Por Lucía de la Rosa*
Si el apocalipsis llegase en un futuro cercano, probablemente a la humanidad le costaría un gran esfuerzo recuperar el estado actual de las cosas. En ese escenario, una vía para replantar el planeta sería utilizar la gigantesca colección de semillas que posee el Svalbard Global Seed Vault o Bóveda Global de Semillas de Svalbard.
Emplazada en el círculo polar ártico e inaugurada el 26 de febrero de 2008, esta bóveda es una singular instalación ubicada en el lejano archipiélago de Svalbard, entre Noruega y el Polo Norte. Debido a sus singulares condiciones climáticas, en este lugar se conserva una colección de semillas de los principales cultivos agrícolas que alimentan a la población de todo el planeta. “La Bóveda de Svalbard es un proyecto global, ambicioso, por y para la humanidad, que preservará el legado genético vegetal que podrá ser utilizado por generaciones venideras en un mundo cambiante, amenazado por el cambio climático”, explica el investigador Alfonso Clemente, de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC).
Esta particular bóveda fue instalada en las galerías de una antigua mina excavada en el permafrost (la capa de suelo ártico que está permanentemente congelada). Allí se dan las condiciones ambientales y de seguridad que permiten la conservación de las semillas. Aunque los -18ºC del interior de la bóveda se consiguen de forma artificial, si faltase el suministro eléctrico que permite mantener esta temperatura, ésta seguiría siendo lo suficientemente baja para conservar las semillas en buenas condiciones al menos durante algún tiempo. En este lugar, la temperatura media del exterior ronda los -7º C.
Financiada por el Fondo Global para la Diversidad de los Cultivos (Crop Trust), el Gobierno de Noruega y aportaciones de diferentes orígenes, la Bóveda Global tiene capacidad para albergar 4,5 millones de accesiones (lotes de semillas) de 500 semillas cada una. En la actualidad sus instalaciones guardan 860.000 accesiones de distintas especies utilizadas en agricultura y alimentación, recolectadas en todo el mundo y enviadas por diferentes centros de investigación agraria de los más de 1.700 bancos de semillas que hay en el todo el planeta.
En nuestro país, más de 30 instituciones públicas participan en la conservación de recursos fitogenéticos para la agricultura y la alimentación. Entre todas conservan casi 80.000 accesiones de 1.000 géneros botánicos y 3.500 especies de plantas cultivas y silvestres, integrando la Red Española del Programa de Conservación y Utilización de Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación.
En la Bóveda de Svalbard hay 5.413 accesiones de origen español que han sido aportadas por 29 bancos diferentes. Sin embargo, España como país no ha enviado semillas a esta instalación. No se ha considerado prioritario porque la organización de los recursos fitogenéticos en nuestro país se basa en un sistema de duplicado de seguridad. Por un lado, las distintas instituciones mantienen ‘colecciones activas’ cuyas semillas se ceden para usos agrarios o para su estudio. Por otro, en el Centro Nacional de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CRF-INIA) se conserva la colección base de semillas para su conservación a largo plazo. Antes de su inclusión en las dos colecciones, las semillas se limpian, se desecan, se germinan para comprobar su viabilidad y se guardan en cámaras frías (a -4º las ‘colecciones activas’ y a -18º la colección base). Sin embargo, está previsto que en el próximo año, el INIA inicie el envío de semillas a Svalbard. En una primera fase se incluirán muestras de especies cultivadas de gran interés, como cereales de invierno, grano, especies de uso hortícola y leguminosas.
Estas últimas son una parte vital de este sistema de conservación. “Las leguminosas son una fuente de proteínas y fibra de buena calidad, tienen un alto contenido en minerales y aportan vitaminas del grupo B”, señala Clemente. De ahí que la ONU haya declarado 2016 como Año Internacional de las Legumbres. Pero no solo importa su alto valor nutritivo, sino también la dimensión ambiental. “La FAO y el programa Horizonte 2020 de la UE hacen hincapié en que su producción es más sostenible que la de otros alimentos. Ello es debido a que estas plantas son capaces de fijar nitrógeno, fertilizando de manera natural los suelos y disminuyendo la contaminación de las aguas y del aire, gracias a la reducción de emisión de gases de nitrógeno con efecto invernadero”.
Por eso la Bóveda Global, que alberga miles de semillas de leguminosas y otras especies, es un proyecto imprescindible. Como afirmó el ministro noruego de Agricultura y Alimentación, Trygve Slagsvold Vedum: “Las semillas congeladas en Svalbard podrían ayudar a adaptar nuestros cultivos a las cambiantes condiciones climáticas y ser clave para la seguridad de la alimentación mundial”.
* Lucía de la Rosa es investigadora del Centro Nacional de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CRF-INIA)