Lucia, Cynthia, Bea y Loles han traído muchas cosas a Widikum. Para empezar, compañía para una ermitaña como yo, ganas de ayudar y energía. Tampoco han escatimado en risas, tardes de cervezas y eternas conversaciones en las que descubrimos entre todas un poco más de Camerún. Otra de las cosas que han traído las nuevas voluntarias a Widikum ha sido el programa de detección de malnutrición de Idiwaka, que es precisamente lo que nos ha llevado hoy a atravesar la selva en todoterreno para llegar a uno de los muchos pueblos aislados, Ebangabi.

La casa del jefe de Ebangabi
A nuestra llegada, nos recibió el jefe tradicional en su ‘palacio’, una casa que no se diferenciaba del resto más que por los cientos de manos blancas decorando las paredes. Con su aprobación, montamos nuestro campamento en una casa de adobe donde las gallinas correteaban entre pupitres, ya estaba casi todo listo.

Preparadas para empezar la consulta
Para terminar, sacamos unos cuantos ‘bolo bolo’ y fuimos viendo cómo llegaban todos los niños del pueblo atraídos como moscas a la miel. Si a ellos los atrajeron los globos, para las madres fue el cotilleo de la multitud, de la promesa de algo nuevo que poder comentar. En poco tiempo, no quedaban niños por las calles y nuestra improvisada consulta estaba a reventar.
Dimos comienzo al día, explicando el programa, midiendo a los niños y pesándolos, explorándolos uno a uno. Nos comunicábamos a gritos por encima de los lloros y cotorreo, lidiando con madres que no ven que su hijo esté enfermo, niños meándose en la báscula y otros sin nombre y sin nadie que lo sepa. Pero aquí y allí encontrábamos una fiebre, desnutriciones moderadas y alguna más grave. Procuramos transmitir la importancia de que vinieran al hospital, ofreciendo pruebas gratuitas, medicinas rebajadas…

Explorando a uno de los niños
Esa tarde uno de los niños nos esperaba en la puerta de la consulta. Y puede que no parezca una gran victoria, pero no deja de serlo. Un buen punto donde empezar, y la esperanza de que poco a poco se sumen las victorias y nos hagan más llevaderas las derrotas. Que los niños que ayudemos nos den la fuerza para no ignorar a los que quedan atrás.