A mi amiga Carmen le encanta venir a mi casa, porque los obreros de un edificio en construcción que hay al lado le dicen piropos todas las veces que pasa por delante.
Que la piropeen sube mucho su autoestima, y se queja de que ya nadie dice piropos a las mujeres como antes.
La semana pasada me fui de vacaciones a la playa con varias amigas, y salir a la calle con una de ellas, especialmente explosiva, era un recital para nada molesto. No como dice otra mujer que conozco a la que los piropos le parecen vestigios machistas.
A mí me gustan como también me gusta que se los digan las mujeres a los hombres, aunque de esto hay todavía poco. Yo no he pasado de volver la cabeza cuando pasa un chico que me gusta. A lo mejor con el tiempo…
nada
07 octubre 2006 | 22:49