contrario que el sector de la energía, estos sectores difícilmente se podrán descarbonizar por completo. En el sector del transporte, el transporte marítimo y, sobre todo, el aéreo no cuentan, por el momento, con combustibles alternativos a los actuales. Por otra parte, aunque el sector industrial se abastezca de energías renovables, seguirá emitiendo millones de toneladas de CO2, porque la fabricación de ciertos productos, como el cemento, el acero y el etanol, conlleva la emisión de CO2 por las reacciones químicas que tienen lugar en su proceso de producción. En algunos casos, la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) podrá permitir la descarbonización de alguno de estos procesos mediante procedimientos alternativos, como en el caso del acero, que en la actualidad es responsable del 8% de las emisiones de CO2 a escala global. Sin embargo, otros procesos industriales solo se podrán descarbonizar mediante la captura del CO2 antes de ser emitido a la atmósfera y su posterior almacenamiento geológico. En España, 16 millones de toneladas de CO2 al año (Mt/a) son emitidas por 23 industrias que, a largo plazo, solo se podrán descarbonizar con la captura y almacenamiento de CO2 (CCS, por sus siglas en inglés); y 53 Mt/a, por 38 plantas de producción de energía, en las que se podría aplicar CCS a corto plazo para acelerar la transición hacia la neutralidad de carbono.

Devolver el carbono al subsuelo

El almacenamiento geológico de carbono tiene como objetivo devolverlo a su lugar de origen: bajo tierra. Tecnológicamente, este procedimiento está probado con éxito con caudales de inyección de 1 Mt/a. El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) estima que la cantidad de CO2 almacenado en formaciones geológicas profundas debe aumentar de los 40 Mt/a actuales a 8.000 Mt/a en 2050. Esto implicaría tener unos 8.000 pozos inyectando 1 Mt/a de CO2. Puede parecer un número muy grande, pero es pequeño en comparación con los 8 millones de pozos que se han perforado para extraer gas y petróleo. No obstante, multiplicar por 200 el almacenamiento de CO2 en 30 años es sin duda un gran reto que implica un aumento del CO2 almacenado del 6% anual.

Víctor Vilarrasa

Víctor Vilarrasa

El almacenamiento se realiza a profundidades mayores de 800 metros en acuíferos salinos o en yacimientos agotados de gas o petróleo. A medida que aumenta la profundidad, como el subsuelo está saturado, es decir, los poros de las rocas están llenos de agua, la presión del agua que llena estos poros aumenta de forma equivalente al peso de la columna de agua que hay por encima. De manera similar, la temperatura también aumenta con la profundidad una media de 30°C por kilómetro. A profundidades mayores de 800 metros, la presión y la temperatura son suficientemente elevadas para que el CO2 se encuentre en su estado supercrítico. A pesar de lo extraño que pueda parecer el nombre de este estado, lo que nos indica es que el CO2 tiene propiedades tanto de un gas como de un líquido. Por un lado, su viscosidad es como la de un gas, es decir, muy baja, por lo que va a poder fluir con facilidad. Por otro, su densidad es como la de un líquido, es decir, elevada, y, por lo tanto, su almacenamiento va a ser eficiente porque ocupará un volumen relativamente pequeño. A pesar de presentar una densidad elevada, el CO2 es más ligero que el agua, por lo que tiende a flotar. Por este motivo, se necesita la presencia de una roca impermeable ubicada encima de la formación almacén, que se conoce como roca sello y que impide que el CO2 vuelva a la superficie. La formación almacén, al contrario que la roca sello, se caracteriza por una alta permeabilidad y porosidad, para albergar grandes cantidades de CO2 sin generar sobrepresiones elevadas.

Las posibilidades del CO2 almacenado

Socialmente, el almacenamiento geológico de carbono no acaba de estar bien aceptado, al menos en algunos países. Existe el efecto NIMBY (no en mi jardín trasero, por sus siglas en inglés), por el que se puede llegar a rechazar el desarrollo de proyectos de este tipo en ciertas zonas. Una posible solución es el almacenamiento en alta mar, como sucede en Noruega, donde llevan 25 años inyectando CO2 con éxito en acuíferos marinos, lo que convierte al país nórdico en líder mundial en almacenamiento de este gas. La manera en que esta tecnología es vista por la sociedad también puede mejorar cuando se aplica al CO2 que se genera en la combustión de biomasa para producir electricidad, ya que de esta forma conseguimos extraer CO2 de la atmósfera, en lo que se conoce como BECCS (por sus siglas en inglés).

Otra estrategia que puede ayudar a mejorar la imagen del almacenamiento geológico de carbono es utilizar el CO2 inyectado de alguna forma, para darle valor y que el proceso no se limite a deshacerse de un residuo. La opción más viable consiste en utilizar el CO2 inyectado para producir energía geotérmica, dado que, por sus propiedades, es un fluido mucho más eficiente que el agua en la extracción del calor de las profundidades de la Tierra. El CO2 inyectado se calienta cuando entra en contacto con la roca almacén, por lo que, si se extrae, se puede aprovechar la alta temperatura que ha adquirido para producir electricidad. Este ciclo es muy eficiente porque apenas se requiere energía para bombear el CO2: como tiende a flotar, sube hasta la superficie por sí solo. El CO2, una vez enfriado después de aprovechar la energía geotérmica, puede reinyectarse junto con más CO2 para su almacenamiento geológico. De esta forma, se reduciría la cantidad de CO2 en la atmósfera y se generaría energía limpia.

El tratamiento del CO2 debe seguir una evolución similar a la que ha tenido la gestión de nuestros residuos domésticos. Antiguamente se desechaban en cualquier parte, que es lo que hacemos ahora con el CO2. Posteriormente se recogían y se llevaban a vertederos, que es lo que se está empezando a hacer con el almacenamiento geológico de carbono. En la actualidad, reciclamos la mayoría de nuestros residuos y solo una fracción pequeña va a parar a los vertederos. En un futuro próximo deberemos hacer lo mismo con el CO2: almacenarlo y utilizarlo para conseguir que el balance neto de emisiones sea cero y así podamos mitigar los efectos del cambio climático.

 

* Víctor Vilarrasa es investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA, CSIC-UIB). Actualmente dirige un proyecto del European Research Council (ERC) para conseguir que los recursos de la Tierra contribuyan a la descarbonización.

Tú también puedes enviar globos sonda a la estratosfera y hacer ciencia ciudadana con Servet V

Por Mar Gulis (CSIC)

Lanzamiento en 3, 2, 1… ¡Deja de soñar con que formas parte de una misión espacial! Ahora puedes hacerlo realidad con la quinta edición de la iniciativa de ciencia ciudadana Servet. Si te gusta la astronáutica, la navegación espacial y todo aquello que se mueva a más de 12.000 metros sobre el nivel del mar, Servet V te está esperando, independientemente de la formación y los conocimientos que tengas. Este proyecto científico abierto a la ciudadanía busca democratizar el acceso al espacio e invita al público a proponer, diseñar y ejecutar sus propias misiones subespaciales. Pero lo primero que debes hacer es rellenar, antes del domingo 29 de agosto de 2021, el formulario de participación.

Proyecto Servet IV. / Germán Martín

Proyecto Servet IV. / Germán Martín

Servet V lanzará tres globos sonda (Hwoyee HY-1600, con capacidad para portar varias cápsulas de hasta 400 gramos cada una), que pondrán rumbo a la estratosfera y volverán a la Tierra tras haber recogido multitud de datos científicos en su viaje hasta los 36.000 metros de altura. Se medirán, entre otros parámetros, la radiación y la temperatura, se harán pruebas de transmisiones mediante LoRaWAN y de vídeo a larga distancia, etc. Entonces, ¿quieres formar parte de Servet V? Consulta las bases, existen dos modalidades de participación:

  • CÁPSULA DE HASTA 400 g. Tú pones la cápsula y el proyecto toda la infraestructura -globos, helio, seguros, organización del lanzamiento, etc.-. Aunque se intentará recuperar la carga, esto no está garantizado. Se seleccionarán nueve cápsulas de hasta 400 gramos.
  • CÁPSULA 0 g. Si lo que deseas es participar en el evento, ayudar en la logística, aprender y echar una mano en la organización, no lo dudes, esta es tu modalidad.

Una vez finalizado el plazo de recepción de solicitudes, que concluye el próximo 29 de agosto, el 6 de septiembre se dará a conocer la selección de participantes. El lanzamiento de Servet V está previsto para el sábado 30 de octubre de 2021 en una localidad zaragozana aún por definir. El día previo se realizarán los preparativos y el domingo 31 se presentarán los resultados al público general. Los datos obtenidos en las distintas ediciones de Servet se irán publicando de forma libre y gratuita en la web del proyecto para que cualquier persona los pueda consultar y analizar.

Proyecto Servet II

Proyecto Servet II

Esta iniciativa ciudadana arrancó en junio de 2017 con el lanzamiento del primer globo sonda, Servet I, y desde entonces, el proyecto ha seguido reuniendo a público experto y aficionado de la navegación espacial, makers, desarrolladores/as, radioaficionados/as, etc. Además, otro de los objetivos del proyecto es acercar la ciencia al entorno rural, por eso, las zonas de lanzamiento elegidas en años previos han sido pequeños municipios de la provincia de Zaragoza, como Alpartir o Alfamén. En este último se realizó, en 2019, el lanzamiento de los globos sonda equipados con las misiones aeronáuticas del proyecto Servet IV.

Récord mundial de distancia de transmisión a través de LoRaWAN

Uno de los globos de Servet IV, “tras mandar sus últimas señales el día del lanzamiento por la noche mientras cruzaba Soria, revivió inesperadamente. Tres ‘latidos’ fueron detectados dos días después en su paso por las Azores”, relataba Francisco Sanz, director ejecutivo de la Fundación Ibercivis. Con este globo se batió el récord mundial de distancia alcanzada por una comunicación transmitida a través del protocolo de red LoRaWAN. Con una potencia de 0,025 vatios, su señal se recibió a una distancia de 766 kilómetros.

LoRaWAN es una tecnología de red de área amplia y baja potencia (LPWAN: Low Power Wide Area Network), diseñada para que dispositivos de baja potencia se comuniquen con aplicaciones conectadas a Internet a través de conexiones inalámbricas de largo alcance utilizando las bandas de radio ISM -reservadas internacionalmente para el uso de energía de radiofrecuencia para fines industriales, científicos y médicos distintos de las telecomunicaciones-.

Récord de distancia de transmisión de 766 kilómetros, conseguido por uno de los globos sonda lanzados con Servet IV. / The Things Network

Récord de distancia de transmisión de 766 kilómetros, conseguido por uno de los globos sonda lanzados con Servet IV. / The Things Network

Con otro globo también se consiguió transmitir a 744 km mediante TTN (The Things Network), a través de LoRaWAN. Además, se midió radiación, se transmitió en APRS (Automatic Packet Reporting System, un sistema de radioaficionado para comunicaciones digitales en tiempo real), se envió vídeo en tiempo real, etc. Estas cápsulas lograron recuperarse en Buñuel, Navarra, pero las que viajaban en otros globos no corrieron la misma suerte.

Proyecto Servet II

Proyecto Servet II

Servet cuenta con el apoyo de la Fundación Ibercivis -de la que forma parte el Consejo Superior de Investigaciones Científicas-, Etopia Centro de Arte y Tecnología, los Laboratorios CESAR en Etopia, la Universidad de Zaragoza, la Unión de Radioaficionados Españoles y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología-Ministerio de Ciencia e Innovación. Si tienes alguna duda puedes contactar con info@ibercivis.es