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Un agua que se lleva las esperanzas

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Como cada año, la época de lluvias en Bolivia debió comenzar en noviembre y debía extenderse hasta  abril de este año; pero ya nadie cree en ese calendario que rige la vida productiva y social del país. Lo que hasta hace unos 10 años atrás era una certeza ahora se ha convertido en una utopía.  Las lluvias se retrasaron hasta enero y el servicio nacional de meteorología ha avisado que sólo habrá lluvias hasta marzo.

La vida campesina del país, tan llena de actividades  ligadas a la cultura y las creencias, gira en torno a las lluvias. Las comunidades indígenas rinden culto a la Pachamama (la Madre Tierra) en agosto y le piden siempre que bendiga sus escasas tierras con las lluvias necesarias para regar los cultivos y tener una cosecha abundante. Nunca le han pedido que mande más agua de la necesaria y el último tiempo, sus dioses no han sido equitativos. En unos lugares las lluvias intensas han inundado los campos, y se han llevado los terrenos cultivados en las márgenes de los ríos; en otros no llovió en los últimos dos años y las familias han padecido sequías tremendas que les han quitado el agua para sembrar, para dar al ganado y para beber ellos mismos. Los pobres siguen pagando el precio más alto por la crisis ambiental.

 Desborde del Río Chico. Foto: Correo del Sur

*Desborde del Río Chico (Correo del Sur)

El calendario escolar del país, que inicia clases en febrero y las termina en noviembre, toma en cuenta las lluvias. A veces se hace imposible llegar hasta la escuela durante la temporada de lluvias: atravesando ríos crecidos, o viviendo en comunidades que se han inundado y donde, de pronto, la preocupación principal es cómo salvar las pocas pertenencias familiares, los alimentos y algunos animales  vitales para la subsistencia. Cuando se es pobre, la naturaleza nos pone a prueba con cambios mínimos; ni hablar  ya del impacto que tiene en la vida de las personas los grandes cambios climáticos que están ocurriendo en los últimos años.

Desde hace dos semanas, nuestra oficina central en Bolivia se ha convertido en un centro de llamados de emergencia. En Tarvita (Chuquisaca) una riada arrastró un bus y un camión llenos de personas; el turbión de piedras, agua y lodo llegó de pronto, mientras las movilidades intentaban cruzar el río. Murieron 34 personas y sólo 19 pudieron salvarse.

 Río Quime se lleva varias casas. Foto: Diario La Razón

*Río Quime se lleva varias casas (Diario La Razón)

El pasado viernes 225 familias de la localidad de Río Chico, en Sucre, vieron como el agua del río se llevaba más de 400 metros lineales de gaviones (protectores de riberas) y sus terrenos quedaban a merced de la corriente. Con esos terrenos se fueron también las garantías de seguridad alimentaria de las familias que tenían sus cultivos sembrados allí: papas, hortalizas, maíz, entre otros. En algunos terrenos, el agua alcanzó 1 metro de altura.

Ese mismo día, en la localidad de Quime, aledaña a nuestro proyecto de Licoma, en La Paz, 139 personas fueron afectadas cuando el río del mismo nombre arrasó los gaviones protectores y con ellos las casas de esas familias. Y con las casas perdieron sus pertenencias y las herramientas con las que se ganan el pan diario.

Al día siguiente nos reportaban que 80 familias de Betanzos, en Potosí, habían sufrido el embate del río y habían perdido 400 hectáreas de cultivos.

Se teme que estas inundaciones desencadenen brotes de mosquitos aedes aegiptys, causantes del dengue, en las zonas endémicas de la enfermedad, y que esto derive en otra emergencia, esta vez, sanitaria.

En todos estos lugares se ha movilizado la cooperación de Ayuda en Acción para, al mismo tiempo que se hace la evaluación de los daños, se elaboren planes de atención a la emergencia en conjunto con los gobiernos municipales y las gobernaciones departamentales. Esto permite llevar ayuda efectiva y oportuna en la fase de emergencia; posteriormente se apoyarán las fases de rehabilitación social y productiva.

En el Chaco chuquisaqueño no llovió los dos últimos dos años y los pobladores padecieron una intensa sequía. En 2010 Ayuda en Acción, junto a la gobernación, puso en marcha un programa de atención a las familias que incluyó la construcción de reservorios de agua y sistemas de “cosecha de agua” de lluvia, para garantizar el suministro tanto a las personas como a los animales y los terrenos. También distribuyó alimentos secos y semillas de maíz. En los últimos meses, las semillas sembradas han comenzado a brotar y se espera una cosecha que al menos permita garantizar la seguridad alimentaria de las más de mil familias de la zona.

Y mientras en algunos sitios el agua se lleva las esperanzas de las familias, en otros, con el brote de los sembradíos, la esperanza vuelve a renacer.

“Hace falta agua para vivir como personas”

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

El viernes conocí a Marcela Hualpara. Vive en Viliroco,  a 35 minutos de la ciudad de La Paz, en pleno altiplano, donde sólo crecen algunos cultivos con mucho esfuerzo.  Marcela y su familia cosechan patatas y quinua, el cereal más nutritivo que dan estas tierras.

Viliroco está al borde de la carretera que va desde la sede de gobierno  -La Paz- hasta Viacha, la cabecera del municipio, pero a pesar de estar tan cerca de la ciudad y tener tan buena conexión caminera, hay muchos servicios a los que sus habitantes no tienen acceso; hasta hace muy poco, por ejemplo, no tenían agua potable.

 Marcela cocinando

La casa de Marcela está a escasos 400 mts de la carretera; allí vive  con su esposo, sus tres hijos y dos sobrinas. La más pequeña de sus hijas tiene seis años y va al preescolar en la escuela cercana, donde estudian otros 1200 alumnos hasta concluir el bachillerato. En toda la comunidad no hay más de 80 viviendas y la más alejada dista 8 km. de la escuela  y del sitio donde ya se alza, para alegría de todos, el tanque que abastece  a todas con agua potable.

Cuando llego a su casa, la sobrina mayor de Marcela está cocinando la comida. Utiliza bosta de vaca como combustible porque el gas licuado lo guardan para cocinar en la noche, cuando no se puede estar afuera. No se puede usar leña para cocinar porque en el altiplano no crecen árboles y la leña es muy cara.

 Marcela y sus vecinos ya tienen agua potable

“Hemos vivido como en el tiempo de los patronos, tomando el agua que sacábamos del pozo en la tierra. A los niños les daba “gusanera” y tenían que faltar a la escuela; gastábamos mucho en medicinas. Ni hablar del trabajo que pasaba para lavar la ropa y no podía ni bañarme”, nos contaba Marcela.

Hace apenas un año que Ayuda en Acción, con el apoyo de la Junta de Castilla La Mancha, les dio el apoyo financiero para que la comunidad construyera su sistema de agua potable. Nadie les construyó el sistema; fue la propia comunidad la que se organizó para abrir las zanjas necesarias y bajo la supervisión de un maestro constructor puso la mano de obra y los materiales locales. Así se fue elevando el tanque con capacidad de 20 mil litros y la red de conexión domiciliaria hasta cada una de las casas, (12.9 kms de tendido).

Cada familia puso 30 jornales de trabajo en los que hombres y mujeres se turnaban para las diferentes tareas. La  Alcaldía puso el proyecto listo para la ejecución, con sus planos y los cálculos , y la cooperación se encargó de cubrir el costo de los materiales que no se pueden conseguir allí, como el cemento, las tuberías, los grifos, etc.

Así, con el trabajo de todos, fue posible que además de todas las casas, también la escuela, la sede comunitaria y la posta de salud tengan el servicio.

Pero la comunidad también se ha organizado para la gestión del sistema, así no hay interrupciones del servicio. Además de poner por escrito sus estatutos, eligieron al Comité de Agua -integrado hoy por 5 mujeres y un hombre- que se encarga de la administración; contrataron un operador que además de echar andar y detener el suministro de acuerdo a los horarios establecidos, garantiza que la mínima falla  se arregle enseguida.

“Dos veces se quemó el fusible y una vez se arruinó el térmico, pero el operador enseguida fue a comprar los repuestos y el agua volvió ese mismo día a nuestras casas”, nos contaba Verónica, otra usuaria de Viliroco.

Y es que el mantenimiento del sistema se cubre con el excedente de la cuota fija mensual de 10 bolivianos (aproximadamente 0,90 céntimos de euro) que paga cada familia,  que alcanza para pagar el salario del operador, comprar los insumos para el hipoclorador y cubrir el costo de la energía eléctrica. Y que haya agua cada día no es ya una preocupación de los vecinos. 

Ahora las preocupaciones son otras: ¿cómo construir un depósito para guardar las herramientas que se compraron con el proyecto y que quedan como patrimonio de la comunidad?; ¿cómo hacer que todas las familias entiendan que el agua es sólo para consumo humano, para  beber, cocinar, lavar la ropa y bañarse?; ¿cómo castigar a los que malgastan y la usan para riego?; ¿cómo instalar una ducha en sus casas, donde el agua salga caliente?;  ¿cuánto costará poner un medidor para que el que gasta más pague más?

“Hay que pagar mensual y puntual, para que no se corte el agua, pero la gente lo hace bien. Algunos están usando para regar  y no tiene que ser así; a ese tenemos que ver cómo lo multamos”, nos comentaba preocupado Don Roberto, el presidente del Comité de Agua.

Marcela recoge agua del grifo en un balde y se la alcanza a su  sobrina, agachada al lado del fogón en el patio. Marcela sonríe mientras su otra sobrina arrea una vaca para llevarla a pastar. Hoy  la alegría de la gente de Viliroco se nota en su día a día.

“Ha sido un cambio radical. Con la pileta a domicilio vivimos como personas “, decía Don Hilarión Alanoca en la reunión comunitaria que tuvimos con ellos.

Cuando me despedía de Marcela me dijo: “Ahora, los niños se lavan la carita con gusto porque el agua corre y ya no faltan al colegio porque no les duele la barriga. Todo el mundo está contento  desde que el agua llega a su casa. Dígale eso a la gente que nos ayudó”. Y yo estoy cumpliendo esa tarea.

El agua potable no es sólo infraestructura

Jorge Álvarez-Sala, representante de Ingeniería Sin Fronteras ApD en Nicaragua

La semana pasada firmamos los contratos de ejecución de obras de abastecimiento de agua en cinco comunidades de Jinotega (Nicaragua). Es el primer paquete de obras, de las 15 que están previstas a ejecutar en cuatro años con el programa Terrena, que ejecuta Ingeniería Sin Fronteras junto con las organizaciones nicaragüenses La Cuculmeca y Centro Humboldt.

Hasta ahora, por la dinámica de los proyectos de cooperación, yo estaba acostumbrado a ejecutar este tipo de obras en un periodo máximo de uno a dos años, que incluía la identificación de necesidades, la elaboración del proyecto técnico, la licitación de obras y la ejecución de las mismas.

Llevamos casi 2 años de proyecto y apenas acabamos de iniciar la ejecución de las obras. ¿Vamos mal? Pues, probablemente no…. ¡al contrario!

En ocasiones, cuando se piensa en la ejecución de un sistema de abastecimiento de agua, uno tiende a pensar en la parte de infraestructura, de diseño… Sin embargo, ésta es la parte menos importante del proceso. Lo realmente complicado es conseguir que la gente se apropie de la infraestructura, que la utilice y, sobre todo, que la mantenga.

Alguna vez he comentado cómo mi primer proyecto de abastecimiento de agua, construido hace doce años en México, ya no funciona en la actualidad. Doce años es poquísimo tiempo para una infraestructura de este tipo. La mayor parte de las redes de abastecimiento de agua en España son de los años sesenta y siguen funcionando.

Lamentablemente, el sistema de abastecimiento de agua en México no es un caso aislado. En Nicaragua hay numerosos sistemas, construidos hace poco más de 10 años (algunos incluso menos) que no funcionan. ¿A quién culpar de esta situación? ¿Al ingeniero que los diseñó? ¿Al contratista?

Pues probablemente la principal responsabilidad la tienen los propios promotores, Gobierno y ONG principalmente, por no tener en cuenta la componente de mantenimiento y, sobre todo, de creación de capacidades. Evidentemente también hay una corresponsabilidad por parte de los propios beneficiarios, a quienes se les ha entregado un sistema en óptimas condiciones y han dejado que se echase a perder.

En el caso de Terrena, estamos ante un programa a cuatro años que te permite llevar otros ritmos y no quemar etapas.

En estos dos primeros años se ha podido hacer una identificación técnica basada en necesidades y no en criterios políticos (lo que la alcaldía considera como prioritario). Además, se han podido hacer los estudios previos, la topografía, estudios hidrogeológicos, sondeos, etc, como parte del proceso de apropiación y acompañamiento de la comunidad.

Para la redacción del proyecto técnico se ha contado con la inestimable colaboración de voluntarios españoles que han apoyado al equipo de ingenieros nicaragüenses del programa.

El acompañamiento en el proceso de licitación está permitiendo que los técnicos municipales aprendan y asimilen la importancia de la transparencia en estos procesos, evitando adjudicaciones » a dedo».

Probablemente el elemento clave para el éxito del sistema sea la organización y capacitación del Comité de Agua Potable y Saneamiento (CAPS). El CAPS será el encargado de la cloración del agua, de revisar los contadores, cobrar por el agua, y hacer la contabilidad de entradas y salidas de dinero para mantener el sistema.

Los CAPS están formados por personas de la propia comunidad, y que suelen ser voluntarias (salvo la persona que lee los contadores y que cobra las tarifas, que suele recibir un pequeño salario). La responsabilidad de sus miembros (y sus capacidades) es clave en la sostenibilidad de estos sistemas.

Esta semana he estado revisando con el coordinador de agua y saneamiento el plan de formación de estos CAPS. No solo es importante que capacitemos a los CAPS durante el proceso de construcción de las obras, sino que hay que acompañarlos, al menos durante varios meses, para comprobar que se da un buen mantenimiento y se cobran las tarifas correspondientes.

Hasta ahora he hablado de agua. Pero la componente de saneamiento es igualmente importante (otro día os cuento lo que estamos haciendo), y sobre todo la componente de higiene. Es importante mejorar los conocimientos, actitudes y prácticas higiénicas de la población si queremos que la instalación de un sistema de abastecimiento de agua tenga un impacto positivo sobre la salud (de eso también os hablaré otro día).

Saludos desde Nicaragua

Las casas de agua en Mozambique

Natalia Adsuar, documentalista y voluntaria de Ingeniería Sin Fronteras ApD en Mozambique

El pasado 22 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua, una fecha que sirve para recordar cifras todavía alarmantes, como el hecho de que 884 millones de personas vivan sin acceso al agua potable. Desde el sector de la cooperación, además de denunciar con estas cifras, tratamos de aportar ideas, soluciones…

21 de enero de 2010, a las 10:00 horas, en la aldea de Catia (Cabo Delgado – Mozambique). A nuestras espaldas, se encuentra una casa de agua en construcción, junto a un furo (perforación) esperando la instalación de una bomba de agua. Delante de nosotros, un espacio comunitario a la sombra de un gran árbol de anacardo.

Unas treinta personas, hombres, mujeres y algunos niños atraídos por el bullicio, están sentados debajo del árbol. Asistimos a una formación de los comités de agua de las aldeas de Linde y Catia sobre el montaje y mantenimiento de una bomba de agua, impartida por Cándido Fabião António, técnico de agua y saneamiento de Ingeniería Sin Fronteras (ISF) en Mozambique.

En ISF, que lleva trabajando en Mozambique desde 2008 en un programa de agua, energía y telecomunicaciones para la salud, promovemos la creación de estos comités, estructuras elegidas por la comunidad para gestionar los temas relacionados con el agua, que serán clave para el buen funcionamiento y mantenimiento del sistema, así como para la promoción de higiene y hábitos saludables. Sobre esto último también se implica la Asociación Mozambiqueña de Educación Comunitaria (AMEC).

Los miembros de AMEC pasan largas estancias en las comunidades para integrarse mejor en ellas y conocer de primera mano sus problemas y necesidades. Ante la dificultad de encontrar alojamiento, ISF propuso la construcción de casas de agua, construidas con material local por la propia comunidad.

Estas casas se han convertido en centros de reuniones para los comités de agua y en un motivo de orgullo para la aldea, donde se tratan temas de agua o de interés para la comunidad. A día de hoy, ya se han construido casas de agua en Naua, Campine y Linde. Las aldeas de Hempere y Catia, al ver la utilidad de la casa, han solicitado también la construcción de las suyas, que están en proceso.

Aún queda mucho trabajo por delante. Hacer infraestructuras es relativamente fácil, pero mantenerlas y cambiar hábitos de higiene es un proceso más complejo. En cualquier caso, esto será otra historia.