La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Javier Alvarez, cantante y compositor

Anoche vi a Javier Alvarez entrevistado en un programa de televisión, donde estuvo divino.

Me gustan mucho las canciones de Javier Alvarez desde que regresó de curarse el susto del éxito comercial repentino y comenzó a cantar con ironía, ternura desvalida y ganas de pop. Desde que le dio por morder – pero flojito – la mano que le había dado de comer (mierda).

lo siento

no soy tan gilipollas,

la industria no sabe de estas cosas,

empeño en el Rastro un premio Ondas,

dispuesto a marcarme un tour por Soria.

Con la edad

te sale un poco el chamán,

con la edad

de ser más puta y mortal

con la edad…

Respeto mucho a Javier Alvarez – como hombre y como artista. Y una mañana ligué con él, pero no pudo ser.

Una mañana de compras por Chueca, con mis amigos A. y M. y la suegra de ella, entramos a comer a un bar del barrio. Desde una de las mesas, un grupo de chicos me miró con simpatía, e incluso me llamaron guapo. GUAPO. A MÍ.

Yo estaba impresionado, porque no me suelen pasar esas cosas. Y menos aún que el chico que más mirara fuese el mismísimo Javier Alvarez. Yo sonreí y me encendí un cigarrillo, mientras charlaba con M. y su suegra, sin perder de vista al cantante, que fumaba también.

Cuando iba a rematar el cigarrillo, descubrí que en la mesa no había ceniceros y me fui, con el filtro humeante en la mano a punto de quemarme los dedos, a la barra a pedir uno. Javier Alvarez, también con el cigarrillo casi consumido en su mano, se puso de pie a mi lado y me sonrió. Fue entonces cuando invoqué a Santa Bette Davis para que me socorriera:

BOB: Mmmmmmm… parece que los dos buscamos los mismo.

JAVIER ALVAREZ: (Sonríe aún más) ¿Sí?

BOB: (Pausa muy bettedavisiana) Sí… un cenicero

JAVIER ALVAREZ se carcajea.

Y precisamente en ese momento, mi amigo A. vino a buscarme a la barra para decirme que acababan de robarme el bolso que había dejado en una silla. Afortunadamente, mi amiga M. salió tras el ladrón y lo recuperó. Cuando se me pasó el susto, Javier Alvarez ya se había marchado del bar.

Por supuesto, mis amigos me afearon mi conducta de putilla, impropia de un hombre en mi estado (civil). Qué tontería. Cuando todo el mundo sabe que liarse con un mito NO es infidelidad. Menos todavía cuando una de las canciones de su último disco habla de mi noveno cumpleaños:

Cecilia, Marilyn, sin ira libertad,

Aplauso, Vacaciones en el mar,

el Lute, la corneta, el bosque de Tallac,

detrás del circo chino en Gibraltar

un niño feliz olvidó

sus cuadernos quemándose al sol

el siete de octubre

de mil novecientos ochenta

Jack Dunphy (de Capote)

El mismo año – 1948 – en que publicó su primera novela, «Otras voces, otros ámbitos«, Truman Capote conoció a quien fue su compañero hasta su muerte: Jack Dunphy, escritor poco conocido y exbailarín de Broadway, entonces casado con Joan McCracken (de quien se divorciaría en 1950; ella se casó un año más tarde con Bob Fosse).

35 años juntos. De aquella manera:

«Truman y yo nunca estuvimos juntos – no juntos como la mayoría de las parejas. Esa cercanía nos habría matado. Soñábamos con habitar lugares distintos del que ocupábamos, como los niños que necesitan huir de su niñez, tan salvaje, tan intensa…»

Jack viajó con Truman por todo el mundo y recibió sus cartas desde Londres, París, Portofino, Tánger, Ravello, Roma, Madrid, Taormina, Venecia,…

… cartas en las que Capote le fue relatando placeres, éxitos, la dureza de las curas de desintoxicación, su firme propósito de no beber una copa más… hasta que, en 1982, cuando ya no era capaz de escribir una sola línea de ficción, las cartas se convirtieron en telegramas de auxilio:

[New York]

[25 February 1982]

miss you need you cable when can i expect you Love Truman

Que Jack no respondió.

Dos años más tarde, cuando Truman Capote estaba a punto de morir, cuando toda su cabeza era un delirio, volvieron a verse:

«Truman está mal cuando voy al apartamento. No parece darse cuenta de que acabo de llegar de Suiza. «¿Me reconoces, Truman?», le digo. Me mira durante un largo rato. «Claro que sí. Eres Jack», dice. Apareció aquí, en la biblioteca, intentando abrocharse un botón de la camisa. Dijo que Cocteau había hecho el cojín del sofá. Le dije que ese cojín era de George Platt Lyons. Creo que había dejado una biografía de Cocteau en la otra habitación. Lloraba suavemente, como si llorara por el pasado, por la gloria pasada, diciéndome cuánto me admiraba y cuánto me había admirado siempre. Pensaba en sus propias fotografías. Todo lo que veía le ponía triste. Cuando fui al dormitorio, vi que había mojado la cama. Puede que fuera eso lo que le hacía llorar. Sabe que está loco. Sabe que lo sé. «Algo que uno piensa una y otra vez», dijo. Entonces me miró, entornó los ojos para contener las lágrimas. «¿Sabes a qué me refiero?» me preguntó. Le dije que sí, se me rompía el corazón. Los dos lloramos, pero como no quería que me viese llorar le dejé ahí y volví a la biblioteca, hasta donde me siguió.

«No estabas aquí anoche».

«Sí estaba, Truman».

Jack Dunphy murió en 1992, tras publicar una última novela que la editorial quiso disfrazar de biografía de Capote, «Dear Genius: A Memoir of My Life with Truman Capote«.

En 1994, el amigo y biógrafo de Capote, Gerald Clarke (en cuya biografía está basada la película que se estrena en España el próximo viernes), decidió reunir las cenizas de los dos amantes en Long Island:

Aunque me temo que Jack Dunphy lo que se merecía era una canonización por todo lo alto en la Plaza de San Pedro… ¡santo varón!

Julia Otero, el retorno

Ayer volví a escuchar a Julia Otero en la radio – Punto Radio, de 11:00 a 12:00 – después de tantos años y os entendí: a quienes me insultáis porque sentís que maltrato a vuestros ídolos, a los que me odiáis por mis juicios condenatorios, a los que practicáis una admiración incondicional por FJL, la Jurado, Elton John o Boy George. Incluso a quienes fueron a llevar flores a la casa de Lady Di en Kensington Gardens.

Porque a mí me pasa lo mismo con Julia; con ese aire suyo de pedorra listilla que me fascina, con esas ganas de elevar el listón constantemente y dejar bien claro que lo suyo no es para tantos tontos.

Y me gusta tanto Julia que le perdono sus tintes, sus peinados absurdos, su mala gestualización en TV, e incluso que se prestara a aparecer junto a Luis del Olmo en esta foto promocional, que pareciera un anuncio del cortijo de los Ruiz Mateos.

Sé que muchos no podéis con ella. Lo sé. Pero no os cebéis. No me destruyáis el mito. No os pongáis a mi altura, por favor.

Jo Spence, fotógrafa (1934 -1992)

El viernes en el MACBA tuve la enorme fortuna de disfrutar casi a solas de una espléndida exposición de la obra de esta fotógrafa social militante, profunda admiradora de Brecht, que trató durante toda su vida de utilizar la fotografía como un medio de crítica (de cómo se construyen los géneros a través de la fotografía, cómo los álbumes familiares están llenos de elipsis y silencios, cómo se recrea una infancia inexistente) y acción social (con su proyecto ‘Who’s Still Holding the Baby?’ Jo Spence exigía la creación de guarderías en zonas populares londinenses.) A modo de reportaje de denuncia, de esa «fotografía educadora» que ella defendía.

Jo Spence trató toda su vida de revelar la realidad oculta tras las mentiras de la fotografía documental, hasta que se encontró con su propio cuerpo como objeto fotográfico, con su propia enfermedad como modelo sobre el que hablar del cáncer de mama y su dimensión social, física, emocional…

Desde 1982 hasta 1991 (un año antes de su muerte), Spence trabajó en su gran serie ‘The Picture of Health?‘ Un durísimo trabajo documental de autoexploración fotográfica, un diario de la enfermedad, de terapias, estados de ánimo y mutaciones.

Un magnífico descubrimiento. En el MACBA hasta el 15 de enero de 2006. No hay de qué.

Joan Hannington: la mujer que cagaba diamantes

Literalmente.

Habemus nueva diva: Joan Hannington, que empezó su vida al más puro estilo Ken Loach: brutales palizas de su padre, tras la última de las cuales, con 17 años y embarazada, se fue para siempre de su casa. Después, los servicios sociales le arrebataron a su primer hijo. Pasó unos meses en la cárcel tras ser detenida por robar un coche (para ir a visitar a su hijito). Y al salir buscó trabajo. En una joyería.

Y ahí comenzó la leyenda: un día, sola en el mostrador, mientras limpiaba un collar de diamantes carísimo… SE LO TRAGÓ. Y salió de allí, tan contenta.

A partir de ese momento, y tras varios batacazos sentimentales que acabaron arrastrándola – sin saberlo, dice ella – a los brazos de otro ladrón, aunque éste de antigüedades, Joanne se convirtió en una de las ladronas más famosas de Gran Bretaña y llegó a ser conocida como la ‘Grandmother’.

Su técnica: localizar joyerías con buenas piezas, visitarlas a menudo hasta familiarizarse con las joyas y ser capaz de elaborar una réplica con la que acudir el Gran Día, tras haber ingerido dos litros de aceite de oliva y ponerse uno de sus tops de Armani (con relleno de calcetines en el escote), con el que distraer al joyero, mientras ella daba el cambiazo y se zampaba el botín. Una vez en casa: cagar y limpiar el tesoro con ginebra hasta dejarlo impoluto.

Olé. Olé. Olé.

Joan, ya alejada del robo, ha escrito sus delirantes memorias: ‘I am what I am’, con lugares y fechas modificados por prudencia y cuyos derechos ha comprado la ODIOSA G. Paltrow para su versión cinematográfica (¿veremos a Gwyneth cagar diamantes? Mmmmmmmmm…)

Disfrutemos de esta gran señora del crimen antes de que la cursi actriz nos destroce la ilusión.

Jeffrey Dahmer «El carnicero de Milwaukee»

A veces, cuando el deseo es tan prohibido, matar a un hombre para un hombre es tan terrible como follárselo.

Así le fue a Jeffrey, que no supo dilucidar entre justicias y se sintió más seguro con cadáveres que con un amante.

Que prefirió drogar a sus ‘partenaires’ sexuales en saunas antes que tener que hablar con ellos (el pobre llegó tarde: de haber sucedido hoy, Jeffrey se habría podido ahorrar el trabajo previo).

Asesino en serie. Solitario en serie. Maricón en serie. Todo sonaba igualmente atroz, condenable y reiterativo.

Si ningún hombre vuelve, si todos desaparecen – pensó el buen Jeffrey – lo mejor es tener la certeza del porqué: porque yo los maté. Porque están muertos. Porque los devoré. De ese modo aún cabía la ilusión de pensar que de estar vivos, quizás, a diferencia de todos los demás, de todos los polvos de una noche, de todos los ‘one-night-stands’, habrían regresado, enamorados. Tal vez.

Jeffrey Dahmer fue condenado a 957 años de prisión por 15 cargos de asesinato, pero mucho antes fue golpeado hasta la muerte en la cárcel por otro preso. El 28 de noviembre de 1994. Hace 11 años.

Mejor para él; que mientras sentía penetrar el acero en su cerebro pensó que, de no haber sido atacado, habría salido libre en 2949 y encontrado POR FIN el amor vivo.

Juana Molina

Disculpad el retraso, queridos lectores, pero acabo de aterrizar en Barcelona tras 3 horas de retraso, 13 de vuelo y 1 de escala.

Lo bueno, es que os traigo un nuevo descubrimiento transoceánico: Juana Molina.

Juana Molina – en flashback :

-7. intérprete y compositora de «Tres Cosas«, considerado por el New York Times como uno de los mejores discos pop de 2004

-6. intérprete y compositora de «Segundo«, disco que pasa desapercibido en Argentina pero se convierte en una obra de culto en Japón

-5. intérprete y compositora de «Rara«, primer disco. Las entradas de sus conciertos se agotaban, pero el ochenta por ciento de los espectadores se marchaban a la cuarta canción

-4. en pleno éxito, abandona su carrera de actriz para dedicarse a la música

-3. protagonista del galardonado programa televisivo argentino «Juana y sus hermanas«, en el encarnaba una delirante galería de más de veinte personajes femeninos

-2. actúo dos temporadas con el gran cómico argentino Antonio Gasalla

-1. hija del músico Horacio Molina y de la modelo Chunchuna Villafañe

Mucha atención a Juana Molina que un día decidió que quería hacer canciones y no otra cosa, que no le importaba estar triunfando como payasa; que lleva 4 años haciendo música rara, personal, íntima, atrevida. Y que por fin ve reconocido su esfuerzo; el éxito de una rara. Bienvenido sea. Y ojalá pronto en España.

(Descubrí a Juana Molina gracias a un estupendo artículo de la revista latinoamericana «Gatopardo«.)

JT Leroy: ¿falso chapero travesti escritor?

Hace 5 años leí una novela que me conmovió; ‘Sarah’, la emocionantísima historia de un quinceañero travesti, chapero en los aparcamientos de camiones de la América profunda, hijo de una puta de la que él tomaba el nombre para hacerlo el suyo de guerra.

Leí ‘ Sarah’ y me encantó. Lo mismo le pasó a Gus van Sant, que compró los derechos para la versión cinematográfica. Al novelista Dennis Cooper. A Asia Argento. A la editorial Mondadori, que publicó la traducción española, y a todos mis amigos a quienes regalé el libro, convencido de estarles descubriendo un nuevo valor literario.

Ahora, cinco años después de aquéllo, he leído un reportaje en el New York Metro que me ha hecho pensar que me equivoqué (lo mismo que Gus van Sant, que Dennis Cooper , que Asia Argento y que Mondadori), porque parece ser que JT Leroy no ha existido nunca.

Que el personaje con peluca y gafas de sol, cuya evolución a lo largo de los años podéis contemplar en las fotos de la izquierda, es tan ficción como ‘Sarah’ – el niño puta travesti que se adornaba con un colgante de pene de castor y se la mamaba a los camioneros a cambio de unos dólares – y es obra de Laura Albert/Emily Frasier, componente del dúo musical Thistle y supuesta madre adoptiva del propio JT Leroy. Que el personaje a quienes veis en las fotos es un actor. O una actriz. Y que la historia de su vida no es sino una invención literaria que sólo tiene valor como tal.

Me parece una historia fascinante: pienso en lo difícil que nos resulta ser alguien en la vida, y en lo fácil que les resulta a otros construir un ser imaginario y hacerlo triunfar.

O, según Stephen Beachy – autor del reportaje – cómo la vida de JT Leroy parecía ser la historia de final feliz que (Norte)América valora tanto y cómo tal vez (Norte)América no es precisamente la tierra de las oportunidades, donde los adolescentes chaperos se convierten en escritores de éxito, sino ese gran mercado sin escrúpulos donde pueden inventarse conmovedoras historias «reales» de adolescentes víctimas del abuso sexual y convertirlas en exitosos productos gracias a un buen marketing; otro disfraz para Halloween.

Janice Soprano

La hermana del gran Soprano no se quedó en Nueva Jersey para ver cómo su hermano iba escalando posiciones dentro de la Familia, no estuvo allí cuando Tony sufrió el primer ataque de ansiedad que le llevó a la psiquiatra, a tomar su dosis diaria de Prozac , a tener pesadillas horribles.

Janice Soprano se había marchado mucho antes; a buscar nuevas formas de vida, nuevas creencias que le dieran un nuevo nombre en algún lugar alejado de aquellas mujeres excesivamente peinadas, maquilladas, vestidas y enjoyadas, que además encajaban (kilo arriba, kilo abajo) en su peso ideal. Janice no.

Pero Janice volvió a Nueva Jersey, a encontrarse de nuevo con su hermano – jefe en funciones -, con su madre moribunda y con las mujeres del resto de miembros de la Familia, que seguían muy peinadas, muy maquilladas, muy vestidas, muy enjoyadas, un poco operadas y todavía rondando su peso ideal. Janice no.

Pero Janice volvió a Nueva Jersey, enterró a su madre y heredó su casa. Se folló a los maridos de las señoras estupendas e incluso se cargó a alguno. Janice volvió y de repente se dio cuenta de que todo lo que le había hecho huir de Nueva Jersey estaba en ella. Incluso su madre muerta.

Janice Soprano es uno de los personajes femeninos más complejos, apasionantes, despiadados y tiernos que ha dado la televisión. Es una mujer fascinante, manipuladora, entrañable y odiosa. Y una de las razones por las que amo tanto esa maravilla de serie que es «Los Soprano«.