Ayer tuve que tragarme entera la ceremonia de los Goya vía satélite. Qué horror. Un desastre. Precisamente ahora que han conseguido acelerar un poco el ritmo gracias a una edición de urgencia en esa media hora de diferencia entre el directo y la emisión, van y deciden repetir con Corbacho y unos guionistas que merecerían lo peor. Incluso trabajar para José Luis Moreno.

Corbacho no me hace gracia, los guiones de los Goya no me hacen gracia. Los chistes malos no me divierten y los doblajes supuestamente divertidos de las películas candidatas me parecieron flojísimos (salvo el de El Orfanato, que tuvo su punto).

Menos mal que esta vez -algo es algo- casi todo el mundo iba bien vestido y no tuvimos que soportar, demás, un desfile de zarrapastrosos que agravara aún más una gala sin emoción ni brillantez. Ni siquiera Alfredo Landa (a quien adoro) estuvo formidable.

Eso así, en general. En particular, algunas preguntas que han estado a punto de quitarme el sueño:

1. ¿Por qué me dio más miedo la risa floja de Manuela Velasco al recoger su Goya a actriz revelación que los zombies que la persiguen en REC?

2. La mujer de Alfredo Landa, Maite, ¿se ha operado la cara para ponerse arrugas?

3. ¿Por qué José Coronado no es capaz de decir bien ni siquiera el nombre de una categoría? «Mejor actriz protagonista masculina». Con dos cojones.

4. ¿Dónde se corta el pelo Juan José Ballesta? ¿En el club social de Batasuna?

5. ¿Por qué nadie le dijo a Isabel Coixet que NO saliera a recoger el Goya por Invisibles con los brazos al aire? ¡Qué buenos brazos ha perdido el campo!

¡Que vuelva Rosa María Sardá!

(NOTA: ‘Los Goya’ tuvieron anoche 2.724.200 espectadores, el 18,5% de la audiencia. Medio millón de personas y 3 puntos de Share menos que la gala del año pasado. Normal.)