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La tierra de nadie en la que los niños son el problema de otro

Por Sarah Crowe, especialista de comunicación de UNICEF, desde Níger.

Agadez, Níger. Nada podría estar más lejos de las puertas del paraíso que este desierto abrasador que se extiende mucho más allá de lo que la vista puede abarcar.

Y, sin embargo, es esto. Escondidos en los guetos, distribuidos entre los alrededores de esta antigua ciudad de color dorado y paseando en los centros, hay cientos de migrantes. Están abandonados, con deseos truncados y sueños incumplidos. Están en camino hacia o desde los países vecinos, o más allá. Algunos –sorprendentemente, no la mayoría- tienen como último objetivo atravesar las ardientes arenas del Sáhara hacia lo que se está convirtiendo rápidamente en el escurridizo Eldorado: Europa. Muchos niños viajando solos, madres lactantes, recién nacidos, y multitud de hombres jóvenes y enfadados porque su búsqueda ha sido interrumpida.

Agadez (Níger) fue una vez la capital africana de la migración, un cruce de caminos para la gente en tránsito, un bullicioso centro para los traficantes y para quienes vendían al borde de la carretera máscaras y mascarillas para el sobrecogedor viaje. Traficantes esperando su mercancía humana. Las autoridades cerraron los ojos entonces. Ahora, a medida que Europa y el norte de África –en una restricción generalizada de la migración– endurecen sus fronteras y cierran sus puertos, generando un drama en alta mar, este remoto centro se ha convertido efectivamente en la nueva frontera de Europa. Las llegadas a Italia entre enero y principios de junio se redujeron en dos tercios, en comparación con el mismo periodo del año pasado, cuando 60.000 personas cruzaron desde África del Norte.

La tierra de nadie en la que los niños son el problema de otro

Centro para migrantes en Agadez, Níger / © UNICEF/UN0209686/Gilbertson VII Photo

Desde noviembre del año pasado, más de 8.000 personas de África Occidental, incluidos 2.000 niños, han vuelto a Níger desde Argelia. Otros 900 refugiados y solicitantes de asilo del este de África, trasladados desde Libia, esperan los lentos y complejos reasentamientos o reunificaciones familiares que determinen su futuro.

Níger es uno de los países más pobres del mundo y todavía soporta las peores consecuencias de las políticas de los países ricos de “fuera de la vista, fuera de la mente”.

Los apresurados acuerdos entre un país y el siguiente (UE-Turquía, UE-Libia, Francia-Níger, Argelia-Níger) están haciendo de la migración el problema de “otro”, empujando a las personas migrantes como una “patata caliente” hacia el sur. Los niños pagan el precio más alto, con pocas estructuras que les mantengan seguros.

Estos rechazos han provocado que las apuestas sean más altas y las rutas más arriesgadas.

En medio de una tormenta de polvo, con un calor abrasador, conocemos a un joven guineano furioso por haber sido expulsado en la frontera desde Algeria, donde huía de una vida en las calles haciendo trabajos esporádicos. Comenzó una arenga gesticulando ferozmente, pero sus palabras eran tan acertadas como angustiosas: “El desierto se ha convertido en un cementerio para nuestros hermanos africanos, y a nadie le importa”.

Él es uno de los que fueron devueltos desde Argelia, abandonados en una tierra de nadie en el desierto, a temperaturas de 48º, a kilómetros de la frontera con Níger, obligados a caminar hasta que pudieran encontrar transporte y refugio. Muchos procedían de Zinder, Níger, una empobrecida ciudad que depende de las ayudas desde hace mucho tiempo.

Irónicamente, cuando los migrantes son llevados a Agadez, a un llano totalmente seco con apenas unas tiendas de campaña desgastadas, los niños de la zona les rodean con boles de plástico, pidiendo una limosna a quienes la pedían antes que ellos.

Es un grupo variopinto, algunos podrían ser clasificados como refugiados. Conozco a liberianos que dejaron su país durante la crisis del ébola, a guineanos que huyen de tiempos difíciles, a nigerianos que escaparon de Boko Haram, y a otras personas que huyeron de la tortura y los sufrimientos en Libia. Tres naciones de la ONU –ACNUR, la OIM y UNICEF- han aumentado la respuesta en Níger.

“El cumplimiento de las leyes anti migratorias ha cambiado las dinámicas del país. Estamos viendo un aumento de los niños no acompañados, y una utilización de rutas en las que no pueden ser rastreados, lo cual las hace más peligrosas”, explica Dan Rono, oficial de protección infantil de UNICEF. “Es un viaje duro para un adulto, así que imagínate para un niño de 11 años. Es casi imposible para él”.

La tierra de nadie en la que los niños son el problema de otro

Un grupo de migrantes sudaneses juega al fútbol en un refugio en Agadez, Níger / © UNICEF/UN0209677/Gilbertson VII Photo

Solo en abril se produjo un incremento del 14% respecto a los meses anteriores de gente moviéndose por Níger; un tercio de ellos eran niños, exhaustos y traumatizados. La cifra real podrías ser mucho más alta, ya que muchos niños están escondidos o no se les ha detectado.

Omar, un niño de 14 años de Sierra Leona, pertenece a una de esas estadísticas ocultas. Desgarbado y de movimientos torpes, lleva una gorra de los yankees, una camiseta sin mangas, pantalones holgados y chanclas, prácticamente son todas sus pertenencias. Está censado en un lugar llamado “Gueto”, a las afueras de Agadez, esperando la oportunidad de cruzar. Dejó su casa porque su padre no pagaba la matrícula de la escuela.

“Decidí ir a Libia, o a Europa para tener una buena vida. No volveré a casa hasta lograrlo, hasta llegar a ser un buen chico para ayudar a la familia que ha quedado atrás”, me cuenta. “Si me quedo en casa seré un mal chico. Beberé, fumaré…pero no quiero esa vida. No quiero ser un mal chico. Si voy a Europa podré ir a la escuela. Seguiré jugando al fútbol”.

Según estudios de UNICEF, aunque la mayoría de los niños migrantes se quedan en África y no desean ir a Europa, un tercio de los que sí quieren llegar, como Omar, dicen que es por su educación.

Un antiguo traficante, Dan Ader, cuyo lucrativo negocio se desmoronó cuando se produjeron las restricciones, nos explica: “Hay muchos muertos porque hay miles de rutas. Si tu GPS tiene un pequeño fallo estás perdido. Nunca encontrarás tu camino de nuevo”.

UNICEF estima que. entre enero y mayo, unos 120 niños se ahogaron en el mar. Al menos en el mar hay guardacostas. Pero nadie patrulla el vasto y letal mar de arena.

Eso no les disuadirá de seguir intentándolo.

La desesperación y los sueños les convierten en filósofos y poetas. Las inscripciones en las celdas y los grafitis en los sombríos muros de los guetos cuentas sus historias, garabateadas con carbón:

“Europa o nada. Dios está allí”. “Es mejor morir en el mar que morir delante de tu madre sin nada”.

La tierra de nadie en la que los niños son el problema de otro

Transporte de migrantes y refugiados en Zinder, Níger / © UNICEF/UN0209720/Gilbertson VII Photo

La migración es tan antigua como la propia humanidad. Para muchos, un rito de iniciación a la edad adulta, o sencillamente una manera de buscar una vida mejor. Y no parece que el cierre de puertas y fronteras vaya a detenerla. África tiene la población más joven y que crece más rápidamente. Hay un dicho que cuenta que “África está sentada con sus bolsas preparadas”. Una de las pintadas de Agadez es un crudo recordatorio de una de las razones: “África es rica, pero sus niños la abandonan por sus malos gobiernos”.

Pero solo un 15% de quienes están migrando en África muestran interés por llegar a Europa.

Así que gestionar la migración es algo global, y ahora que los Pactos Mundiales sobre Refugiados y Migraciones se están finalizando, la UE y otros actores necesitan realmente aprovechar este momento para poner las necesidades de los niños desarraigados por encima de los intereses nacionales. También hay que mantener a las familias juntas y a los niños seguros, e invertir en países como Níger y otros del sur, que reciben a más migrantes y refugiados en un mes que todos los países del norte en un año.

Para muchos de ellos, el verdadero paraíso perdido es el ser desarraigado de su hogar y de sus seres queridos, sobre todo para los niños solos. Ahora miran a los estados más poderosos, a la UE y a la Unión Africana para que establezcan un sistema migratorio adecuado que no les deseche como el viento que les llevó a orillas extranjeras.

Los jóvenes reporteros de Bikoro se movilizan contra el ébola

Por Christophe Yoka Nkummu Daddy, responsable de los jóvenes reporteros de UNICEF en Bikoro (República Democrática del Congo)

El 8 de mayo, el Ministerio de Salud declaró un brote de ébola en Bikoro, una zona de la provincia de Ecuatoria en República Democrática del Congo. Hasta la fecha se han registrado en este lugar unos 23 casos, 18 de los cuales han terminado con la muerte del paciente. Se ha identificado a más de 250 personas que estuvieron en contacto –directo o indirecto- con ellos, y que ahora están en observación.

Me llamo Christophe Yoka Nkumu. Soy supervisor de los Jóvenes Reporteros de Bikoro desde hace tres años. Siempre he querido guiar y proteger a los niños. No entiendo cómo alguien puede abandonar a un niño o menospreciar sus derechos. Dirigir a los Jóvenes Reporteros de Bikoro me permite entender qué problemas afrontan los niños en mi comunidad y poder hacer algo para mejorar su situación.

Los jóvenes reporteros de Bikoro se movilizan contra el ébola

Los Jóvenes Reporteros realizan actividades de sensibilización en las escuelas para combatir el ébola/ ©UNICEF

Cuando escuché por la radio la declaración del Ministerio de Salud, me dije a mí mismo que ningún niño debería morir a causa de esta enfermedad. ¡Debíamos actuar rápido! Inmediatamente reuní a los Jóvenes Reporteros y nos reunimos con el médico jefe del distrito. Era fundamental que los chicos recibieran información durante esos primeros días para poder empezar a actuar sin dilación. Algunos niños estaban un poco reacios porque no sabían nada del ébola. Después de una breve charla, el miedo dio paso a la motivación.

De un niño a otro

Concienciar en las escuelas es absolutamente crucial para combatir la propagación del virus del ébola. Los Jóvenes Reporteros establecieron puntos de lavado de manos y explicaron a los niños los buenos hábitos que debían incorporar a sus rutinas diarias. En solo unos días, ocho reporteros llevaron a cabo sesiones de sensibilización para 2.000 escolares de la ciudad de Bikoro. Es más, cuando un niño habla a otro, podemos estar seguros de que el mensaje será comprendido y tenido en cuenta fácilmente.

Los niños son discriminados por otros niños en la escuela. Recuerdo el caso de un niño de 12 años cuyo padre recibía tratamiento en el Centro de Tratamiento del Ébola (ETC, por sus siglas en inglés). Bikoro es una ciudad pequeña, así que cuando la dirección de la escuela se enteró de que el padre del chico estaba ingresado, decidieron que no podría ir más a la escuela. Durante más de dos semanas, este estudiante de cuarto grado tuvo que quedarse en casa. Los Jóvenes Reporteros lucharon por que le permitieran volver a clase. Todo le va bien a hora a este niño. Ha vuelto a la escuela y su padre ha salido del ETC.

Por el momento, las actividades de sensibilización solo se realizan en escuelas de educación primaria, pero creo que deberíamos ampliarlas a todos los centros educativos. El ébola no se detiene en el sexto curso de educación primaria.

¿Cómo podemos ampliar la concienciación?

Además de las actividades de sensibilización en escuelas, podemos publicar nuestros mensajes a mayor escala. Desafortunadamente, y a diferencia de otros distritos, Bikoro no tiene una emisora de radio comunitaria a través de la cual poder difundir buenos hábitos. Eso sería demasiado fácil. Desde un solo lugar, podríamos alcanzar a la población más remota sin tener que desplazarnos hasta allí. Pero así, ¿cómo podríamos recorrer cientos de kilómetros para que los Jóvenes Reporteros puedan difundir su mensaje?

Una emisora de radio comunitaria podría también permitirnos divulgar la Convención sobre los Derechos del Niño y aumentar la concienciación de la gente sobre las enfermedades transmitidas a través del agua, que están devastando nuestra ciudad. Podríamos hablar fácilmente sobre todo esto en la radio, y llegar a poblaciones que normalmente son inaccesibles.

Hay algo que no tuvimos en cuenta: desde la declaración del brote de ébola en Bikoro, decenas de trabajadores humanitarios han llegado a la zona. Esto ha dificultado el acceso a internet.

Pero a pesar de las dificultades, los Jóvenes Reporteros de Bikoro siguen dispuestos a concienciar a la población de Bikoro sobre el virus del ébola y a mostrar al mundo lo que aquí está ocurriendo.

Yemen: cómo la reforma de baños en las escuelas ayuda a los niños a retomar sus estudios

Por Najwa Al Romain, UNICEF en Yemen

Mohamed es alumno de noveno grado en la escuela de Al Mahdhar, que está en lo alto de una meseta a la que se llega por una carretera irregular desde las afueras de Saná, la capital de Yemen. Es diabético, por lo que tener un cuarto de baño operativo es especialmente importante para Mohamed. “Siento que mi vejiga está a punto de explotar cada media hora, y necesito utilizar el baño mucho. Así que a menudo tengo que salir de clase para ir”, cuenta Mohamed. “Pero si tuviera que ir al baño en el recreo, cuando todos mis compañeros están alrededor en el patio, no tendría un lugar privado al que ir. Así que solía esperar unos 20 minutos, hasta que el recreo terminaba. No puedes ni imaginar el dolor mientras contaba unos minutos que me parecían horas”.

Yemen: cómo la reforma de baños en las escuelas ayuda a los niños a retomar sus estudios

Mohammed, entrando en uno de los nuevos baños de su escuela. Antes de la reforma, tenía que salir al aire libre para que nadie le viera /© UNICEF Yemen/2018/Al Romaim

El dolor no era la única preocupación de Mohamed. Cada día debía llevar 1,5 litros de agua a la escuela para poder lavarse después de orinar. Afortunadamente, ya no tendrá que hacerlo nunca más. UNICEF ha apoyado la reforma de los cuartos de baño de su escuela, y por fin hay agua corriente. Finalmente, Mohamed puede retomar sus estudios. Es uno de los mejores alumnos de su clase, pero debido a estos problemas con los baños se saltaba clases habitualmente y admite que odiaba la escuela.

“Ahora, ir a la escuela es una de las mejores cosas de mi vida”, dice alegremente.

Mohamed no era el único estudiante afectado por la falta de baños en la escuela de Al Mahdhar. Bakeel, tres cursos por debajo de Mohamed, sufre de piedras en el riñón con solo 12 años. Debido a esta enfermedad, tiene que ir al baño a menudo. “En invierno es peor”, asegura. “Tengo que ir una vez cada veinte minutos”.

Por eso no sorprende la alegría de Bakeel cuando UNICEF llegó para reformar los baños. Agradecido, explica que “Me siento más cómodo ahora en la escuela, y ya no estoy preocupado por cuántas veces tengo que ir al baño. Antes estaban cerrados, pero ahora puedo ir las veces que necesite y siempre hay un baño limpio y también agua disponible”.

Yemen: cómo la reforma de baños en las escuelas ayuda a los niños a retomar sus estudios

Bakeel, lavándose las manos después de ir al baño en la escuela / © UNICEF Yemen/2018/Al Romaim

Mientras que en la escuela de al Mahdhar hay sobre todo niños, los tres primeros cursos son mixtos, con niñas también. Antes de la reforma, eran las niñas pequeñas, como Enas y Abrar, las que más sufrían. Ambas están en tercer grado.

Con una sonrisa tímida e inocente, Enas cuenta que “antes de tener los nuevos baños, tenía que ir a casa cuando quería ir al baño, así que perdía mucho tiempo de clase. Esto significa que me tenía que esforzar muchísimo, pero ya no tengo ese problema”. Para Abrar, el problema era ligeramente distinto. “Mi madre no me dejaba beber agua antes de ir a la escuela por la mañana, para así no tener que ir al baño. Pasaba todo el día con mucha sed, hasta que volvía a casa”. Con una confianza recién adquirida, Abrar asegura que ahora “Estoy muy contenta de poder beber agua en cualquier momento, siempre que me apetece”.

El 26 de marzo se cumplen tres años de guerra en Yemen. El conflicto ha llevado al cierre completo o parcial de más de 2.000 escuelas. Muchas de ellas están destruidas o parcialmente dañadas, y necesitan urgentemente una reparación para mejorar el entorno de aprendizaje. En 2017, UNICEF mejoró las instalaciones de agua y saneamiento de 232 escuelas de todo el país, incluida la de Al Mahdhar.

 

Siete años de guerra en Siria: la inspiradora carta de una joven siria

Por Mouna Otham, alumna de clases de refuerzo apoyadas por UNICEF en Siria

Mouna, de 20 años, nació con una discapacidad visual. A los obstáculos que afronta de por sí, se han unido los siete años de guerra en Siria y los desplazamientos. Pero ella está decidida a continuar con su educación y a estudiar ciencias políticas. Mouna quiere que el mundo la escuche, y por ello participa en un programa radiofónico semanal en el que debate sobre temas que interesan a jóvenes como ella.

Mouna nos ha enviado una carta escrita en braille, que transcribimos a continuación:

«Me llamo Mouna Otham y soy de Alepo, Siria. Tengo 20 años. Vivo con mi padre, mi madre, dos hermanos y una hermana. Todos vivimos en una casa. Nos hemos visto obligados a desplazarnos cinco veces entre Alepo y Hama.

La situación es más tranquila ahora en mi pueblo, pero sigo sin poder volver. Muy poca gente lo ha hecho, y nosotros no podemos permitirnos arreglar nuestra casa, que quedó parcialmente destruida durante los combates.

Aunque nací ciega, siempre me he sentido agradecida porque no hay nada difícil para mí. Estoy decidida a lograr mis objetivos en la vida.

Siete años de guerra en Siria: la inspiradora carta de una joven siria

Mouna, de camino a la parada del bus escolar cerca de su casa, en Alepo / ©UNICEF/Syria2018/Khudr Al-Issa

La guerra, y sobre todo los desplazamientos, me afectaron mucho. Cada vez que hago nuevos amigos tengo que dejarlos. Echo de menos cada casa en la que hemos vivido.

Cuando la guerra empezó, siempre tuve miedo de no poder encontrar la estabilidad. Pero después me sentí más fuerte, sabiendo que tengo derecho a vivir y a aprender.

La guerra también se llevó a un amigo muy querido. Le arrancaron la vida como a una flor que está a punto de florecer. Fue asesinado por un proyectil en un ataque mientras reparaba su casa. Lloré mucho después de su muerte. Solíamos hablar mucho sobre las dificultades que afronto. Él me dio la fuerza para enfrentarme a esos obstáculos.

Empecé a ir a la escuela cuando tenía 12 años. Era un colegio para niños discapacitados visuales. En una semana aprendí braille, y en un solo año pasé dos cursos.

Después, cuando tuvimos que movernos, fui a un colegio normal. Allí mis amigos me ayudaron mucho. Ellos me leían las lecciones y yo las escribía. Tengo una herramienta especial para escribir, llamada pizarra de braille, que tiene un bolígrafo especial para perforar el papel.

Ahora sigo con mi educación. Empecé a ir a clases de refuerzo de inglés y francés después de la escuela. Cuando voy al colegio, cuento lo que aprendo de mis amigos. Les ayudo a entender y aprender. Me encanta ayudar a los demás.

El mayor obstáculo al que me enfrento en la escuela es la falta de libros de texto en braille. Solo tengo los audiolibros, pero no puedo depender de ellos. Necesito libros en braille para poder estudiar. Copiar los libros de texto nos lleva a mis amigos y a mí unas siete horas al día. Apenas tengo tiempo para estudiar. A pesar de los avances tecnológicos, los libros son los mejores recursos.

También me gusta participar en programas de radio de sensibilización, algo que hago cada semana. Comparto mis opiniones y hago sugerencias a otros jóvenes. Debatimos temas como el matrimonio temprano, el divorcio en la familia, el trabajo infantil, etc.

Más adelante quiero estudiar ciencias políticas. Mi amiga Maram me habló de esta materia y me encantó. Espero lograr ir a la universidad en el futuro.

Finalmente, deseo de todo corazón que todos los niños puedan recibir educación. Aprender es lo más importante en esta vida. No hay vida si no hay educación. Cuando la recibimos, vemos la vida de manera positiva.

Y aquellos que han tenido la oportunidad de recibir una educación deberían difundir y compartir sus conocimientos con otros. Así es cómo se desarrollan las sociedades.

Con todo mi amor y respeto,

Mouna»
(Alepo, Siria)

Mutilación Genital Femenina: una generación más en la lucha

Por Eva Gilliam, UNICEF en Yibuti

Mariam Kako nació en el suburbio de Arhiba, en Yibuti, el 13 de abril de 1986. La mayor de seis hermanos, dejó el instituto para ayudar en casa y, en algún momento, encontrar un trabajo.

“Afortunadamente sabía leer y escribir”, recuerda Mariam. “Por eso conseguí trabajo”.

Mariam trabajaba registrando niños para campaña de vacunación contra la polio en el centro de salud.

En 2005 la invitaron a participar en un programa comunitario de empoderamiento basado en derechos humanos. Allí aprendió acerca de la Convención sobre los Derechos del Niño y acerca de derechos de la mujer, democracia, salud, medio ambiente, protección infantil y gestión de proyectos. La formación fue impartida por una ONG senegalesa con décadas de experiencia, Tostan.

Mutilación Genital Femenina: una generación más en la lucha

Mariam se ha convertido en una gran influencia para las niñas de su aldea /©UNICEF

UNICEF y UNFPA, con apoyo del Ministerio de Mujer y Familias de Yibuti, invitó a Tostan a liderar esa formación e implementar el programa en el país. Mariam fue una de los cinco invitados al curso, que duró dos años. Al finalizar, ella a su vez facilitaría otros cursos a otras comunidades.

En su primer año de formación conoció a Ali. “Tenía clase por la mañana y prácticas por la tarde. Caminé más que nunca en mi vida”, explica Mariam. “Y él siempre estaba allí, charlando, pidiéndome mi número”.

Mientras tanto Mariam aprendía sobre resolución de conflictos, derechos humanos, derechos de la infancia, democracia…y se unió a un movimiento contra la mutilación genital femenina. “Aprendí todo sobre problemas de salud, sus peligros, y que realmente debemos acabar con ello por la salud de nuestras niñas”.

Ali y Mariam se casaron, y a los dos años de empezar la formación tuvieron una niña. “Me entristecía perderme mi graduación, pero ver a mi perfecta hija hizo que mereciera la pena”.

Mariam sufrió mutilación genital femenina cuando tenía cinco años. “Recuerdo todo, cada mínimo detalle. Sigue todo en mi cabeza: dónde fue, quién me sujetaba. Y cómo todo se enmascaró como una fiesta, con regalos y música”.

Le cortaron el clítoris y los labios mayores y menores con una cuchilla de afeitar. Luego cosieron los dos lados. Es la forma más común de los tres tipos de mutilación genital femenina que se practican en Yibuti.

Era 1991, un tiempo en el que el 98% de las mujeres de entre 19 y 49 años sufrían mutilación genital femenina en ese país. Era ilegal desde los 80, pero era y sigue siendo una tradición entre la mayoría de grupos étnicos.

Mariam se puso de parto el día de su graduación. “Era perfecta. Miré a mi madre y le dije que no estaba autorizada para cortarla. La tradición acaba aquí”.

Pero su madre era una firme tradicionalista. Una semana después de dar a luz, cuando Mariam salió de casa para recoger su certificado de graduación, su madre vio la oportunidad y llamó a una “cortadora” de la zona. Cuando Mariam y su marido volvieron se encontraron a su bebé sangrando y gritando.

Durante los siguientes 40 días el bebé siguió sangrando. A los seis meses, había bajado de peso hasta alcanzar el peso que tenía cuando nació. La infección estaba apagando su cuerpecito.

“Estaba avergonzada y aterrorizada. ¿Cómo podía tener una hija víctima de la mutilación genital? Si fuera al médico sería como admitir la culpa, a menos que no le dijera la verdad y denunciara a mi madre y a mi marido, algo que no podía hacer. Estaba paralizada. Solo podía contestar al médico con monosílabos”. Con seis meses, la hija de Mariam murió.

“Pude ver el arrepentimiento en los ojos de mi madre. Pero era demasiado tarde”.

Según una encuesta de 2016, el porcentaje de mujeres que sufren mutilación genital femenina en Yibuti ha pasado del 98% al 73%.

Cortaron a mi madre con semanas de vida, y a mí también”, explica Mariam. “Nunca he conocido la vida sin la mutilación, y nunca lo haré. Creo que ahora puedo usar lo que sé para parar estas tradiciones dañinas”.

No puedo recuperar a mi niña, pero sí puedo evitar que le pase a otras. Y con suerte, algún día podre tener otra hija”.

En 2017, de una muestra de 960 niñas en riesgo, el 60% se libró de la mutilación genital femenina. Esto fue posible gracias a la movilización social. Gracias a personas como Mariam Kako.

Sudán del Sur: registrar un nacimiento es proporcionar una identidad

Por Simon Crittle, UNICEF en Sudán del Sur

Aloch Valentino, de solo un día de vida, succiona el pecho de su madre ajena al revuelo que hay a su alrededor.

Esta diminuta niña de Sudán del Sur está rodeada de médicos y funcionarios que apuntan su nombre y fecha de nacimiento en un gran libro manoseado. Con este registro se generará un documento que la niña mantendrá durante toda su vida: una partida de nacimiento.

Cuando en 2011 Sudán del Sur logró su independencia, no existía legislación para registrar los nacimientos o expedir partidas de nacimiento. Y con el país atrapado en una guerra civil desde 2013, la mayoría de nacimientos (más o menos el 65%) no se ha documentado.

Sudán del Sur: registrar un nacimiento es proporcionar una identidad

Aloch Valentino y su madre /©UNICEF/ Sudán del Sur / Simon Crittle

UNICEF lanzó un programa piloto para abordar esta laguna y ayudar al Ministerio de Sanidad a registrar los nacimientos. Desde que se puso en marcha, 100.000 recién nacidos han sido registrados en dos de los diez estados del país. Las madres que dan a luz en hospitales y clínicas rellenan un formulario y reciben un documento de notificación. Debido a que el 88% de los bebés nacen en casa, las matronas que asisten estos partos se han unido también a la iniciativa.

“Los padres pueden llevar ese documento a la oficina de inmigración para tramitar la nacionalidad, obtener pasaportes, matricular en la escuela, o incluso demostrar la propiedad de parcelas de terreno”, explica el funcionario de estadísticas del Ministerio de Sanidad, Albino Buli. Además, nos cuenta que el registro de nacimientos proporciona datos cruciales sobre el número de niños que nace, lo cual permite planificar cuándo y dónde establecer infraestructuras como escuelas, carreteras y hospitales.

Los niños menores de cinco años no solo reciben su documento de notificación, sino que también están incluidos en una base de datos. Los mayores de esta edad, que nunca fueron registrados, también reciben los nuevos documentos, tras haber sido identificados mediante listas en papel. UNICEF ha aportado ordenadores e impresoras al programa, así como artículos básicos de oficina como papel para imprimir las notificaciones y tinta para los sellos oficiales.

Antes de que Sudán del Sur se escindiera de su vecino del norte, Sudán, el entonces gobierno nacional, instalado en Jartum, registró algunos de los nacimientos del sur. Sin embargo, estos documentos ahora son inaccesibles para los sursudaneses, que no tienen los medios para viajar al norte y solicitarlos. Muchos ciudadanos que lo han intentado cuentan que fue muy difícil.

Si el parlamento aprueba las leyes federales para establecer un sistema formal de registro de nacimiento, los padres podrán cambiar los documentos de notificación por verdaderos certificados de nacimiento. Para entonces, el gobierno y UNICEEF creen que el actual programa piloto habrá establecido la mayoría de herramientas y procedimientos para registrar los nacimientos en los diez estados del país, tanto en ciudades como en pueblos remotos.

Richard Silas, oficial de protección de UNICEF, explica que si se aprueba el proyecto de ley los actuales documentos de notificación serán expedidos paro los trabajadores de salud. Estos se los entregarán a los padres, y con ellos podrán solicitar al gobierno un certificado de nacimiento.

La notificación demostrará que un niño nació en un lugar determinado en un día y hora concretos”, nos cuenta. “Luego los padres irán al lugar donde se expiden los certificados, y pasarán esa información al certificado”.

Fue más difícil emitir las notificaciones en las áreas remotas de Sudán del Sur, donde la mayoría de la gente no eran conscientes de la importancia de tener documentos identificativos. “Como parte del programa piloto”, concluye Silas, tenemos voluntarios comunitarios trabajando desde la base, concienciando sobre la importancia de registrar los nacimientos y yendo con un cuaderno para registrar a los niños”.

Mortalidad infantil: podemos dar la vuelta a las cifras

Por Belén Ruiz-Ocaña, UNICEF Comité Español

En Sierra Leona, Manso Turay, de 9 días, es acunado por su madre, Tenneh. Cuatro de sus cinco hijos nacieron en un centro sanitario. “Nancy, la trabajadora sanitaria de mi comunidad, me hizo entender los beneficios de ir al médico cuando estás embarazada, y de dar a luz en un centro. No me importa caminar más de 6 kilómetros para llegar, porque sé que en mi pueblo no puedo recibir esa atención. Mis bebés y yo estuvimos bien al dar a luz porque me puse todas las vacunas que me mandaron durante el embarazo, y también les vacuné a ellos. Además, mis hijos apenas se ponen enfermos porque duermen debajo de mosquiteras y tienen buenos hábitos de higiene”, cuenta Tenneh.

Afortunadamente, ellos tienen acceso a una atención sanitaria adecuada, y gracias a ello Manso no forma parte de una terrible estadística: todavía, cada día, 7.000 recién nacidos mueren, sobre todo por complicaciones durante el parto o debido a parto prematuro.

Mortalidad infantil: podemos dar la vuelta a las cifras

Manso Turay, de tan solo nueve días, acunado por su madre, Tenneh /© UNICEF/UN065191/Phelps

Son datos del último informe de Naciones Unidas, Niveles y Tendencias de la Mortalidad Infantil 2017, que, aunque refleja grandes avances (desde el año 2000 se han salvado 50 millones de vidas de niños), destaca también datos inadmisibles en pleno siglo XXI:

  • 15.000 niños murieron cada día en 2016 antes de cumplir cinco años, es decir, 5,6 millones de niños al año.
  • 2,6 millones de niños nacen muertos cada año, algo que en la mayoría de los casos podría haberse evitado.
  • 7.000 recién nacidos mueren cada día, la mitad de ellos en tan solo cinco países: India, Pakistán, Nigeria, República Democrática del Congo y Etiopía.
  • Si se mantienen las tendencias actuales, ente 2017 y 2030 morirán 60 millones de niños menores de cinco años.

Podemos dar la vuelta a estos datos. Poner fin a las muertes de niños puede lograrse con medidas como mejorar el acceso a la sanidad y, sobre todo, terminar con las inequidades existentes entre países y poblaciones. En Sierra Leona, donde nació y vive Manso, el gobierno sigue trabajando para proporcionar atención sanitaria y materna asequible y de calidad. El país tiene una de las tasas de mortalidad más altas del mundo: 1.360 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, o lo que es lo mismo, 120 muertes por 1.000 nacidos vivos.

Para abordar este asunto, UNICEF trabaja con el gobierno y otras autoridades, con el objetivo de construir y rehabilitar instalaciones sanitarias, formar a los trabajadores y proporcionar equipos y suministros médicos. UNICEF forma parte también de la iniciativa gubernamental para proporcionar atención sanitaria gratuita, que incluye medicamentos gratis para mujeres embarazadas y lactantes, y para niños menores de 5 años. Unos 15.000 trabajadores de la salud comunitarios del país, a través de esta iniciativa, están llevando servicios sanitarios vitales en sus comunidades.

En África subsahariana se producen el 38% de las muertes de recién nacidos. Todavía la neumonía y la diarrea encabezan el listado de enfermedades infecciosas que causan la muerte de millones de niños cada año en el mundo.

También la malaria causa muchos problemas en países como Sierra Leona. Allí vive también Mariama Bangura, concretamente en el pueblo de Gondama. El país es uno de los siete de África subsahariana donde más de una cuarta parte de la población está infectada de malaria en algún momento. Casi tres de cada diez ciudadanos sufre la enfermedad, que causa aproximadamente del 20% de las muertes infantiles. Las mujeres embarazadas sufren un riesgo especial, ya que contribuye a las altas tasas de abortos, partos prematuros y bajo peso de los recién nacidos.

Mortalidad infantil: podemos dar la vuelta a las cifras

Mariama Bangura vive en Sierra Leona, donde el 25% de la población está infectada de malaria /© UNICEF/UN072236/Phelps

Cuatro de cada diez niños de entre 6 meses y 5 años dio positivo en malaria, según datos de Sierra Leona, cuyo plan estratégico nacional plantea que todos los niños menores de cinco años y las mujeres embarazadas deberían dormir todas las noches bajo una mosquitera. Por ello, en junio el Ministerio de Salud distribuyó 4,3 millones de mosquiteras y suplementos de vitamina A.

Son medidas como esta las que pueden contribuir a seguir avanzando en la lucha por la supervivencia infantil.

Cómo un hospital de Kirguistán le plantó cara a la mortalidad infantil

Por Sven G. Simonsen, UNICEF en Kirguistán

Este bebé que has visto…”. El doctor Shavkat Tadjibaev señala la sala de reanimación que acaba de mostrarnos. “Hace tres años, no habría vivido. Pero ahora está tranquilo, está respirando. Podemos decir que se está recuperando”.

El doctor Shavkat Tadjibaev es pediatra en el hospital infantil territorial Kara-Suu, en el sur de la provincia de Osh, Kirguistán. Este hospital da servicio a una población mayoritariamente de la etnia Uzbek. Kara-Suu fue uno de los distritos más afectados por el conflicto étnico que sufrió el país en 2010.

El médico nos relata una historia muy personal. Es también la historia de cómo, en poco tiempo, la atención a niños gravemente enfermos ha mejorado considerablemente.

Un comienzo dramático

La historia empieza de forma más dramática, un día de primavera de 2013. Tadjibaev estaba de guardia cuando un bebé de cuatro meses, enfermo de diarrea, cayó en coma. El personal no tenía medios para ayudarle y no podía ser trasladado al hospital provincial, que estaba a tan solo veinte minutos.

El niño se moría, y lo único que podía hacer yo era observar su estado”, lamenta el médico.

El bebé de 4 meses pudo ser trasladado en ambulancia al hospital de Osh /©UNICEF Kyrgyzstan/2017/Cholpon Imanalieva

Sin embargo, justo ese día el Ministro de Sanidad y dos experimentados médicos que representaban a UNICEF estaban visitando el hospital. Ellos contactaron con el hospital provincial, que envió una ambulancia totalmente equipada. El niño pudo ser tratado en Osh. “Cuando le visité al día siguiente estaba consciente y sonreía”.

Lo que ocurrió al día siguiente fue solo el comienzo de algo mucho más grande. Porque ese incidente reveló las deficiencias del hospital en la atención a niños gravemente enfermos, que cada año causaban muchas muertes que se podían haber prevenido. Hasta hace pocos años, la situación en Kara-Suu era “muy mala”, en palabras de Gulmira Kalbaeva, la directora del hospital, que empezó a trabajar allí hace siete años. “La tasa de mortalidad era muy alta. Cada año veíamos morir a más de 40 niños. La mitad moría de neumonía”.

UNICEF toma la iniciativa

Las causas eran variadas: falta de equipamiento, falta de formación, procedimientos erróneos y una deficiente cooperación entre hospitales. Cada causa se abordó a través de una serie de iniciativas de UNICEF, financiadas por el gobierno de Japón.

El incidente puso de manifiesto la falta de protocolos para dar respuesta a emergencias médicas. Las consecuencias podían ser terribles.

“A veces era un caos. Los médicos no se entendían unos a otros, cada uno proponía su propio tratamiento”.

UNICEF, con el Ministerio de Sanidad, inició un proceso para formular por primera vez protocolos nacionales sobre reanimación infantil en cuatro de las afecciones más comunes. Han sido aprobados recientemente.

“Los protocolos aportan mecanismos claros, lo cual nos hace ahorrar tiempo. Ahora solo tenemos en reanimación a la mitad de niños que solíamos tener, porque respondemos de manera más adecuada a cada caso”, explica Tadjibaev.

En paralelo, UNICEF inició una amplia formación a médicos de reanimación infantil y otro personal de los hospitales de todo el país. En 2015 la organización llevó a un equipo de especialistas de Lituania para impartir formación de soporte vital pediátrico avanzado. Una evaluación posterior ha demostrado que quienes recibieron esta formación obtienen resultados un 30% mejores que los que no. Por eso el soporte vital ha entrado en el programa académico de formación pediátrica postgrado.

Todo el personal del Kara-Suu ha realizado ya varias formaciones para mejorar. “Nos gusta el método de los formadores de UNICEF”, asegura Kalbaeva. “Son formaciones prácticas, van a lo importante, y además luego hay visitas de supervisión para asegurarse de que lo estamos poniendo en práctica. Además, hay una cosa muy importante, y es que forman a la vez a médicos y enfermeras, para enseñarnos a trabajar juntos como equipo. Antes, las enfermeras no podían ayudar a un niño en una emergencia, tenían miedo y no sabían cómo actuar. Pero ahora pueden intervenir si el médico no está”.

Mejora de los equipamientos

También la mejora en los equipamientos ha permitido mejorar la respuesta. Hasta hace poco, la sala de reanimación del hospital estaba desprovista de equipos operativos. Ahora hay tres camas con material vital. De hecho, Kara-Suu es uno de los 34 hospitales del país que han recibido por parte de UNICEF máquinas CPAP, que ayudan a respirar a los niños de una manera no intrusiva.

Finalmente, UNICEF ha contribuido a preparar protocolos para la derivación de niños gravemente enfermos, para garantizar que los traslados sean en ambulancias adecuadamente equipadas, que no haya retrasos y que los mejores hospitales estén preparados para recibir al paciente.

Hasta hace tres años, cada año entre 15 y 20 niños morían mientras eran trasladados en taxi de las localidades de Kara-Suu al hospital provincial de Osh. En 2013, de los 27 niños derivados a Osh desde los centros de salud locales o llevados por sus familias, 19 murieron por el camino o durante las tres primeras horas de hospitalización. Hoy, con un traslado en ambulancia y con un sistema de derivación que funciona, esto puede ocurrir quizás una vez al año.

Por fin duermo bien por las noches

La tasa de mortalidad es muy baja en el hospital de Kara-Suu: mientras que hace siete años cada año morían 20-25 niños por neumonía, en 2015 eran cinco y en 2016 fueron solo dos.

Cómo un hospital de Kirguistán le plantó cara a la mortalidad infantil

El doctor Shavkat Tadjibaev, frente a una de las tres camas del área de reanimación equipadas con soporte vital /©UNICEF Kyrgyzstan/2017/Sven G. Simonsen

El niño con el que Tadjibaev empezaban nuestra conversación tenía neumonía. Su pronóstico es bueno, y desde luego mucho mejor que lo que habría sido hace unos pocos años.

Cuando le pregunto qué supone todo esto para él personalmente, el doctor Tadjibaev me responde: “Antes, cuando un niño moría, sentía que no le había salvado incluso aunque podría haberlo hecho. Ese es un sentimiento con el que es muy muy difícil vivir. Pero ahora puedo dormir bien por la noches”.

Chad: el miedo que trae la desnutrición

Por Laura Rubio, UNICEF Comité Español, desde Chad

(Las huellas de Boko Haram, segunda parte).

En la zona del lago Chad, 8 de cada 10 personas desplazadas viven en comunidades de acogida, no en campos para desplazados. Sufren los que tienen que huir, pero también los que reciben el flujo constante de personas que llegan sin nada, a las que acogen por principios.

Una de estas comunidades es Tagal, una aldea de pescadores a orillas del lago, que ha visto cómo su población se ha duplicado debido a la llegada continua de quienes huyende la violencia de Boko Haram. Tagal era ya una aldea pobre, sin infraestructuras ni acceso a servicios básicos, y con recursos mínimos para subsistir. Pero aunque hay buenas intenciones, no llega para todos. Los locales y los desplazados comparten lo poco que tienen, hasta lo más básico: el agua, los alimentos, las esterillas, los enseres de cocina viejos y desgastados… y también las enfermedades y un estado de desnutrición crónica difícil de revertir.

Es en esa aldea de personas generosas donde a primera hora de la mañana recibimos otro golpe de realidad, muy difícil de encajar.
Sobre una esterilla de palma en la entrada de su vivienda (una choza levantada en la arena con hojas y cañas secas) nos encontramos con Akbáh y su padre.

Chad: el miedo que trae la desnutrición

Los niños son los más afectados por la violencia de Boko Haram / UNICEF Chad/2017/Bahaji

Akbáh, de tres años – aunque no aparentaba más de dos – estaba tumbado de lado sobre la esterilla, quietecito y tranquilo, ataviado solo con el hilo marrón atado a la cintura característico de los niños de su etnia (Kanembu). Su padre, sentado a su lado, nos relataba su historia mientras le acariciaba la cabeza.

Hacía meses que Akbáh estaba enfermo. Lo habían llevado al médico en varias ocasiones, pero no habían conseguido que mejorase. Tras semanas enganchando fiebres, tos, y sin poder retener nada en el estómago, Akbáh parecía demasiado cansado para seguir. La malaria y la desnutrición no daban tregua, y su presa ya no podía más.

No lo decía claramente porque su niño estaba delante, pero su relato dejaba entrever que ni su mujer ni él albergaban ninguna esperanza de que pudiera sobrevivir. Ya habían perdido dos hijos antes y reconocían bien las señales.

Los ojos grandes y serenos de Akbáh contrastaban con la crueldad de su suerte. No emitía ni un quejido, ni un llanto, solo una tos flemosa y débil salía de sus labios de cuando en cuando, como no queriendo molestar. La madre nos miraba desde la distancia mientras seguía con sus quehaceres.

“Es mejor no encariñarse demasiado con los hijos porque se te pueden morir en cualquier momento”, decía otra madre.

Deseé con todas mis fuerzas ver a Akbáh levantarse y salir corriendo a jugar con los otros niños, a tirar de ese camión fabricado con una lata oxidada atada a una caja con tapones … Pero nada de eso ocurrió. La realidad es que nos despedimos de Akbáh, que seguía apurando cada respiración en silencio junto a su padre.

Nos costó, los pies no querían irse. Sentí en mi interior esa mezcla de tristeza y rabia por la injusticia y la impotencia de todo aquello.

Cada vida cuenta. Cuando ves que se consigue salvar las vidas de miles de niños te sientes infinitamente feliz, e infinitamente triste cuando eres testigo de que la valiosísima vida de un niño como Akbáh se escapa.

Desde Tagal seguimos hacia la isla de Bouguirmi, en la zona central del Lago.

Las islas en el norte están deshabitadas. Algunas, debido a ataques de Boko Haram, otras evacuadas por las fuerzas militares como medida de protección. En esos movimientos de personas muchos han perdido la vida, y los que se han librado tienen que sobrevivir en medio de condiciones extremadamente duras. Este también es el caso de la gente de Bouguirmi.

Habían vuelto a la isla hacía dos meses, después de más de dos años de abandono forzoso. Tras recibir el aviso de que el grupo terrorista iba a atacar su aldea, escaparon dejando todo atrás. Salieron con lo puesto, ayudándose unos a otros. Lo siguiente que vieron fue su aldea en llamas.

Ahora vuelven a empezar de cero. ¿Por qué volver?

Nos decían que puestos a vivir con todo tipo de carencias, prefieren hacerlo en la tierra que les vio nacer. Han reconstruido sus hogares, y hasta han habilitado un puesto de salud y una pequeña escuela apoyados por UNICEF. Su capacidad de sobreponerse a la adversidad es indudable, y están más unidos que nunca, pero el hambre aprieta. Sin recursos ni tiempo para cultivar la tierra antes de que empiece la temporada de lluvias, sin ganado, y sin comercio con Nigeria, su supervivencia depende completamente del apoyo del gobierno y la ayuda humanitaria.

Chad: el miedo que trae la desnutrición

Muchas madres dejan de producir leche. Casi todos los niños presentan síntomas de desnutrición / UNICEF Chad/2017/Bahaji

El día que visitamos Bouguirmi era jornada de vacunación y de control de talla y peso de los niños. No hacía falta ser médico para ver que la mayoría de los niños tenía algún síntoma de desnutrición: los bracitos y las piernas muy finos o con la piel pegada a los huesos, vientres hinchados, talla por debajo de lo normal… Todo esto, nos explicaba mi compañero especialista en Salud, los hace aún más frágiles, y cuando vienen otras enfermedades prevalentes, como la malaria, la fiebre amarilla, o enfermedades transmitidas por el agua, es muy difícil la recuperación. De ahí que la prevención sea tan importante.

Muchas madres dejan de producir leche debido a la violencia y el terror. Ves a madres con los niños colgados al pecho, pero ellas están ausentes, con la mirada muy lejos. El apoyo psicosocial es clave también para la nutrición. Así nos lo contaba una compañera psicóloga que trabaja con los desplazados y refugiados en la frontera norte con Nigeria. Nos explicó el vínculo entre el trauma y el hambre, y de lo duro que es también para los trabajadores humanitarios llegar a esas zonas de difícil acceso en ese contexto de violencia e inseguridad.

Escuchando y viendo todo eso es fácil comprender que Alimé, de 40 años, embarazada por novena vez, esté preocupada. Se siente muy mayor para volver a dar a luz y ha perdido tres hijos. El último era su única niña, de la que estaba embarazada cuando huyó de la aldea con su familia. No sabe si fue el miedo que se le quedó metido en el cuerpo la causa directa de un embarazo que se volvió muy complicado, probablemente. Recuerda que ese día, por suerte, estaba a orillas del río lavando sus enseres de cocina con sus hijos pequeños cerca de ella. Los mayores estaban pescando con su padre. Cuando escuchó el estruendo que avisaba del ataque inminente de Boko Haram cogió a uno de sus hijos en brazos, su marido cogió a otros dos y los mayores (entonces de 10 y 13 años) les siguieron corriendo. Tuvieron que correr mucho y permanecer escondidos entre los matorrales toda la noche, sin nada, hasta que se sintieron a salvo para salir y continuar la huida hasta una aldea ‘segura’. Alimé recuerda que estuvo sangrando varios días. Su niña nació con problemas de salud y murió a los 40 días. Cuando le pregunté qué deseaba para el futuro de su familia y sus hijos, me dijo: “alimentos, ropa… utensilios de cocina, porque hasta eso es prestado”. Nada más. Sus palabras reflejan bien que la supervivencia es el día a día.

No obstante, Alimé nos despidió esperanzada. Sus hijos pueden ir a la escuela, por primera vez está recibiendo cuidado prenatal e información sobre cómo preparar los alimentos para que sean más seguros y nutritivos y, también por primera vez, tiene pensado dar a luz en un centro sanitario. Razones muy buenas para mantener la esperanza.

Las huellas de Boko Haram, primera parte

Por Laura Rubio, UNICEF Comité Español, desde Chad.

Hace unos días estuve con UNICEF en la zona del Lago Chad, entre las fronteras de Chad, Níger, Nigeria y Camerún.

Antes del viaje me hice con informes y datos, leí artículos relevantes, hablé con otras personas que habían estado recientemente en la zona, vi fotografías y mapas del sitio. Yo diría que iba bien documentada. Todo apuntaba a que iba a ser un viaje complicado, pero ya el bofetón de aire caliente mezclado con la humedad sofocante, nada más bajar del avión, fue el primer aviso de que lo que estaba por venir iba a ser aún más sobrecogedor. En realidad, la situación allí es mucho peor de lo que me esperaba.

Las huellas de Boko Haram, Primera parte.

Esta niña tuvo que huir cuando se recibió el aviso de que Boko Haram estaba a punto de atacar su aldea / ©UNICEF/2017/Bahaji

Una zona olvidada en un país que sufre una crisis sin fin te planta cara y, sin necesidad de hurgar demasiado, te muestra sus heridas, aún abiertas. Y es que, aunque quisiera esconderlas, no podría.

En el Día Mundial del Refugiado, recuerdo que en Chad hay unas 600.000 personas desplazadas, refugiadas o que han regresado al país a causa de la violencia en los países fronterizos. Más de 4 millones de personas sufren inseguridad alimentaria y cerca de la mitad de los niños y niñas en edad escolar no van a la escuela. En la zona del Lago, esta cifra alcanza el 84%.

Violencia de Boko Haram. Lo que he visto y oído

Una buena amiga con la que comparto preocupaciones y charlas en las que arreglamos el mundo, me preguntó el otro día a propósito de mi viaje: “¿Pero en realidad qué es Boko Haram?” En ese momento le di una respuesta rápida y le prometí explicaciones a la vuelta.

Desde hace unos años, con los primeros ataques y secuestros del grupo terrorista, el mundo es consciente de la violencia y la crueldad de sus acciones. Se sabe que suelen atacar por la noche, que llevan el rostro cubierto y que van armados hasta los dientes; que saquean aldeas enteras y se lo llevan todo, todo, incluso, a las mujeres y los niños; que dejan una estela de destrucción y muerte, y un olor del que los sentidos difícilmente se pueden desprender jamás.

Y estando ahí, hundiendo mis pies en la misma arena caliente en la que ellos han hundido los suyos, pude sentir y ver las huellas del daño que esa violencia salvaje ha provocado en las familias y los niños en la zona del Lago. De una manera u otra, todos están marcados.

Boko Haram se nota en la voz apenas perceptible y los ojos tristes de los niños que nos contaron su huida de manos de los terroristas. Pudieron escapar en un descuido de sus vigilantes, o aprovechando el caos de los enfrentamientos con fuerzas militares. El ataque, el secuestro, el sometimiento, la huida, y el ser consciente de que aún no se está a salvo es demasiado peso para llevar encima. Y es evidente. Les cuesta levantar la mirada, no saben muy bien qué pensar sobre su futuro, y apenas esbozan algo parecido a una sonrisa cuando están tranquilos. Después de lo que han vivido, los veía ahí, recogiendo su dignidad, en un campo de desplazados en medio de la nada. Ahí, donde los niños no juegan, estos chicos se pasan los días sin apenas alicientes para revivir al niño moribundo que llevan dentro.

Es un proceso lento y largo el que deben seguir para conseguir sanar poco a poco las heridas. La liberación y la reintegración a sus comunidades es solo el comienzo. Nos lo contaban nuestros compañeros de UNICEF que apoyan el trabajo para la recuperación de estos niños, que pasa por la reunificación familiar, la educación y el apoyo psicosocial.

Tienen pesadillas por las noches. No quieren acercarse al lago a pescar ni alejarse demasiado de la aldea para buscarse la vida porque tienen miedo de volver a caer en manos de los terroristas, que pueden estar escondidos en cualquier sitio.

Y es que los radicales de BoKo Haram no son solo gente de fuera. ‘Los malos’, como los llaman muchos, sin más, para no invocarles, han conseguido colarse en los pueblos y reclutar a jóvenes locales que, seguramente atenazados por la pobreza y el desánimo, se convierten en presas fáciles y manipulables a los que utilizan para sus ataques.

Se te cae el alma al suelo cuando te cuenta el director de una escuela en el campo de desplazados de Yakoua (Bol) que todos los días, antes de entrar al recinto, los niños tienen que esperar en fila su turno para ser registrados por alumnos más mayores. Estos comprueban que los que están ahí son los que deberían e identifican casos sospechosos, posibles niños y niñas bomba.

Me preguntaba cómo se explica eso a los críos, qué entenderán de todo eso. No sé qué pasará por sus cabecitas, pero está claro que son conscientes del peligro. No eran el típico grupo de niños que cuando te ven llegar se lanzan a saludarte, curiosos y alegres, y que te cogen de la mano y te sonríen. No. Se mantenían a distancia, serios y cautos. Apenas hacían ruido y marchaban como soldados, firmes y en silencio, a recoger ordenadamente su ración del almuerzo. Para muchos, su única comida del día. Pasado un rato empiezan a juguetear y a acercarse, pero les cuesta, viven en alerta.

Los cacheos están establecidos también el día de mercado en Baga Sola. Otra localidad muy cerca del lago. En una de las entradas al mercado vimos un ‘puesto de control’ (una simple cuerda atada a un lado y a otro), donde un hombre mayor con turbante, una mujer y un niño, revisaban a ojo carretillas, triciclos y enseres de todas las personas que iban entrando, incluso miran entre las ropas de los niños y niñas por si llevaran escondidos explosivos. Según datos de los que dispone UNICEF, desde enero de 2014 se han utilizado 117 niños y niñas en los denominados ataques suicidas en los cuatro países afectados por la crisis.

En la zona del Lago Chad te das cuenta de que para Boko Haram las vidas de los niños, a los que tratan como objetos, no tienen valor.

Y eso es demoledor.