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De cómo vivir sin dinero o con muy poco

Entradas etiquetadas como ‘derechos humanos’

Cada vez nos importa más quién fabrica nuestra ropa y en qué condiciones

. La mayoría de los consumidores cree que la ley debería exigir que las marcas declaren si pagan un salario justo y digno.

Una encuesta sobre lo que pensamos los consumidores europeos de las condiciones en las que se produce la ropa que compramos y su impacto medioambiental, elaborada por Fashion Revolution y encargada por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, señala que ocho de cada diez compradores consideran que se debería obligar por ley a las marcas a respetar los Derechos Humanos de todas las personas que intervienen en la elaboración de sus artículos.

Imagen: Efe

La encuesta, que se ha elaborado con las opiniones de 5.000 personas con edades entre los 16 y los 75 años, de los cinco principales mercados europeos: Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España, señala que la mayoría de los consumidores -el 72%- de estos cinco países cree que la ley debería exigir que las marcas de ropa declaren si están pagando un salario justo y digno a sus trabajadores y trabajadoras. Esta misma exigencia se eleva a un 76% en el caso de la población encuestada en España.

Además, el 81% de los consumidores españoles cree que la legislación debería exigir a las marcas de ropa que adopten medidas para proteger el medio ambiente en cada una de las etapas de fabricación de sus productos.

El informe  también concluye que la mayoría de la población consumidora quiere saber en qué condiciones se fabrica su ropa. Así lo ha señalado el 59% de la muestra encuestada y en España este porcentaje asciende al 62%.

En concreto, un 69% de la ciudadanía española está interesada en conocer qué hacen las marcas de ropa para proteger los Derechos Humanos de los trabajadores y trabajadoras de toda la cadena de producción, cifra que se eleva al 73% en el caso de las mujeres españolas.

El  66% considera importante que las marcas de ropa publiquen información detallada sobre los salarios y las condiciones de trabajo de los empleados en su cadena de suministro global. Y un 80% cree que las marcas de ropa deberían publicar qué fábricas utilizan para la confección de sus prendas.

En relación con la igualdad, el 84% de los consultados afirma que es importante que las empresas atenúen su impacto a largo plazo abordando el problema de la pobreza mundial, la protección del medio ambiente -un 88%- y la desigualdad de sexos -un 77%-. En este sentido, tres de cada cuatro personas en España creen que las marcas deberían contribuir en mayor medida a mejorar la vida de las mujeres que fabrican su ropa, zapatos y accesorios, y que constituyen la mayor parte de su fuerza laboral.

En cuanto a las actitudes ante la compra, casi el 40% tiene en cuenta las repercusiones sociales y ambientales de la fabricación de las prendas de moda. Pero cerca del 60% de la población no se plantea este tipo de cuestiones.

Entre los aspectos que los consumidores tienen en cuenta a la hora de comprar, el más importante es el pago de un salario justo y digno a los trabajadores, seguido de cerca por la protección del medio ambiente o las condiciones de trabajo. Criterios como la producción local o el uso de materiales reciclados resultan de menor relevancia para los consumidores.

El informe concluye con recomendaciones a los gobiernos para que den prioridad a la producción y consumo de moda sostenible en sus políticas y presupuestos, a las marcas para que incluyan más información en el etiquetado y a la ciudadanía para que se pregunte quién hace su ropa.

Esta encuesta, que se ha dado a conocer ahora, procede del estudio Consumer survey report, elaborado por Fashion Revolution y publicado en noviembre de 2018 en el marco del proyecto Trade Fair, Live Fair, financiado por la Unión Europea, en el que también participa la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

Mónica Gómez, vicepresidenta de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, afirma que los consumidores somos cada vez más conscientes de que los productos no aparecen por generación espontánea en las estanterías. «Cada vez pensamos más en las personas que hay detrás, en quién ha elaborado nuestra ropa y en qué condiciones. Y queremos saber y tener garantías de que consumimos sin que haya explotación y sin que nos estemos cargando el planeta. Se ha avanzado bastante en temas de seguridad laboral o el etiquetado, pero en materia de Derechos Humanos, tenemos casi todo por hacer».

 

Por un comercio que respete los derechos humanos por encima del derecho mercantil

Christian Felber, el profesor y divulgador austriaco, autor del best seller La economía del bien común, ha vuelto a España para presentar su nuevo libro: Por un comercio mundial ético, en el que desarma el paradigma del libre comercio para instalar otro en su lugar, el del comercio ético. Lo explicó anoche en Madrid, en la Biblioteca Eugenio Trías, en El Retiro, en un perfecto español.

A Felber le he seguido mucho. Cuando he podido, no me he perdido una conferencia suya, en las que habla de cosas que entiende la gente normal y que le interesan, de la economía del bien común, mientras hace el pino en el escenario quizá para hacer más amena la charla o porque así atrae más la atención del escuchante. Como siempre,  sigue trabajando por conseguir un sistema económico alternativo, en el que primen los derechos humanos.

«En la actualidad, la opción que impera es la del libre comercio, tanto en la realidad económica global como en la ideología de los economistas. Y esto ha degenerado en una obsesión neurótica por comerciar cada vez más, al coste que sea. Los que se benefician de esta situación absurda son empresas multinacionales cada vez más poderosas que, gracias a su influencia y la de sus lobbies, consiguen que se imponga el derecho mercantil por encima del respeto a los derechos humanos, la protección del medio ambiente y la diversidad cultural».

Por un comercio mundial ético es una reflexión sobre cuáles son los valores que deberíamos anteponer a la obsesión por el crecimiento de la actividad económica. Y, por esa misma razón, es una ferviente defensa de una verdadera democracia soberana cuyo poder no esté concentrado en las grandes empresas, los medios de comunicación, los grupos de presión y las élites políticas.

Christian Felber considera que el éxito económico se debe medir en función de su contribución al logro de los objetivos de los Estados democráticos y la comunidad internacional, no con cifras abstractas como el PIB, una herramienta claramente insuficiente para medir y valorar el verdadero bienestar de los ciudadanos. Y en este sentido, cree que el comercio podría contribuir al bien común, que además de la economía abarca los objetivos de desarrollo y sostenibilidad, la defensa de los derechos humanos, y otros aspectos, como la protección de las culturas indígenas o la diversidad biológica.

Christian Felber (Salzburgo, 1972) ha estudiado psicología, filología hispánica, sociología y ciencias políticas en Madrid y Viena, donde reside en la actualidad. Es cofundador del movimiento ATTAC en Austria, además de conferenciante, profesor en la Universidad de Economía y Negocios de Viena y escritor.

Su mayor éxito, La economía del bien común (Deusto, 2012), ha sido traducido a seis idiomas y supuso el punto de partida para sus proyectos Economía para el bien común y Banco para el bien común. En España, se han publicado también Camino hacia un futuro ecológico. El paciente España (Fundamentos, 1999), Salvemos el euro (Anaya, 2013) y Dinero. De fin a medio (Deusto, 2014).

Microfinanciación para camisetas comprometidas con la educación de niños sin recursos

Una campaña de microfinanciación  en la plataforma Ulule permitirá a dos mujeres emprendedoras continuar con su proyecto de crear diseños de camisetas sostenibles y comprometidas socialmente y respetuosas con el medio ambiente.

Las camisetas Mazz están fabricadas con algodón ecológico por artesanos en Dubai y cumplen con los principios de comercio justo. Además, parte de sus beneficios van destinados a los niños de Mandrosoa School, una escuela situada en un pueblo de Madagascar.

Detrás de esta empresa, están María y Zoe, cuyo objetivo, con esta campaña, es vender a los mecenas cien camisetas, para poder seguir trabajando con nuevos proyectos y diseños. Viven en Dubai y desde hace poco más de dos años por motivos laborales han viajado por todo el mundo y han descubierto culturas y tradiciones que han trasladado a las telas con las que customizan sus camisetas. En ese tiempo, han compartido experiencias y aprendizajes que ahora quieren plasmar en las prendas.

Las camisetas personalizadas, elaboradas a mano por hombres y mujeres de diferentes etnias, en una pequeña sastrería del centro de Dubai, y no se consideran una empresa al uso, quiere hacer del compromiso social y ecológico su razón de ser. Apuestan por el cambio en el sector de la confección y en las condiciones de sus trabajadores, manifiestan su compromiso con los derechos humanos y cuentan con la certificación de Fair Wear Foundation, una organización de verificación  internacional dedicada a mejorar la vida de los trabajadores en todo el mundo, que trabaja por el pago de un salario digno, horarios de trabajo razonables, condiciones seguras y saludables, la libre elección de empleo y sobre todo el rechazo a la explotación en forma de trabajo infantil.

En la producción, Mazz utiliza algodón orgánico, que no es tóxico, no usa plaguicidas para su desarrollo ni está modificado genéticamente. Además, no provoca alergias.

La empresa, además, colabora con la Ong Yamuna, que se dedica a mejorar la situación de los niños en países como Madagascar y la India. En Madagascar, en el pueblo de Vontovorona, está Mandrosoa School, un centro de educación y nutrición para 360 niños y jóvenes. Una parte de las ventas de sus camisetas va directamente a esta organización para ayudar a financiar la educación del alumnado.

Más información sobre campaña y recompensas en Ulule.

Las compras navideñas y el respeto de los derechos humanos

Ante las próximas fiestas navideñas, el momento de mayor consumo del año, las organizaciones de Comercio justo recuerdan a los consumidores la importancia de garantizar que las compras respeten los Derechos Humanos y la protección del medio ambiente y de conocer quiénes elaboran los artículos que se compran y, sobre todo, en qué condiciones. Detrás de muchos productos cotidianos se esconden situaciones de trabajo forzoso, esclavitud o explotación laboral infantil.

Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), presentado este año, señala que hay 25 millones de personas son sometidas a trabajo forzoso en fábricas clandestinas, explotaciones agrícolas y otros sectores, de las cuales, el 18 % son menores.

Por otro lado, la OIT calcula que 830 millones de personas son trabajadores pobres, es decir, su salario no les permite cubrir necesidades básicas y que 152 millones de niños y niñas son explotados laboralmente. La mitad tienen entre 5 y 11 años y el 70% trabaja en la agricultura.

Ante situaciones como estas, las organizaciones de Comercio justo destacan la importancia de conocer el origen de los productos y recuerdan que hay alternativas económicas que garantizan la protección de los Derechos Humanos y del medio ambiente.

El Comercio justo se basa en criterios como asegurar unas condiciones de trabajo dignas y seguras, el pago de un salario adecuado, el mismo para ellos y para ellas ante las mismas tareas, la no explotación laboral infantil y la producción a través de procedimientos respetuosos con el entorno natural.

Este comercio forma una red presente en 75 países, en la que participan más de 2.000 organizaciones productoras de América Latina, África y Asia, que agrupan a más de dos millones de personas. De ellas, el 75% se dedican a la producción de alimentación o materias primas como el algodón. El resto, unas 250 entidades, se dedican al textil y a la artesanía.

En España, el consumo de Comercio justo alcanzó en 2016 los 40 millones de euros, un 15% más que el año anterior. Pese al aumento, España, con una media de gasto en Comercio justo de 80 céntimos por persona en el último año, sigue a la cola en relación a otros países europeos, donde el consumo medio es de 13’7 euros.

En nuestro país existen 75 tiendas de Comercio justo gestionadas por las organizaciones de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ). Su gama de artículos va desde la alimentación hasta los juguetes, complementos, cosmética natural, decoración o papelería. Los productos que se distribuyen aquí proceden de 242 organizaciones de más de 40 países y el 80% de estas organizaciones productoras son cooperativas, fundaciones o asociaciones.

 

La moda sostenible y ética llega al Parlamento Europeo

Hoy comienza la semana Fashion Revolution  y promete ser especial para toda la industria textil y  para todos los que llevan tiempo reivindicando un cambio profundo en su desarrollo.

También para The Circular Project, el primer espacio de Madrid especializado en la comercialización y difusión de la moda sostenible y ética, que con su nombre alude a la Economía Circular y fomenta una moda cuyos materiales al final de su vida puedan integrarse de nuevo en la Naturaleza, para que se reutilicen, reciclen y optimicen.

The Circular Project y su impulsora, Paloma García, apoyarán in situ la presentación y votación posterior del informe textil abanderado por la eurodiputada Lola Sánchez Caldentey, del Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, en el Parlamento Europeo. También estarán en esta sesión Cristina Sánchez activa colaboradora de la campaña internacional Fashion Revolution Spain, José A. Martínez impulsor de Stars for workers y Javier Gallego Crudo que será el altavoz con su  programa de radio independiente Carne Cruda, emitiendo en directo la presentación del informe desde el Parlamento Europeo, este miércoles 26 de abril.

La industria textil dista mucho de ser responsable, ética, sostenible y es la segunda industria más contaminante del planeta y en la que más abusos laborales se producen, señala Paloma García. Por eso, esta semana promete ser muy especial para toda la industria y para los que llevan tiempo reivindicando un cambio profundo, como ella.

El informe textil de Lola Sánchez Caldentey, elegida en dos años consecutivos la eurodiputada más justa por la Fundación Max Van der Stoel, se votará este jueves 27 de abril en el Parlamento Europeo.

Sánchez Caldentey hizo una llamada de atención hace unos meses en la Eurocámara y puso de nuevo sobre la mesa las promesas incumplidas después de los terribles acontecimientos de Daca (Bangladesh) el 24 de abril del 2013, cuando se derrumbó el Rana Plaza y murieron 113 trabajadores del textil. Solicitó reabrir el asunto y comenzar a trabajar de forma eficaz para facilitar unos mecanismos que faciliten la trazabilidad y la transparencia en toda la cadena de suministro en un sector que hasta ahora resulta muy opaco.

De este modo se redactó el Informe 2016/2140 (INI) que pretende ser vinculante para todos los actores implicados y que pide a la Comisión Europea una propuesta legislativa sobre obligaciones de diligencia debida.

En este informe se pone de manifiesto entre otras cosas que:

  • La cadena de suministro del sector de la confección se encuentra entre las que más riesgo tienen de que se produzcan violaciones de los derechos humanos y de la dignidad de las personas.
  • El desarrollo económico no puede avanzar si no es de la mano de la justicia social. Esto exige una gestión responsable de todas las cadenas de valor mundiales.
  • La dispersión geográfica de las diferentes etapas de los procesos de producción, los bajos precios, los cortos periodos de entrega, la subcontratación y las relaciones de corta duración entre comprador y proveedor hacen que se reduzca la visibilidad y la transparencia y aumente el riesgo de la violación de derechos humanos y labores, así como los daños medioambientales.

«El consumidor tiene derecho a saber y por ello la transparencia se considera el eje motor y un requisito indispensable e irrenunciable por el que trabajar y legislar. Mientras tanto –señala Paloma García- seguiré diciendo: producción local, consumo local para un cambio global».