La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Mujeres, hombres y viceversa y la madre que los parió

Alguna comentarista perversa me pidió hace unos días que hablara acerca de este gran programa de Tele5. Y yo, como soy un gran profesional de lo mío, a ello voy. Aunque no tenga costumbre de ver programas culturales -me falta nivel, lo reconozco- he roto mis rutinas y lo he visto. Que haya entendido de qué va es otra cosa.

Mujeres, hombres y viceversa. El pOgrama.

Un nutrido grupo de chonis acuden a un plató de televisión a amortizar las tetas y las extensiones capilares. Pintadas como puertas, las muchachas se dedican a pegarse gritos entre ellas al tiempo que aspiran las haches hasta convertirlas en jotas mientras un maromo (un actor de agencia o un míster provincial) las mira estupefacto a la vez que piensa en desabrocharse otro botón de la camisa.

Entre refriega y refriega de peliteñidas operadas, Emma García – que iba de camino al plató de La verdad de tu vida a enterarse de si una señora le sirvió cachitos de mierda a su abuela y le dijo que eran aceitunas, o si otra hizo de los calabacines su razón para vivir-, aprovecha el paseo y se sienta en las escaleras para meter un poco más de cizaña, no vaya a ser que los decibelios del programa bajen y con ello la audiencia de los pacientes de las selectas clínicas de reposo donde este programa es lo mejor del día.

Cuando Emma se queda en blanco, le toma el relevo un señor de sport que yo creo que fue miembro de La Década Prodigiosa primero, y luego de un musical dirigido por José Luis Moreno, y que habrá pensado que el mejor sitio para pasar desapercibido y no caer en manos de la justicia es ese plató donde ni el cuerpo de seguridad más aguerrido se atrevería a entrar. Sí que es listo el jodío, sí.

A todo esto, la parte más emocionante del programa, la guay guay, la chachi de verdad, es cuando ponen los vídeos con las citas del maromo de turno y las tordas que se gritan. Esos reportajes son preciosos. Es conmovedor ver cómo cenan con los codos en la mesa, se miran arrobados, se cuentan sus experiencias como gogós de discoteca poligonera y se dicen ‘tía’ ‘colega’ mientras se juran rollo eterno.

«Pues a mí me ha parecido muy falso todo», suelen decir las que no tuvieron la cita al término de la proyección de esas versiones condensadas del prettywonismo fetén.

A mí, en cambio, me suele parecer tan genuino y enternecedor que acabo por conmoverme hasta la flatulencia. De verdad. Una belleza.

La parte en la que el modelo de folleto elige a una y manda a la otra a tomar por culo, no la he entendido muy bien. Supongo que tendría que ver de nuevo el programa. Pero paso. Bastante que me he pasado la semana intentando pillarle el punto a esta mierda.

Y demasiado que esta noche, por vosotros, sólo por vosotros, no me pienso perder el estreno de la nueva temporada de Escenas de Matrimonio con esa gran mujer, excelente actriz y mejor heterosexual que es Lina Morgan. Lo vamos a flipar, amigos. Mañana os cuento… si sobrevivo.