Mil historias de sexo y unas poquitas de amor Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Mil historias de sexo y unas poquitas de amor

Archivo de febrero, 2010

El orgasmo, lo mejor para la salud

Una de las listas de este periódico que leí hace unos día, elaborada por Johanss, relata algunos de los beneficios para la salud que tiene el orgasmo, la experiencia más sensacional que puede tener un ser humano, señala el autor.

Entre ellos, estimula en las mujeres una hormona capaz de rejuvenecer su aspecto, nutre la piel y oxigena más el cuerpo.

– Provoca un estado de antidepresivo y reprime la sensación de soledad y abandono.

– El cerebro se relaja y algunas de sus regiones, también, por lo que aleja los malos pensamientos y las sensaciones de ansiedad.

– Tener relaciones sexuales y llegar al orgasmo puede aliviar fuertes dolores de cabeza, descongestionar la nariz y ayuda a combatir algunas alergias.

– La oxitocina y otras endorfinas que se liberan durante el orgasmo tienen un efecto de sedación. Esto explica por qué algunas personas usan la masturbación intuitivamente para conciliar el sueño y por qué el sexo es una estrategia para gestionar el estrés.

– Se llegan a quemar hasta 127 calorías o 500 si es alcanza en la bañera.

– La oxitocina y la DHEA (dihidroepiandrosterona) liberadas también pueden tener efectos protectores contra el cáncer y las enfermedades cardiacas, tanto en hombres como en mujeres.

– Puede generar un anticuerpo que ayuda a fortalecer el sistema inmunológico.

– Los hombres que tenían orgasmos frecuentes corren un riesgo de muerte más bajo que los hombres que tienen orgasmos con una menor frecuencia (menos de uno al mes).

– Los hombres que eyaculan con regularidad (cuatro o más veces por semana) tienen menos posibilidades de sufrir cáncer de próstata.

¿Para qué es malo el orgasmo XDSSS? ¿Alguien lo sabe?

Polvos de diez con la ex

Se separaron, porque los dos sabían que ya no podían ir juntos a ninguna parte, y lo hicieron de forma amistosa, porque tienen hijos a los que atender y no querían estropear el buen clima echándose en cara todo lo que tenían guardado contra el otro.

Se llevan y eso es bastante. Él sigue yendo por la casa familiar, viendo a sus hijos cuando y cómo le da la gana y, a veces, si se queda más tiempo, hasta tiene una conversación con su ex mujer.

El otro día, la conversación fue tan intereante que terminaron en la cama echando un polvo. Un polvazo, a decir de ella, como los que tenían cuando se conocieron y que ya habían olvidado el uno y la otra.

Ella se reveló a los ojos de él como una amante experta que utilizaba técnicas que nunca habían probado juntos. Y él estaba tan alucinado por las buenas prácticas de su ex, que no sabía si la que estaba a su lado era su mujer de siempre o una artista del orgasmo.

Cuando terminaron, él, que seguía atónito, se quiso quedar a dormir, pero ella le dijo que no, que quería dormir sola. La miró, se levantó, se vistió y todo lo hizo muy pensativo. Cuando se iba, volvió sobre sus pasos y le preguntó que cuándo había aprendido todas esas cosas que le acaba de hacer.

Ella le contestó que tenía amantes que le habían enseñado mucho, porque estaba recuperando el tiempo que había perdido, mientras él corría detrás de faldas más jóvenes.

También le avisó, por si se aficionaba, de que esto había sido sólo un polvo, que muy posiblemente no volvería a repetir con él, y se quedó tan agusto.

Él todavía alucina en colores.

Ellos sufren celos sexuales y ellas, afectivos

O esto era lo que se creía hasta ahora, porque esto de los celos, aunque esta muy pegadito a la carne y es de andar por casa, lo han estudiado muchos psicólogos, que han elaborado múltiples informes para explicarnos por qué los padecemos.

La mayoría de estos estudios atribuyen a razones evolutivas la actuación de uno y otro sexo: los varones habrían desplegado durante miles de años una vigilancia extrema sobre el comportamiento sexual de su pareja, debido a la imposibilidad de estar seguros al cien por cien de la paternidad de los hijos. Y las las mujeres habrían estado más preocupadas de que su compañero se comprometiese en la crianza de la familia.

O sea, sexuales, ellos; afectivos, ellas.

Pero ahora unos psicólogos de la Universidad de Pennsylvania ponen en duda explicaciones anteriores, debido al gran número de varones que, al igual que la mayoría de las mujeres, encuentran más angustiosa la traición emocional que la sexual.

Dicen también que la existencia de vínculos fuertes en la pareja los hace sufrir mucho menos en el caso de una infidelidad sexual.

La muestra que ha servido de base a este estudio la formaron 416 individuos (99 hombres y 317 mujeres) a los que sometieron a una serie de cuestionarios y pruebas para valorar ante qué tipo de infidelidad se sentirían más heridos.

«Todos podemos sentir celos y estos pueden motivarnos a cuidar más de la relación, pero cuando se convierten en el centro pasan a ser un problema y signo de que la pareja no funciona», dice la doctora Mónica Pereira, que explica que en su consulta las mujeres se quejan en mayor proporción que los hombres de que su pareja ha tenido relación con otra persona.

Siempre he pensado que los celos son una pérdida de tiempo y de energía inútil.

De repente, un hombre te lo cambia todo

Qué contratiempo que lleve cinco años con el hombre con el que creía que la vida era perfecta y en un momento aparece otro que lo pone todo del revés y le cambia la vida.

Con su marido la vida era todo lo buena que se puede esperar entre dos personas que se conocen bien, tienen una convivencia muy placentera, un sexo satisfactorio y, además, cada cual tiene espacio para moverse sin tener que dar explicaciones de dónde está cada minuto del día.

Pero en seis meses todo eso se ha ido a la porra. Ha llegado un chico nuevo a la oficina: «soltero, inteligente, simpático, divertido, carismático y uno de los hombres más guapos que he visto en mi vida», dice ella misma.

Y con el que trabaja en un montón de asuntos, que les ha hecho pasar mucho tiempo juntos. Cuanto más tiempo pasa con él, menos claro tiene su futuro. Él ya le ha hecho saber lo que siente, pero ella se tapó los oídos.

No ha pasado nada entre ellos, pero la tensión está ahí: «Esa sensación de mil besos contenidos, de cien cosas que se te pasan por la cabeza y que no te atreves hacer, porque no tienes valentía para dar el paso».

Está hecha un lío, porque no controla sus sentimientos y le aterroriza saber que no va a haber retorno, que en cuanto cruce la línea, no va a haber marcha atrás. Y por otro lado, le asusta decir adios al marido y comenzar de cero con el que sabe que es el hombre de su vida.

«No sé si me da más miedo arrepentirme, después de los años, de no haber escuchado a mi corazón y haber salido corriendo a comenzar una nueva vida o dar el paso de una vez y vivir libremente».

¿Por qué los hombres las prefieren rubias?

Teorías y opiniones puede haber para todos los gustos, pero casi todas avalan el hecho de que a los hombres les gustan más las rubias que las morenas.

Un amigo, que me propone el tema, dice que en su tienda trabajan tres chicas, una rubia y dos morenas, y que siempre los hombres que entran se dirigen a la rubia y esperan, si está ocupada, aunque las otras dos estén libres para atenderlos.

Él no oculta su preferencia por las rubias y se pregunta que ¿si viviéramos en Suecia nos gustarían más las morenas, o las rubias gustan por igual en cualquier punto del mundo? ¿Tienen más suerte? ¿Más privilegios?….

Otro amigo cree que gustan más las rubias por lo infrecuente, por ejemplo aquí en España, porque resulta más atractivo aquello que no tenemos.

Dice que más suerte no, pero que las mujeres que tienen más posibilidades son las que están más buenas, sean rubias o morenas, y que entre una rubia y una morena, se llevará el gato al agua la que esté aún más buena. Suponiéndoles a las dos la misma valía profesional.

Anita Loos, que escribió en 1925 Los hombres las prefieren rubias, se dio cuenta de esta preferencia durante un viaje en tren, donde coincidió con una rubia que no dejaba de ser atendida por los hombres. Si se le caía la novela que estaba leyendo, había bofetadas por recogérsela; mientras que ella bajaba y subía la maleta sin que ningún hombre pareciese reparar en sus esfuerzos.

Según el neurocientífico V. S. Ramachandran, las rubias gustan más por la piel pálida que suele acompañarlas: «ahí es más fácil observar la salud, edad e interés sexual».

Y el antropólogo Desmond Morris escribe lo siguiente:

Parte del atractivo de las rubias reside en la delicadeza de su pelo, que lo hace más suaves al tacto y, por lo tanto, más sensual en los momentos de contacto íntimo. Entre los dedos que acarician, o contra la mejilla masculina, la suavidad del cabello recuerda la suavidad de la redondeada carne femenina. Así que se puede decir que las rubias son más femeninas que las pelirrojas o las morenas. Y hay otra ventaja: ser rubia da una imagen más infantil, lo cual aumenta el atractivo sexual al trasmitir señales de “cuida de mi”.

Los científicos de dos universidades británicas han llegado a la conclusión de que los hombres prehistóricos preferían a las mujeres rubias. Tras el fin de las glaciaciones, hizo su aparición el color azul de los ojos y el pelo rubio. Fue una reacción a la escasez de alimentos, pero también, a la escasez de hombres.

También conozco el caso contrario, el de dos hombres rubios que prefieren a las morenas. Uno de ellos dice que las morenas le parecen más guerreras y con más posiblidades de pasarlo bien, las rubias le parecen más frías.

La imagen de la rubia por antonomasia es Marilyn Monroe, que era rubia de bote, pero a los hombres les daba igual.