La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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C.L.A. No somos ángeles (de la muerte)

Sospecho que el Ministerio de Educación debía de andar preocupado por el incremento de vocaciones médicas en los últimos tiempos, consecuencia del éxito de series como House o Anatomía de Grey, y por eso le encargó a Antena 3 una nueva teleserie para tratar de atajar el problema.

Fue entonces que Antena 3 decidió crear este C.L.A. No somos ángeles para mostrar la otra cara de la profesión médica en la sanidad española: hombres -y sólo hombres, ¿las chicas son guerreras? No. Son enfermeras. Y bueno, sí, UN enfermero para que no digan… – que andan constantemente en celo, maltratan a los pacientes, engañan a sus sufridas esposas y novias, cometen errores médicos con mucha facilidad y, por supuesto, se creen los mejores en lo suyo, oeoeoe.

Después de haber visto anoche los dos primeros episodios de aperitivo de C.L.A. No somos ángeles me quedo mucho más tranquilo. Sé que la misión va a ser un éxito.

¿Y la serie? Pues puede que también. Porque es perfecta para las tardes de diario; llena de tramas disparatadas construídas sobre diálogos tan intranscendentes como inverosímiles que permiten al espectador detectar de inmediato los momentos que merecen su atención frente a aquellos puramente de relleno que llegan a sus sentidos como imagen y ruido de fondo, como situaciones archiconocidas que no aportan nada al argumento, sino que se limitan a ponernos en situación, para identificar a qué escenario conocido, seguro y sin sobresaltos, nos van a trasladar desde el sofá. Muchísimo mejor. No buscamos información, buscamos confort en la ficción: un espacio acogedor de lugares comunes que deje resquicios anecdóticos donde nos podamos colar para observar sin miedo a no entender.

Y C.L.A. No somos ángeles nos lo da. Y puede repetir el éxito de «Yo soy Bea» – con la que no va a competir, sino a completar las tardes de diario.

Lo cual demuestra que en España estamos aprendiendo a hacer buena «mala televisión». Larguísimas series rentables, adictivas, de mediocre producción (los planos de recurso de anoche en C.L.A., que mostraban varias veces la recepción de la clínica con la misma señora en silla de ruedas en idéntica posición me dan la razón), actores sobreactuados (fundamentales para proporcionar esa certeza de ficción imprescindible en este tipo de productos) y clásicos excesos argumentales shakespearianos (traiciones, venganzas, secretos, muerte) envueltos en la hoja de lechuga de la cotidianeidad son las claves. Y creo que No somos ángeles las maneja a la perfección. Tanto como la peluquería y maquillaje de las enfermeras protagonistas, que de niñas debieron de caerse a la marmita de la base correctora y el iluminador.

(Por cierto, ¿desde cuándo en los hoteles bávaros de lujo sirven Anna de Codorniú como champán?

Qué maravilla… el lujo todo a 100 en estas series: hoteles bávaros decorados por la sobrina de El Pocero o restaurantes de supuesto postín dignos de las zonas verdes de un polígono industrial… ¡Cuánto le debemos a Modas Victoria, de Cristal!)