Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia
Desde marzo de este año, el “reparador de sueños” hace su tarea. Un bus se ha convertido en una certeza para 101 niños y niñas; la certeza de que la escuela es posible.
Durante hora y media el bus recorre los 27 Km. que separan Imilla Huañusca de Surima. Viviana y Lorenzo lo esperan ansiosos y a las 7:00 a.m. lo abordan. Llevan una bolsa con sus lápices y cuadernos y el corazón lleno de esperanzas. El bus se detiene en cada comunidad y recoge a sus niños mayores, los que ya habían renunciado a su derecho de seguir estudiando.
Lorenzo, con sus cortos 12 años, al subir al bus el primer día, nos contaba: “Yo ya no pensaba seguir estudiando y por eso me he ido a trabajar a Santa Cruz con mis tíos, a la zafra, que es un trabajo duro. Pero después mi mamá me ha avisado que estaban poniendo un micro (bus) para que nos lleve a estudiar. Entonces me he venido para mi comunidad y ahora sigo estudiando y sigo aprendiendo también.”
Hasta hace unos meses atrás, Viviana y Lorenzo y otros 24 niños y niñas de 11 comunidades del Distrito 7 de Sucre, a 90 Km. de esa ciudad, en el sur de Bolivia, no podían ir a la escuela, a pesar de haber conseguido terminar el 4to grado de primaria. La única manera de continuar sus estudios era caminando esos 27 Km. para llegar hasta Surima, la comunidad que por su ubicación geográfica y concentración de población tiene una escuela donde culminar la primaria superior (hasta 8vo grado). Otros 75 niños y niñas, de otras comunidades también tenían que caminar grandes distancias hasta la escuela más cercana.
La mayoría de los niños y niñas partían desde Imilla Huañusca, la comunidad más alejada, con la ilusión de ir a una nueva escuela y de conocer los mundos que el conocimiento abre. Sin embargo, al poco tiempo de iniciar clases abandonaban los estudios pues el cansancio, la falta de alimentos y la inseguridad de los caminos hacían que perdieran el interés y encontraran mayor provecho en ayudar en los sembradíos de sus padres.
Bolivia, estando tan cerca de 2015, momento en el que el mundo evaluará los Objetivos de Desarrollo del Milenio, aún tiene índices preocupantes de cobertura escolar. Hoy sólo el 67% de los niños y niñas en edad escolar asisten a clases y en Chuquisaca (donde se encuentra Sucre), sólo el 60,7% lo hace; siendo éste el indicador más bajo del país[1]. Por eso, tanto el Estado como la cooperación internacional y la sociedad civil continúan haciendo esfuerzos por reducir esas cifras.
Pero Viviana y Lorenzo no son una cifra. Para Ayuda en Acción, que ha llegado de la mano de CEMSE (una ONG boliviana) hasta el Distrito 7 de Sucre, Lorenzo y Viviana son dos niños con sus derechos vulnerados, que merecen un esfuerzo adicional para restituirles la posibilidad de volver a la escuela. Con esta pequeña contribución, la cobertura escolar de esta zona ha aumentado en 3,5% y granito a granito se hace la diferencia.
“Yo antes, cuando no había el micro, me iba a la escuela con mis amiguitos en sus bicicleta y a veces también tenia que caminar porque no había quien nos lleve. Llegaba cansada a la escuela y me daban ganas de dormirme nomás; pero ahora, gracias a la ayuda de CEMSE y de Ayuda en Acción ya llegamos puntuales a la escuela y también nos volvemos rapidito a nuestras casas.” (Viviana, 14 años)
Hoy los costos son cubiertos por Ayuda en Acción; el alquiler del bus cuesta 384 euros mensualmente (aproximadamente 0.17 céntimos por niño al día) y aunque puede parecer poco, una preocupación es la sostenibilidad del servicio. La presencia de Ayuda en Acción allí es temporal, así que junto al CEMSE han encarado la tarea de firmar un convenio entre la escuela, las comunidades y el gobierno municipal, para que dentro de un tiempo éste último se haga cargo no sólo del almuerzo de los chicos en la escuela (que ya lo hace), sino también de cubrir los costos del transporte. También se está trabajando con los padres de familia para que mejoren sus ingresos y comprometan un aporte para el mantenimiento del servicio.
Son las 4:00 de la tarde de un jueves cualquiera. Lorenzo y Viviana vuelven a abordar el bus, ahora en Surima, con destino a Imilla Huañusca. Vuelven con los sueños reparados; esperanzados en un futuro distinto al de sus padres -mejor, mucho mejor-; seguros de que mañana los esperan nuevos mundos por descubrir.
[1] Datos del Instituto Nacional de Estadística de Bolivia a 2007.