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Zapatillas que ayudan a plantar árboles

Wado, una empresa española de zapatillas sostenibles, ha celebrado su primer año de existencia en el que ha facturado un millón y medio de euros con la venta de más de 15.000 pares en 67 países de todo el mundo.

Desde que hace un año convocaron a un grupo de amigos y familiares para lanzar una campaña de crowdfunding en la plataforma Kickstarter y, posteriormente, en Indiegogo, la firma no ha dejado de sumar clientes. En Bélgica ha vendido 3.500 pares y en Alemania, otros 3.300. «Son países donde la sensibilidad y el compromiso por la sostenibilidad son muy fuertes», asegura Marta Llaquet, una de sus fundadores.

La empresa ha eliminado el cromo en la producción de sus zapatillas, un producto muy peligroso para los artesanos del calzado que pueden contraer, entre otras enfermedades, tuberculosis y, además, provoca que la piel de las zapatillas no sea degradable. También, han amoldado su producción a la demanda para no crear excedentes innecesarios.

La producción se hace en un taller de calzado que se ha creado en los alrededores de Oporto y los responsables de la empresa supervisan tanto la fabricación como que se cumpla con la igualdad de sexos y que los salarios sean justos. Quieren diferenciarse así -explican- de la mayoría de las marcas de calzado que fabrican en Asia, donde los trabajadores cobran muy poco y las condiciones laborales no son éticas.

Tras el éxito alcanzado en su primer año de actividad, la firma planea para 2019 lanzar su propia plataforma de comercio electrónico y una nueva línea de zapatillas con materiales orgánicos y reciclados.

Además, Wado trabaja con la ong We Forest para reforestar bosques y por cada par de zapatillas vendidas, se plantan dos árboles. Hasta el momento, se han plantado 30.800 árboles en la India y en Zambia.

En el estado de Meghalaya, al noreste de la India, «el lugar más húmedo de la tierra», en el distrito de East Khasi Hills, WeForest, trabaja mano a mano con una federación de diez gobiernos indígenas y 62 aldeas Khasi para reforestar zonas boscosas empleando técnicas como la regeneración natural asistida y la plantación de enriquecimiento.

Las comunidades locales  se encargan directamente de cuidar su capital natural y reforestar los bosques dañados y de administrar los viveros que proporcionan los árboles para la plantación  de enriquecimiento.

El proyecto también aborda directamente las causas de la deforestación, incluidas la producción de carbón, pastos para el ganado y los incendios forestales. A través de grupos de autoayuda y asociaciones de agricultores, los aldeanos están implicados en el desarrollo económico de la comunidad. Para evitar una mayor deforestación, el proyecto incluye la instalación de fogones y ollas arroceras de bajo consumo  en 3.500 hogares. Así, es posible controlar la contaminación y el consumo de leña.

«En Wado creemos que todo el mundo puede contribuir a crear un mundo mejor con pequeñas acciones. Alguien que, de manera más o menos consciente, quiere empezar la transición hacia un estilo de vida más sostenible. Nuestra misión es inspirar a consumidores y otras marcas a unirse a esta revolución», asegura Marta Llaquet.

Crowdfarming, para agricultores del siglo XXI

«Si lo tuyo es comer bien, sano y natural. Si te molesta tirar comida a la basura. Si te preocupas por saber más sobre los alimentos que consumes: ¿de dónde vienen? ¿quién los cultiva? ¿son naturales y de temporada? Entonces…conviértete en farmer 2.0, plantaremos un árbol para tí, lo cuidaremos y te iremos enviando su fruta según nos la vayas pidiendo».

Es lo que aconseja naranjasdelcarmen.com, que plantea el crowdfarming como otra forma más de economía colaborativa donde los consumidores se convierten también en «agricultores» de los alimentos que consumen.

crowdfarming

El crowdfarming pretende ser un movimiento revolucionario necesario para reducir el porcentaje de fruta que se desperdicia en el mundo. Es la forma de cultivar la cantidad de fruta que realmente llega al consumidor final y permite una trazabilidad y transparencia total del origen de los alimentos que se reciben.

El consumidor es el propietario de la fruta que produzca su árbol. No pagará más por ella. Sólo pagará los costes logísticos de llevarle la fruta a casa.

La fruta sólo se recolecta bajo pedido. No madura en cámaras. Viaja directamente del árbol a casa del consumidor final. Y este pone cara y ojos a quien le recolecta, cultiva y envía su fruta, que no recibe tratamientos químicos ni antes ni después de ser recolectada.

El objetivo es lograr el consumo honesto y la conciencia social: evitar el derroche de alimentos comprando directamente al agricultor.

En Naranjas del Carmen plantan un árbol y lo bautizan con el nombre que decida quien lo adquiere, que se convierte así en el dueño de sus frutos (80 Kg/año) que puede recibirlos con la periodicidad que prefiera. Por ejemplo, 10 Kg cada 15 días durante 4 meses.

Desde el momento en que se decide plantar un árbol, el “agricultor” tiene acceso a una zona de usuario en la web, desde donde controlar su “huerto virtual”: podrás dar nombre al árbol, ver el estado de maduración de los frutos y hacer los envíos.

Durante los primeros años, mientras el árbol crece, te reservan gratis la producción de uno de los árboles mayores de la empresa. De esta manera, se recibe fruta desde el principio, por el precio de 80 euros al año.

A partir del segundo año, lo riegan, podan y lo cuidan con técnicas de la agricultura tradicional y muy natural y atienden el  árbol para que produzca 80 Kg de fruta cada temporada. El precio en este momento es de 36 euros al año.

Naranjas del Carmen garantiza que el árbol produzca 80 kg por temporada, salvo casos de fuerza mayor. Además, en cualquier momento el nuevo  “agricultor” puede abandonar el proyecto crowdfarming. Ellos seguirán cuidando el árbol y si lo quiere retomar, puede hacerlo cuando quiera.