La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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«Cuestión de sexo» y «El síndrome de Ulises»

Anoche anduve entre las dos y, francamente, no sé cuál de ellas atarme al cuello para tirarme al río. Ambas me parecieron un tostón mayúsculo de producción medio decente y guiones soporíferos. Eso, para empezar…

Os tengo que confesar que anoche estaba tan cansado que me quité las gafas para ver la tele, y cuando empezó la serie – no sé por qué – pensé que una de las protagonistas (la mujer de Willy Toledo) estaba interpretada por Amparo Larrañaga. Y pensé, «coño, el colutorio que anuncia esta mujer tiene efecto bótox». Después me puse las gafas y ya vi que no, que ella es Pilar Castro.

A mí «Cuestión de sexo» me aburrió muchísimo. Me pareció una versión guay de «Escenas de matrimonio«. Un idéntico catálogo de lugares comunes después de haber pasado la prueba del Head & Shoulders.

De «El síndrome de Ulises» tampoco os penséis que tengo nada bueno que decir. Si acaso, que al menos tiene ese aire de comedia costumbrista que podría dar algo interesante. De serie coral que, con una ración bien dosificada de cada personaje y un tono más amable que paródico, podría funcionar. A mí no me interesó nada anoche, pero tal vez fue porque era el primer episodio y el lastre de la presentación de tanta gente fue demasiado.

Lo que sí me parece muy interesante es el juego que le sacan últimamente los guionistas de las series de Antena 3 a las localizaciones de sus historias, cuyos topónimos acuáticos definen perfectamente el tono: «La laguna negra» para la intriga de El Internado y «Arroyo Pingarrón» para el humor cotidiano de El síndrome de Ulises.

Aunque una vez dicho todo lo anterior (un cordial saludo a todos los guionistas), tengo que admitir que hubo algo que sí me gustó mucho de las dos: escuchar otros acentos del español diferentes a los que estamos acostumbrados a oír en las series de producción nacional. Eso estuvo muy bien. Sí, señor.