Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

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Sin amor, ni un duro

El amor y el régimen de bienes gananciales casi siempre van de la mano. Cuando hay amor, qué importa la propiedad y el money.

Yo te quiero, tu me quieres y ya no nos importa nada más, porque casarse en régimen de separación de bienes es como quererse menos o no quererse.

He conocido dos casos, el último ayer, de hombres, uno riquísimo, el otro adinerado, que han querido dejar en bragas a sus respectivas cuando el amor se ha esfumado.

El primero fue escandaloso, porque además de que le dejó a la mujer, ex mujer, un casón muy potente, pero muy necesitado de reparaciones, que tiene que pagar ella con su exíguo sueldo si quiere que no le llueva en casa, se ha quedado con todo lo suyo, que es muchísimo y que tiene a buen recaudo en paraísos fiscales. No se le ha podido encontrar más que una triste nómina.

El segundo también tiene lo suyo. Su mujer, mileurista, no controla más que una nómina que llega a una cuenta común, pero sabe que tiene mucho más porque ha visto papeles y por el elevado nivel de vida que lleva él, que nunca da explicaciones, porque -su respuesta- si no te gusta lo que hago, te vas.

Las dos han renunciado a su desarrollo profesional por cuidar de los hijos y llevar la casa mientras sus maridos hacían carreras prometedoras, y las dos reclaman que, en régimen de gananciales, tienen derecho a la mitad de todo lo que se les está escondiendo.

Pero se van a quedar así, porque mientras no haya rastro, no hay dinero.

P.D. Con los tiempos tan malos que corren para los hombres, aclaro que estos son sólo dos casos de maridos indeseables. Que también hay mujeres indeseables que intentan por todos los medios sacar tajada y que los hay que se van cada uno por su lado sin hacer daño al otro.