Archivo de marzo, 2019

¿Sabes cuánto tarda un nuevo medicamento en llegar a tus manos?

Por Mar Gulis (CSIC)*

Hay que remontarse al siglo XVIII para dar con el origen de los ensayos clínicos. El cirujano escocés James Lind (1716-1794) decidió probar distintos remedios frente al escorbuto, enfermedad causada por la deficiencia en vitamina C. Así, tomó a doce pacientes, los dividió en parejas y aplicó una terapia distinta a cada una: vinagre, nuez moscada o agua de mar, entre otras sustancias. Al parecer, el resultado fue que se curaron los que recibieron cítricos, mientras que los que llevaban una dieta escasa o nula en frutas y verduras siguieron padeciendo ese mal. Con este experimento, mediante la planificación de diversas curas, se consiguió demostrar la más eficaz.

En el siglo XIX, el médico francés Pierre Charles Alexandre Louis (1787-1872) propuso un método numérico para cuantificar los resultados de la experimentación. Cien años más tarde, el epidemiólogo británico Bradford-Hill (1897-1991) encontró una fórmula que hacía comparables los distintos grupos de estudio y estableció los “criterios de causalidad”. En ese momento se inició la era moderna de los ensayos clínicos.

Se estima que son de diez a doce años de media lo que tarda en desarrollarse un nuevo medicamento

A pesar de que para entonces empezaba a adquirirse conciencia del valor de la investigación, no fue hasta los años setenta cuando empezó a considerarse esencial el estudio de la eficacia y la seguridad de un medicamento antes de su lanzamiento al mercado. El punto de inflexión se produjo en los años cincuenta, cuando la administración de la recientemente descubierta ‘talidomida’ produjo un efecto indeseado, ocasionando malformaciones en recién nacidos, y poniendo de manifiesto la necesidad de establecer una regulación.

Actualmente se estima que son de diez a doce años de media lo que tarda en desarrollarse un nuevo medicamento. Se trata de un largo y costoso proceso en el que el fármaco ha evolucionado, sorteando obstáculos, hasta su lanzamiento como producto final, cuando se convierte en el posible remedio para nuestras dolencias. En el libro Cómo se fabrica un medicamento (Editorial CSIC – Los Libros de la Catarata), las investigadoras del Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC María del Carmen Fernández y Nuria E. Campillo señalan que “una vez que en el laboratorio se identifica una molécula prometedora comienza el verdadero reto: ponerla en el mercado”.

El proceso se inicia con la búsqueda de la diana terapéutica, seguido de la identificación y desarrollo de moléculas que pueden interaccionar con dicha diana. De estas primeras etapas de identificación, síntesis y evaluación biológica (in vitro) nacerán las primeras moléculas o hits con potencial para llegar a ser un fármaco. Las etapas más complicadas comienzan ahora, con la fase preclínica, en la que se recurre a modelos celulares y a animales de experimentación para estudiar la seguridad y la toxicidad de las moléculas. Esta fase es el “puente necesario para pasar del laboratorio –etapa de descubrimiento– a la fase clínica”, en la que se realizan estudios en humanos, explican las investigadoras.

Esto es lo que se conoce como ‘desarrollo clínico’, del que forman parte los ensayos clínicos, centrados en descubrir o comprobar los efectos clínicos y farmacológicos, así como en identificar cualquier reacción adversa a los mismos y determinar su seguridad y eficacia en voluntarios y pacientes.

Proceso del desarrollo clínico de un medicamento

Proceso del desarrollo clínico de un medicamento. / María del Carmen Fernández y Nuria E. Campillo

Antes de que llegue hasta nuestras manos, el medicamento en cuestión debe ser autorizado y estará sujeto a diferentes regulaciones para su comercialización, por lo que el mundo farmacéutico se convierte en un entorno hiperregulado y sometido a una exigencia de alta calidad. Es una exigencia justificada porque precisamente es en las primeras fases de la investigación clínica donde pueden surgir reacciones adversas y, de hecho, alrededor de la mitad de los efectos indeseables de los fármacos se identifican solo en los ensayos clínicos en humanos, es decir, el éxito no siempre está garantizado ya que, como aseguran las investigadoras, “la probabilidad general de éxito clínico, es decir, que un fármaco pase con éxito todos los ensayos, es inferior al 12%”.

En definitiva, para comprender el proceso del desarrollo clínico habría que imaginarse un embudo: durante varios años se caracterizan entre 5.000 y 10.000 moléculas prometedoras, y solo unas 250 pasan a las fases preclínicas (un año), hasta llegar menos de 10 a los ensayos clínicos en humanos (seis-siete años). En ese momento, se da con un compuesto que podría ser el nuevo medicamento y si todo va bien… se lanza al mercado.

 

* Puedes leer más en el libro Cómo se fabrica un medicamento (Editorial CSIC – Los Libros de la Catarata), de la colección ¿Qué sabemos de?

¿Qué reflejan estas siete fotografías? Descubre las mejores imágenes científicas de FOTCIENCIA 16

Por Mar Gulis (CSIC)

Además de ser perjudicial para la salud, ¿qué efectos tiene el hábito de fumar para el medio ambiente? ¿Qué sucede al modificar genéticamente un ratón? ¿Sabes qué es el efecto Schlieren? Las imágenes seleccionadas en la 16ª edición de FOTCIENCIA tratan de explicar gráficamente estos y otros fenómenos científicos. Un jurado integrado por profesionales de distintos campos ha escogido siete fotografías, de entre las 697 que han participado en FOTCIENCIA, por ser las más impactantes y que mejor describen hechos relacionados con la ciencia.

Una de ellas, titulada ¡Prohibido fumar!, muestra el corte transversal de un filtro de cigarro visto a través del microscopio. Quizá no sepas que esta es la parte más contaminante del tabaco, por su elevada concentración de acetato de celulosa. De hecho, grupos de investigación de todo el mundo estudian métodos para reciclar las colillas para su reutilización. Pero antes de seguir, mira el vídeo con esta y las otras seis imágenes seleccionadas:

Seguimos. Al observar ‘Entrelazados’ llamarán tu atención unas curiosas estructuras que forman parte de las hojas de Galium aparine, la ‘hierba pegajosa’. Lo que aparenta ser una especie de pinchos rosáceos son en realidad los acúleos de esta especie, responsables de que la planta se adhiera a la ropa o a la piel como si fuera velcro.

Si miras la imagen ‘El abrazo’, intuirás fácilmente que se trata de un embrión de ratón. Pero, ojo, lo que ves es fruto de las técnicas de biología molecular, que permiten visualizar en un color distinto las partes del cuerpo en las que se está expresnado un gen ‘foráneo’ o exógeno introducido en el genoma de este animal.

También los fenómenos ópticos han llamado la atención de jurado en esta ocasión. Una de las fotografías elegidas, ‘Trampa de luz’, refleja un desconcertante juego luminoso: luces y colores se proyectan sobre una hoja de hiedra al aplicar técnicas de nanotecnología. Concretamente, la fabricación de cristales fotónicos permite, además de activar fenómenos electrónicos, térmicos o biológicos, jugar con la luz.

En ‘Las redes sociales del bosque’ encontrarás un red de hilos azulados que se entrecruzan de forma caótica. Podría ser una obra pictórica abstracta, pero no. La imagen muestra micorrizas, las asociaciones que establecen el 90% de las plantas terrestres con hongos que se encuentran en el suelo. Son relaciones simbióticas en la que ambos obtienen beneficios.

El impacto del desarrollo tecnológico sobre la industria alimentaria se condensa en ‘Manzana programable’, una fotografía que nos remite a cuestiones como el diseño de ingredientes activos y la manipulación genética en la producción de alimentos.

Llegamos a la séptima fotografía escogida: ‘Efecto Schlieren’. Obsérvala porque estás ante algo que tus ojos no podrían apreciar sin la intervención de la ciencia. Sí, estás viendo una cerilla encendida, pero lo que desprende la llama no es humo, sino el movimiento del aire que provoca el aumento de la temperatura…

Con estas siete imágenes y una selección más amplia, próximamente se realizará una exposición itinerante y un catálogo. A través de la iniciativa de FOTCIENCIA, el CSIC y la FECYT pretenden acercar la ciencia a la sociedad a través de la fotografía. Si quieres participar en la próxima edición, no pierdas de vista esta web: www.fotciencia.es

 

Cometas: el terror que vino del cielo

Por Montserrat Villar (CSIC)*

Concebidos como profetas de la muerte, los cometas han inspirado terror en muchas culturas a lo largo de más de veinte siglos. Aparecían de pronto y se mantenían en el cielo durante semanas o incluso meses, perturbando su armonía. Se consideraban portadores de grandes desventuras: lluvias de sangre, animales nacidos con dos cabezas, enfermedades mortales… Una larga lista de horrores fue atribuida a los cometas hasta el Renacimiento. El pavor que causaban impulsó su observación, registro y clasificación para tratar de descifrar su significado y prepararse para las fatalidades que anunciaban.

China, siglo II antes de nuestra era. El aristócrata y político Li Cang, su esposa Xin Zhui y su hijo renacen tras la muerte y emprenden el viaje hacia la inmortalidad. Más de 2000 años después, en la década de 1970, se descubren sus tumbas en el yacimiento arqueológico de Mawangdui. Entre los miles de objetos encontrados, se halla un delicado lienzo de seda manuscrito. Contiene los dibujos de alrededor de 30 cometas, cada uno acompañado por un texto breve que previene sobre el mal concreto que causará (hambruna, derrota en una batalla, epidemia…).

En 1587 se publicaba el manuscrito Libro sobre cometas, con hermosas ilustraciones. El texto, anónimo, describe la materia de los cometas, su conexión con los planetas y su significado según la forma, color y posición. Así, cuando el cometa Aurora aparece sobre oriente habrá sequía, incendios y guerra. En la ilustración, una ciudad es devastada por las llamas bajo su auspicio sangriento. El resplandor de la conflagración ilumina la escena, mientras el brillo de Aurora se refleja en las nubes. El artista, por tanto, identifica los cometas como fenómenos atmosféricos. Diez años antes de la edición de este libro, el Gran Cometa de 1577 apareció en los cielos de Europa asombrando a sus gentes durante semanas. Tras estudiar sus movimientos, el astrónomo danés Tycho Brahe confirmó que se trataba de un acontecimiento celeste situado mucho más allá de la luna, y no de un fenómeno atmosférico, como creían numerosos eruditos de la época.

A principios del siglo XIV un joven pintor florentino rompía con la tradición. Cumpliendo el encargo de decorar el interior de la capilla de los Scrovegni en Pádova (Italia), Giotto de Bondone cubrió sus paredes de maravillosos frescos referentes a la vida de Jesús y de la Virgen María. En La adoración de los Reyes Magos representa la estrella de Belén como un cometa. Es probable que el artista viera el cometa Halley en 1301 y se inspirara en su aspecto. En este caso el mensaje es de esperanza: Cristo ha venido a salvar el mundo. Seis siglos después, en 1985, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó la misión Giotto, con cuyo nombre rendía tributo al artista. Se acercó a unos 600 kilómetros del cometa Halley, del que obtuvo imágenes espectaculares.

En octubre de 1858 el artista escocés William Dyce pasó unos días de descanso en Pegwell Bay, un popular lugar de vacaciones en la Inglaterra de la Reina Victoria. En su obra Pegwell Bay, Kent – Recuerdo del 5 de Octubre de 1858, el artista representa una escena entrañable en la que su familia pasea por la playa mientras recoge piedras y conchas. El esbozo apenas perceptible del cometa Donati descubierto ese año se aprecia en el cielo de la tarde. Es un elemento más del paisaje, ya no simboliza desgracias venideras: en el siglo XIX los cometas habían perdido su aura de terror. Desde el siglo XVII, las investigaciones de científicos como Edmund Halley habían ido desenmascarando la inocuidad de estos astros. Su significado en la obra de Dyce es aún más profundo: ese trazo sutil en el cielo sugiere que la existencia del ser humano es efímera, casi instantánea.

Obra de la artista rusa Ekaterina Smirnova

Obra de la artista rusa Ekaterina Smirnova

Comenzaba el año 2015 cuando la artista rusa Ekaterina Smirnova aprendía a producir agua pesada mediante electrólisis. Quería conseguir una composición similar a la hallada unos meses antes en forma de hielo en el cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko por la misión Rosetta-Philae de la ESA. Con esta agua, Smirnova creó una serie de acuarelas de considerables dimensiones a partir de las imágenes del cometa obtenidas por la exitosa misión. Además, utilizó pigmentos oscuros mezclados a mano para recrear el bajo albedo (capacidad reflectora) de la superficie del cometa. Smirnova se sumerge en la ciencia para crear una obra bella e inspiradora, retrato de un astro distante y frío.

Decía Séneca en sus Cuestiones Naturales en el siglo I: «¡Tan natural es admirar lo nuevo más que lo grande! Lo mismo acontece con los cometas. Si se presenta alguno de estos cuerpos inflamados con forma rara y desacostumbrada, todos quieren saber lo que es; se olvida todo lo demás para ocuparse de él; ignórase si se debe admirar o temblar, porque no faltan gentes que difunden el terror, deduciendo de estos hechos espantosos presagios”. Dos mil años después, el mensaje cifrado de los cometas, esos ‘misteriosos’ cuerpos celestes compuestos por hielo, polvo y rocas que orbitan alrededor del Sol, nos habla de mundos primitivos y helados, del origen del Sistema Solar e incluso, quizás, de la propia vida.

 

* Montserrat Villar es investigadora del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA). Coordina ‘Cultura con C de Cosmos’, un proyecto que surge del diálogo entre el estudio del universo y su reflejo en las diferentes manifestaciones artísticas a lo largo de la historia.

Pero… ¿Había mujeres en la Prehistoria?

Por Juan F. Gibaja, Ariadna Nieto y Millán Mozota (CSIC)*

La respuesta es obvia. Sin embargo, a juzgar por las imágenes que aparecen en museos, libros, cómics o webs sobre las sociedades prehistóricas, no parece que esta sea una cuestión que preocupe a editores, científicos y arqueólogos. Esas representaciones son parte de un discurso que no solo contribuye a invisibilizar a la mujer, sino que también consolida una imagen muy concreta de cómo debían ser estas sociedades a través de ideas como las siguientes:

  1. La mayor parte de las actividades en la Prehistoria eran efectuadas por los hombres, ya que cuantitativamente están mucho más representados.
  2. Se aprecia una clara división de las tareas según la cual los hombres se dedican a aquellas consideradas más heroicas, arriesgadas y relevantes para la sociedad, como la caza, la defensa del grupo o las pinturas rupestres. Las mujeres, en cambio, aparecen cuidando de sus hijos, llorando en las escenas de enterramientos o haciendo trabajos artesanales, como la elaboración de cerámicas o tejidos de vestimentas.
  3. La importancia de la figura masculina es tal que suele estar en la parte central de la mayoría de imágenes, y casi siempre se representa con un tamaño mayor. La mujer, si aparece, lo hace en un lado, agachada y con sus hijos siempre a cuestas.
  4. Finalmente, el lenguaje inclusivo brilla por su ausencia en la mayoría de las publicaciones y las portadas de los libros suelen acompañarse de títulos en masculino.

La pregunta es: ¿cuántos datos científicamente sólidos tenemos para apoyar que la realidad prehistórica fue así, y que además sucedió lo mismo en todos los ámbitos geográficos? En realidad, muy pocos. Solo en algunas ocasiones podemos percibir que determinadas actividades las realizaban hombres, mujeres o ambos, o la importancia que algunas mujeres debieron tener en su comunidad. En los ajuares de las sepulturas del neolítico del noreste de la Península Ibérica se deduce una cierta división de tareas, ya que los hombres tienen útiles usados para descarnar y segar cereales, proyectiles y hachas para trabajar madera; y las mujeres, instrumentos para tratar la piel y también hoces para segar. Asimismo, a lo largo de la Edad de los Metales encontramos mujeres que recibieron un tratamiento funerario especial. Es el caso de la Señora de las Montañas (Cueva de Montanisell, Lleida), que fue inhumada en la Edad del Bronce junto a diversos elementos ornamentales elaborados con este metal (brazaletes, collar y diadema). Otro ejemplo es el enterramiento megalítico colectivo de Montelirio (Sevilla), perteneciente a la Edad del Cobre, en el que el 75% de las personas enterradas son mujeres. En su interior se halló un ajuar absolutamente excepcional, formado por miles de objetos, muchos de los cuales requirieron una inversión de trabajo inimaginable teniendo en cuenta la tecnología utilizada y que muchos de los materiales empleados procedían de otros lugares.

Reconstrucción del aspecto de la cámara grande del tholos de Montelirio, zona arqueológica Valencina de la Concepción-Castilleja de Guzmán (Sevilla), siglos 29-28 ANE / Autora: Ana García. Cortesía del Grupo de Investigación ATLAS (HUM-694) de la Universidad de Sevilla

En todo caso, desconocemos si siempre eran los hombres los autores de las pinturas rupestres o los protagonistas en la caza (ámbito público), o si eran las mujeres las únicas que cuidaban a los más pequeños o se dedicaban a tejer (ámbito privado). Por eso es paradójica la escasa presencia que tiene actualmente la imagen de la mujer en cuentos, cómics o libros, frente a la importancia que debió tener en el pasado; de hecho son precisamente ellas las figuras humanas más representadas en el Paleolítico europeo a través de las esculturas conocidas como ‘Venus’.

Venus de Willendorf, datada entre 28.000 y 25.000 ANE / Wikipedia

Esta visión androcéntrica quizás se explique, en parte, porque hasta hace pocas décadas la mayoría de arqueólogos, ilustradores, editores o periodistas eran hombres. Afortunadamente, hoy la presencia cada vez más importante de arqueólogas, y de arqueólogos más sensibilizados con la perspectiva de género, hace que estas interpretaciones y representaciones se vayan matizando. Sin embargo, es evidente que queda mucha pedagogía por hacer.

Aspectos como el papel de la mujer en la Prehistoria, las relaciones de género, los modelos de familia, la alimentación de aquellas comunidades o el hecho de formar parte de una especie migrante por naturaleza, son algunos de los temas que tratamos en las conferencias, actividades y talleres que organizamos en la Institució Milà i Fontanals del CSIC. Desde hace años investigamos sobre los enterramientos neolíticos de individuos masculinos, femeninos e infantiles para aproximarnos a algunas de estas cuestiones. Así, las diferencias en inversión de trabajo y tiempo en el ajuar y en la construcción de las tumbas indican que debían ser sociedades con una incipiente jerarquía. Asimismo, los estudios de dieta demuestran que a veces se daban ciertas desigualdades sociales también en el acceso a ciertos alimentos.

La divulgación de estos trabajos debe servir para estimular una actitud reflexiva y crítica ante las informaciones y estereotipos que aparecen en algunos medios de comunicación, libros, museos, etc. Conocer nuestro pasado nos permitirá entender mucho mejor nuestro presente.

 

* Juan F. Gibaja, Ariadna Nieto y Millán Mozota son investigadores de la Institución Milà y Fontanals del CSIC. Trabajan desde hace años en divulgación científica para todo tipo de públicos y colectivos, algunos de ellos ajenos habitualmente a las actividades de difusión (personas con diversidad funcional, de la tercera edad, en riesgo de exclusión social o inmigrantes recién llegados a nuestro país).