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La colmena que dice sí

Hace unos cuatro meses que desembarcó en España la empresa francesa La colmena que dice sí (La Ruche Qui Dit Oui)), una plataforma online que pone en contacto a productores y consumidores, a través de las llamadas colmenas, agrupaciones locales que organizan reuniones para que se conozcan entre ellos.

Y esta es la diferencia con otros grupos de consumo: que la compra y la venta pasa por conocerse personalmente y generar confianza. En este sentido, una colmena no es solo un espacio de comercio, también es una comunidad local donde se pueden intercambiar opiniones y ayudarse los unos a los otros.

Apuntarse en una colmena no implica ningún compromiso, señalan en la web, y uno decide cuándo y qué pedir según sus preferencias. Y crearla es participar en la vida local permitiendo que decenas de familias puedan comprar alimentos de calidad directamente a los productores de su región. La puede crear una sola persona o un grupo de personas, que la administran.

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Un responsable de colmena debe encontrar un local espacioso y de fácil acceso; reunir, organizar y coordinar una comunidad de miembros y productores; organizar ventas en línea cada semana; articular las distribuciones de los productos y fomentar la colaboración y el compartir con las colmenas de los alrededores.

El horario para gestionar una colmena es de unas diez horas semanales aproximadamente y la remuneración de un responsable de colmena representa el 8,35% del volumen de negocio que obtiene el productor, excluidos los impuestos.

Una de estas colmenas la gestionan, desde su creación, en julio pasado, Irene y Victoria y en la misma se puede comprar verduras, carnes, huevos, lácteos, pan, miel, mermeladas, dulces y cervezas artesanas, entre otros. Todos son productos artesanos. Si alguien quiere algún producto que no está en la colmena, ellas buscan la manera de encontrar a algún productor en la zona que elabore lo que se demanda. Su espacio está en Impact HUB Next, en la calle Alameda 22, de Madrid, y cada martes hacen la entrega de productos que los compradores han adquirido online durante la semana.

En Francia y Bélgica existen en la actualidad 500 colmenas que en 2013 reunieron a más de 50.000 personas y la plataforma online en dichos países tiene 200.000 miembros. La empresa tuvo unos ingresos en 2013 de 750.000 euros y generó ventas por valor de nueve millones de euros para los productores. La empresa se queda con una comisión del 8%.

Un restaurante que sólo cocina con sobras

El británico Adam Smith, tocayo del economista y filósofo escocés, fundador del liberalismo económico, es el promotor, junto con otros siete socios,  de un restaurante, Pay As Yoo Feel cafe, que cocina con sobras y en donde el cliente paga lo que quiere.

El proyecto comenzó en febrero de 2013 y en diciembre se dieron de alta como Community interest company, empresa de interés de la comunidad, un negocio con objetivos primordialmente sociales cuyos excedentes se reinvierten principalmente para este fin en el negocio o en la comunidad.

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La empresa recibe cada día alimentos perecederos y no perecederos que sobran en restaurantes, supermercados y granjas locales de Inglaterra y en su local sólo cocinan lo que les donan. Y como el coste de las provisiones es cero, el restaurante se puede permitir una política de precios muy relajada. «Aquí el cliente paga lo que quiere, señala Smith. La media por cabeza es de unas 3,5 libras». La clientela son estudiantes, jubilados, gente de clase media, los de clase baja, niños, amas de casa…

El menú cambia todos los días y, según dice Smith en Yorokobu.es , se pone especial interés en ajustarse a las necesidades dietéticas de los clientes, porque abogan por la cocina sana. Pero, sobre todo, lo que pretende es «reducir a cero los residuos alimenticios, que llegan a alcanzar 7,2 toneladas al año en Reino Unido: Queremos que los restaurantes, supermercados, granjas y domicilios particulares sean conscientes de la cantidad de comida que tira a la basura«.

También disponen de un banco de alimentos propio y sus cocineros ofrecen servicios de consultoría a quien los solicite. «Estoy convencido de que si todo el mundo aprendiera desde edades tempranas cómo cultivar y producir sus propios alimentos y nociones básicas de cocina, no tendríamos tantos sobrantes de comida», señala.

A los ocho directores del consejo de la compañía se unen los aproximadamente 100 voluntarios con los que cuenta The Real Junk Food Project. Gracias a todos ellos, el local recibe semanalmente entre 100 y 150 comensales.

Todo lo que ahora practica en Inglaterra, lo aprendió durante su estancia de 15 meses en Australia. Allí le dio tiempo a trabajar en una granja y comprobar la cantidad de comida que se desperdiciaba a diario. «Con ella se alimentaba a los cerdos, en lugar de dársela a la gente más necesitada».