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Por aquí han pasado cooperantes de Ayuda en Acción, Cruz Roja, Ingeniería Sin Fronteras, Unicef, Médicos del Mundo, HelpAge, Fundación Vicente Ferrer, Médicos Sin Fronteras, PLAN
Internacional, Farmamundi, Amigos de Sierra
Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

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Yo puedo liderar

Andrea Gómez, Ayuda en Acción Colombia

Una de las cosas que les queremos seguir contando de nuestras áreas de desarrollo (ADs) en Colombia es lo que realiza la fundación Pies Descalzos con los Centros de Interés en Cazucá.

Es de resaltar que esta zona presenta muchas dificultades relacionadas con la violencia y la falta de  oportunidades  para que los niños, niñas y jóvenes puedan hacer un uso adecuado de su tiempo libre.

Queriendo contribuir a generar mejores condiciones de vida, nacen los Centros de Interés como una estrategia para que niñez y juventud  puedan hacer un uso positivo de su tiempo en los espacios  extraclase, además de aportar a la mejora de la comunicación y la relación entre los niños y niñas apadrinados.

A esta iniciativa se han sumado los padres y madres ofreciendo sus casas para que funcionen allí los Centros de Interés: así podemos comprobar el compromiso que tiene las familias  con el bienestar de sus hijos e hijas y con la comunidad en su conjunto.

Los responsables de las actividades, llamados talleristas,  son niños y niñas estudiantes de sexto a noveno grados, de la “Institución Educativa Gabriel García Márquez” y la escuela “Manuela Beltrán”. Ellos a su vez están liderados por becarios , estudiantes de carreras técnicas o universitarias.

En los centros los principales protagonistas son los niños, niñas y sus familias, que los apoyan en su proyección hacia la comunidad. Allí pueden hacer consultas para terminar los deberes,  jugar, participar en talleres en las áreas básicas de conocimiento  o en áreas artísticas.

Además se logra la interiorización de la filosofía del Vínculos Solidario y se trabajan los Derechos  de los niños y niñas a partir de la exigencia del respeto y del no maltrato, lo que se espera que se proyecte hacia la familia y la comunidad.

 María del Pilar nos cuenta su experiencia.

“Estoy vinculada al centro de interés ‘Mariposas Amarillas’ porque me gusta mucho enseñar y aprender. Este Centro de Interés es un espacio abierto donde los niños y las niñas del barrio ‘Carlos Pizarro’ y ‘Minuto de Dios’ juegan, se divierten y sobre todo aprenden” asegura.

“Nuestra experiencia como coordinadores y coordinadoras de este centro ha sido satisfactoria ya que hemos aprendido a enseñar lo que sabemos, a tolerar a las demás personas. En mi caso personal, había tenido inconvenientes con algunos niños y niñas de mi barrio y a través del trabajo en equipo en el Centro de Interés y la participación de ellos y ellas en el mismo, estos problemas se superaron y ahora somos muy buenos amigos y nos queremos” añade.

María del Pilar afirma que ha aprendido a respetar opiniones ajenas. “Hemos proyectado, todos los y las coordinadoras, con nuestra manera de ser, lo que queremos que los niños y niñas aprendan. Y me refiero a los valores y el respeto a los demás y uno mismo”.

“A los niños y las niñas que asisten al Centro de Interés se les pide no agredirse como una forma de respeto al otro y otra y como una manera de hacerse valer”.

A ella esta experiencia le ha servido para fortalecer su capacidad de liderazgo, sus relaciones con la gente de su comunidad y su capacidad de compartir con los demás sus conocimientos. “Nos consideramos líderes y educadores ya que enseñamos lo que somos y tenemos. El Centro de interés no es una biblioteca ni un parque: es una mezcla de las dos” señala.

Recreando Sueños

Andrea Gómez y Amparo Atehortúa, AeA Colombia, con el apoyo de Juan Alejandro Morales, de CORPOTUNÍA.

Desde la oficina  de Ayuda en Acción en Colombia hemos empezado la comunicación con ustedes  y tendremos la oportunidad de encontrarnos muchas veces pues nuestras áreas de desarrollo nos están brindando constantemente muy buenas noticias, somos  Amparo Atehortúa y Andrea Gómez responsables de Vínculos Solidaros de la Organización.

Queremos contarles algo de lo que han logrado nuestros amigos de CORPOTUNIA en su proyecto “Trabajando y mejorando para nuestros hijos”, que impulsan en el Departamento del Cauca (Colombia), con apoyo de Ayuda en Acción.

Danza de San Juanito, niños de la escuela Santateresita Tunia, en Piendamo. Foto: Juan Alejandro Morales

Danza de San Juanito, niños de la escuela Santateresita Tunia, en Piendamo. Foto: Juan Alejandro Morales

Han diseñado un programa llamado Recreando Sueños, donde los niños las niñas y los jóvenes de comunidades del Cauca pueden, a través de la danza y el canto, compartir valores donde la solidaridad, el respeto, la dignidad y la interculturalidad aparecen como solución a algunos de los problemas originados por prejuicios sociales que afectan sus costumbres ancestrales, prejuicios derivados de la infiltración de culturas extrañas que afectan su autoestima y la relación de sus comunidades con el resto de la sociedad, pues las personas que se benefician de este accionar son en su mayoría población indígena de las etnias Nasa y Guambiana.

Baile de los niños de la escuela 20 de Julio, del municipio de Caldono. Foto: Juan Alejandro Morales

Baile de los niños de la escuela 20 de Julio, del municipio de Caldono. Foto: Juan Alejandro Morales

Cada pueblo ha desarrollado una serie de manifestaciones propias, a las que llamamos cultura, pero tristemente nos damos cuenta que mantener la identidad cultural, que es el conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento, resulta más difícil de conservar pues los medios de comunicación, la vulnerabilidad por la cercanía a las ciudades, el consumismo desenfrenado, entre otros aspectos, han llevado a una pérdida de la identidad, fenómeno que se ve reflejado en la inclusión de nuevas costumbres que en muchos casos generan incertidumbre, malos hábitos y hasta violencia.

Baile de los niños de la escuela de Cerro Alto, en Caldono. Foto: Juan Alejandro Morales

Baile de los niños de la escuela de Cerro Alto, en Caldono. Foto: Juan Alejandro Morales

Con el proyecto Recreando Sueños, niños niñas y jóvenes aprenden (aquí poner lo que aprenden; por ejemplo: danzas y cantos tradicionales de sus comunidades) y más tarde se reúnen para mostrarlos a grupos de otras comunidades de la región y a los visitantes que llegan al sitio donde se reúnen. Maravillados se ven estos niños, niñas y jóvenes cuando, en el marco de Feria Agroindustrial y Artesanal de Tunía, presentan sus habilidades. Asisten niños y niñas del municipio de Caldono, de las “veredas” (pequeñas comunidades) “20 de julio”, Las Mercedes, Miravalle y Cerro Alto, e intercambian con niños y niñas de los resguardos guambianos de La María – Piendamó y de Silvia. Al igual que niños y niñas de la comunidad de Cinco Días, del municipio de Timbío. En esta Feria dan a conocer sus aptitudes, que en muchos casos apenas están despertando. Este encuentro es de gran importancia para la formación integral que el Recreando Sueños les ofrece, donde pueden desarrollar acciones encaminadas al mejoramiento en la calidad de vida que contribuyen de manera directa en los pequeños y pequeñas, y una manera en que se consigue esto es involucrándolos actividades de este tipo, esto permite cambios en su vida y, sobre todo, soñar que cada día se puede construir un mundo mejor.

Traje típico de la zona de Caldono. Foto: Juan Alejandro Morales

Traje típico de la zona de Caldono. Foto: Juan Alejandro Morales

Estamos convencidos que en esta región, donde se goza de una gran diversidad étnica y cultural, se pueden ejecutar acciones que permitan el desarrollo de potencialidades intelectuales, éticas y artísticas que lleven a una mejor condición humana en busca de una sociedad más justa, creada para la paz y la libertad, donde niños, niñas y jóvenes conserven todos aquellos conocimientos y tradiciones de sus ancestros, donde se construyan ideales, saberes y valores, donde vivan con dignidad y respeto.

Tres veces víctimas

Por Javier Fernández Espada (Colombia, MSF)

 Unos dirán que todo empezó hace casi cincuenta años con la aparición de las FARC; otros dirán que hace setenta años, con la época de La Violencia; algunos dicen que hace doscientos, con la independencia; e incluso hay otros que dicen que todo empezó hace algo más de quinientos años.

Lo cierto es que durante todo este tiempo, e independientemente de cuándo empezara, los colombianos vienen viviendo desde hace mucho las consecuencias directas de un conflicto armado. Podríamos incluso asegurar que todas las generaciones que comparten el presente han vivido en tiempo de violencia y conflicto.

Por supuesto que esta situación afecta de manera diferente a cada persona, pero lo que nadie puede negar es que todo el mundo se ve interiormente afectado de una manera o de otra. Por suerte, sólo una desafortunada minoría sufre las consecuencias físicas, pero ¿qué ocurre con las consecuencias psicológicas? De esas no se libra nadie.

En todas las actividades que Médicos Sin Fronteras realiza en sus proyectos en Colombia, se incluye la presencia de psicólogos con el único interés de apoyar a las personas que están padeciendo las consecuencias de este conflicto. ¡Las historias que escuchan son aterradoras! Por supuesto no las vamos a reproducir en este texto, por un lado por la confidencialidad que merecen estas personas y que les proporcionamos en todo momento, y por otro lado porque no me quiero enfocar en los orígenes, sino en las consecuencias, y las consecuencias son que un porcentaje muy alto de la población necesita apoyo en términos de salud mental para lidiar con los efectos que los eventos traumáticos han producido en ellos.

Sin embargo y pesar de las necesidades acuciantes, el presupuesto que se dedica a la salud mental en Colombia es muy inferior al que se dedica en otros países de la región sin un conflicto armado activo; por ejemplo, Bolivia destina un porcentaje a salud mental del presupuesto global de salud el doble de grande que el colombiano, Perú veinte veces mayor, Brasil veinticinco veces más, y Surinam 42 veces más[1], países todos ellos donde las necesidades psicológicas son en principio menos dramáticas.

MSF acaba de publicar el informe “Tres Veces Víctimas”. Durante su elaboración simplemente hemos constatado cn datos lo que nuestros ojos nos habían mostrado durante los últimos años: por un lado el devastador efecto del conflicto en la salud mental, y por otro el hecho de que muchos colombianos son víctimas primero de la violencia, después pasan a ser víctimas del silencio y de la estigmatización por los propios eventos traumáticos que les ha tocado sufrir, y finalmente se convierten en víctimas del abandono al no recibir el apoyo que merecerían por parte de las instituciones.

Trastornos adaptativos, depresión, duelo, problemas de relación… Son algunos de los diagnósticos que más a menudo nos estamos encontrando en nuestras actividades médicas. Urge que se replantee el apoyo en salud mental en el sistema de salud colombiano.

Es cierto que las víctimas no se morirán “de esto” (salvo las excepciones dramáticas de los episodios de suicidio), pero sí que se morirán “con esto” si no se les trata correctamente. Su vida será mucho mejor, más digna y más amable cuando reciban el apoyo psicosocial que se merecen. Al fin y al cabo, ellos no eligieron nacer en un país en guerra.


[1] Asociación Colombiana de Psiquiatría

Fotos: Dibujos realizados por pacientes del proyecto de MSF en Caquetá.

Colombia vive

Por Javier Fernández Espada (Colombia, MSF)

Mi nombre es Javier, soy de Barcelona y esta es la primera vez que voy a escribir un blog, así que de salida quiero pedir excusas a todos aquellos lectores que se sientan defraudados por mi falta de experiencia en estas lides. Tampoco tengo nada que ver con la literatura, soy un arquitecto técnico reconvertido a trabajador humanitario así que, como empezareis a deducir, no voy a cultivar una literatura que sea especialmente atrayente.

Sin embargo, intentaré suplir mi inexperiencia y mi probable ineficacia con humanismo, con historias humanas; porque lo que os quiero contar a través de mi blog no son las desigualdades sociales de este país, tampoco os quiero contar los cincuenta años de guerra que lleva Colombia (aunque algunos digan que doscientos años, incluso más), ni tampoco esperéis análisis de contexto geopolítico hablando de teorías de la conspiración entre Colombia y sus países vecinos. Para aquellos que esperéis este tipo de información os aconsejo que hagáis clic arriba a la derecha y ‘googleéis’ artículos de politólogos que seguro que os lo explicarán mejor que yo.

Lo que yo os quiero contar durante las entregas que dure este blog son historias de personas. Vidas de esos anónimos individuos que nunca pasarán a los libros de Historia pero que están escribiendo con su sangre, con su sudor y con sus lágrimas el pasado y el presente de Colombia y que esperemos y deseemos que escriban el futuro con risas y con esperanzas.

Me niego a hacer que la guerra o el narcotráfico sean los protagonistas de mi blog, me niego rotundamente a dedicar un par de horas semanales a escribir sobre los paramilitares, la guerrilla, el gobierno o los narcotraficantes, a ellos ya se les dedica suficiente literatura y demasiada publicidad en las crónicas negras de la sección internacional de los periódicos.

Yo no he venido a Colombia para dedicarles mi tiempo a ellos, he venido para ofrecer mis limitadas facultades a los campesinos, a los indígenas, a los afrodescendientes, a los niños soldado, a las mujeres víctimas de violencia sexual, a las personas que sufren psicopatológicas por culpa de episodios de violencia, a los enfermos de Chagas, a las víctimas de la malaria… ellos tienen que ser los protagonistas de este blog, ellos son el principal y único motivo por el que estoy ahora mismo escribiendo y vosotros (a estas alturas del blog) todavía leyendo.

Cuando vuelo hacia un nuevo país tengo la costumbre de hacerme un retrato mental de lo que voy a encontrarme. Recuerdo que cuando llegué hace unos años a la República Centroafricana no tenía ni idea de lo que me encontraría allí, pero sin embargo en Colombia es diferente: la afinidad cultural, un pasado y un presente común, muchos compañeros que han pasado por este país y que han compartido conmigo sus emociones, sus frustraciones y sus alegrías hicieron que llegara a Bogotá con una fotografía muy concreta de lo que estaba esperando. Inmediatamente después de aterrizar en El Dorado y caminar los primeros metros por Bogotá, la fotografía se rompió en mil añicos como si fuera un espejo distorsionado, todo era diferente.

Antes de leer las siguientes entregas de este blog os pido que rompáis también vuestra fotografía mental, que os olvidéis de las mariposas de Macondo, de Pablo Escobar, de las gordas de Botero y de la cintura de Shakira.

No hagamos prejuicios de lo que nos vamos a encontrar, porque nunca hemos conocido ni probablemente llegaremos a conocer lo suficiente a los protagonistas que adornarán este blog: seres humanos como cualquier otro ser humano en el mundo con sus ambiciones y sus esperanzas, con sus defectos y sus virtudes, personas que son mucho más importantes que la guerra que les ha tocado sufrir. Porque al fin y al cabo la guerra es circunstancial, temporal; en cambio, las personas viven para siempre.

Hasta la semana que viene.

(Foto superior: Comunidad rural La Gabarra. © Jesús Abad Colorado)

(Foto inferior: Graciela, de 57 años de edad, y su familia, desplazados cerca de Bogotá desde una comunidad rural del departamento del Meta. © Juan Carlos Tomasi)