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Archivo de la categoría ‘República Centroafricana’

Lluvia, malaria y muchas preguntas

por Bruno da Silva Machado, administrador de terreno de MSF en Ndélé, República Centroafricana

Me desperté un poco antes de lo habitual; eran las 5 de la mañana y la lluvia caía sobre nuestro tejado de zinc. No era el único que se levantaba tan temprano: la mayoría de expatriados también se despiertan pronto. Ayer, todos trabajamos por lo menos 12 horas, y cuando el equipo médico regresó tras el toque de queda, lo hizo cabizbajo.

En República Centroafricana la lluvia significa poder tener agua. Normalmente el agua escasea en esta zona, así que naturalmente la lluvia es una bendición. Pero también significa charcos y aguas estancadas, perfectos campos de cultivo para los mosquitos. En otras palabras, la estación de lluvias tiene dos caras: trae agua y malaria a la vez. La tasa de mortalidad de la malaria ha aumentado drásticamente, especialmente entre los niños.

Mujeres con sus hijos ingresados en un hospital de MSF en RCA (© Corentin Fohlen).

Mujeres con sus hijos ingresados en un hospital de MSF en RCA (© Corentin Fohlen).

La noche anterior, tres niños habían muerto en el hospital. Llegaron tarde, en un estadio muy avanzado de la enfermedad. Y, tal como venía diciendo, la llegada del equipo médico remató aquel duro día. Juntos analizamos lo que podíamos cambiar y compartimos nuestras frustraciones sobre lo que no está a nuestro alcance: “Si hubiese más instalaciones médicas en la región, más cerca de las personas que las necesitan”… “Somos sólo 3 médicos aquí”… “Parece que hay un grupo armado en la carretera, la gente tiene miedo a desplazarse y cuando vienen es tarde, demasiado tarde”… Todos nos fuimos pronto a la cama.

La lluvia de la mañana amainó cuando salíamos a trabajar. La carretera que conduce hasta el hospital empezó entonces a despertar: los vendedores ambulantes montaron sus tenderetes, los niños salieron a jugar (la escuela pública lleva cerrada desde diciembre de 2012), la gente se puso a limpiar el barro de la noche anterior de las puertas de sus casas…

Era sábado. Los sábados por la mañana tenemos una reunión con todo el personal. Cerramos la semana compartiendo con los demás lo que hemos conseguido y lo que no. Digo ‘cerramos’ entre comillas, porque los días son, de hecho, todos iguales. El concepto de fin de semana cada vez me resulta menos claro. La gente enferma cada día, nace cada día, trabaja cada día…

En administración, el día de trabajo fluye como de costumbre: en una burbuja condensada de trabajo. Si intento describir cada tarea que he hecho hoy, parece como que he trabajado tres días seguidos. Sin embargo, la jornada pasa sin la sensación de que existan las horas. Los responsables de promoción de la salud están preparando una campaña para movilizar a las comunidades y encontrar donantes de sangre, una necesidad acuciante durante el pico de malaria (cuando ésta impacta de forma masiva).

También hemos estado muy ocupados preparándolo todo para recibir a más pacientes de lo normal: mosquiteras, camas, tiendas, más personal para atender a los enfermos, más gente para ocuparse de la higiene, comida para la cocina, más medicamentos. Sí, más medicamentos sin duda…

Pruebas rápidas de malaria durante una clínica móvil de MSF. El hombre de la imagen es diagnosticado y enviado a la farmacia del centro de salud (© MSF).

Pruebas rápidas de malaria durante una clínica móvil de MSF. El hombre de la imagen es diagnosticado y enviado a la farmacia del centro de salud (© MSF).

Todas las tareas se ven interrumpidas por cuestiones más apremiantes, muchas de las cuales están relacionadas con nuestro personal local. Las alegrías y las penas de las personas con las que trabajamos bastarían para llenar muchas páginas, pero supongo que lo mejor es no compartir sus historias particulares…

A la hora de la cena recibo la buena noticia de que dos mujeres han dado a luz esa tarde. A pesar de algunas complicaciones, el acceso al hospital les ha permitido dar a luz de forma segura a un niño y a una niña en perfecto estado de salud. La buena noticia cambia visiblemente el humor en la mesa.

Me pregunto cómo se llamarán. Me pregunto qué serán cuando crezcan. Me pregunto si sus hijos nacerán sus hijos en mejores condiciones. Me pregunto y vuelvo a preguntarme…

 

 

República Centroafricana es un país

por Bruno da Silva Machado, administrador de terreno de MSF en Ndélé, República Centroafricana

Cuando expliqué a mi familia y amigos que iba a salir al terreno con Médicos Sin Fronteras (MSF), muchos de ellos me preguntaron:

¿A dónde vas?
A la República Centroafricana, contestaba yo.
Sí, ¿pero a qué país?

Quizás muchos de vosotros ya lo sabéis pero, sólo para estar del todo seguro, me gustaría subrayar que la República Centroafricana es un país. Es un estado con una superficie de unos 620.000 kilómetros cuadrados (mayor que España) y tiene una población de 4,4 millones de habitantes (ligeramente inferior a la de Noruega). Tras una larga y confusa historia colonial, fue ‘reconocido’ como país en 1960. A pesar de su corta edad ya cuenta con una larga historia de gobernantes no elegidos democráticamente y golpes de estado.

El último de estos golpes fue a comienzos de este año.

Centro de salud incendiado y saqueado durante los disturbios que siguieron al cambio de gobierno (© MSF).

Centro de salud incendiado y saqueado durante los disturbios que siguieron al cambio de gobierno (© MSF).

El 10 de diciembre de 2012 estalló una rebelión en el norte. Tras muchos tira y afloja, las numerosas negociaciones frustradas y cambios de bando culminaron en una toma del poder el 23 de marzo por parte de la coalición Séléka. Esas semanas que siguieron fueron muy difíciles para todos. El país ha quedado desbaratado. La inestabilidad entre grupos rivales y muchas milicias extranjeras armadas han provocado situaciones realmente duras.

Naturalmente, las principales víctimas fueron las poblaciones atrapadas en medio del conflicto: un gran número de desplazados y refugiados, actos de violencia extrema, destrucción de cosechas, aldeas reducidas a cenizas, escuelas cerradas y los servicios que todavía se tenían en pie a punto de desplomarse.

El objetivo de este texto no es constituirse en un discurso geopolítico sobre el país: vamos a dejarlo en que hay muchos grupos de personas indeseables, tanto extranjeros como nacionales, que suelen ir armados.

Ndélé, cerca de la frontera con Chad y Sudán, donde yo trabajo, es una zona de las más remotas que uno pueda imaginar. Puedes sentir un creciente aislamiento con cada avión que coges para viajar hasta allí. Cuando tomé el vuelo Oslo-París-Bangui, los primeros signos ya se hacían evidentes. El avión iba prácticamente vacío. Al amanecer puede ver por la ventana kilómetros y kilómetros de bosques que parecían vírgenes. Sin casas, ni siquiera carreteras. Sólo un río largo y sinuoso hizo acto de presencia. Como una vena que bombeaba vida a esta inmensa tierra virgen.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la azafata. Advirtió a todo el mundo de que hacer fotos es ilegal. Cuando sales del aeropuerto, entiendes por qué no se permite hacer fotos… Pero en cuanto pasas los controles de carretera, ya se empiezan a ver algunos mercados y gente yendo de aquí para allá.

Clínica móvil de MSF a las afueras de Ndélé, en diciembre de 2012 (© Sylvain Groulx).

Clínica móvil de MSF a las afueras de Ndélé, en diciembre de 2012 (© Sylvain Groulx).

Para ir de Bangui a Ndélé, hay que coger otro avión. El estado de las carreteras es muy malo y se tarda varios días en llegar. El pequeño aeroplano permite apreciar una bonita vista del paisaje. Detrás dejamos la capital con sus muchas casas, grandes y pequeñas, rodeadas de árboles verdes y tierra rojiza. Regresamos al enorme manto verde, pero en alguna parte del camino el manto empieza a presentar agujeros. La diferencia se hizo obvia cuando estábamos a punto de aterrizar. La frondosa tierra virgen dejó paso a las copas de los árboles esparcidos por una tierra árida. Durante la estación seca incluso el acceso al agua constituye un problema.

Una vez aterrizas, el lugar parece incluso más olvidado. Aunque se trata de la capital de la provincia, carece de toda infraestructura. Es sorprendente analizar las diferencias. La mayoría de las organizaciones no gubernamentales evacuaron Ndélé durante los incidentes. Y casi ninguna de ellas ha reanudado todavía sus actividades.

Con un Gobierno que todavía tiene que hacerse con el control del territorio y la huida de las ONG, la población se ha quedado sola con sus muchas necesidades. Estas personas están ocultas a la mirada del mundo. La respuesta que suelo obtener de los transeúntes es “merci” (“gracias”). No sé si es que simplemente la gente es educada o si nos dan las gracias por no haberles olvidado.

Personalmente, no me resulta nada fácil escribir sobre Ndélé. Cuando intento describirlo, todo parece como una serie de acontecimientos sin orden ni concierto. Como si alguien hubiese sacado fotos desde el aire y al aterrizar intentase entender un orden al azar. Lo que es cierto un día puede no serlo al siguiente. Lo que es seguro un día puede no serlo mañana. En medio de toda esta inestabilidad, cada jornada parece la misma, pero cada día es diferente. Tal vez simplemente debería hablaros sobre un solo día. Esto es lo que haré en mi próximo post.

 

¿Y cuando el niño se pone malo?

por Esperanza Santos (de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, desde República Centroafricana)*

Os contaba el otro día el gusto que da encontrarse por lares tan apartados como Ndélé un hospital bien organizado. Como podréis imaginar, en República Centroafricana, esto no siempre es así.

Durante estas semanas, he podido ver el hospital de Bambari, un hospital público que es el hospital de referencia para toda la ‘Región 4’ (el país se divide en cinco, y en la región 4 viven más de medio millón de personas). ¡Madre mía, el hospital! Un desastre…

Para empezar, es como un laberinto: distintos edificios que se van conectando a veces unos con otros y en los distintos departamentos más de lo mismo: habitaciones con camas medio rotas, la mayoría sin colchones y las que los tienen en muy mal estado… el personal se lleva su propio material porque no hay nada. En total he visto 1 termómetro y 2 tensiómetros en todo el hospital, y eran de algunos enfermeros que han decidido comprárselos ellos mismos.

No hay electricidad ni agua corriente, los medicamentos y el material escasean y por supuesto nada es gratuito: los pacientes lo tienen que comprar en la farmacia y llevarlo a los diferentes departamentos para que se lo pongan.

 

Pacientes haciendo cola a las puertas del puesto de salud de Gbadéné, respaldado por MSF (© Cecilia Furió/MSF).

Pacientes haciendo cola a las puertas del puesto de salud de Gbadéné, respaldado por MSF (© Cecilia Furió/MSF).

No es raro. Este es un país muy pobre. Bueno más bien muy poco desarrollado, porque creo que en realidad no es tan pobre: es muy verde, por lo que debe ser fértil y tienen bastantes minas de diamantes. Aunque a veces, a estos es mejor tenerlos lejos…

El nivel educativo es muy muy bajo (la tasa de alfabetización es del 48%) y la de escolarización en primaria también ronda el 50%, el sistema sanitario, además de no ser gratuito, deja bastante que desear. Por ejemplo, en toda República Centroafricana hay sólo 72 médicos: hay 4,4 millones de habitantes así que tocan a un médico por cada 60.000 personas, y de hecho la mayoría de ellos ocupan cargos más administrativos y de gestión que clínicos. Como os decía, no hay luz ni agua corriente en ningún lado, ni siquiera en la capital, Bangui, funcionan bien estos servicios.

Aquí ves la vida tan sencilla que llevan y a veces te da la sensación de que es ideal. Me explico: la imagen es bonita. A las 6:30 o 7 de la mañana, cuando nosotros empezamos a trabajar, ya ves a las familias al lado de sus cabañitas, sentados todos juntos alrededor de un fuego, calentando la ‘bouille’ (como una papilla hecha con arroz) para desayunar, probablemente después de haber ido ya a por el agua, la leña… algunos están ya moliendo la harina, otros barriendo su parcelita para mantenerla limpia, algunos tienen gallinas, cabritos e incluso algún cerdo por ahí correteando.

Esa es la parte ideal de la historia, una vida de familia, tranquila y sencilla, sin necesidades añadidas ni consumismo, ni tonterías.

Claro, pero esta mente mía no me deja quedarme con esa idea bucólica en la cabeza, y enseguida me pongo a pensar… ¿y cuando el niño se pone malo porque por la noche hace frío, se acatarra o le pica un anopheles, qué? Ahí se empieza a romper en pedazos la imagen bucólica…

Atención médica en el puesto de salud de Gbadéné, respaldado por MSF (© Cecilia Furió/MSF).

Atención médica en el puesto de salud de Gbadéné, respaldado por MSF (© Cecilia Furió/MSF).

Si el niño enfermo tiene que caminar con su madre unos 10-15 km para llegar al puesto de salud más cercano y que le atienda un agente de salud que no tiene formación alguna aparte de la experiencia y que muchas veces no sabrá diferenciar si el niño tiene catarro, malaria o sarampión (que es posible porque la cobertura vacunal está por debajo del 50%)… si después de caminar esos kilómetros y que le atiendan, tiene que pagar por esa consulta y por los medicamentos que necesita, si es que los tienen, que no es seguro…  si decide no caminar y probar con la medicina tradicional del curandero del pueblo (que puede funcionar o no) y que le va a costar también casi como la consulta del puesto de salud… si sabes que ese niño es probable que nunca llegue a recibir una formación académica suficiente como para sustituir al agente del puesto de salud y mejorar la calidad… si la madre embarazada no tiene nadie que le haga seguimiento de su embarazo ni ninguna estructura sanitaria a la que acudir en caso de cualquier complicación… pues la imagen empieza a ser menos bucólica ¿verdad?

La vida sencilla y sin consumismo sería ideal si el niño fuese al colegio, si tuviesen puestos de salud en condiciones a los que acudir… y unas cuantas cosas más, empezando porque se termine el conflicto, pero eso de momento es difícil de conseguir.

El conflicto lo único que ha traído para estas familias son más complicaciones si cabe. Las carreteras (si se les puede llamar así) están cortadas por lo que el poco comercio que había ahora es inexistente. Los pocos colegios que había, cerrados. Los pocos puestos de salud que había, sin medicamentos. Y de vez en cuando un grupo armado pasa por el pueblo porque tiene necesidad de comida, de medicamentos y de brutalidad. Así que, no me queda otra cosa que decir, la guerra es una cosa muy mala y que no hay nada que la pueda justificar.

* Esperanza Santos trabaja en terreno con MSF desde 2006. Es enfermera y actualmente es coordinadora en la Unidad de Emergencias. Si quieres leer otros posts de Esperanza en misiones anteriores con MSF, pincha aquí.

Pequeños avances y grandes desafíos

por Esperanza Santos (de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, desde República Centroafricana)*

Empiezo por el final, por Ndélé. ¡¡Qué lejos está, madre mía!! ¡Tres días de viaje desde Bangui! Eso sí, bonito, repleto de árboles de mango. Hay un parque natural cerca, pero nosotros lo único que vimos por el camino fueron algunos monos y serpientes, nada muy exótico. Bueno, también un cervatillo, pero el pobre iba ya en hombros de un hombre que lo había cazado.

Me vine aquí para echar una mano al equipo del proyecto, que lleva abierto dos años. Se encargan del hospital de Ndélé (que tiene unas 80 camas) y de 8 puestos de salud de la periferia, pero con todo el conflicto (este fue uno de los primeros pueblos que atacaron) llevaban casi dos meses con falta de personal, sin poder salir a la periferia por seguridad y con todas las actividades un poco descontroladas. Estamos poniéndolo todo un poco en marcha de nuevo para intentar recuperar la normalidad.

Ayer llegaron las dos nuevas enfermeras que se van a quedar encargadas una del hospital y la farmacia, y la otra de la periferia, así que me quedo unos días con ellas y luego bajaré de nuevo a Bangui, la capital.

Ndélé es pequeño, unos 15.000 habitantes tiene. No tiene luz ni agua corriente (bueno antes del conflicto había agua, pero ahora hay algo que se ha estropeado y sólo hay un par de horas al día). Así que llevamos una vida más sencilla: ponemos el generador tres horas por la tarde y cuando se apaga a las 9 de la noche, todo el mundo a sus cuartos.

El hospital la verdad es que está bien organizado. Hay poca capacidad quirúrgica, sólo se hacen cesáreas y cirugías de urgencia, pero está bien organizado y más o menos limpio. Esto ya es todo un avance.

Por el contrario, la farmacia, con tanto caos, estaba un poco desorganizada. Creo que mi sino es enfrentarme a farmacias desorganizadas, así que los primeros días me puse a mover cajas, limpiar y organizar, y la verdad es que ya parece otra.

Atención médica en el puesto de salud de Badéné, cerca de Batangafo, durante la ola de combates de finales de 2012 en el centro y norte de República Centroafricana (© Chloé Cébron).

Atención médica en el puesto de salud de Badéné, cerca de Batangafo, durante la ola de combates de finales de 2012 en el centro y norte de República Centroafricana (© Chloé Cébron).

También nos hemos reunido con todos los jefes de los puestos de salud (que no son ni enfermeros, pero les han formado para atender enfermedades básicas) y ha estado bien. A pesar de todo lo que ha pasado, ellos han seguido trabajando en los puestos y les mandaban los medicamentos y material en moto desde Ndélé, así que muy bien.

A ver si a partir de ahora se siguen calmando un poco las cosas y pueden empezar a hacer vacunación también porque ese es uno de los grandes problemas de aquí, y en general de todo el país. De hecho, la semana pasada empezó a haber casos de tos ferina en dos de los puestos de salud, así que martes y miércoles mandamos a dos enfermeros en moto a comprobar los casos, a hacer formación a la gente de los puestos de salud y a llevar tratamiento.

Y todos los casos eran de niños mayorcitos (2-3-4 años) que se supone que ya tendrían que estar vacunados, pero ninguno lo estaba. La mayoría de ellos, la única vacuna que tenían era la de sarampión y porque en mayo organizamos nosotros una campaña de vacunación masiva; pero claro, es muy complicado vacunar a los niños cuando en los puestos de salud no hay frigorífico para guardar las vacunas, a algunos se tarda 5-6 horas en llegar y además hay pueblos a más de 15 km de distancia del puesto de salud así que la gente, que tiene que ir andando, no está acostumbrada a ir.

Pero como os he dicho, es uno de los objetivos para este año: llevar vacunas, poner frigoríficos de gasóleo en algunos de los puestos (porque no hay electricidad por supuesto) e intentar movilizar a la gente para que traigan a los niños a los puestos.

Luego os cuento más…

(Continuará)

* Esperanza Santos trabaja en terreno con MSF desde 2006. Es enfermera y actualmente es coordinadora en la Unidad de Emergencias. Si quieres leer otros posts de Esperanza en RCA y en misiones anteriores con MSF, pincha aquí.

 

Guerra y “paz” en República Centroafricana

por Esperanza Santos (de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, desde República Centroafricana)*

Os escribo cuando estoy a punto de terminar mi aventura centroafricana… Me vine aquí para evaluar las necesidades de la población y centros de salud en dos regiones sanitarias (Bambari y Bria) después de la toma de esa zona por los rebeldes. Cuando yo llegué era cuando se estaban acercando a la capital, Bangui, así que en vez de ir a visitar las dos regiones sanitarias, nos quedamos ahí. Dos motivos: para llegar a esas zonas había que pasar la línea divisoria entre las zonas controlados por el Gobierno y la coalición rebelde, y porque queríamos apoyar en Bangui en caso de posibles combates.

Así que nos pusimos de acuerdo con una clínica de Bangui, que llevaba sólo un mes abierta, que tenía bastante material y potencial, pero no estaba montada. Básicamente lo que hicimos fue limpiar y desinfectar el quirófano, poner en su sitio los aparatos que tenían, llevar medicamentos y material para curas al quirófano y montar una sala de emergencia y triage (circuito, material, medicamentos) por si venían bastantes heridos a la vez.

Como la cosa se calmó un poco y parecía que iban a negociar, decidimos preparar de nuevo la exploratoria a las dos regiones y dejar la clínica en manos de gente que estaban en Bangui. Nos pusimos en marcha y hemos visitado 17 centros (dos hospitales, si se les puede llamar así, tres centros de salud y 12 puestos de salud).La verdad es que la situación no es nada buena. El problema es que no era nada buena antes del conflicto y ahora además les falta personal porque algunos se han ido, y material y medicamentos porque no pueden comprarlos, no pueden desplazarse por la carretera y las farmacias están cerradas o vacías… El pillaje post-conflicto ha afectado a todos los niveles. Las carreteras están cortadas, los colegios cerrados, todas las oficinas del gobierno, las gasolineras y los bancos arrasados. Y gran parte de la población ha huido de los pueblos, y está viviendo en el campo.

Clínica móvil deMSF atendiendo a desplazados de Ndélé, RCA (© Sylvain Groulx).

Clínica móvil deMSF atendiendo a desplazados de Ndélé, RCA (© Sylvain Groulx).

Viviendo en una situación si cabe más precaria que antes, más expuestos a enfermedades y con miedo a moverse incluso hasta el puesto de salud más cercano por los continuos movimientos de grupos armados en los caminos. Y no es que los grupos armados estén siendo o hayan sido especialmente violentos contra la población civil, pero aún así puede dar miedo cruzártelos, porque muchos de ellos tienen necesidades básicas sin cubrir, y tienen armas.

Afortunadamente vinimos preparados con kits de material y medicamentos que hemos ido distribuyendo por todos los centros según sus necesidades: medicamentos básicos, principalmente para la malaria, para infecciones respiratorias, diarreas…, y material de curas y para atender partos. Se trata simplemente de un apoyo puntual: las necesidades encontradas son mucho mayores, pero tenemos que asumir también nuestras limitaciones. De poder hacerlo, sería pertinente trabajar en todos los puestos de salud y hospitales de República Centroafricana, pero no tenemos capacidad. Al menos este apoyo les puede ayudar hasta que consigan restablecer su sistema (que aunque sea precario, al menos es un sistema) y a nosotros para darnos cuenta de las necesidades sin cubrir que existen en las diferentes zonas y priorizar unas u otras cuando tengamos la capacidad.

De momento os dejo esta pequeña introducción. En los próximos posts os cuento más de República Centroafricana, espero haber despertado vuestra curiosidad…

(Continuará)

Esperanza Santos trabaja en terreno con MSF desde 2006. Es enfermera y actualmente es coordinadora en la Unidad de Emergencias. Si quieres leer otros posts de Esperanza en misiones anteriores con MSF, pincha aquí.

 

Adiós a Boda

Por Óscar Sánchez-Rey (República Centroafricana, MSF)

Igual que en otra entrega os hablaba de la gran oportunidad que fue abrir el proyecto de Gadzi, hoy no me queda más remedio que contaros una de las tareas menos deseables de este trabajo: cerrar nuestro proyecto en Boda. Siendo sincero, ni yo mismo pensaba tener que cerrar Boda. Contaba terminar mi misión y pasarle «la tarea» a otro compañero que viniera a reemplazarme en mi puesto, pero las intervenciones de emergencia son así.

Es difícil romper los vínculos afectivos con todo aquello que, a fuerza de tiempo, de trabajo y de algún sinsabor, acabas sintiendo como propio, con un programa que realmente ha marcado la diferencia en una región como el suroeste de la República Centroafricana, donde las necesidades básicas están todavía muy lejos de ser cubiertas.

Cuesta dejar un sitio donde lamentablemente la gente va a seguir pereciendo de enfermedades totalmente curables y donde las condiciones de vida serán tan duras como lo han sido siempre. Pero todo lo que comienza tiene un fin, y en algunos casos, el intervalo de tiempo entre apertura y cierre no es grande. Concretamente en Boda han sido quince meses. Quince meses donde hemos pasado más de 25.000 consultas pediátricas y hemos curado la desnutrición a unos 6.000 niños.

Como organización de emergencia, es fundamental marcar los límites de nuestra intervención. Nuestro trabajo está basado en indicadores que nos permiten decidir cuándo entrar y cuándo salir de una región. Esos indicadores deben ser objetivos, analizables y, sobre todo, basados en estrictos criterios médicos que nos alejen de tentaciones políticas y presiones contextuales. Y en Boda, la misma razón por la que comenzamos a trabajar (una urgencia nutricional con una elevada mortalidad infantil) es la misma por la que ahora debemos cerrar: hemos podido reducir los indicadores epidemiológicos a índices por debajo de los umbrales de emergencia.

También ha sido un objetivo en nuestro proyecto llamar la atención sobre un contexto fuera del mapamundi informativo. La respuesta ha sido desigual. Muchos medios han mostrado interés por el contexto diamantífero. Pero no ha habido otra organización a la que hacerle un traspaso de nuestras actividades. La región necesita organizaciones que tengan la capacidad de hacer inversiones a largo plazo y de realizar profundos cambios estructurales. Lamentablemente, los intereses de los donantes internacionales están todavía lejos de Boda.

Ahora es inevitable hacerse la traicionera pregunta «¿qué hemos dejado?»… como si toda acción humana tuviera la imperiosa necesidad de perpetuarse en el tiempo. No puedo ser demasiado ambicioso en la repuesta, no puedo hablar de grandes construcciones ni de infraestructuras que vayan a recordar nuestro paso para siempre. No era ese nuestro objetivo.

Sin embargo, sé que dejamos algo mucho más valioso: el incontable número de niños que tuvieron otra oportunidad, que pudieron superar el duro bache de una traicionera malaria, o de una descompensación nutricional. Bache que, en muchos casos, será el último crítico que tengan que superar en la primera infancia, porque, a partir de los 5 años, los niños desarrollan más defensas naturales para combatir las enfermedades.

También me consuela pensar que todavía nuestros compañeros siguen trabajando no lejos de aquí, en Gadzi. En caso de emergencia, pueden responder rápido. Además, Gadzi es una zona todavía más desfavorecida y vulnerable dentro de la ya de por si frágil situación de todo el país.

En la que de momento será mi última colaboración desde República Centroafricana a este blog colectivo, quiero agradecer el trabajo de los compañeros que no están en el terreno pero que hacen que distancias de miles de kilómetros parezcan un simple paseo. Y quiero agradeceros también a todos los que habéis leído el blog, y os habéis interesado por la República Centroafricana, aportando vuestro granito de arena a la mejora de la condiciones de vida de sus habitantes.

Y finalmente, mis últimas letras son para los verdaderos protagonistas, aquellos que son el último eslabón en toda esta gran cadena: los que conducen los coches que nos trasportan, los que nos instalan la luz para que trabajemos y los que administran los tratamientos que curan a los pacientes. A los compañeros centroafricanos, con agradecimiento.

Desde Boda,

Óscar

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Fotos: © Óscar Sánchez-Rey

Dicen los libros de Medicina…

Por Óscar Sánchez-Rey (República Centroafricana, MSF)

La historia de Louise y de su pequeña nieta, Micheline, no es una historia ni más excepcional ni más difícil que el resto de historias de los muchos pacientes que a diario vemos en los centros donde trabajamos. Pero es la historia personal, y por tanto única, de dos personas. Una pequeña paciente de apenas tres meses de vida, que nunca tendrá recuerdos de estos días, y de su abuela, que seguro que no olvidará su paso por nuestro centro nutricional de Boda.

Micheline es una paciente con una situación un tanto atípica entre los pacientes desnutridos. De hecho, técnicamente, ella no está desnutrida. Forma parte de los pacientes menores de seis meses que debe recibir un tratamiento especial e intensivo. A Micheline hay que buscarle una forma de alimentación adecuada para su edad y sostenible para al menos los próximos seis meses. La leche materna no está disponible, y los médicos de nuestro centro están usando una técnica para devolver la leche a su abuela, que hace más de 30 años que no amamanta.

Dicen los libros de Medicina que mediante la estimulación del seno se produce la hormona responsable de regular el flujo lácteo, y que es posible que una mujer que alguna vez haya dado el pecho lo vuelva a dar sin necesidad de estar embarazada. En Boda es la primera vez que veo el caso real en el terreno. Aproveché para hablar con Louise y que me contara la historia de cómo llegó a nuestro CNI, el centro nutricional intensivo.

La mamá biológica de Micheline está enferma y no puede hacerse cargo de la niña. El padre despareció. Abuela, madre y ahora nieta viven juntas en la misma casa. Son agricultoras y subsisten con lo poco que les da la cosecha. Ellas son de Bossui, un pueblo al que vamos una vez cada dos semanas con nuestro centro nutricional ambulatorio.

Louise sabía que la única posibilidad de ayudar a su nieta era caminar los 30 kilómetros de distancia entre Bossui y Boda para llegar al hospital. Tardo toda una jornada en recorrerlos. No fue fácil porque, en plena época de lluvias, los aguaceros no dan tregua.

Louise me contó que la técnica de succión consiste en administrarle leche a la niña por una pequeña sonda pegada a su seno. Con la succión que realiza para beber la leche artificial, la niña estimula el pecho y, al cabo de varias semanas, la leche comienza a subir. Me dijo Louise que la última vez que dio de mamar fue en 1972, cuando nació su única hija. Y que, aunque la cosa parecía un poco rara, ella creyó en todo momento a los doctores. “Si ellos decían que podría volver a dar el pecho, sería verdad”. Está bien en el centro y no tiene prisa por irse, la prioridad es la pequeña. “Me iré cuando me den el alta los médicos, no antes”, me dijo con gran confianza en sí misma.

Hablé con Louise hace algunas semanas. Pensé que tal vez estaba bien dejar pasar un tiempo para ver cómo había ido todo. Mes y medio después, la niña está fuerte y sana. Los médicos han comenzado a retirar progresivamente la leche artificial, porque Louise ya tiene buena capacidad para dar de mamar a su nieta. Hemos encontrado una manera sostenible, segura y barata de alimentar a la bebé durante al menos su primer año de vida.

Seguro que, a lo largo de su vida, Micheline tendrá que enfrentarse a muchas más dificultades, pero la primera batalla ya está ganada.

Desde Boda,
Óscar

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Foto: Louise y Micheline en el centro nutricional (© Óscar Sánchez-Rey)

Hablemos de Gadzi

Por Óscar Sánchez-Rey (República Centroafricana, MSF)

Abrir un proyecto es algo para lo que en este trabajo siempre hay voluntarios. Hay mucho que hacer, poco tiempo y las condiciones de vida al inicio son difíciles. Pero los resultados visibles casi inmediatamente compensan los esfuerzos realizados. Sobre todo si hablamos de lugares como Gadzi, donde simple y llanamente no hay ni una estructura de salud que funcione.

Gadzi es el proyecto que abrimos el pasado mayo en el suroeste de la República Centroafricana. Es parte de nuestra estrategia en la región para reducir la mortalidad infantil, sobre todo en época de lluvias, cuando el mosquito anofeles, transmisor de la malaria, se multiplica a sus anchas favorecido por la humedad y las buenas temperaturas.

En Gadzi, sobrevivir a la malaria es una cuestión de suerte, o tal vez de fortaleza genética. El parásito es especialmente mortal en las etapas más tiernas de la vida. Lo bueno de comenzar un proyecto en un sitio como este es que enseguida podemos administrar un tratamiento simple y muy eficaz para esta y otras enfermedades, como las infecciones respiratorias o las diarreas. Tratamientos que suponen la diferencia entre la vida y la muerte para muchos pequeños pacientes.

Abrimos el proyecto en dos fases, primero la base de Djomo y después la de Gontikiri. Yo tuve la gran suerte de estar en el primer mes de intervención. Tuvimos mucho trabajo que hacer, pero como no había nada, todo lo que comenzamos a hacer era pertinente y necesario. La prioridad era establecer una base y poner en marcha los mínimos en el hospital. La población empezó a llegar antes que nos diera tiempo a estar plenamente operativos. La presión asistencial nos hizo trabajar a buen ritmo desde el principio.

El pueblo de Gontikiri, además, es un lugar especialmente aislado entre lo ya aislado de esta provincia. Os contaba en otra entrega que sólo hay un coche que pasa una vez por semana. El camión, que también mencionaba y del que esta vez os dejo una foto, era el primer vehículo cargado con suministros para abrir el proyecto.

El camino era mucho peor de lo esperado. En el primer viaje el camión se quedo atascado toda la noche y tuvimos que ir a rescatarlo la mañana siguiente. De hecho, la gente de Gontikiri no dijo que hacía al menos diez años que no pasaba ningún camión por la zona…

 

También podéis ver el centro de salud tal y como lo encontramos. Imposible comenzar a trabajar allí. Los primeros pacientes fueron hospitalizados en tiendas de campaña. Ya no está así, la rehabilitación ha avanzado mucho y que todo ha mejorado bastante, y el equipo que sigue trabajando en Gontikiri tiene cada vez más pacientes.

Desgraciadamente, trabajar en lugares aislados también tiene su parte frustrante: el saber que no podemos llegar a todo, que todavía hay enfermedades y casos quirúrgicos que no podemos tratar, y que los escasos centros de referencia están muy, muy lejos, de nuestra zona de trabajo. De todas formas, al final del día el trabajo bien hecho siempre inclina la balanza personal hacia el lado positivo.

Desde Boda,

Óscar

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Fotos: © Óscar Sánchez-Rey

 

MUAC-edema: una evaluación nutricional rápida

Por Óscar Sánchez-Rey (República Centroafricana, MSF)

Después de algunos meses de misión y de conocer más el lugar donde trabajamos, cada vez me resulta más difícil explicar el problema de la desnutrición en una zona increíblemente fértil como es el suroeste de la República Centroafricana.

Sabemos que no afecta a toda la población; se centra casi exclusivamente en los niños menores de 5 años. Y también creemos que una dieta basada en hidratos de carbonos y escasa en vitaminas, minerales y sobre todo en proteínas, parece el factor determinante para que los más pequeños, en plena edad de crecimiento, enfermen de Kwashiorkor.

Sea como fuere, aunque la situación generalizada no está fuera de control, tenemos la nada despreciable cifra de 500 pacientes en tratamiento nutricional. Los niños continúan llegando a nuestros centros. Y el fantasma de la desnutrición sigue en la mente de las gentes del lugar.

Es por eso que, de forma casi regular, recibimos “alarmas nutricionales”. Habitualmente es el responsable médico de un pueblo quien nos llama porque ha recibido muchos casos de desnutrición en su consulta, y sospecha que la enfermedad empieza a aumentar más de lo habitual. Independientemente del origen de la información, nuestra obligación es comprobar y estudiar cada una de esas alertas. Hay que hacerlo de una forma suficientemente rápida y eficaz como para ser rigurosos en nuestras conclusiones, y no perder tiempo si una respuesta es requerida.

Es justamente eso los que os muestro en el blog de hoy: una evaluación nutricional rápida basada en el sistema MUAC-edemas. El MUAC (por sus siglas en inglés, perímetro medio del brazo) es una cinta plástica con códigos de colores que mide la circunferencia del brazo izquierdo de los niños de entre 6 meses y 5 años de edad. Se puede hacer una relación entre el grosor del brazo de un niño de una determinada edad y su estado nutricional.

El segundo factor indicador de desnutrición son los edemas. Un niño desnutrido y con edemas puede presentar un aspecto casi normal, incluso parecer un niño rellenito y saludable. Como además la mayoría de las mamás no saben la edad exacta de sus hijos, no hay calendarios, ni relojes ni nada que indique el día, utilizamos la altura como criterio de selección. Los niños de entre 6 meses y 5 años miden entre  65 y 110 centímetros de estatura. Es por eso que usamos el palo pintado de verde que veis en los compañeros de la foto.

Lo demás es simple. Llegamos al lugar donde han dado la alarma, contactamos con las autoridades locales y les pedimos que reúnan a todos los niños en un lugar conocido. Organizamos una zona de espera y medimos solamente a los que están entre los límites señalados en el bastón. Hay que tener cuidado de evaluar a un número suficiente de niños para que los resultados sean representativos de la población en cuestión.

Las fotos de esta entrega corresponden a dos evaluaciones diferentes separadas por más de 300 kilómetros de distancia. Aunque desgraciadamente encontramos en ambas algunos niños desnutridos, en ninguna fue necesaria hacer una intervención mayor.

Desde Boda,

Óscar

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Fotos: © Óscar Sánchez-Rey

Transporte = salud

Por Óscar Sánchez-Rey (República Centroafricana, MSF)

La foto de hoy es la del único medio de trasporte público que pasa por Gontikiri.

Gontikiri es un pequeño pueblo donde hemos abierto un nuevo proyecto pediátrico y del que, junto con la historia del camión del fondo, pienso daros cuenta en otra entrega.

Esta foto no es excepcional por estas latitudes. Se trata una de las formas de trasporte más popular: un coche de antigüedad incalculable y mantenimiento inexistente, cargado muchísimo más allá de las especificaciones técnicas. Hasta el último centímetro cúbico es totalmente aprovechado. No sé muy bien dónde iban a subirse los dos pasajeros que quedaba en el suelo…

El problema es que en la zona de Gontikiri no hay otro, que este está lejos del alcance económico de la mayoría de la población, que la frecuencia de paso no es superior a una vez por semana, y que encima la avería esta prácticamente asegurada.

Por eso esta foto también significa acceso a la salud. Da una idea de las dificultades de la población para desplazarse o abastecerse de productos esenciales. De la casi imposibilidad de alcanzar un centro médico si hay una emergencia sanitaria. ¿Os imagináis derivar a una mujer con un parto complicado en un vehículo como este?

Las posibilidades de sobrevivir a una enfermedad, de tener un buen diagnóstico, y recibir un tratamiento adecuado no siempre están ligadas a factores estrictamente sanitarios. La oportunidad de encontrar transporte y poder pagarlo también juega en contra de un buen pronóstico de salud.

Desde Boda,

Óscar.

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Foto: © Óscar Sánchez-Rey