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‘Ashia’, el Hakuna Matata camerunés

Por Julia Alfonso

El carácter de un pueblo queda reflejado en los lugares más insospechados: una canción, artesanía, tradiciones, vestimenta… Cada pequeño gesto va revelando diferentes aspectos de una cultura, hasta crear una imagen que, siendo más o menos correcta, acaba dándose como aceptada y comúnmente conocida. De entre todas estas características, existe una que suele pasar desapercibida aunque probablemente revele más que muchas otras: el idioma.

Ya sea como causa o consecuencia, la lengua puede llegar a mostrar mentalidad, intereses, personalidad e incluso entorno y clima. A nadie le sorprende que los esquimales dispongan de más de 20 palabras para definir la nieve, o que en japonés exista la palabra Kyoikumama para una madre que presiona a sus hijos para que obtengan buenos resultados académicos. Pues bien, Camerún no es una excepción.

Para ponernos un poco en contexto, el país es en su gran mayoría francófono, menos dos regiones: la Sudoeste y la Noroeste, donde da la casualidad de que se encuentra nuestro pequeño Widikum. A efectos prácticos se dice que estas dos zonas son de habla inglesa, pero me río en la cara del que de verdad lo crea. Aquí lo que se habla en realidad es el pidgy, una versión del inglés en la que gramática, pronunciación y vocabulario quedan simplificados al máximo hasta llegar a un punto en muchos casos incomprensible. Sin embargo, no voy a mentir, por frustrante que parezca en un principio, tiene un encanto especial. En pidgy las palabras se describen por sí mismas: comer queda reducido a un «chop» y aquí no se tiene diarrea, sino que se «posh». De ejemplos como estos está el idioma lleno, pero de entre todas sus palabras, mi favorita es sin duda «ashia«.

Ashia

Hasta la fecha, ashia es  la expresión que a mi parecer más engloba a la personalidad camerunesa. Carece de traducción al español o a cualquier lengua que conozca, pero se podría entender como una fusión entre ánimo, resignación y empatía, con una pizca de paciencia. Diría que es su Hakuna Matata particular. Es algo que decir al que madruga para ir a trabajar, a la que lleva un cesto de plátanos sobre la cabeza, a quien pasa calor o al enfermo. Desde mi llegada, yo misma he ido coleccionando este tipo de momentos: esperando al autobús 6 horas y media, o subiendo cuestas embarradas infernales porque la moto no aguanta el peso. Ashia también es una llamada de madrugada o incluso la muerte de alguien al que no he podido ayudar…

Ashia es, a fin de cuentas, una apuesta por vivir una realidad lejos de la idílica con fuerza y valentía, por no tirar la toalla. Es la promesa de algo mejor en el horizonte, si tan solo consigues aguantar unos pasos. Es una mano amiga que te acompaña y te consuela en un momento de necesidad. Aceptar el sufrimiento, reconocerlo, para sobreponerse y continuar. Ashia es no olvidar que no importa lo mal que se pongan las cosas, siempre hay un futuro esperando. Una bonita lección que llevarse a casa.

Y quizá la mejor parte sea la respuesta a un ashia, a alguien que decide prestar atención a tu desgracia y dedicarte esa simple palabra de ánimo. Por un segundo, tu carga se vuelve la de los dos: Thank you.