La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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«Está pasando». Y yo también. Pero mogollón.

Paso total del nuevo engendro vespertino que estrenó ayer tarde Telecinco para cubrir ese enorme espacio vacío – de mierda – que deja «A tu lado«, cuyos excolaboradores aprovechan las vacaciones para ir de boda a El Escorial (está claro que desde el bodorrio de Ana Aznar con Agag y el más reciente de la Gran Hermana Marta López nunca la etimología del sitio tuvo tanto de verdad…)

Y lo peor es que el programa nace con un inexplicable marchamo de calidad, que se supone que le da el hecho de emitir una entrevista en exclusiva con Ana Obregón en plena promoción de amuletos colganderos en la que la actriz, empresaria, vedette, guionista y productora asegura ser una mujer generosa, excelente madre, gran trabajadora y mejor amiga. Y que deja al plumilla que hizo la entrevista con un síndrome de estocolmo que ni Patti Hearst.

O a lo mejor el rollo qualité viene del hecho de contar con reporteros en la calle – a lo Madrid, España, Villaconejos Directo – cuya meritoria labor consiste en mostrarnos cómo los cazurros de un pueblo lanzan toros al agua, o se emborrachan hasta el vómito en Pamplona. O lo mal que tira las cañas Rafael Amargo en su nuevo bar, decorado como un burdel decimonónico.

Pero «Está pasando» es mucho más. Es también un gran programa de investigación donde las periodistas presentes se hacen con un informe – probablemente confidencial – de la Fundación Sabera (la de los niños de la India) para contar una historia muy truculenta sobre Esther Cañadas… un asco.

Esas periodistas. Qué grandes profesionales. A quienes la pareja de presentadores saca todo el partido exigiendo de vez en cuando «un titular». Sobre lo que sea. El tinte negro ala de cuervo de José Frade von Duval, la entrevista a bolso abierto con Ana Obregón o la ruptura de Eugenia con Gonzalo. Lo mismo da.

Lo importante es dar un titular. Pues ahí va el mío: «Está pasando». Y yo también. Pero mogollón.