La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Roseanne hackeadita viva

Roseanne es otra de mis series favoritas de todos los tiempos; una sitcom que empezó como una parodia pelín trash de las teleseries de familias felices americanas y en la que ni todos eran guapos, ni todos eran flacos, ni todos eran ricos ni todos eran felices. Pero en Roseanne, al principio, todos se querían y las cosas iban bien dentro de lo que cabe en en los estándares de una familia de clase media baja en un pueblo de la América Profunda.

Y gracias a eso, la serie arrasó en sus dos primeras temporadas, fue un exitazo. Roseanne se convirtió en una súper estrella, renovó el contrato, se hizo una lipo, se estiró la cara, se peleó a muerte con su marido y productor – Tom Arnold -, protagonizó una película con Meryl Streep y siguió con la serie (no recuerdo si fue todo exactamente en ese orden…), que entonces se convirtió en otra cosa. En otra cosa muchísimo mejor, aunque con menos éxito. De pronto, en las últimas temporadas, Roseanne decidió que la vida de esa familia no tenía TANTA gracia, que las cosas a las que estaban condenados no eran para hacer chistes – o no tantos -, y se transformó en una de las series más duras, descarnadas y críticas de la televisión.

Dejaron de ser una pandilla de gorditos pobres y felices y se asomaron a la desesperación de la vida basura. Fue como si Roseanne se encarara con los espectadores, que llevábamos años riéndonos de sus miserias cotidianas, de su buen humor ante las adversidades, y nos quisiera mostrar cómo eran las cosas DE VERDAD, sin frases ingeniosas en los guiones.

Las últimas temporadas de Roseanne fueron como esos malos días, cuando somos incapaces de tomarnos a broma todo lo que nos parecía tan cómico de nosotros; nuestra soledad, nuestras manías, la incertidumbre en que vivimos, el desastre que es nuestra familia o el negro futuro que nos espera. Así fue el final de Roseanne. Y me encantó.

Lástima que a los espectadores no les pareciera tan bueno y la serie terminara con más pena que gloria.

Después de aquello, Roseanne presentó su propio programa de televisión con relativo éxito y, poco a poco, se fue esfumando hasta quedar convertida en un incómodo referente de lo políticamente incorrecto que a casi nadie le divertía escuchar. Esa es mi etapa favorita de Roseanne.

Hoy he descubierto su blog. Y me encanta.

También me he enterado – gracias a E!Online – , de que acaba de despedir a uno de sus administradores de MySpace, que se dedicó a escribir cosas como estas, suplantando su personalidad:

«Necesito dejar de beber, pero no quiero hacerlo… Estoy en Hawai, en la playa, borracha, intentando esconderme de gente que quiere que haga una nueva sitcom, que probablemente haré porque echo de menos trabajar.»

«Todavía odio a los jodidos tipos de Tom Arnold y a toda la gente del mundo del espectáculo; son unos mamones. No debería beber tanto, ya lo dicen mis hijos, pero qué demonios… ¡ME GUSTA EL VINO TINTO!»

«Cuando eres vieja parece que te meas encima… cuando te ríes, corres o estornudas. Me he meado encima desde que era niña. Tengo muy poco control sobre ello… la gente dice que puedes hacerte una operación de rejuvenecimiento de vagina que ayuda a no mearse tanto, pero no creo que me dejara poner un láser ahí; sería tan raro… preferiría oler a pis, que es a lo que tienen que oler las señoras mayores. ¡Aloha!»

¡Lástima! ¡Otro buen guionista en el paro..!

Menos mal que nos queda Roseanne, que en su entrada de hace dos días escribió:

«El colaborador despedido de Myspace también me ha robado mi cinta privada de sexo. Ofrezco $25,000 a quien la devuelva (a menos que alguien la quiera distribuir – en tal caso podemos llegar a un acuerdo).»