Archivo de julio, 2020

El calendario científico de 2021 está en marcha. ¡Participa con tu efeméride!

Por Mar Gulis (CSIC)

Una curiosidad científica por cada día del año. 365 efemérides con las que descubrir investigadoras apenas conocidas, inventos que han revolucionado nuestras vidas, datos sorprendentes y avances tecnológicos inesperados. Para 2021, el Instituto de Ganadería de Montaña (CSIC-Universidad de León) pretende elaborar un nuevo calendario –el de 2020 fue todo un éxito– que acerque la cultura científica a estudiantes de Primaria y ESO.

calendario científico 2020

¿Quién descubrió la Antártida y en qué día se produjo el hallazgo? ¿Cuándo se confirmó que las células humanas pueden contener ADN con una hélice cuádruple? ¿En qué fecha la sonda espacial New Horizons sobrevoló Ultima Thule, el objeto celeste más alejado al que se ha llegado por el momento? A lo largo de los meses, el curioso almanaque revelará estos y otros muchos acontecimientos relacionados con la ciencia.

Coordinado por el investigador Pablo G. Toral, el proyecto, que nació con el calendario científico de 2020, vuelve a basarse en el método colaborativo. Cualquiera que tenga propuestas de aniversarios y efemérides puede participar en la elaboración de los contenidos. Si quieres plasmar tu hito preferido de la historia de la ciencia, o rendir homenaje a alguna de sus figuras destacadas, o simplemente dejar huella en el calendario, escribe tu curiosidad científica en el documento que encontrarás en este enlace. De paso podrás ‘cotillear’ las efemérides que han anotado otras personas.

extracto calendario

Extracto del calendario científico 2020

Como en 2020, el objetivo de esta iniciativa es fomentar la cultura científica entre la población más joven, dar a conocer descubrimientos recientes y visibilizar las aportaciones de investigadoras y tecnólogas. Otro de sus propósitos es divulgar la actividad de los centros de investigación españoles. Para ello, el calendario irá acompañado de una guía didáctica que podrá utilizarse en las aulas.

Inspirado en las versiones existentes en Rumanía y Escocia, el almanaque científico de 2020 superó en solo dos semanas las 50.000 descargas. La edición de 2021 volverá a estar disponible online para su descarga gratuita y, como el año anterior, todos los contenidos se traducirán al euskera, catalán, gallego y asturiano.

extracto calendario

Extracto del calencario científico 2020

Si te gusta la idea, ¡participa! Elige tu efeméride y anótala aquí antes del 1 de septiembre.

Este proyecto cuenta con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología-Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Asimismo, asociaciones orientadas a promover la divulgación de la ciencia y el pensamiento crítico, y profesionales del ámbito educativo, respaldan la iniciativa.

Lecturas fresquitas para un verano de ciencia

Por Mar Gulis (CSIC)

Llegan las vacaciones de verano y en ‘Ciencia para llevar’ queremos invitarte a que hagas un hueco en tu maleta para la divulgación. La colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata) te ofrece más de cien libros con los que podrás disfrutar de la ciencia durante estos días de descanso. Aquí te presentamos algunos de los más recientes.

Lecturas veraniegas

 

Mentiras de la física cuántica

El primero va de los falsos mitos que rodean a la física que estudia las partículas más diminutas, como los átomos o los electrones. En Verdades y mentiras de la física cuántica, Carlos Sabín, investigador del CSIC en el Instituto de Física Fundamental, desmonta creencias erróneas acerca de esta rama de la física y aclara que los gatos no están vivos y muertos a la vez, que no modificamos la realidad solo con observarla o que la información no puede viajar más rápido que la luz. En palabras del autor, el libro trae “malas noticias” para quienes creen que la física cuántica es “una manera de escapar a las leyes de la física y entrar en un mundo nuevo donde todo está permitido, todo es impredecible y la realidad puede modificarse a voluntad”. La buena noticia es que Sabín ofrece la explicación correcta a los fenómenos cuánticos más desconcertantes, y lo hace de forma clara y sencilla, sin renunciar al humor o la ironía.

Asimetrías en la materia, la vida y el universo

Aunque a priori parezca improbable, nuestras manos, un tornillo y la concha de un caracol tienen algo importante en común: todos ellos son objetos quirales. Esto quiere decir que su imagen especular no puede superponerse con la original, por mucho que la giremos. Por eso, en el espejo la mano derecha se convierte en la izquierda, un tornillo cambia la dirección de su rosca y la concha ‘da vueltas’ en sentido contrario. En el libro La quiralidad. El mundo al otro lado del espejo, el químico del CSIC en el Instituto de Catálisis y Petroleoquímica Luis Gómez-Hortigüela nos invita a emular a Alicia, el personaje de Lewis Carroll, y a embarcarnos en un viaje alucinante para descubrir las sorprendentes y variadas expresiones de esta propiedad, que está estrechamente relacionada con la asimetría. La quiralidad, por ejemplo, se manifiesta en el cuerpo humano, con un corazón que se encuentra desviado a la izquierda y un cerebro que compartimenta las funciones de forma asimétrica en sus dos hemisferios. Sin embargo, la relevancia fundamental de este fenómeno se expresa en objetos mucho más pequeños, como el ADN, con sus hélices retorciéndose invariablemente hacia la derecha, o las partículas elementales, entre las que ha prevalecido la materia sobre la antimateria, una asimetría que ha dado forma a nuestro universo.

Algas diatomeas, el otro pulmón de la Tierra

Las diatomeas, algas unicelulares capaces de producir más oxígeno que todos los bosques amazónicos, centroafricanos e indonesios juntos, son ‘el otro pulmón’ de la Tierra. El investigador del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) Pedro Cermeño explica, en Las diatomeas y los bosques invisibles del océano, la importancia de estos microorganismos para los ecosistemas marinos y el conjunto del planeta, y presenta algunas de sus posibles aplicaciones tecnológicas.

Con este libro podrás descubrir que en los océanos también hay bosques y desiertos, y que las diatomeas forman una parte esencial de los primeros, donde sirven de alimento para larvas, moluscos, crustáceos y peces. “Si pudiésemos acumular toda la biomasa que producen las diatomeas, en tan solo dos décadas tendríamos suficiente como para reemplazar todos los bosques tropicales del mundo”, ilustra el autor. Otra de sus cualidades es que incrementan la eficiencia de la bomba biológica, un proceso mediante el cual los ecosistemas marinos absorben dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y lo transfieren hacia las capas más profundas del océano, lo cual contribuye a paliar el efecto invernadero y a enfriar el clima del planeta. Si quieres saber más sobre las denominadas ‘joyas del mar’, no dejes de abrir las páginas de este libro.

Virus ‘buenos’ que combaten bacterias infecciosas

¿Existen los virus ‘buenos’? La respuesta es sí: algunos de ellos pueden usarse para luchar contra bacterias resistentes a los antibióticos, uno de los grandes retos de la biología y la medicina en la actualidad. En Los bacteriófagos. Los virus que combaten infecciones, cuatro investigadoras del CSIC en el Instituto de Productos Lácteos de Asturias (Lucía Fernández, Diana Gutiérrez, Ana Rodríguez y Pilar García) nos presentan a los virus que atacan a las bacterias. Como cualquier otro agente vírico, los bacteriófagos son parásitos que necesitan infectar una célula, en este caso una bacteria, para multiplicarse en su interior; pero, a diferencia de otros virus, resultan totalmente inocuos para los humanos, los animales, las plantas y el medioambiente. El libro presenta las bacterias patógenas que se esconden en el nanomundo y traza la historia de los antibióticos, que hasta ahora en Occidente han relegado a los bacteriófagos. También explica cómo la progresiva pérdida de eficacia de la penicilina y otros compuestos con el mismo efecto están abriendo la puerta al empleo de los bacteriófagos en múltiples campos: desde la terapia fágica para la salud humana y animal, hasta biocidas para la agricultura o productos desinfectantes.

Escritos por personal investigador del CSIC, los libros de la colección ¿Qué sabemos de? son ediciones de bolsillo, por lo que resultarán un práctico compañero de viaje. Pero, si lo prefieres, también podrás leerlos en formato electrónico. ¡Buenas vacaciones y buena lectura!

El negocio de los datos personales en internet: cuando el producto eres tú

Por David Gómez-Ullate Oteiza (CSIC)*

En la era de internet nos hemos acostumbrado a que muchas cosas sean gratis: la información de los diarios, los navegadores GPS, los gestores de correo… Nadie puede resistirse a la atracción de lo gratuito. Uno se pregunta, sin embargo, dónde está el producto detrás de tanta gratuidad: ¿cómo ganan dinero estas grandes compañías? Y aquí viene a la cabeza la frase del mítico jugador de póquer Amarillo Slim: “Mira a tu alrededor, si no sabes identificar al pardillo en la mesa, entonces el pardillo eres tú”. En internet, cuando no sabes cuál es el producto, entonces el producto eres tú. Para Google, Facebook y el resto de gigantes de internet no somos usuarios, sino productos: los destinatarios de sus campañas de publicidad.

Así pues, el modelo de negocio es un intercambio en el que nos ofrecen un gestor de correo electrónico con grandes capacidades, una plataforma para conversar con amigos o para encontrar a antiguos compañeros de clase, un navegador GPS para no perdernos en la ciudad, una carpeta en la nube para almacenar nuestros ficheros… Todo ello a cambio de recopilar una cantidad de datos tan inmensa que probablemente hace que Google nos conozca mejor que nosotros mismos: qué coche te quieres comprar, dónde vas a ir de vacaciones, cuántos hijos tienes, qué camino tomas para ir a trabajar, a quién vas a votar, cómo te sientes hoy, esa pasión oculta que no has confesado a nadie pero has buscado en internet, a qué hora te acuestas y con quién, etc.

Big data

/Wikimedia Commons

Con esta ingente cantidad de datos, la publicidad digital presume de su precisión, al impactar a la persona escogida en el lugar idóneo y el momento adecuado, frente a los anuncios tradicionales en televisión, por ejemplo, que solo permiten segmentar el público objetivo por franja horaria o asociado a ciertos programas. De hecho, cada vez que cargamos la página de nuestro diario favorito para leer las noticias del día, el correspondiente banner publicitario que vemos depende de una compleja subasta (RTB, Real Time Bidding) en la que distintos algoritmos pujan por mostrarnos su anuncio en función de cuánto piensen que nuestro perfil se adapta al producto que desean vender. Todo esto ocurre en la fracción de segundo que tarda el navegador en cargar la página; obviamente, estos algoritmos emplean toda la información que puedan adquirir sobre quién está al otro lado del ordenador para afinar los modelos: más información implica modelos más precisos y, típicamente, mayor rendimiento de la inversión en publicidad.

Así, Google es la mayor agencia de publicidad del mundo. Facebook o Twitter también siguen el mismo modelo de negocio: nos ofrecen una plataforma para que voluntariamente les entreguemos una cantidad inimaginable de datos personales gracias a los cuales pueden afinar campañas de publicidad muy orientadas a su público objetivo.

En la economía digital nadie da duros a cuatro pesetas o, como nos recordaba el Nobel de Economía Milton Friedman: “There ain’t no such a thing as a free lunch (no existen los almuerzos gratis)”. Las principales empresas hoteleras son Airbnb y Booking; no tienen uno solo alojamiento en propiedad. La empresa líder de movilidad es Uber; no posee un solo vehículo. La primera empresa del sector de venta al por menor es Alibaba; no dispone de inventario. La mayor empresa de contenidos digitales es Facebook; no genera su contenido. Todas son empresas de datos. Recopilan, limpian, analizan y desarrollan aplicaciones para poner en contacto productores de servicios con consumidores.

Pero entonces, ¿cuánto deberían valer nuestros datos personales? La pregunta es muy relativa y probablemente tenga dos respuestas bien diferenciadas para la persona que cede los datos y para la que los adquiere. Para el ciudadano o ciudadana media, a tenor del comportamiento observado durante los últimos años, el valor que concedemos a nuestros propios datos es más bien pequeño, pues prácticamente los hemos regalado a cambio de nada a las grandes compañías. Para los gigantes de internet podemos hacer un cálculo sencillo basado en dividir el beneficio del sector publicitario digital en EE UU durante 2016 (83.000 millones de dólares) entre el número de usuarios en el país (280 millones), lo que arrojaría una cifra media de 296 dólares per cápita. Prácticamente nadie en el entorno empresarial duda ya del inmenso valor que tiene la adquisición de datos, aunque la sociedad en su conjunto no sea aún muy consciente de ello.

Privacidad en tiempos de pandemia

Entre 1950 y 1989, la policía política de la RDA articuló métodos de vigilancia que implicaron a 250.000 personas entre empleados e informantes. Para una población de 17 millones suponía un espía por cada 70 habitantes. Con los métodos de supervisión existentes en la actualidad, empleando técnicas de Inteligencia Artificial, tratamiento de imágenes y procesamiento del lenguaje natural, se puede vigilar a miles de millones de ciudadanos con apenas varios miles de empleados.

Big data

/Wikimedia Commons

Aunque cuando una empresa conecta el micrófono de mi móvil no está interesada en lo que digo, solo quiere saber qué canal de televisión estoy mirando o qué estoy pensando en adquirir. Porque una parte importante de la industria publicitaria se basa en pagar por los anuncios en función de la contribución que cada uno haya tenido en conseguir que adquieras el producto. En su jerga, ellos usan el término “conversión”, pero no una conversión a los principios socialistas de la República Democrática de Alemania, sino una conversión para ganar personas adeptas al último coche, tableta o viaje.

En los últimos meses se está produciendo un intenso debate sobre la pertinencia del uso de datos personales para luchar contra la pandemia, lo cual ha puesto en el ojo público muchas de las cuestiones mencionadas arriba. Los datos de geolocalización o los contactos con otras personas se pueden usar para diseñar sistemas más eficientes y dirigidos de contención de la epidemia, aislando sólo personas infectadas y sus contactos, o lanzando alertas en los lugares con mayor probabilidad de infección. Compartir datos clínicos de pacientes permite ampliar la base estadística de los estudios sobre COVID y conocer mejor la enfermedad para mejorar el tratamiento de enfermos o las políticas de salud pública.

Todas estas cuestiones requieren un debate sobre el alcance de dichas medidas, que en cualquier caso debe de ser limitado en el tiempo y no ser usado con fines distintos a los mencionados. Este debate contrasta con la noticia publicada recientemente sobre las denuncias de un empleado de Apple que trabajaba en el programa de transcripción de textos grabados por sus dispositivos, sin ningún consentimiento por parte de los usuarios. Es fundamental que la sociedad sea más consciente del uso y abuso de los datos personales por parte de las grandes corporaciones y participe de manera activa en el debate abierto sobre la gestión de los mismos.

* David Gómez-Ullate Oteiza es investigador en la Universidad de Cádiz y coautor del libro Big data de la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata).

‘Xylella fastidiosa’, la bacteria que amenaza la agricultura global

Por Alberto Fereres* y Mar Gulis (CSIC)

En 2013 fue detectada por primera vez en Europa la bacteria Xylella fastidiosa, responsable de una gran variedad de enfermedades que afectan a más de 500 especies de plantas de todo el mundo. El patógeno, para el que no existe cura, obligó entonces a arrancar más de un millón de olivos en la región italiana de Apulia. Sin embargo, esto no evitó su expansión por el litoral mediterráneo ni su llegada a nuestro país, donde ya ha provocado importantes daños en cultivos de las islas Baleares (almendros, viñas, olivos y acebuches) y Alicante (almendros).

Olivo enfermo por ‘Xylella fastidiosa’. / Juan Antonio Navas.

A pesar de que Xylella fastidiosa lleva más de 100 años enfermando, y matando, a las viñas de California, no existe aún un tratamiento efectivo contra ella. Por eso, una de las principales formas de combatirla es eliminar las plantas susceptibles de contagio. En nuestro continente, la Comisión Europea establece actualmente que deben arrancarse todas aquellas plantas susceptibles que se encuentren en un radio de 100 metros alrededor de un ejemplar infectado.

La erradicación de árboles trae consigo cuantiosas pérdidas económicas para el sector agrícola y tiene un impacto muy negativo en el medio ambiente, ya que aumenta el riesgo de erosión y degradación de los suelos. Por tanto, a los daños provocados por Xylella fastidiosa hay que sumar los causados por esta medida.

Cigarrillas, insectos frecuentes pero desconocidos

La bacteria no se propaga por sí sola, sino a través de un grupo de insectos conocidos popularmente como cigarrillas. Aunque son muy comunes en los cultivos y zonas forestales, estos insectos han sido prácticamente unos desconocidos en Europa hasta hace pocos años. Como no habían ocasionado problemas graves, la información disponible sobre su biología, ecología y comportamiento era muy escasa.

Ejemplar de ‘Neophilaenus campestris’, uno de los vectores de ‘X. fastidiosa’. / A. Fereres.

Sin embargo, gracias a la investigación vamos conociendo mejor su papel en la propagación de esta plaga. A día de hoy, sabemos que en nuestro continente solo hay tres especies de cigarrillas con capacidad demostrada de transmitir la bacteria: Philaenus spumarius, Philaenus italosignus y Neophilaenus campestris. Además, recientemente, en el Instituto de Ciencias Agrarias del CSIC hemos observado que esta última puede recorrer una distancia mucho mayor de lo que se pensaba. Los ejemplares de Neophilaenus campestris estudiados fueron capaces de avanzar en 35 días más de 2,4 km en un trayecto realizado desde olivares a pinares limítrofes, una zona que utilizan como refugio durante los meses más cálidos del año.

Esto significa que el área de influencia del vector de propagación de Xylella fastidiosa excede con creces una superficie de 100 metros de radio. Por tanto, resulta arbitrario intentar erradicar la enfermedad eliminando los árboles que se encuentran a esa distancia de un ejemplar infectado. Además, sabemos que no es viable arrancar árboles en áreas tan extensas como las abarcadas por la cigarrilla Neophilaenus campestris. Así pues, para luchar de un modo más eficiente contra la bacteria tendremos que idear otros métodos para controlar los insectos que la propagan.

Es evidente que aún queda mucho por hacer. Sin embargo, los resultados obtenidos por el CSIC pueden servir para cambiar las medidas que tratan de combatir la plaga. Todo apunta a que próximamente la Comisión Europea recortará de 100 a 50 metros el área de erradicación en torno a un árbol infectado y permitirá replantar especies arbóreas en zonas afectadas que lleven dos años libres del patógeno. Con ello disminuirá considerablemente el impacto económico de la medida y se reducirá la superficie afectada en un 75%, lo que aliviará notablemente los riesgos de erosión y degradación del suelo.

 

* Alberto Fereres dirige el grupo ‘Insectos vectores de patógenos de plantas’ en el Instituto de Ciencias Agrarias del CSIC. El estudio sobre el comportamiento de la cigarrilla Neophilaenus campestris ha sido financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (AGL2017-89604-R) y es parte de la tesis doctoral de Clara Lago.