La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Pobres chicas, las que tienen que servir (Superchoni 2007)

Gran Final de SM07.

¡Llora como una modelo lo que no has sabido defender como una choni!

Qué largo, qué aburrido, qué fracaso de la moda española, del modeleo fino y del formato. Qué pena.

Todas las eliminadas llegaron al plató en limusina blanca para después entrar corriendo como locas sobre la alfombra roja. Bueno, todas menos la primera expulsada, Dabryna, que probablemente tendría mejores cosas que hacer (caca, por ejemplo).

Todas las que no alcanzaron la final pisaron la pasarela del programa por última vez vestidas por diseñadores españoles y desnudadas mentalmente por una parte del apenas millón de espectadores que seguimos anoche el programa. Todas menos Dabryna, cuyo nombre ni se mencionó, y que seguramente no pudo acudir porque tenía compromisos previos (en hotel o en domicilio, no lo sé).

Gran Final (ejem), y mal resumen de una edición envasada al vacío, triste y fracasada. De un cadáver televisivo que no volveremos a ver, al menos en Cuatro.

Sin duda, lo mejor de la noche fue ver desfilar a las finalistas con unas prendas diseñadas por la talentosa escritora, diseñadora, artista y peliteñida, Raquel. Que degustó su gran venganza en frío obligando a desfilar a sus compañeras con unas camisetas (a juego con unos lazos, no os vayáis a creer) que parecían diseñadas por los osos amorosos hartos de grifa. Un espanto. Un momento precioso.

A todo esto, ganó Noelia. Pues bueno.

De nada sirvieron los cánticos de euforia de los seguidores de Alba:

¡Alba, tía, a Turquía!

Ni el llamamiento de Isabel para que votáramos por ella:

Como cordobesa, como andaluza, como buena española

O que Magdalena desfilara en su pueblo vestida con el traje típico.

Nada sirvió de nada. Noelia es la SM07, y seguro que anoche su novio se depiló las cejas de gala para recibirla como se merece.

Y para eso tuve que aguantar despierto hasta la una de la mañana. Qué tostón. Y qué tristeza.

Lo más triste de todo no fue ver a las perdedoras. Lo más triste fue pensar en la ganadora, fue ver a la ganadora del año pasado (la sofisticada María José), fue pensar que alguien pueda creer que se puede ganar. Que ganas para llegar. Que alguna vez se gana o se llega.

No. Ni en concursos televisivos de búsqueda de talentos ni en la vida sin cámaras. Nunca se llega, nunca se gana. No se cumplen los sueños, nunca. Porque la realidad no es jamás como esperábamos. Sólo trabajamos sin parar, trabajamos a destajo para espantar el miedo. Nada más.