Ha sido un día normal y corriente, de esos en los que el primer pensamiento de la jornada es tan básico cómo si habrá o no luz para preparar café. De esos en los que, antes de que te quieras dar cuenta, ya estás empezando la ronda de visitas a los ingresados en el hospital. Como parpadees ya estarás a punto de terminar de ver a todos los niños de la lista de los ingresados por diarrea. Y en esas andábamos todo el equipo: un par de voluntarias, otro de enfermeros y la hermana; cuando oímos un alboroto.

Un trabajador sostiene una lechuza en sus manos
Para no variar, ante el mínimo signo de entretenimiento que surge en los alrededores del hospital, todos los pacientes y familiares ya formaban un corrillo. En el centro tres lechuzas muertas en fila, y un trabajador venía con la cuarta revoloteando en su mano. «Pero, ¿por qué las matáis?». Les dan miedo, son animales malvados, son brujas, nos explican.
No son los únicos animales que les producen escalofríos, los gatos tampoco son de fiar para ellos. Como el doctor César me explicó: para ellos, no se puede esperar nada bueno de un animal tan reservado que nunca lo verás haciendo sus necesidades o apareándose. Son criaturas diferentes, no son naturales… Tendrá que ser magia.