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El mayor miedo de una madre rohingya

Esta historia cuenta la desgarradora realidad a la que se enfrentan miles de madres rohingyas refugiadas.

Por Charlotte Glennie, de UNICEF Australia, desde Cox’s Bazar

Cada día surgen nuevos horrores en la situación que afrontan los refugiados rohingyas en los campos de Cox’s Bazar. Esta es una emergencia de proporciones inmensas. Lo demuestra el sufrimiento de niños como Anamul, de nueve meses. Su madre, Nuraasha, de 20 años, le ha llevado a una de las tiendas médicas instaladas por UNICEF y el gobierno de Bangladesh. Allí van a vacunarle contra el sarampión y la rubeola, ya que las enfermedades infecciosas amenazan a esta vasta comunidad de refugiados recién llegados, y los trabajadores sanitarios se apresuran para vacunar a 150.000 niños lo más rápido posible.

El mayor miedo de una madre rohingya

Nuraasha y Anamul, antes de ser trasladados a la clínica donde el bebé recibirá tratamiento contra la desnutrición /© UNICEF Australia/Matthew Smeal

Pero cuando madre e hijo llegan, se hace patente que Anamul tiene necesidades más urgentes. El bebé y su madre, embarazada de seis meses, son llevados rápidamente al experto nutricional que UNICEF y sus aliados han llevado al campo para identificar los casos de desnutrición infantil más graves.

Sin duda, Anamul es uno de ellos.

Cuando el experto mide el diminuto perímetro del brazo de Anamul, el resultado es un siete. Cualquier cifra por debajo del 12 se traduce en que el niño sufre desnutrición. Pero los números más bajos significan que está en riesgo inmediato de muerte a menos que reciba tratamiento inmediatamente. Este bebé hambriento tiene todos los síntomas de desnutrición extrema: sus sienes están hundidas, no tiene masa muscular en la parte superior del brazo, sus pequeñas costillas sobresalen del cuerpo.

Llevamos rápidamente a Nuraasha y su precioso hijo a la clínica, donde llegan muchos de estos niños.

Mientras espera, comparte con nosotros parte de su terrible historia, como la de tantos otros refugiados rohingyas.

“Hace una semana que llegué a Bangladesh”, me cuenta. “Mi marido está aquí pero está enfermo, tiene fiebre. Al llegar me alojé en un sitio, pero me obligaron a ir a otro, y después a otro, y a otro”.

Huyendo de la violencia, Nuraasha llegó a Bangladesh sin nada. Alguien le dio algo de comida, pero se le está terminando. Le pregunto cómo está alimentando a su bebé. “Tengo un poco de leche y arroz frito. Le alimento con eso poco a poco. Mezclo el arroz con la leche”.

UNICEF estima que hay entre 3.000 y 4.000 niños con desnutrición severa y aguda entre los que han llegado a Bangladesh desde el 25 de agosto. Necesitan tratamiento o probablemente morirán.

Estamos haciendo lo que podemos para llegar a todos ellos, pero las zonas en las que la gente se queda de manera temporal son remotas y de difícil acceso. Los campos son caóticos. Muchos refugiados pasan fugazmente, se mueven de asentamiento en asentamiento buscando ayuda desesperadamente. Es una carrera contra el reloj.

Anamul es enviado a una clínica local donde recibirá tratamiento y se le hará seguimiento. UNICEF está trabajando para proporcionar a los niños más gravemente desnutridos tratamiento terapéutico vital.

Pero necesitamos más recursos para responder de manera adecuada a esta crisis, y si no los logramos esta situación se convertirá probablemente en una catástrofe, peor aún, una catástrofe que a afectará al menos a 240.000 niños rohingyas.

Una identidad legal, clave para los derechos humanos

Marta Pérez Reinoso, voluntaria Plan Internacional

Imagina que eres una niña que está en la escuela y acabas de recibir las notas de un examen difícil que hiciste hace poco. Lo has hecho muy bien y no puedes esperar para contárselo a tus padres, así que corres a casa y abres la puerta emocionada. Pero en cuanto los ves, sabes que algo no va bien. Puedes verlo en sus ojos. Tienen que decirte algo, así que te sientas y escuchas. Entonces te cuentan lo que ocurre: han acordado tu matrimonio con un hombre que te dobla la edad, porque no pueden permitirse seguir manteniéndote.

Esta es la historia de Rubi, de Bangladesh, que con sólo 15 años vio como su vida cambiaba en un  instante. Fue una situación horrible, pero en lugar de seguir el camino que sus padres habían marcado, Rubi hizo algo valiente y extraordinario: luchó contra ello.

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La niña había asistido a un foro local para jóvenes organizado por Plan Internacional, en la que la organización local Shomaj Unnoyon Proshikkhan Kendro les ofreció un dato: el 64% de las mujeres de Bangladesh de entre 20 y 24  años se había casado antes de los 18 años, algo que es ilegal. Rubi también sabía que el matrimonio significaría el final de su escolarización, y eso era algo a lo que no estaba dispuesta a renunciar, así que pidió ayuda.

Gracias a su certificado de nacimiento y con la ayuda de los organizadores del foro infantil y del presidente del consejo local, Rubi pudo demostrar quién era y qué edad tenía.

Le dije [al presidente] que yo tenía derecho a una educación hasta los 18 años y que mis padres debían respetarlo. El presidente fue a mi casa y habló con mis padres, pero al principio ellos no estaban convencidos” dice Rubi. Aunque no fue un camino fácil, finalmente sus padres aceptaron y anularon su matrimonio.

El certificado de nacimiento, clave contra matrimonio infantil forzado

Ahora Rubi tiene 19 años. Está estudiando Historia Islámica y quiere ser profesora, pero no ha olvidado aquella experiencia que a punto estuvo de cambiarle la vida, por lo que compagina sus estudios con charlas informativas.  “Antes en nuestra zona la gente no entendía las ventajas y desventajas del certificado de nacimiento. En los últimos cinco años hemos realizado diferentes actividades de concienciación, para que nuestra comunidad pueda entender la importancia de este registro. Ahora nuestra comunidad se preocupa por el tema” añade.

Aunque en los países del primer mundo puede parecer que el certificado de nacimiento es sólo un papel, su importancia en otras partes del mundo es enorme. Este papel cambió la vida de Rubi y puede ayudar a reducir los matrimonios infantiles y a aumentar los años de escolarización, puede cambiar la vida de miles de niños que en estos momentos no pueden defenderse, que carecen de derechos, que son anulados, explotados y manejados como marionetas, porque simplemente, son «invisibles» y, por tanto, no existen.

Alrededor de 230 millones de niños de todo el mundo, de los que 135 millones se concentran en la zona de Asia-Pacífico, no han sido registrados al nacer. Son «niños invisibles«, niños que pertenecen a grupos ya de por sí marginados y cuya inexistencia legal les pone en la vida un obstáculo más.  Estos certificados les darían la llave para el resto de sus derechos. El derecho a votar, a tener una educación, a firmar un contrato o a defenderse. Les daría en definitiva el derecho a gritar y ser escuchados, el derecho a no seguir quedándose fuera de la foto.