La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

Gloria Mejía, pintora

Hoy hace dos años que conocí en Bogotá a la pintora Gloria Mejía, una señora fascinante, septuagenaria, llena de energía, encanto y férreas costumbres (el primer whisky, SIEMPRE a las 5 de la tarde).

Recuerdo que una de las primeras cosas que Gloria me preguntó cuando supo que era español – mientras nos mostraba las obras de su nueva casa en La Calera, que estaba construyendo alrededor de una gran piedra con forma de sapo – fue si Antonio Gala había tenido éxito, si era un escritor famoso en España. Ella lo recordaba de su época en Madrid, en los 60, cuando Gala le decía lo guapa que era y le animaba a maquillarse y salir por las noches con él.

Después, ya en su casa, Gloria siguió contándome sus recuerdos de España; sus juergas hasta la madrugada con Pepe Meneses, Pepe Esteban; su nostalgia de las tascas de la calle Echegaray, su amistad con Pepe Caballero Bonald.

Gloria Mejía vivió en España entre 1962 y 1965, tras verse a obligada a abandonar Colombia por razones que esa noche no logré descubrir.

Gloria cruzaba cada mañana en su coche la Plaza de Neptuno para ir al Museo del Prado, donde pasaba los días copiando cuadros. Y cada mañana, un galante agente de Policía le daba paso; cada mañana retenía los coches que venían de Recoletos para que Gloria pudiera cruzar Neptuno y llegar hasta el Museo. Donde un día de Nochebuena, el policía fue a llevarle a Gloria una tableta de turrón y una botella de vino.

Hace dos años que conocí a Gloria, que pasamos dos noches deliciosas en su casa, y dos años que no he vuelto a verla. Pregunto a los amigos comunes y me cuentan que estuvo muy enferma, pero ya está mejor. No me dio tiempo a visitarla durante mi último viaje, pero la pienso mucho; supongo que escribir sobre ella es una forma de contacto.

Como lo fue leer sobre ella, por sorpresa, hace unos meses, en las memorias de Caballero Bonald, «La costumbre de vivir«:

«Esta Gloria Mejía, rica por su casa y pintora de afición, había tenido que poner tierra por medio después de un grave escándalo familiar, abandonando el país con sus dos hijos. El asunto se las traía, ya que el padre de Gloria había matado al yerno en el transcurso de una balacera, tipo película del oeste, perpetrada en el domicilio conyugal, con ambos contendientes persiguiéndose pistola en mano por las habitaciones y parapetándose tras los muebles. Lo que nunca se supo fue el motivo de semejante drama doméstico ni qué pasó con el asesino. Cuando al hijo de Gloria, de unos ocho o diez años, le preguntó su nueva profesora madrileña por el padre, el niño dejó estupefacto al auditorio; dijo: «A mi papá le echó bala el abuelito».

Feliz Navidad, Gloria.

Feliz Navidad, lectores. Y hasta el próximo jueves.

2 comentarios

  1. Dice ser Capitán Harlock

    ¡Feliz Navidad a ti también!Pero… ¿hasta el próximo jueves?Jo…Un beso.

    26 diciembre 2005 | 13:47

  2. Dice ser Capitán Harlock

    Pues ya estamos a jueves y Bob no ha actualziado… ¿? Hum…Un beso.

    29 diciembre 2005 | 16:53

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