Ayer, Pombo ganó el Premio Planeta. Lo que no sé si es una buena noticia para Pombo, para Planeta, o para mí – que adoro la narrativa de Alvaro Pombo, y en especial su capacidad para tratar de modo elegante y despiadado las pulsiones más oscuras y la humana obscenidad (de ahí Porno Pombo).
La maravilla de la obra de Pombo – al menos de la que he leído hasta ahora; no me atrevo con la nueva novela que acaba de ganar el Premio – es la maravilla que produce un escritor raro, un escritor que no se parece a ninguno de sus compatriotas contemporáneos, y que a la vez ha creado una obra que sólo podría haberse escrito en España en estos tiempos.
Pombo habla de Dios. Y de la televisión. Pombo combina referencias pop contemporáneas con una erudición clásica apabullante y enormes despliegues literarios y filosóficos.
Los personajes de Pombo se arrepienten, se torturan, manipulan, se cuestionan, mueren, matan y son capaces de una pornográfica desnudez emocional tan brutal que la lectura de sus reflexiones nos desasosiega. Porque nunca, en la vida, me he encontrado con confesiones tan desgarradoras – y tan contundentes por bien escritas – como las que he encontrado en las novelas de Pombo. Tan obscenas. Tan porno.
Para empezar con Pombo, dos novelas: «El cielo raso» y «Contra natura«.