La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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«Diario de…» Operación AMOR

Ya os escribí ayer que me temía lo peor del programa que había preparado Mercedes Milá para anoche sobre la operación de reasignación de sexo de la exconcursante de GH, Amor.

Lo que no os dije es que tenía varios títulos en la cabeza para competir con el «Sin coño no hay paraíso» que la presentadora había escrito en su blog.

Se me habían ocurrido

Amor a cambio de sexo

o

Sexo por dinero

Y con ellos en la cabeza, y nada más terminar de leer la estupenda última novela de Eduardo Mendicuti, «Ganas de hablar», me senté a ver el programa. Que no me disgustó.

Porque aunque es cierto que hubo momentos de morbo innecesario -como cuando el cirujano afirma ante la cámara que «el pene de Amor tiene un tamaño mayor que el de la media nacional», o cuando la Milá insistió en saber cómo demonios se esconde «el paquetillo»- también es verdad que se notaban las ganas de contar las cosas con cariño y con cierto rigor. De volver a hablar por enésima vez de la transexualidad, pero sin cebarse en ese componente freak-show que la televisión insiste en incluir en sus reportajes sobre cambio de sexo.

Por supuesto que no faltó la inevitable referencia a la prostitución, pero también que se le dio una vuelta de tuerca más con el intento de analizar los deseos de los clientes, sus búsquedas en ese «tercer sexo». Pero que también se habló de la hipocresía social y hubo un acercamiento sin excesiva sordidez.

Lo que más me gustó del programa de anoche de la Milá (porque me gustó) fue su excelente criterio televisivo, su inteligente elección del personaje de Amor, a quien la televisión nos llevaba meses mostrando como a una implacable fuerza de la naturaleza, llena de seguridad y de arrojo, y que anoche se reveló como alguien lleno de inseguridades, de miedo y de emoción. Eso fue muy bueno. Y muy conmovedor. Y aunque no piense que la televisión tenga que servir para nada, creo que el «Diario de» ayer sirvió para explicar bien algunos asuntos, transmitirnos el dolor de quienes conviven con unos genitales que sienten ajenos y acabar con muchos prejuicios chungos (puede que me equivoque, y que después de haber escrito ésto me vaya a encontrar hoy con los simpáticos comentarios de los cromagnones de siempre. Vete a saber).

Mercedes Milá y la especulación inmobiliaria

Esta noche en Tele5, en su Diario de, ese programa de periodismo de investigación en el que Mercedes Milá hace de reportera agresiva con gente que está fuera de una casa, Mercedes Milá hablará de los precios de las casas. Qué bueno.

Esta noche, toca un Gran Hermano diferente. El Gran Hermano de la especulación inmobiliaria, que seguro que contiene bastante menos sexo que el de Guadalix, pero idénticas cuotas de indignidad.

No he visto el reportaje – ni creo que lo vaya a ver, gracias – pero me imagino que girará en torno a los abusivos precios del mercado inmobiliario, a los excesos de las constructoras, a alguna que otra ilegalidad descubierta, y a testimonios muy sentidos de damnificados.

Me da igual. Es más, me pone del bolo ese discurso. Porque ESPECULADORES SOMOS TODOS. O todos los que pueden serlo. Porque en España solo se contempla la vivienda como derecho constitucional fundamental cuando vienen mal dadas. Pero cuando CUALQUIERA es capaz de ahorrar unos euretes o lograr que el banco le conceda una hipoteca del 100 por 100, entonces A LA MIERDA el derecho fundamental a la vivienda digna. Porque en España, en cuanto alguien es capaz de comprarse un piso se pone en marcha la fase inicial del cuento de la lechera.

Por no hablar de toda esa gente que aconseja ‘invertir en ladrillo’ – que es un eufemismo muy bonito para ‘especular’ -, o que no se cansa de decirle a uno que ‘alquilar es tirar el dinero’…

Esta noche – seguro – Mercedes Milá reivindicará el derecho constitucional de todos los españoles a una vivienda digna. Y la gente lo verá y pensará que la cosa está muy mal. Fatal. Y quedarán tan impactados por el reportaje que decidirán vender su casa por el mismo precio al que la compraron, y marcharse a vivir de alquiler. Porque ese es el gran poder de la televisión…