Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

No es amor, es una obsesión

Cuando una se entrega en cuerpo y alma a un amor que no existe corre el riesgo de acabar desquiciada. Le pasó a esta mujer, que sólo hace unos meses ha recuperado el sentido, después de 15 años de añorar a un hombre que no le correspondía.

En realidad, el amor sí que existió, pero de parte. Lo que para él era un rollo de verano, ella lo entendió como un noviazgo. Nada le decía que no lo era. Ni él, tampoco.

Fue un verano que no ha olvidado. Salían, entraban, la llevaba de viaje a conocer otros lugares, se compenetraban bien y funcionaban mejor en el aspecto que a él más le interesaba, el sexo.

Fue muy intenso, recuerda ella, pero se terminó porque para él no era nada serio. Una más de la lista; y esta, además, demasiado fácil para su costumbre, porque estaba loca por él. Se añadía el hecho de que no pertenecían a la misma clase social y esto a él le importaba bastante. Quizá no a la hora de echarse un ligue, pero sí para enamorarse y pensar en algo más serio. 

Se volvió loca y así ha estado 15 años, porque ninguno de los que han venido después era como él. El modelo con el que comparaba era él y no salía de ahí, además no quería, y ella sola fue retroalimentando esa frustración, basada en un recuerdo que si se le pregunta a él, seguro que no lo pinta de la misma forma.

Todavía hace un año hablaba como si hubieran estado diez años juntos. Que si cuando eran novios hacían tal cosa, que si con él ha vivido lo mejor, que si es el hombre más guapo que ha visto y se lo llevó ella, que si…  Siempre así. Incluso, intentó conseguirlo otra vez después de que se lo encontrara por azar. Pero claro, si no había podido ser cuando tenía veintitantos años y era guapa, alegre y divertida, aunque no tuviera «mucha clase», ahora a los cuarentaytantos, más gordita, con más arrugas y con otras cosas que salen con la edad, mucho menos.

Le ha costado desengancharse y a eso le ha ayudado el hombre con el que se ha casado. No es el amor de su vida, pero está  muy contenta, porque nota lo mucho que la quiere. «No es guapo ni joven ni tiene carrera ni poderío…. pero es mi hombre», dice. Lo mejor es que ya puede hablar del otro y reírse de lo tonta que ha sido. «Qué obsesión tan absurda me ha tenido fuera de onda tanto tiempo como una idiota. ¿Pero qué tenía ese hombre?».

Sexo en el Mundial de fútbol

Está comprobado que si se gana un partido sube la testosterona para el que juega y para el que mira, por el ánimo y el bienestar que esto les supone, con lo cual tener relaciones sexuales después de un partido es sanísimo, dicen algunos expertos.

Pero no todos están de acuerdo en esto. En el Mundial de Fútbol de Sudáfrica hay opiniones para todos los gustos entre los seleccionadores.

Por ejemplo los de Brasil y Argentina no ponen impedimentos a sus jugadores para tener sexo, aunque Maradona les dice que en ratos libres, sólo con sus mujeres o novias y sin hacer excesos. Para ellos el sexo no está reñido con el rendimiento de los jugadores.

Fabio Capello seleccionador de Inglaterra no quiere ni oír hablar del tema, por cómo se las gastan sus jugadores. No sólo se lo prohíbe, sino que ha instalado cámaras en las habitaciones para que ninguno se le desmande.

Los portugueses tienen prohibido el sexo y también el alcohol y para el seleccionador alemán, que tampoco es partidario de las relaciones sexuales en las concentraciones, «para ver a nuestras mujeres hay que merecerlo».

Los sudafricanos sólo reciben visitas diurnas de sus mujeres, muy breves, pero no pueden tocarlas.

La selección española recibirá a mujeres y novias entre los días 20  y 27 de junio. El 26 se ha dado día libre a los jugadores, que podrán aprovechar el roce con sus chicas.

Un regalo de cumpleaños insólito

Iba a ser su cumpleaños y su amiga pensó en darle una sorpresa para sacarla del desánimo y la apatía.

Estaba desmotivada desde su separación hacía ya diez meses. Átona, inapetente y pasota. Si pensaba en enamorarse lo descartaba al segundo, si pensaba en follar, la idea le gustaba más, pero le daba una pereza enorme buscarlo. Todo se le hacía cuesta arriba y nada le apetecía. Ni siquiera las escapadas cortas a las que era tan aficionada.

El día que cumplió los 35, su amiga le dijo que tenía que acompañarla a buscar la sorpresa. Las dos entraron en una especie de club, en el que había gente corriente de todo tipo: hombres, mujeres, maduros, más jóvenes, trajeados, de atuendo informal… y ninguno, profesional del sexo.

La condición que le había puesto su íntima amiga era que tenía que dejarse tapar los ojos y seguir las indicaciones que le iría diciendo.

Ella aceptó, no de muy buen grado, porque no tenía ganas de rollos, pero decidió que se dejaría llevar si la cosa no iba muy lejos.

Su amiga le dijo que iban a entrar en otra sala y que iba a tener que probar algo para decidir qué le gustaba más.

Entraron y su amiga la guió hasta una zona en la que salían por unos huecos cuatro penes, que ella aún ni había visto ni sabía que estaban allí. Entonces la amiga le dijo: arrodíllate y abre la boca. Vete probando y el que más te guste será mi regalo de cumpleaños.

El hombre ideal no sale en las portadas

Cuanto más buscas un ideal, más tardas en encontrarlo; y las más de las veces ni lo llegas a encontrar.

Lo dice siempre. Para ella el hombre ideal es el que tiene, el mismo desde hace veinte años, y con el que quiere seguir viviendo como si fuera realmente el hombre perfecto, que sabe que no es.

Como también está segura de que no hay nadie que pueda garantizar el amor y la felicidad eternos, no tiene grandes pretensiones. Se conforma con vivir el presente y con cuidar su relación como si fuera el principio. No engañarse como hace su amiga, que tiene tan adentro un ideal, que le es difícil conseguirlo. Cuando cree que  ha encontrado al hombre de sus sueños, le dura poco la emoción y enseguida empieza a encontrarle más defectos que virtudes, para concluir que no era su ideal de hombre.

Ella no, ella mira a su compañero y lo ve cómo es, y así le gusta, aunque no sea el más guapo, el más alto, el más cachas, el más canalla, el que tiene los ojos más azules o una profesión de nivel. Esos se los deja para su amiga, aunque por lo que ha visto tampoco le bastan, porque también llegaría a cansarse, piensa ella.

Según una encuesta del portal de contactos Match.com, el ideal para las españolas es un hombre moreno, alto, de ojos verdes, elegante, divertido, audaz y viajero, que les supere en edad, desee tener hijos y comparta las tareas del hogar. Muy completito lo quieren.

Imagen: Eduardo Verastegui, actor mexicano.

Ni se miran ni se hablan, pero cenan juntos

Entraron en el restaurante y eligieron, sin consultarse el uno al otro, una mesa de las del montón, ni junto a los ventanales ni tampoco en las de aquel rincón un poco apartado de las miradas de los demás, a pesar de que podían haberlo hecho, porque el local no estaba demasiado lleno cuando ellos llegaron.

                      

Pidieron la cena, cada uno lo que le apetecía, sin compartir, y  comieron casi sin mirarse; y en la misma postura, él mirando al frente y ella, al plato, permanecieron toda la cena sin cruzar una palabra.

No era la primera vez ni la segunda que veíamos a una pareja, esta era de mediana edad, que salen juntos a comer o a cenar, un acontecimiento que se sale de la rutina y que implica una intención de hacerlo, y sin embargo no se dicen nada ni se miran durante el tiempo en el que están sentados uno frente a otro o uno al lado del otro.

Cenaban como si lo hicieran solos, como si el otro no estuviera allí sentado y ni siquiera una tos o un ruido le hacía volver al otro la cabeza.

¿Qué puede haberlos llevado a ese silencio, que parece que ya no les resulta incómodo por cómo lo asumen, sin ni siquiera disimular que no quieren romperlo?

¿ La costumbre? ¿La rutina? ¿La falta de amor?  Por la pasión ya ni pregunto.

Por su actitud parecía que ya no se tenían ni el cariño que queda cuando se ha terminado lo que les llevó a unirse. Pero da igual, ellos cenaron y cuando terminaron, se tomaron un café y con las mismas y en perfecto silencio se marcharon.

Me llaman la atención estas parejas.

En cuestión de sexo, la iniciativa es de los dos

Qué daño han hecho algunos comportamientos de siglos que hemos tenido incrustados en lo más profundo y que, aún hoy, aunque parezca mentira, se siguen encontrando al volver la esquina.

 En el asunto de quién debe de tomar la iniciativa en una relación amorosa o sexual, los hombres han tenido que comportarse como expertos y aprender a marchas forzadas, a la fuerza ahorcan, para cumplir con el rol. Mientras las mujeres se dejaban hacer como seres pasivos para cumplir con el suyo,  y no movían ni un dedo en el encuentro amatorio no fuera a ser que las confundieran con lo que no eran.

Tanto tiempo con esa losa encima ha generado muchos problemas y actitudes equivocadas. Como que hay muchas mujeres todavía, a pesar de todo lo que hemos cambiado,  que se tumban a la bartola y ahí me las den todas, que dice un amigo mío, que se desespera cuando ha encontrado alguna así. ¨Porque, añade, nosotros no queremos ser expertos amantes por obligación, sino porque la otra parte nos haya dado juego y nos haya enseñado lo que no sabemos. Lo mismo que al contrario¨. 

Él cree que aunque los cambios han sido enormes, en este tema todavía se repiten los roles tradicionales en hombres y en mujeres, que dificulta mucho disfrutar juntos del sexo. Con lo bueno que sería para los dos dejar a un lado los prejuicios y darle a la imaginación.

Hace poco leí una encuesta en la que la mayoría decía que en cuestiones de sexo, la iniciativa deben tomarla hombres y mujeres indistintamente.

No hay hombres de una sola mujer

Ni el más entregado a la suya se conforma sólo con una mujer, y el que lo hace es porque no tiene más remedio, pero no deja de intentar ampliar el horizonte porque le falten ganas.

Que no, que en esto hasta el más tonto hace un reloj, que dice una amiga mía. Y eso que ella no se puede quejar, que tiene a su hombre que suspira por ella. Pero para el recreo, se busca sus apaños, que aunque diga que le es fiel y esas cosas que dicen a veces los hombres, no puede serlo, ni él ni los demás. Es así la naturaleza y ella lo acepta, porque dice que cuando lo necesita ahí está para quererla, para mimarla y para lo que ella necesite, que lo otro son alegrías corporales que uno se da para estar bien. Como unos masajitos.

                                                                                                       

Otro amigo mío, que es un macho Alfa, está colado por su mujer, lo dice y se ve, pero como se le presente por el camino una chica que le guste, le hace un apaño antes de irse para casa, porque por definición es imposible que un macho alfa esté tranquilito con una sola mujer. Ni con dos.

Sin llegar al nivel del Alfa, porque por físico no lo puede ser, es mucho menos agraciado, tengo otro amigo que es insaciable. Siempre que quedo con él, me cuenta que tiene dos además de la de casa. Y cada temporada una es nueva. Y ya tiene años mi amigo para llevar ese trajín de vida. No sé como puede abastacer  tanto mercado. Pero así es o dice que es.

Cómo nos ponen las dichosas hormonas

Parte de la visión moderna que la ciencia tiene del cerebro de una mujer, que ha pasado por etapas lamentables, está recogida en un libro-guía muy fresco y entretenido, que firma la psiquiatra Louann Brizendine y que se titula El cerebro femenino.

Habla, entre muchas otras cosas, del elenco de actores neurohormonales que no es otra cosa que cómo afectan las hormonas al cerebro de una mujer.

Describe con gracia esos actores, como el estrógeno: el rey, potente, ejecutivo, arrollador; a veces utilitario, a veces seductor agresivo; amigo de la dopamina, la serotonina, la oxitocina…(sustancias que hacen que el cerebro se sienta bien).

La progesterona: hermana poderosa del estrógeno…A veces es un nube tormentosa; y otras, un agente estabilizador, madre de la alopregnenolona (el Valium del cerebro, el chill pill).

La testosterona: rápida, enérgica, centrada, arrolladora, masculina, seductora, vigorosa, agresiva, insensible; no está para mimos…

Son las hormonas las que pueden determinar qué le interesa a nuestro cerebro. Ayudan a guiar las conductas, pueden influir en el gusto por la conversación, el flirteo, las fiestas, las caricias, la preocupación por no herir sentimientos ajenos, la competición, la masturbación o la iniciación sexual.

Las hormonas nos influyen tanto que un día podemos ser emprendedoras, inteligentes, productivas y optimistas, pero una simple oscilación en el fluido hormonal puede convertirlo todo en justo lo contrario en nuestra propia percepción. Serán esos «malditos» cambios que no soportan los hombres.

Las citas a ciegas sólo funcionan en las películas

Era la segunda vez que se había aventurado a tener una cita a ciegas. No es nada difícil hoy día hacerlo, Internet te las pone  al alcance de la mano. Con más posibilidades, pero con el mismo grado de fracaso o acierto que cuando eran tus amigos los que te invitaban para que conocieras a un primo de un amigo que había venido de Buenos Aires.

Era la segunda vez, sin contar aquella más directa que le preparó su madre  cuando al terminar la carrera y volver  a casa, pensó que tenía que hacer algo por liar a la niña con aquel portento de hombre, conocido también de no sé quien y con un futuro prometedor.

Esa también había sido un desastre, a la vista estaba, y ahora se disponía a acudir a otra sin ninguna confianza, pero con los nervios que sí genera un encuentro con un desconocido.

Le habían aconsejado no lanzar las campanas al vuelo, porque es la forma más rápida de decepcionarse. Pero había decidido guiarse por su intuición, porque ni era un callo, ni tenía problemas para relacionarse ni tampoco era un bicho raro, era que no había tenido suerte con los hombres.

Llegaba el momento y estaba impaciente por saber si podía romper el conjuro y ver cómo era en la distancia corta el hombre que la había camelado en Internet y que le gustaba sin profundizar mucho todavía. Habían quedado en un bar concurrido del centro. Ella llegó primero y se sentó en una mesa a esperarlo, pero él no apareció nunca.

Nunca es tarde

Es muy amigo de alguien que conozco bien. Algunas veces me había hablado de él con pena porque decía que era una bellísima persona, tierna, sencilla, un poco callada, y que había vivido toda su vida en soledad, pese a la compañía de dos hermanas intolerantes e insoportables.

Este hombre  nunca había tenido novia y mi amigo no estaba seguro de que alguna vez lo hubiera deseado o intentado remediar. Un día, recién cumplidos los 60, le dio por ir a clases de baile para ampliar un círculo de relaciones que siempre había sido muy estrecho. Al tercer día de clase hizo buenas migas con otro aficionado y fueron a tomar una caña, algo que era casi una aventura para él.

Mi amigo me contaba que al escuchar la historia de los sucesivos encuentros de boca del propio protagonista no daba crédito: ¡había descubierto lo que era enamorarse! Aunque de sus labios no salía semejante expresión, mi amigo comprendió por el brillo de sus ojos y el entusiasmo de sus palabras que  comenzaba a soñar despierto por primera vez en su vida.
Yo le pregunté, me decía, si el sexo tendría algún papel importante en esa relación, y él con total seguridad me contestó: «todavía no, pero ¿a quién le importa eso?».