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Ucrania: esquivar minas antipersona para poder llegar a los niños

Por Serhiy Melnyk, conductor en UNICEF Ucrania

Serhiy Melnyk, con la desolación detrás (UNICEF Ukraine/2015)

Serhiy Melnyk, con la desolación detrás (UNICEF Ukraine/2015)

Nunca lo habría imaginado, pero conducir por las zonas del este de Ucrania afectadas por el conflicto, del que hoy se cumple un año, se ha convertido en algo muy habitual en mi trabajo. Acabo de regresar de una misión en la región de Donetsk y creo que los recuerdos del camino quedarán grabados en mi mente para siempre.

Salimos hacia Donetsk el pasado domingo por la mañana. Formábamos parte del convoy de vehículos blindados de la ONU. Atravesamos los puestos de control rápido y, mientras conducíamos, nos confirmaron que nos dirigíamos a Debaltseve. En cuanto lo escuché, el nivel de adrenalina en mis venas subió considerablemente.

Ese día vi cosas que la gente que vive en la parte controlada por el gobierno casi nunca ve. Llegamos al pueblo de Nikishine, que fue un punto de defensa del gobierno en la batalla por Debaltvese. Al principio, parecía que estábamos a la zona de exclusión de Chernóbil. No había nadie, ni animales en las calles, ni pájaros cantando. Ninguna casa seguía en pie.

Nos detuvimos en el centro del pueblo y la gente comenzó a salir de los edificios. Algunos tenían niños. Se acercaron a nosotros preguntando: “¿Cómo vais a ayudarnos?”. Pensé que cualquier cosa ayudaría a estas personas. Sus casas estaban en ruinas; su ropa y comida, cubiertas por los escombros. Muchas familias habían perdido, literalmente, todo lo que tenían.

Al salir de Nikishine, descansamos durante un rato y nuestros compañeros nos explicaron por qué este pueblo estaba especialmente destruido. En ambos extremos de la localidad pudimos ver los restos de los puestos de control de las partes en conflicto, con munición ya utilizada desperdigada por el suelo.

Nuestro convoy siguió su camino y pronto dejamos Nikishine a lo lejos. Pero mis pensamientos seguían en las calles vacías y destrozadas del pueblo. De repente escuché una voz con un ligero acento en la radio: “Chicos, hay ladrillos en la carretera. Tenéis que esquivarlos”. Era el compañero que conducía el primer coche del convoy. Ya había estado antes en la zona y los locales le conocían.

Los ladrillos se apilan para señalar dónde hay minas y munición sin explotar. Por cómo estaban las cosas, tuve que conducir muy rápido, ¡y maniobrar entre los ladrillos no fue fácil! Nos encontrábamos en un camino rural de 4 kilómetros, todo cubierto de pilas de ladrillos y dividido por explosivos y piezas de tanques.

Sentí que era demasiada adrenalina, más de la que mi cuerpo podía soportar, y que esta salía fuera y rodeaba el coche.

Las minas y la munición sin explotar no solo están en los caminos. Se pueden encontrar en todas partes –en tierras de cultivo, en ciudades, en la periferia. Los explosivos son especialmente peligrosos para los niños, que a menudo no son conscientes del riesgo al que se enfrentan. Al menos 42 niños han muerto y 109 han resultado heridos por minas y munición en las regiones de Donetsk y Lugansk desde que comenzó el conflicto.

Cuando las familias desplazadas regresan a casa, esto es lo que se encuentran. El Servicio Estatal de Emergencias está limpiando los campos de batalla de explosivos – más de 33.000 hasta ahora – pero el peligro persiste. Por este motivo, UNICEF está llevando a cabo una campaña para deducir el riesgo de las minas, que pretende sensibilizar a medio millón de niños y sus familias sobre estos artefactos.

A lo largo de nuestro camino, las ruedas de nuestro vehículo esquivaron al menos 20 minas y munición sin explotar. A ambos lados de la carretera, los campos estaban llenos de cráteres provocados por las bombas. Pudimos deducir, por la forma en la que los proyectiles impactaron en el suelo, que la zona había sufrido de fuertes bombardeos.

El mayor peligro había quedado atrás cuando llegamos a Debaltseve. UNICEF y ACNUR fueron las primeras organizaciones de la ONU en llegar aquí desde los enfrentamientos de enero y febrero.

Una vez más, entramos en una localidad que estaba devastada y parecía desierta. De camino al centro, no vimos a más de cinco personas por la calle… Nuestra misión tenía que continuar. Y continúa.

Restos de una bomba de racimo en Donetsk . (UNICEF Ukraine/2015)

Restos de una bomba de racimo en Donetsk . (UNICEF Ukraine/2015)