Tres motos para los cinco y nuestras provisiones, así empieza nuestro viaje a Menka, una región llena de pequeños pueblos aislados entre nubes y montañas. En ella las Siervas de María tenían un dispensario para la atención médica primaria, sin embargo, tuvieron que cerrarlo hará un año. La razón más importante fue la imposibilidad de llevar hasta allí los suministros y el material imprescindible para su funcionamiento debido a las dificultades del camino, ahora mismo prácticamente intransitable excepto para algunos «moto-man» osados como nosotros.
Hemos vivido en primera persona las complicaciones del trayecto, en algunos tramos casi imposible, agarrándonos como podíamos y escalando las partes en las que el motor de las motos no aguantaba con nuestro peso, entre barro, surcos y piedras. Al final el paseo ha sido recompensado y embebidos en la naturaleza más espectacular, hemos llegado al centro.
El pequeño dispensario tiene de todo: consulta, farmacia, laboratorio, paritorio, una pequeña sala de ingreso, casa para la persona a cargo… Pero tras un año de abandono, lo han tomado las ratas y los lagartos.
Tras nuestra llegada, no tardaron mucho en acercarse la gente del pueblo a ver a los forasteros: «¿Habéis venido a abrirlo de nuevo? La gente aquí está sufriendo«, nos decían una y otra vez, y no exageran. Desde mi llegada a Camerún, he visto venir desde Menka al hospital de Widikum a mujeres de parto, personas con un ictus, niños en estado crítico… Recuerdo un hombre que llegó necesitando una operación urgente y murió mientras esperaba que prepararan el quirófano. Todos ellos tuvieron que andar durante horas y horas, enfermos, por los mismos caminos por los que los coches no logran pasar.
La situación no es fácil: necesitan ayuda pero, ¿cómo llevarla? ¿Cómo se les atiende cuando la población está dispersa entre montañas de selva y las comunicaciones son prácticamente imposibles? En esta parte del mundo es como si la naturaleza y las infraestructuras se aliaran contra el hombre y sobrevivir es casi un milagro.