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Respondiendo a nuevos brotes de cólera

Por Amos Hercz (Haití, Médicos Sin Fronteras)

El cólera no ser queda quieto por mucho tiempo en Haití. Ya me estaba acostumbrando a la rutina en el Centro de Tratamiento de Cólera (CTC) aquí en Dessalines, cuando nuestro equipo de consultas externas empezó a detectar nuevos brotes en las localidades circundantes.

Así que empezamos a llevar medicamentos, materiales y médicos, para organizar el tratamiento local del cólera. Algunos pueblos están muy apartados. La carretera a Nampol, por ejemplo, zigzaguea abruptamente montaña arriba. El viaje me permitió admirar hermosas vistas del valle de Artibonite, donde comenzó la epidemia de cólera. Es zona rural, pero hay gente por todas partes, trabajando en el campo, caminando, descansando, comiendo, lavándose, bañándose, mirándonos pasar, saludando con la mano… Haití es un país densamente poblado.

El dispensario local de Nampol ya estaba proporcionando tratamiento a pacientes con cólera cuando llegamos. Los enfermos estaban siendo atendidos justo al lado del pozo que abastece de agua al pueblo. Había camas por todas partes, y era imposible circular entre ellas. La electricidad en la región rara vez funciona, y las enfermeras estaban atendiendo a los pacientes a la luz de las velas.

El panorama preocupó mucho a nuestra logista. El control del contagio se estaba viniendo abajo. Era imposible distinguir a los enfermos de sus familiares, o identificar a los pacientes en estado más grave. De hecho, ella incluso fue testigo de cómo alguien lavaba directamente en el pozo las tazas utilizadas por los enfermos para rehidratarse. Una forma bien eficaz de propagar la epidemia…

Esto es lo que nos encontramos al llegar, así que nos pusimos manos a la obra de inmediato.

Cercamos la instalación y redirigimos la circulación, de forma que quienes quisieran llegar al pozo tuvieran que rodear la unidad de tratamiento. También limitamos a uno el número de visitantes por paciente.

La gente nos miraba con asombro. ¿Por qué estos extranjeros insisten en tener camas vacías, en filas ordenadas, cuando hay gente fuera, en el barro? Es difícil de explicar, pero explicarnos es parte de nuestro trabajo. Las camas vacías son para los pacientes que aún no han llegado, es la preparación básica de emergencia: los pacientes con cólera a menudo llegan moribundos, necesitan una atención inmediata, y eso supone que tiene que haber camas de hospitalización disponibles en todo momento.

También es muy posible que la enfermera local nunca haya visto un moderno servicio de urgencias. Me reúno con los médicos locales que hemos contratado, con la idea de que puedan asumir un papel activo en la organización y gestión de la instalación. La mayoría acaban de comenzar sus carreras y no están acostumbrados a tal responsabilidad. Necesitaremos algo de tiempo para “construir” un servicio eficiente, así que, mientras trabajamos en ello, transferimos a los pacientes más enfermos a nuestro CTC en Dessalines.

Volví a Dessalines para esperar al primer grupo de pacientes que íbamos a trasladar desde Nampol. Estoy habituado a las referencias de pacientes en Canadá, pero, a diferencia de allí, en Haití no hay helicópteros con telemetría cardiaca. A pesar de que un enfermero acompaña a los pacientes, las condiciones del viaje eran muy complicadas. Cuando llegaron, ya estaba oscuro y había poca visibilidad, y la lona que cerraba la trasera del camión lo oscurecía todo aún más.

Me di cuenta de que no tenía idea de en qué estado llegaban los pacientes. Así que les pedí a todos que se pusieran en pie. No parecía una orden amable en sus circunstancias, pero lo cierto es que era la única forma de identificar a los que no podían moverse y comprobar su pulso en primer lugar. Todo el mundo tenía pulso. Pocos podían caminar. Fue un viaje difícil, pero conseguimos que pasaran la noche en Dessalines.

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Fotos: Todas: © Amos Hercz