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Un banco de energía para promover el ahorro energético

Enseñar a gestionar de forma eficiente la energía del hogar a cambio de dar un porcentaje del ahorro a familias que, debido a problemas económicos, no tienen capacidad para cubrir sus necesidades básicas de electricidad, agua o gas es la meta del recientemente creado Banco de Energía.

El banco, una iniciativa de la cooperativa Tarpuna, proporciona formación para hacer un uso más responsable de la energía a aquellos hogares, empresas o instituciones adheridos, y posteriormente destina una parte del ahorro conseguido por éstas a mejorar las condiciones energéticas de los hogares pobres, a la vez que también les da consejos y recursos para que gestionen correctamente los recursos, informa Efe.

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El punto de referencia del consumo es el gasto del año anterior a la adhesión, a partir del cual se aplican medidas de ahorro con la conciencia de que los beneficios no son solo propios, sino que conllevan un impacto social, lo que contribuye a mantener el compromiso diario

Los recursos económicos recaudados por el Banco de Energía se destinan a la misma ciudad de donde provienen, con un retorno social de proximidad, mientras que las familias que se benefician de las donaciones son escogidas por los servicios sociales locales, quienes dan prioridad a los hogares más vulnerables.

Por el momento, el proyecto se ha implantado en Premià de Dalt y en Sabadell, donde en 2015 se inició la prueba piloto; y otros municipios como Sant Boi de Llobregat (Barcelona), el Prat de Llobregat (Barcelona) y Vidreres (Girona), así como el Área Metropolitana de Barcelona, han mostrado interés por conocer la iniciativa y evaluar su viabilidad.

El plástico como moneda social

Social Plastic es el nombre dado a un proyecto puesto en marcha por David Katz y Shaun Frankson, fundadores del llamado Banco de Plástico. Su objetivo es obtener beneficios económicos de plástico desechado como basura, convirtiéndolo en una fuente de ingresos para las personas pobres. La basura de plástico, que se recoge puede ser canjeada por bienes (nunca en efectivo).

Es una empresa social (no es una ONG, insisten sus promotores) que trata de poner en valor las botellas, envases o bolsas tiradas por calles y campos, evitando que acaben en el mar.

A cambio del material que recogen e ingresan en el banco, la entidad les retribuye con una moneda social que pueden canjear por alimentos, ropa, o incluso microcréditos por un importe superior al del valor de mercado de la mercancía recogida.

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«El plástico recuperado se recicla y vende como plástico social a empresas productoras de artículos de este material que así evitan tener que recurrir a nuevo plástico virgen», explica el cofundador y vicepresidente del proyecto, el exrockero  Shaun Frankson.

«No es solo recolección de plástico. Es plástico social, que es cualquier plástico recolectado por personas pobres en playas y océanos, que lo hacen para obtener recompensa» añade. Por lo tanto las compañías no solo reciclan plástico, sino plástico social, ya que ayuda a una personas a salir de la pobreza».

El Banco de Plástico, con sede en Vancouver (Canadá), ofrece a los recuperadores una tasa de cambio fija. Lo puede hacer gracias a que ha conseguido precios estables para su plástico social de fabricantes como Lush Cosmetics, a los que no está vendiendo solamente una materia prima barata, sino también la posibilidad de contribuir a la lucha contra la pobreza. El banco intenta dar prioridad a empresas con una trayectoria acreditada de responsabilidad social y que produzcan o utilicen materiales ecológicos.

El primer centro se estableció en Lima (Perú) y están planificados nuevos centros en ciudades portuarias a lo largo del Mar de China del Sur, Indonesia, África y la India.

Para 2016 tienen previsto reciclar más de 22.500 toneladas de desechos plásticos y mejorar la vida de miles de haitianos.

El Banco de plástico ha creado una tecnología de código abierto para convertir los residuos de plástico en filamento de la impresión 3D y han creado el primer artículo impreso en 3D del mundo hecho de plástico de océano.

Además, con la instalación de impresoras 3D en los centros de reciclaje, los recicladores podrán comprar con su moneda de cambio tiempo para utilizarlas. Así, tendrán la capacidad de producir productos nuevos que vender en sus propias pequeñas empresas. O pequeños artículos necesarios para sus comunidades, como filtros para el agua.

Fuente: Inspiración social