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Varada en Bukavu

Por Jana Brandt, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en Kalonge, República Democrática del Congo (RDC)

Estuve una semana en Bukavu, esperando mi permiso de trabajo para poder salir a Kalonge, a “mi” proyecto. La salida se retrasó por problemas administrativos en Kinshasa, la capital congoleña. Al haber terminado todas las reuniones informativas con el equipo de coordinación, no me quedaba otra que esperar y tener paciencia.

Bukavu, capital de Kivu Sur, con alrededor de 1 millón de habitantes, es una ciudad bastante particular. Su ubicación a lado del lago Kivu es sin lugar a duda espectacular (el paisaje es increíble), pero también es escenario de un gran despliegue humanitario: actualmente más de 250 ONGs tienen sus oficinas en la ciudad para gestionar desde allí proyectos de diferentes tipos en la región. Los típicos todoterrenos blancos que casi todas las ONGs utilizan para moverse -las más de las veces el terreno es de difícil acceso- abundan en la ciudad y chocan con la sencillez generalizada que domina el ambiente.

Clínica móvil de MSF en Nyabiondo, Kivu Norte (© Colin Delfosse)

Clínica móvil de MSF en Nyabiondo, Kivu Norte (© Colin Delfosse)

También MSF gestiona desde Bukavu cuatro proyectos en la región: en Shabunda, Minova y Kalonge con proyectos fijos, a parte de un equipo de emergencia llamado RUSK (Respuesta de Emergencia para Kivu Sur) que interviene en urgencias médicas en diferentes lugares de la zona. El equipo de MSF en Bukavu es enorme: más de 80 personas (entre médicos, enfermeros, logistas, administradores, conductores, etc.) se encargan del apoyo a los proyectos en terreno y a la vez hacen de puente con Barcelona, donde tiene su sede MSF España.

La elección de Bukavu para tantos actores no es ninguna casualidad: tanto Kivu Sur como Kivu Norte han sido históricamente dos de las provincias más turbulentas del país, lo que se debe no sólo a su ubicación estratégica como región fronteriza a Uganda, Ruanda y Burundi, sino sobre todo a su riqueza en minerales. Los Kivus siguen siendo hasta hoy escenario de mucha violencia armada que cada año causa el desplazamiento de miles de personas. El contexto congoleño con sus muchos grupos rebeldes es sumamente complejo.

Un Estado disfuncional, en el cual por ejemplo el sistema sanitario es muy ineficiente, agrava la situación para la población: la esperanza de vida en la República Democrática del Congo (RDC) es de tan sólo 45 años y con ello, una de las más bajas del mundo. Por tanto, trabajar en Congo se convierte casi en una obligación para una organización médica como Médicos Sin Fronteras. Las necesidades médicas son de tal dimensión que se podría señalar casi con los ojos cerrados cualquier punto del mapa congoleño e intervenir allí sin tener que preguntarse si va a ser pertinente o no: siempre lo será.

Los retos para trabajar en un país como Congo son enormes, no sólo en términos de sanidad, sino también logísticamente. Las infraestructuras, sobre todo las carreteras y los medios de transporte, son prácticamente inexistentes. Un pequeño, pero importante detalle: RDC es el undécimo país más grande del mundo, con una extensión de aproximadamente 2,3 millones de kilómetros cuadrados. ¡El equivalente a 4,6 veces el tamaño de España!

Equipos de MSF durante una intervención de emergencia para atender a desplazados en Kalonge, Kivu Sur, en julio de 2012 (© Juan Carlos Tomasi).

Equipos de MSF durante una intervención de emergencia para atender a desplazados en Kalonge, Kivu Sur, en julio de 2012 (© Juan Carlos Tomasi).

No es difícil imaginarse entonces el reto que representa la inexistencia de vías de transporte para el equipo logístico de MSF. Por ejemplo, a Shabunda, el transporte de materiales y personal funciona exclusivamente por avioneta. Sólo una vez se hizo el trayecto por tierra para aprovisionar el proyecto con coches 4×4. Por cuestiones de seguridad el equipo, tuvo que coger una ruta más larga: fueron 650 kilómetros… ¡y 8 días de viaje! En la época de lluvia, que por estas latitudes dura de septiembre hasta abril, la duración de los trayectos se duplica fácilmente, convirtiendo los movimientos en pequeñas pesadillas sobre todo para los conductores.

Cuando en la tarde de un miércoles recibí por fin el OK para mi salida a Kalonge, me sentí muy contenta, pero también tenía mil y una preguntas en mi mente. Es mi segunda misión con MSF y mi segunda misión como coordinadora de proyecto, pero es la primera en un contexto “típico” MSF. Estambul (Turquía), donde pasé casi 10 meses trabajando en un proyecto de salud mental para inmigrantes, fue -al tratarse de un contexto urbano– una experiencia muy diferente comparada con lo que me espera ahora en Congo. No voy a mentir: por momentos sentía cierto vértigo ante la responsabilidad que debía afrontar. Pero era un vértigo que también daba mucha energía. Así que: ¡para allá que me fui!

(Continuará)

Memorias del RUSK. Parte II: truenos de pólvora y fuego.

Por J. Mas Campos, coordinador de emergencias de MSF en Kivu Sur, República Democrática del Congo

En esta misma cartografía de la violencia, Primero de Año entraría dentro de una antonomasia más truculenta: el contexto de Bunyakiri, convulso y enloquecido como un jabalí herido, jamás nos permitiría completar la vacunación sin mostrarnos, bufando, el hocico y sus colmillos.

El 31 de diciembre intercambiaron truenos de pólvora y fuego los Raïa Mutomboki (en swahili significa “la población en cólera[1]) contra las FARDC (Fuerzas Armadas de la RDC). El RUSK, inmersos en nuestra campaña, presenciamos cómo un joven llegaba al hospital ese mismo 31 de diciembre por la tarde, y descendía de la motocicleta que lo trasladaba, herido de plomo, exánime y sin esperanza. Tendido en el suelo, ya casi sin hálito, el chaval moría de bala poco a poco a la puerta del hospital, decantándosele la vida a chorros por el costado, mientras un coro de matriarcas dolientes le amortajaban con sus ropas ensangrentadas hasta cubrir su rostro exangüe.

Equipos de MSF prestan asistencia a desplazados en Kalonge, Kivu Sur, en julio de 2012 (© Juan Carlos Tomasi).

Equipos de MSF prestan asistencia a desplazados en Kalonge, Kivu Sur, en julio de 2012 (© Juan Carlos Tomasi).

Esa misma tarde, comenzaron a llegar noticias inquietantes de varios otros heridos. Se desconocía localización, gravedad y número. Tras entablar contactos de seguridad con los jefes consuetudinarios y comandantes de FARDC y Raïa, a través de los que acordamos con ambas partes los términos de respeto a la neutralidad del “convoy humanitario” y de evacuación de los más graves cualquiera que fuera su afiliación, uniforme o etnia, el RUSK nos preparamos a intervenir… por algo somos el equipo de emergencias.

El corredor humanitario se abrió el 2 de enero a las 7 de la mañana, único momento de serenidad y calma de todo el día… Al cabo de media hora y durante todo el resto de la jornada, la misión de evacuación de heridos transcurrió en unas circunstancias tan extremas de tensión entre las dos partes del conflicto, que si bien el corredor humanitario (las luces de intermitencia parpadeando constantemente durante nuestra singladura en cada flanco de los 4×4) y nuestra integridad fueron respetados (sin perjuicio de ser en ocasiones bienvenidos con algunas amenazas, gajes del oficio), la neutralidad del convoy no lo fue tanto. Por ninguna de las partes, soldados regulares y milicias anárquicas.

De haber recogido a determinados heridos (de uno y otro lado, todo dependía del protectorado o pedazo de tierra de nadie en la que nos halláramos), hubieran con toda certeza sido ejecutados en el camino, sin vacilar, a manos de la miríada de grupúsculos incontrolados, sea turbas violentas, sea soldados exaltados, que, armados con machetes, ametralladoras y fusiles de caza, nos detenían incesantemente en el curso de la ruta para inspeccionar la identidad de nuestros pacientes.

Logramos nuestro objetivo a pesar de sentirnos en ocasiones protagonistas de escenografías propias de sórdidas películas basadas en las macabras historias del África reciente, imágenes todas que torturan el imaginario colectivo. Afortunadamente, pudimos llegar al hospital con los heridos, y salir airosos para contarla.

(Continuará)

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[1] Un movimiento popular nacido para proteger a la comunidad autóctona congoleña contra las acciones y venganzas de los FDLR, los antiguos hutus de las milicias Interahamwe, en vista de que las Fuerzas Armadas Congolesas (FARDC) se veían incapaces de hacerlo por sí mismas. Los Raïa Mutomboki visten grisgris y talismanes, se dicen poseedores de una poción mágica que les confiere resistencia anti-balas, y desde hace unos meses han trocado los machetes y las lanzas por rifles de caza y metralletas automáticas. Son los jóvenes airados del Congo, que hartos de ser víctimas, tomaron la determinación de tomarse la justicia por su mano.