Ante el desolador panorama televisivo, hemos decidido entregarnos con fruición a las grandes series. La semana pasada fui a la FNAC y me hice con las dos temporadas de ROMA, la segunda de RESCUE ME y la última de SIX FEET UNDER. También me compré todas las de LAS CHICAS GILMORE. A mí este blog me cuesta dinero, que lo sepáis.
ROMA
Llevamos apenas cinco capítulos de la primera temporada y estamos fascinados, enganchados y dichosos. Adoro esa Roma sucia, decadente, parda y humeante que muestra la serie. Me encantan esos personajes -basados en hechos reales, como en telefilme de sobremesa, pero con caché.
Me encanta lo bien trazado que está el juego dramático entre Historia e intrahistoria. El encaje perfecto entre los entresijos de las vidas cotidianas y grandes asuntos de estado. ¡Y esas pintadas en los muros de la ciudad son deliciosas!
Es una joya. Donde hasta los acentos de los actores -imposibles pero elaboradísimos- proporcionan una sensación de absurda verosimilitud. Grandiosa. Y con chicha (muslámenes et al).
Un goce que me confirma una terrible noticia: que yo ya no puedo ver series en televisión, dobladas y con anuncios. Algo que nos pasa a muchos y que las productoras saben amortizar con esos maravillosos packs de deuvedés que empiezan a acumularse en mi biblioteca.
(Por cierto, me he enterado gracias a Melisa de que los creadores de Roma han comprado los derechos de «Canción de fuego y hielo» de George R. R. Martin para hacer una miniserie. Promete. Mogollón).