Claro que las mujeres son idiotasAl fin y al cabo Dios las creó a imagen y semejanza de los hombres George Elliot

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Una enfermera le está matando

Mi amigo Jocky está desesperado. De todos mis amigos creo que es el que lleva una vida más sana. No fuma, casi no bebe alcohol, su alimentación es de las más equilibradas, hace deporte…

En los últimos dos meses ha cambiado mucho. Su tez brillante está opaca y hace unas ojeras impresionantes. Ha adelgazado cinco kilos.

Jocky culpa de su “mala cara” a su último ligue, una enfermera que, dice, le está matando.

El hecho es que conoció a la chica en un cursillo de cocina. Él volvió encantado. “Es tan maja… Y tiene una marcha… ¡Es una máquina del sexo! ¡Un sueño!”, me decía entonces con sonrisa picarona.

Ahora su sueño se ha convertido en su pesadilla. Cuando ella sale del hospital, hacia las diez de la noche, va directa a casa Jocky. Cenan cualquier cosa y… ¡A darle candela!

“Nos pasamos toda la noche haciéndolo. Dormimos muy poco y, claro, a las siete de la mañana, cuando me suena el despertador, me cuesta un mundo levantarme. Ella se despierta conmigo y se va a su casa a dormir pero yo… ¡Yo me voy a trabajar!”, me contaba hace unos días.

Dice que, con tanto cansancio acumulado, no rinde en el trabajo. “Y ella está tan fresca”, se lamenta.

El colofón fue hace unos días. Después del enésimo polvo, Jocky se dio cuenta de que había sangre dentro del condón y se asustó. Ella se rió y le dijo: “Esto es una venita, hombre, no pasa nada”.

Él, creo que con razón, se mosqueó. Y le dejó las cosas claras. Atribuyó la hemorragia a la sobredosis de sexo y le espetó: “Mira, bonita, en el mundo habrá muchas pollas, pero yo sólo tengo una”.

Jocky quiere descansar y se ha ido de viaje. Hoy llega a Perú. A ver si puede recuperar fuerzas y desengancharse de ella…

Hombres para todos los gustos

El sábado fui a cenar a casa de una amiga. Nos reunimos allí 10 chicas, todas de la misma edad.

Como era de esperar, uno de los temas estrella fueron los hombres. Cada una dimos nuestra visión acerca de ellos.

Hubo preguntas retóricas: ¿Por qué somos tan diferentes? ¿Quién los entiende? ¿Por qué son así, tan complicados?…

Seguidas de recriminaciones y experiencias varias que algunas expusieron como se exhiben las recetas de la termomix, con mucha pasión.

Y así estuvimos hasta que la dueña de la casa se iluminó. Se fue directa al mueble de los CD y sacó un disco de Fangoria.

«Esta canción define todas las clases de hombres habidos y por haber y los sentimientos que nosotras podemos tener hacia ellos», nos dijo orgullosa. Y la puso. El tema en cuestión se titula Hombres, y abajo pongo el vídeo y la letra.

¿Realmente creéis que tiene razón?

Hay hombres que se mueven,

hay hombres que se agitan,

hay hombres que no existen,

hay hombres que no gritan,

hay hombres que respiran,

hay hombres que se ahogan,

hay hombres que ocultan la verdad,

hay hombres que roban.

Hay quién apuesta fuerte y decide quererte,

sabiendo lo fácil que resulta perderte,

sabes que siempre estaré cerca de ti.

Hay hombres que te compran,

hay hombres que se venden,

hay hombres que recuerdan,

hay hombres que mienten,

hay hombres que prefieren no hablar,

hay hombres que no entienden.

Hay quién no tiene suerte y prefiere engañarte,

sabiendo lo fácil que resulta ganarte.

Sabes que nunca me iré lejos de ti.

Tienes que aprender a resistir,

tienes que vivir,

esto no lo tengo, esto no lo hay,

esto no lo quiero y esto que me das.

Hay quién apuesta fuerte y decide quererte,

sabiendo lo fácil que resulta perderte,

sabes que siempre estaré cerca de ti.

Hay quién no tiene suerte y prefiere engañarte,

sabiendo lo fácil qué resulta ganarte.

Sabes que nunca me iré lejos de ti.

Hoy hay luna llena y un hombre camina por ella,

hoy hay luna llena y un hombre camina por ella.

La banda sonora del amor

Un amigo mío está preparando una velada romántica para su pareja y me ha pedido consejo.

Entre risas, le he recomendado que le haga un striptease. Me parece muy erótico que tu chico se desnude para ti al ritmo de la música. ¿Por qué siempre lo tenemos que hacer nosotras?

Pero él ha rechazado mi idea. «Me sentiría ridículo haciéndolo», me ha dicho. Y ha añadido: «Ya sabes que bailo peor que un pato mareado. ¿Y si le preparo una suculenta cena con velitas?».

He asentido y he considerado que era otra opción. Más manida quizás, pero igualmente deseable y dignísima de agradecer. Sobre todo si llega de la mano de la persona a la que amas.

Una vez solucionado el qué, mi amigo necesita más ayuda. Quiere hacer un CD con canciones para que sea la banda sonora de la noche de autos.

He estado pensando en temas que, desde mi punto de vista, desprenden erotismo. Sé que la letra de algunas no es la más adecuada pero la música me connota pasión y amor.

De momento he hecho una minilista. Es esta:

Sour times o Glory Box, ambas de Portishead.

Rent, de Pet Shop Boys.

Somewhere only we know, de Keane.

joga, de Björk.

One, de U2.

Erotic, de Madonna.

Despierta, mi vida, de Luz Casal.

¿Cuál más añado?

He ligado con uno de 20

Ligar con un chico de 20 años es muy diferente a hacerlo con uno de 30 o uno de 40.

Los primeros no son tan directos, no les importa hablar y hablar y ni se plantean si lograrán llevarte a la cama o no (o igual lo dan por sentado).

Este fin de semana he ligado con un chico que tiene 25 años. Es la primera vez en toda mi vida que alguien menor que yo me tira los tejos.

Tras un pequeño choque, nos presentamos y empezamos a hablar. Al principio mantuvimos la típica conversación nocturna: ¿vienes mucho por aquí? Está bien el sitio, bla-bla-blá.

Luego fue a cosas más personales. Me explicó que lo había dejado con su novia hace unos meses, que ella le pedía más involucración y que él no quería compromisos, que era muy joven…

Cuando llevábamos un rato parloteando, y noté que se acercaba demasiado, le paré los pies. Con buenas palabras le dije que no me apetecía follar con él.

La verdad es que el chaval era mono e interensante pero, como diría Aída, la hermana del Luisma, yo no tenía «el chichi pa’farolillos«.

«No pasa nada. Estoy a gusto contigo», me respondió. Y así seguimos la noche, de cháchara, entre copas y risas.

En el momento de la despedida me sorprendió. Me dijo que quería volver a verme y me preguntó por mi messenger, para «invitarme». Como no tenía ninguna dirección activa, le di la vuelta al asunto: «¿Por qué no me das la tuya y te invito yo?».

Al parecer, pedir el messenger a los ligues de fin de semana es una práctica habitual. ¿Es una nueva estrategia? ¿Por qué los chavales lo prefieren al teléfono? ¿Es mejor hablar a través del ordenador? ¿Me voy a tener que comprar una webcam?

Estoy hasta las tetas

Ayer, después de comer, me encontré a un conocido que tiene mi edad. Hacía tres años que no nos veíamos, los mismos que yo he estado viviendo fuera de casa. Esta fue nuestra conversación:

-Carlotaaaaaaaaaaaaaaaaa, ¿qué tal te va?

-Muy bien, ya me ves… Adaptándome con esto de la vuelta a casa…

-Pues yo estoy esperando un hijo. Mi chica está embarazada de cuatro meses.

-Muy bien, ¿no? ¿Estáis contentos?

-Sí, hombre. Bueno, es que ya nos tocaba…

«Ya nos tocaba». Estoy hasta las mismísimas tetas de la gente que justifica todo lo que hace en la vida con el «porque ya toca».

Oigo a muchas personas (conversaciones robadas en los bares, en el cercanías, en el metro…) que se van a vivir con sus parejas porque «ya llevamos tres años juntos, y ya toca»; que se casan porque «ya toca» y que son papás por… ¡Lo mismo!

Quizás sea una ilusa, una romántica o una utópica, pero creo que hay cosas que siempre se han de hacer con el corazón (amar, desamar, parir, convivir…). Al menos eso me enseñaron en casa, cuando era bien pequeñita.

¿Dónde ha quedado el alquilar un piso con la persona que amas sencillamente porque ardéis en deseos de estar juntos? ¿Y el casarse porque al menos a uno de los dos miembros de la pareja le hace ilusión? ¿Y el quedarse preñada porque se os ha ido la pinza y os apetece procrear y traer otro niño a este mundo?

Espero no caer nunca en la tentación de la maldita frase. Aunque, por mi edad y según muchos, ya me habría tocado comprar un piso, casarme, tener un hijo, separarme…

En fin, que el paso del tiempo ya me dirá si me toca o no me toca, ya sea un pito o una pelota.

¿Buscamos un príncipe azul? Sí rotundo

Nuria lo acaba de dejar con un chico, Marcos. Llevaban tres meses juntos y a ella se le ha caído el mundo al suelo.

Ayer por la noche me llamó desesperada y me dijo: “¿Tan difícil es tener una relación normal? Dice que le ahogo, que me quiere pero que necesita su espacio. ¡Ni que me hubiera llevado el jodido cepillo de dientes a su casa! ¿Por qué los hombres son tan complicados?”.

«Tampoco le pido tanto», se quejaba.

¿Tanto? Nuria es independiente, tiene una profesión liberal y se considera moderna. Pero, como muchas mujeres de 30, no sólo quiere que la quieran, también busca un hombre que la entienda y comprenda.

Las de 30 queremos a nuestro lado un novio, un amigo, un amante, un psicólogo. Un tío que nos diga lo que queremos escuchar, que sepa en todo momento cómo tratarnos.

Que sea galante, romántico sin caer en la horterada, sensible sin ser una nenaza, que sea independiente (lo justo), que nos diga lo mucho que nos necesita, que esté pendiente de nosotras pero sin agobiarnos, que nos respete y nos lleve en bandeja y… sobre todo, que ya haya aprendido dónde está el clítoris.

Y todo eso, respetando nuestro espacio e independencia. A estas alturas, creo que hombres así sólo existen en las películas. ¿Conoces a alguno en el mundo real?

¿Fernando Esteso o David Beckham?

“¿Qué tipo de hombre prefieres, Fernando Esteso o David Beckham?”. La pregunta me ha dejado pasmada. Me la ha planteado esta mañana, y a bocajarro, un amigo al que admiro. Desde mi punto de vista, siempre ha sabido qué queremos las mujeres.

Me he quedado tan alucinada que he tomado la vía fácil: saber los motivos de su pregunta. Según me ha contado mientras mojaba una magdalena en un café con leche, últimamente ha alimentado aún más su “metrosexualidad” (él siempre ha sido muy coqueto), y se depila el cuerpo (todo, todo, todo) con una crema masculina de la que no recuerdo el nombre.

Aunque dice que cuando se aplica el producto le escuece un poco –sobre todo en los genitales-, mi amigo asegura que el sufrimiento merece la pena.

Disfruta de la sensación de no tener ni un solo pelo. Y, al parecer, a sus amantes ocasionales también les gusta (o al menos no se han quejado hasta la fecha). “Me encanta acariciarme el pecho, las piernas… y estar suave”, me ha argumentado.

Hasta aquí, todo correcto. Pero hay más, no tan correcto. En sus tres últimas conquistas cree que no ha conseguido “rendir lo suficiente” en la cama.

Pedro, ése es el nombre de mi amigo, asocia este problema a la crema depilatoria. Dice que le pasa desde que la utiliza. Ha leído la composición del potingue y contiene bromuro, producto que dicen se usaba en la mili para evitar que, en los largos y solitarios meses de destino, los soldados tuvieran erecciones ¿indeseadas?

¿Por qué no pruebas con la cera, caliente, templada o fría; o con cuchilla?”, le he dicho. Pero no. Ha anulado el primer método por miedo al dolor (sobre todo en la zona genital, claro) y el segundo porque “el pelo sale con más potencia y rasca”.

La verdad es que nunca me había planteado si prefiero que los hombres sean peludos o no. Lo que es cierto es que me gusta que sean naturales, tal cual.

No vamos a negar que Beckham está muy bueno, y que si me lo encontrara en un callejón oscuro no le haría un feo. Pero creo que sólo sería para un ratito. Desde mi punto es demasiado delicado. Estoy segura que es de esos que no come por no cagar.

A mi me gusta que me hagan reír. Reírme y reírnos. Además, qué leches, donde hay pelo hay alegría. Y el hombre y el oso, cuanto más peludos, más hermosos. ¿O no?

Y después de… ¿qué? (Parte 2)

En una alocada noche de sábado, Paula ligó. El chico, encantador y guapetón. Empezaron a tontear hasta él que se la llevó a casa.

En la tranquilidad de su sofá la invitó a otra copa, charlaron, rieron, escucharon música y tontearon aún más.

Después la acarició con ternura, la besó con pasión, le quitó la ropa con cuidado, marcando tempos.

Hacia las 4 de la madrugada la empezó a penetrar. Una, dos y hasta tres veces. Todo con calma. Hasta que se quedaron dormidos.

Y, por si fuera poco, aún tenían todo el domingo por delante. Pero Paula se despertó de sopetón. Eran las 11 de la mañana y se dio cuenta de que estaba durmiendo al lado de un desconocido. ¡Y se sentía a gusto!

“Me dio miedo. Estaba despeinada, sin maquillaje, con el rímel corrido. ¿Y si no le gustaba sin pintar y sin copas que te desinhiben de por medio? Sigilosamente recogí mi ropa, me vestí y hui de aquella casa. No le dije ni adiós”, me explica medio compungida.

Pero cuando Paula estaba llegando a la puerta él se despertó. «Me voy», dijo ella. «Vale», le respondió él con cara de pocos amigos.

Paula se arrepiente ahora de haberse ido de Villa Viciosa sin decir ni mú. Cree que ha perdido un gran día de domingo.

El otro día se volvió cruzar con él, era por la tarde. Se saludaron cortésmente y… Nada más.

Y después de… ¿qué? (Parte 1)

Hace unas semanas tuve un escarceo sexual. Hubo pasión y desenfreno, pero también complicidad y mucha generosidad.

Tras el acto, me quedé plácidamente tumbada en la cama, relajada al lado de mi amante bandido. Era la una y media de la madrugada.

Todo parecía fantástico hasta que mi compañero de lecho me preguntó: “Carlota, ¿piensas quedarte a dormir?”. Yo ni me lo había planteado. “No sé”, le respondí melosa. Creo que ese «no lo sé» enmascaraba un «claro, por supuesto».

Fue entonces cuando me dio un ¿cariñoso? cachete en el trasero y me dijo: “Pues mejor que te vayas. No es que me molestes, pero es que no estoy acostumbrado a compartir mi cama. Si te quedas no podré dormir y mañana tengo que madrugar”.

¿Madrugar? ¡Y una mierda! Tío, ¿a quién pretendes engañar? Que sé que trabajas en casa y que te levantas a mediodía… Muy digna, al menos intenté aparentarlo, me levanté de la cama y fui, desnuda, hacia el comedor, donde estaba mi ropa esparcida por el suelo del maravilloso piso de diseño.

“¿Carlota, te enfadas?”, me dijo. “¿Yo? Qué va”, mentí con el ceño fruncido. Intentó darme argumentos: “Entiéndeme. Me gustaría que te quedaras, pero llevo muchos años durmiendo solo y…”. No le dejé acabar. “Tranquilo, no pasa nada”, le contesté intentando sonar convincente.

La verdad es que me cortó el rollo, y aquella noche que parecía fantástica se esfumó por obra y arte de las palabras “v-e-t-e-a-d-o-r-m-i-r-a-t-u-c-a-m-a-b-o-n-i-t-a”.

¿Qué se pensaba este tío? ¿Que iba a pedirle en matrimonio a las ocho de la mañana nada más sonar el despertador de mi móvil? ¿Que le iba a pedir una copia de las llaves de su casa?

¿Qué problema tiene el hecho de –sólo- dormir junto a una persona con la que acabas de follar? ¿Por el simple hecho de hacerlo –el dormir, claro- se supone algún compromiso?

En fin, yo sólo quería seguir calentita en la cama, sin necesidad de que este hombre me abrazara… Y no tener que buscar un taxi de madrugada, en una fría noche de invierno.