La sonrisa de un niño te puede transmitir muchas cosas, quizás más que la de cualquier otro. Tiene algo especial, es fresca y sincera, totalmente transparente, casi como el agua. Aquí, sin embargo y a pesar de las circunstancias, tiene algo aún más especial, es más natural y más salvaje. No puedo evitar pensar que hay algo que los niños tienen aquí que en casa nos falta.
Quizás sean los juegos, o la falta de ellos, la necesidad de crear algo lo suficientemente emocionante para esos momentos libres en los que no están en la granja ayudando a sus padres o en la escuela. La imaginación les desborda y empujar una rueda con un palo por un camino se convierte en algo apasionante. El tajo de una rama de palmera seco de pronto se vuelve en el trineo perfecto para las pendientes de arena y hierba. Incluso tiene algo de especial ver a un bebé revolcándose por el suelo polvoriento sin preocupar a nadie por que chupe una sandalia.

Niños jugando en Widikum
La diversión aquí es salvaje: Se puede chapotear en la orilla de un río y perseguir lagartos azules. No hay móviles ni consolas, no hay ordenadores o televisiones y, lejos de ser una tragedia, en ocasiones da la impresión de haberse quitado un peso de encima. Como algo que había olvidado, que las cosas sencillas y naturales pueden ser emocionantes, que jugando se puede vivir una aventura.
Muy interesantes los artículos de este tipo
15 febrero 2016 | 10:26 pm