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Esas veces que la vida no es justa

John y Joseph llegaron antes que yo a Widikum, ya llevaban unos días viendo la vida a través del cristal de la incubadora. Sus cabezas habían empezado a crecer. Nacieron prematuros, de una madre sin dinero siquiera para darles leche, y mucho menos pagar una factura del hospital. Las hermanas no dudaron en dar todo lo que necesitaran, atención, oxígeno, comida…

Pero el problema era otro, los gemelos necesitaban una cirugía y cuanto antes. Su cráneo se iba llenando de líquido que no tenía forma de salir, día tras día. A ese ritmo, la cabeza no dejaría de crecer hasta que la presión fuera demasiada y el cerebro no pudiera soportar más. Y así pasaban las semanas, observando frustrados cómo ese día se iba acercando.

Un día, en la televisión una de las hermanas vio una noticia: Unos médicos italianos estaban haciendo esa misma operación en Yaounde, la capital de Camerún. Sin embargo, la ciudad está lejos, los niños débiles, y como siempre, lo más importante: «Money not there» (no hay dinero).

Uno de los pequeños gemelos descansa en brazos de la hermana.

Uno de los pequeños gemelos descansa en brazos de la hermana.

Los días seguían pasando inexorablemente hasta que el doctor Cesar volvió de sus vacaciones y con él un atisbo de esperanza: el doctor hacía laparatomías, operaba hernias, perforaciones, cualquier cosa que se le pusiera por delante. Tras estudiar el caso, llegó la conclusión, la sentencia en este caso, no podía, esa operación escapaba de su capacidad.

No había ninguna solución, nada que hacer. Y fue entonces cuando, sin explicación posible, John empezó a mejorar. El peso ya no iba a la cabeza, se distribuía por el resto de su diminuto cuerpo… Nunca habría imaginado algo igual, nunca lo hubiera creído. Pero John sigue aquí, vivo, y cada día más sano que el anterior.

Joseph no tuvo tanta suerte, con el tiempo sus ojos empezaron a protruir, cada vez lloraba más, cada día comía menos, dormía menos. Murió.

A estas alturas parece solo un triste recuerdo, ya poco podemos hacer, al menos dejó de sufrir y todas esas frases hechas que se dicen como parte del consuelo. Pero sólo pensar en la efímera vida de Joseph, en sus únicos meses de vida, todo sufrimiento, sin entender nada, sin poder hacer nada, sin morfina o más alivio para el dolor que el cariño de las hermanas. No está bien, no es justo.