La televisión en navidades es aún más triste que durante el resto del año. La televisión en esta época parece una mezcla de material de derribo, de almíbar reseco y de balances que siempre me sorprenden al descubrir que de algunas cosas que yo creía antiquísimas ni siquiera ha pasado un año. Del último discurso navideño del Rey, por ejemplo. Un discurso que este año tiene el morbo añadido del exabrupto a Chávez, la ausencia de Marichalar en la cena de Zarzuela, las fotos quemadas y la multa al Jueves. Y que me temo que esos guionistas que pagamos todos no sabrán aprovechar. Y es una lástima.
Este año, yo creo que el discurso institucional de esta noche lo tendrían que haber sustituído por una entrevista a Don Juan Carlos en Tómbola 2.0. O en ¿Dónde estás corazón (Borbón)? o en un revival de Dolce Vita (Ya te digo…). Pero lo único que nos van a dar, pasado mañana, va a ser otro especial Cumpleaños Real en el programa soporífero de Maritere Campos. Si es que me tendrían que haber preguntado a mí…
… o mejor no. Porque entonces les tendría que haber dicho CUÁNTO odio esos telediarios que se han pasado dos días llenos de imágenes de gente borracha, sudada e histérica que había ganado la lotería de Navidad. Esos informativos televisivos que han hecho del pelotazo del azar noticia hipnótica para puteados, repugnante opio lotero.
Me gusta la Navidad. Pero no televisada. Me gusta la navidad con amigos, que es como la voy a pasar. Pero no soporto su versión TV, repleta de papanoeles de pega en telefilmes, de falsas esperanzas en décimos y participaciones y esa actitud paternalista del Rey que, pese a todo, nos quiere.
Que paséis muy buena noche. Nos vemos pasado mañana. Un beso enorme. Y Feliz Navidad.