El Blog Solidario El Blog Solidario

Por aquí han pasado cooperantes de Ayuda en Acción, Cruz Roja, Ingeniería Sin Fronteras, Unicef, Médicos del Mundo, HelpAge, Fundación Vicente Ferrer, Médicos Sin Fronteras, PLAN
Internacional, Farmamundi, Amigos de Sierra
Leona, Sonrisas de Bombay y Arquitectura sin Fronteras.

Archivo de la categoría ‘Bolivia’

El Reparador de Sueños

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Desde marzo de este año, el “reparador de sueños” hace su tarea. Un bus se ha convertido en una certeza para 101 niños y niñas; la certeza de que la escuela es posible.

Durante hora y media el bus recorre los 27 Km.  que separan Imilla Huañusca de Surima. Viviana y Lorenzo lo esperan ansiosos  y a las 7:00 a.m. lo abordan. Llevan una bolsa con sus lápices y cuadernos  y el corazón lleno de esperanzas. El bus se detiene en cada comunidad y recoge a sus niños mayores, los que ya habían renunciado a su derecho de seguir estudiando.

Los niños y niñas suben al autobús. Foto: Zulma Pérez

Lorenzo, con sus cortos 12 años, al subir al bus el primer día,  nos contaba: Yo ya no pensaba seguir estudiando y por eso me he ido a trabajar a Santa Cruz con mis tíos, a la zafra, que es un trabajo duro. Pero después mi mamá me ha avisado que estaban poniendo un micro (bus) para que nos lleve a estudiar. Entonces me he venido para mi comunidad y ahora sigo estudiando y sigo aprendiendo también.”

Hasta hace unos meses atrás, Viviana y Lorenzo y otros 24 niños y niñas de 11 comunidades del Distrito 7 de Sucre, a 90 Km. de esa ciudad, en el sur de Bolivia, no podían ir a la escuela, a pesar de haber conseguido terminar el 4to grado de primaria. La única manera de continuar sus estudios  era caminando esos 27 Km. para llegar hasta Surima, la comunidad que por su ubicación geográfica y concentración de población tiene una escuela donde culminar la primaria superior (hasta 8vo grado). Otros 75 niños y niñas, de otras comunidades también tenían que caminar grandes distancias hasta la escuela más cercana.

 El reparador de sueños. Foto: Zulma Pérez

La mayoría de los niños y niñas partían desde Imilla Huañusca, la comunidad más alejada, con la ilusión de ir a una nueva escuela y de conocer los mundos que el conocimiento abre. Sin embargo, al poco tiempo de iniciar clases abandonaban los estudios  pues el cansancio, la falta de alimentos  y la inseguridad de los caminos hacían que perdieran el interés y encontraran mayor provecho en ayudar en los sembradíos de sus padres.

Bolivia, estando tan cerca de 2015, momento en el que el mundo evaluará los Objetivos de Desarrollo del Milenio,  aún tiene índices preocupantes de cobertura escolar. Hoy sólo el 67% de los niños y niñas en edad escolar asisten a clases y en Chuquisaca (donde se encuentra Sucre), sólo el 60,7% lo hace; siendo éste el indicador más bajo del país[1]. Por eso, tanto el Estado como la cooperación internacional y la sociedad civil continúan haciendo esfuerzos por reducir esas cifras.

Pero Viviana y Lorenzo no son una cifra. Para Ayuda en Acción, que ha llegado de la mano de CEMSE (una ONG boliviana) hasta el Distrito 7 de Sucre, Lorenzo y Viviana son dos niños con sus derechos vulnerados, que merecen un esfuerzo adicional para restituirles la posibilidad de volver a la escuela. Con esta pequeña contribución, la cobertura escolar de esta zona ha aumentado en 3,5% y granito a granito se hace la diferencia.

 101 niños y niñas van al colegio en este bus. Foto: Zulma Pérez

“Yo antes, cuando no había el micro, me iba a la escuela con mis amiguitos en sus bicicleta y a veces también tenia que caminar porque no había quien nos lleve. Llegaba cansada a la escuela y me daban ganas de dormirme nomás; pero ahora, gracias a la ayuda de CEMSE y de Ayuda en Acción ya llegamos puntuales a la escuela y también nos volvemos rapidito a nuestras casas.” (Viviana, 14 años) 

Hoy los costos son cubiertos por Ayuda en Acción; el alquiler del bus cuesta 384 euros mensualmente (aproximadamente 0.17 céntimos por niño al día) y aunque puede parecer  poco, una preocupación es la sostenibilidad del servicio. La presencia de Ayuda en Acción allí es temporal, así que junto al CEMSE han encarado la tarea de firmar un convenio entre la escuela, las comunidades y  el gobierno municipal, para que  dentro de un tiempo éste último se haga cargo no sólo del almuerzo de los chicos en la escuela (que ya lo hace), sino también de cubrir los costos del transporte. También se está trabajando con los padres de familia para que mejoren sus ingresos y comprometan un aporte para el mantenimiento del servicio.

Son las 4:00 de la tarde de un jueves cualquiera. Lorenzo y Viviana vuelven a abordar el bus, ahora en Surima, con destino a Imilla Huañusca. Vuelven con los sueños reparados; esperanzados en un futuro distinto al de sus padres -mejor, mucho mejor-; seguros de que mañana los esperan nuevos mundos por descubrir.


[1] Datos del Instituto Nacional de Estadística  de Bolivia a 2007.

Sonrisas sanas en Alcalá

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Hace ya 3 años que los niños y niñas de Alcalá, en Chuquisaca, al sur de Bolivia, gozan de los beneficios de un Seguro Médico Escolar. Y eso, que parece tan simple,  hace la diferencia en sus vidas.

 Cuando Ayuda en Acción y la Fundación Participación y Sosteniblidad (Pasos), ONG boliviana de contraparte en la zona, comenzaron a trabajar allí, se dieron cuenta que los problemas de ausentismo escolar estaban relacionados, entre otras cosas, con problemas de salud infantil sostenidos. No bastaba con construir aulas nuevas y capacitar a los profesores; había que hacer algo más para solucionar el problema.

Más del 15% de los  niños y niñas del ciclo primario se ausentaban de clases o abandonaban el sistema escolar por problemas de salud o de otra índole. La baja calidad educativa y las malas condiciones de la infraestructura se convertían en desincentivos para los padres de familias, quienes optaban por excluir a los chicos de la educación y “emplearlos” en apoyar las actividades agrícolas. Y si se enfermaban, en lugar de llevarlos a la posta de salud, donde les podían cobrar los medicamentos y los exámenes, los curaban en sus casas con remedios caseros.

El Estado boliviano asigna recursos para un seguro de salud que cubre únicamente a las mujeres embarazadas y a los niños hasta los 5 años de edad, justamente el momento en el que comienzan la escuela. Hace aproximadamente un año el Gobierno nacional anunció que promulgaría una Ley que establezca el Seguro de Salud Universal para todos los ciudadanos; sin embargo, hasta ahora no se ha aprobado ni se encuentra en debate en el Congreso.

 Entrega de medicamentos al hospital. Foto: Roxana Pintado, AeA

Con este panorama, la cooperación de Ayuda en Acción puso en marcha un Seguro Médico Escolar en el municipio de Alcalá, desde 2007. Ante los resultados, la iniciativa se extendió el 2009 a El Villar y este 2010 a Sopachuy y hoy son 3950 niños, niñas y adolescentes que reciben atención médica general y de odontología en los Hospitales  Municipales y las postas sanitarias de los tres municipios. El seguro cubre atenciones de enfermedades respiratorias (IRAs) y  estomacales (EDAs), que son las más comunes, así como la atención de accidentes y de odontología.

Para tener acceso a la cobertura del seguro se han puesto algunas condiciones, que las familias han aceptado y cuyo cumplimiento el sistema educativo-sanitario se encarga de controlar. La matriculación en la escuela, la asistencia regular a clases y  la permanencia anual son algunas de ellas. La coordinación entre la escuela y el servicio de salud también son un elemento indispensable en el “sistema”.

Si bien la mayor parte de la inversión que demanda esta iniciativa es ahora cubierta por la cooperación, los gobiernos municipales comprometen actualmente recursos (para aproximadamente una tercera parte del presupuesto), con la proyección de que en los próximos 3 años los municipios asuman el 100% del costo del servicio.

Hasta tanto el gobierno nacional ponga en marcha el Seguro Universal de Salud, todos los niños mayores de 5 años de Alcalá, Sopachuy y El Villar tienen más razones para continuar sonriendo.

Capacitando a la gente para eliminar la pobreza

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

 A pesar de las difíciles condiciones climáticas del Altiplano boliviano, las familias del municipio de Viacha, en La Paz, tienen una tradición lechera que data de muchos años atrás. Durante mucho tiempo la producción lechera, que era su única fuente de ingresos, tuvo que atravesar por situaciones muy difíciles: baja productividad, animales de baja calidad, poca o nula rentabilidad de la inversión, etc.

Máxima Mercado vive en la comunidad de Contorno Bajo,  a una hora del centro poblado de Viacha. Ahora vende quesos, yogurt y leche en el mercado local, pero hace unos años atrás lo que obtenía de la vaca apenas le alcanzaba para que sus hijos tomaran leche. El rendimiento lechero era de 2 litros/día por animal, en un hato de 4 cabezas de ganado.

Maxima Mercado elabora queso en el AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote, AeA

Maxima Mercado elabora queso en el AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote, AeA

 

Ayuda en Acción y la ONG boliviana  Centro de Promoción al Campesinado (CIPCA) impulsaron en Viacha un programa de dinamización económica que potenció las capacidades locales y la vocación productiva de las familias. Esto, unido a un programa de alfabetización de adultos que incorporó sobre todo a las mujeres, y que permitió declarar a Vicha como “Municipio libre de analfabetismo” en 2008, mejoró los conocimientos y capacidades de los productores y productoras, redundando en mejoras de la producción, de la transformación de los productos y de los ingresos económicos.

Allí se crearon varias organizaciones económicas campesinas, con un total de 362 asociados, de una de las cuales Máxima es miembro. Así, de manera asociada, los productores han logrado negociar mejores precios con las empresas compradoras de leche y poner en marcha pequeñas plantas procesadoras de lácteos, una parte de las cuales fue donada por Ayuda en Acción –el resto ha sido el aporte propio de las familias productoras- que hoy transforman la leche en derivados con amplia aceptación en el mercado local y de la ciudad.

Productora de quesos en AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote

Productora de quesos en AD Viacha, Bolivia. Foto: Katherine Argote

Los hatos familiares se mejoraron con inserción de razas y con un incremento en promedio de 9 vacas y luego de varios años de trabajo conjunto y con el apoyo técnico y financiero de Ayuda en Acción, la producción lechera se ha incrementado a 10 litros/día por animal, lo que permite producir  a cada familia, en promedio, 6 quesos pasteurizados por día, además del yogurt y la leche; eso representa un ingreso mínimo diario garantizado de 72 bolivianos (8 euros aprox.). Los ingresos económicos anuales promedio por familia han llegado  a 1447 euros.

Las familias productoras y transformadoras de leche de Viacha hace varios años que han salido de la franja de pobreza en la que se encontraban, pues sus ingresos hoy sobrepasan el indicador de 1dólar/día/persona. Esto no significa que tengan todos sus problemas solucionados, pero con este empuje y el esfuerzo propio, Máxima y sus hijos tienen un panorama feliz por delante.

Podéis ver un vídeo con declaraciones de Máxima en https://www.youtube.com/watch?v=Inaac0E_I3o

Doña Norma, la ex alcaldesa feliz

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Hoy quiero contar, de forma resumida, la historia de Doña Norma, quien ha vivido en Cotagaita toda su vida. Hoy ya tiene  62 años y 3 hijos, pero recuerda su infancia difícil, que le sirvió de inspiración para salir adelante. La suya fue la infancia de muchos adultos que en Potosí, en el altiplano boliviano, crecieron en condiciones de pobreza muy complicadas y que vieron truncadas sus aspiraciones de futuro.

Hace más de 16 años Norma se convirtió en líder de su comunidad, debido a su inquietud por contribuir al desarrollo suyo y el de sus vecinos y se vinculó con Causananchispaj, ONG boliviana que trabaja en esa zona y que, durante 12 años contó con el apoyo de Ayuda en Acción. Y lo hizo no sólo como dirigente de base, sino también implicándose como Promotora de Salud. Cuando más de 260 mujeres (por cada mil embarazadas) mueren en el parto y 224 niños (por cada mil que nacen vivos) fallecen antes de cumplir 1 año de vida, uno siente que tiene que hacer algo al respecto.

De capacitación en capacitación Norma fue adquiriendo habilidades y actitudes que la convirtieron en líder y, entre el trabajo y las visitas a las familias,  fue ganando la confianza y el agradecimiento de sus vecinos. Pero fueron los espacios de participación que se abrieron los que la llevaron, en 2004 al sillón de la Alcaldía de su municipio. Por votación popular, con el 19,87% de los votos, fue electa Alcaldesa.

Hace unos días, durante el acto de conclusión de la cooperación de Ayuda en Acción allí, de Doña Norma rememoraba en su intervención: “Recuerdo que en las primeras reuniones me eligieron como autoridad originaria, como representante de las mujeres. Con el apoyo de esas personas que desde esos lejanos lugares nos ayudaron y de los líderes comunitarios, quienes nos han llevado adelante, son 59 comunidades que se han beneficiado con Ayuda en Acción. Nos sentimos orgullosos porque se han mejorado nuestras condiciones de vida en salud, en educación, en producción y en organización comunitaria….Se han hecho y se han equipado escuelas, internados, centros de salud, sistemas de riego. Ya no hay muertes de mujeres, gracias a todo lo que se ha hecho y al trabajo las parteras; ahora las mujeres ya no sufrimos como antes”.

El trabajo de Ayuda en Acción y Causananchispaj durante estos 12 años se centró en abrir y fortalecer espacios y  mecanismos de participación ciudadana con enfoque de igualdad de género en todos los ámbitos que tienen implicación en el desarrollo humano y económico de la zona. Por ello, los cambios positivos que se dieron allí tienen su fundamento en la participación de la propia gente. Sólo así ha sido posible cambiar los indicadores de desarrollo humano de forma tan radical.

 El director de Aea en Bolivia entrega un presente a Doña Norma

En Caiza D y Cotagaita, los municipios donde ambas organizaciones y su gente estuvieron trabajando en este tiempo, ya no muere ninguna madre durante el trabajo de parto y sólo fallecen 24 niños por cada mil que han nacido vivos. La cobertura escolar llega al 98% de los niños y niñas en edad escolar y los ingresos de las familias, producto de la mejora en las actividades agropecuarias, aumentaron en 74%.

Doña Norma dejó de ser alcaldesa hace ya 5 años,  pero sabe que el desarrollo de su zona y el cambio de vida de las familias sólo fueron posibles por su participación y la de sus compañeros y compañeras, la implicación de los gobiernos municipales y la cooperación internacional. Sabe también que la sostenibilidad de todo lo que se ha logrado depende únicamente de ellos y de su esfuerzo, del compromiso de las nuevas autoridades locales y de la fiscalización que haga la población del uso de los recursos públicos.

 Productores de miel en Wichaca

En Norma, y a través de ella a todos los líderes comunitarios, reconoce Ayuda en Acción el esfuerzo de la gente por cambiar sus vidas y labrarse ellos mismos, con un poco de apoyo, su presente y futuro mejores.

Fresas amargas

Por Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia.

Siempre que quiero ilustrar una situación concreta cuento la historia de alguien. Intento ser lo más objetiva posible porque detrás de esa historia hay personas y su dignidad no puede ser mellada, independientemente de lo difícil que sea su situación. Hoy les voy a contar la historia de Delicia.

Delicia cautiva. Tiene 11 años y es sumamente tímida; a los colegas de Canal Sur no les dio “ni la hora” sino hasta mucho rato después de conocerlos. Tal vez por una empatía de género y cultural a mí me habla un poco más. Sus ojos despiden ilusión y esperanza. Anda en sandalias porque el clima lo permite y porque, además de eso, es el calzado más barato; bastante suerte tiene ya con no tener que andar descalza.

Delicia nos cuenta sobre su trabajo. Foto: Roxana Pintado

Desde hace 4 años ella y cuatro de sus hermanos trabajan en la cosecha de la fresa. No es que no vayan a la escuela, pero las necesidades económicas de su familia los obligan a dedicar 5 horas diarias a esta actividad; por eso Delicia no tiene tiempo para jugar todo lo que quisiera. Su rutina semanal se resumen a: clases en la mañana, cocina a mediodía, trabajo en la tarde, tareas en la noche y algo de tele, si no está muy cansada y no es demasiado tarde. Le pregunto si juega con otras niñas y me responde, con mirada nostálgica, que sólo en el recreo de la escuela.

La casa de Delicia, que estaba en la falda de una montaña, a unos 20 minutos del pueblo, se perdió cuando la montaña sufrió un deslizamiento. Ahora sus padres se mudaron al terreno donde cultivan lo necesario para comer, pero todavía no han podido levantar la casita nueva. Como ese terreno está muy lejos del pueblo, Delicia y sus hermanos alquilan un cuarto en el que bajo un foco de luz mortecina hacen sus tareas, cocinan y duermen los días entre semana. El fin de semana se van a la parcela para estar con sus papás y allí Delicia se vuelve otra.

Delicia con su madre y hermano. Foto: Roxana Pintado

Mientras carga a su hermanita más pequeña, nos cuenta que quiere ser maestra de niños pequeñitos, que su hermanita es muy traviesa y que tiene una amiga en España. Esta amiga, con quien se escribe dos veces al año a través del programa de Vínculos Solidarios de Ayuda en Acción, apoya a toda su comunidad y con ese apoyo y el de otros más de 1000 españoles y españolas, la vida de Delicia está cambiando.

En Bolivia, alrededor de 800 mil niños y niñas están vinculados al mercado laboral y casi la mitad lo hace en condiciones de explotación. En Comarapa, el municipio donde vive Delicia (en el departamento de Santa Cruz, Bolivia), 180 niños y niñas trabaja en la cosecha de fresa. Sus manitas pequeñas no dañan el fruto y su trabajo cuesta menos. Por día, Delicia gana 12 bolivianos (aproximadamente 1,30 euros) que emplea para comprar su material escolar y para ahorrar. Con eso también cubre el alquiler del cuarto que comparte con sus hermanos en el pueblo, que les cuesta alrededor de 17 euros al mes.

Ayuda en Acción está apoyando a más de 120 productores de fresa para mejorar las condiciones de cultivo y cosecha, de manera que cada vez sea menos necesario el uso de mano de obra infantil. Pero la demanda de mano de obra por los productores no es el único problema; la escasez de recursos en las familias de los niños es otro. Así que también se está apoyando a los padres con orientación y con mejores opciones laborales y de producción para incorporar sus cosechas al mercado y que incrementen sus ingresos. La innovación tecnológica, la comercialización asociada y la búsqueda de nuevos mercados están dando buenos resultados.

Queda pendiente evaluar la pertinencia de poner en marcha internados escolares donde los niños y niñas como Delicia puedan quedarse durante la semana, sin necesidad de tener que pagar un alquiler y donde puedan recibir apoyo escolar y participar en actividades extracurriculares y recreativas acordes a su edad. En ello están involucrados Ayuda en Acción, la Pastoral Social de Cáritas, el gobierno municipal, la Defensoría de la Niñez y la Adolescencia y las brigadas de maestros voluntarios, que además de realizar su labor como docentes, se dedican a realizar un importantísimo trabajo de sensibilización y concientización a los padres y madres para evitar el abandono escolar, fundamentalmente de las niñas.

Delicia mira con optimismo el futuro. Sabe que alcanzar su meta de ser maestra es difícil pero no imposible; lo será si todos los llamados a cambiar esta situación no hacen hoy lo que ya es impostergable: disminuir el trabajo infantil y darles a niños y niñas las condiciones de educación, vivienda, salud y recreación que necesitan para tener un presente y un futuro lleno de oportunidades.

Aunque la tarde sea lluviosa, Delicia recoge 24 cajas de fresas

Cuando el presente se va comiendo el futuro

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

En el horno crepita la leña a rojo vivo y el barro cambia su tono plomo por el rojizo. Álvaro no se detiene a mirar el fuego; él se concentra en moldear la arcilla.

La Barranca, una comunidad que está a escasos 45 minutos de la ciudad de Sucre, capital de Bolivia, no tiene escuela secundaria y los niños, cuando terminan la primaria, no tienen más alternativa que dejar los estudios o caminar diariamente durante 1 hora para llegar hasta la secundaria más cercana. En muchos países esto es “cosa de cortar y coser”, pero todo se complica cuando los niños y niñas de La Barranca tienen que caminar esos 60 minutos luego de haber trabajado durante toda la mañana en la ladrillera donde sus padres producen “el pan de cada día”.

Álvaro ya cumplió 15 años y en 2011 comienza la secundaria. Ahora va a 8vo curso de primaria y se debate entre su gusto por la materia de lenguaje y por el fútbol, que practica en el colegio. Todavía no sabe si, al terminar la primaria, continuará los estudios, aunque de grande quisiera ser maestro. Vive en La Barranca con sus padres y sus tres hermanos y cada mañana se levanta a las 6 para alistarse y salir a la ladrillera, donde su madre tiene un horno.

Hasta hace tres años, Álvaro se dedicaba a ir a la escuela y ayudar a su padre en la agricultura, pero desde 2007 y con el incremento del precio de los ladrillos en el mercado nacional, su familia, como muchas otras, decidió construir un horno cerca de la montaña que la comunidad eligió para explotar su arcilla. Y mientras su padre se sigue ocupando de los cultivos, él y su madre hacen ladrillos. Sólo él prepara 500 ladrillos al día y cuando con los que hace su madre han juntado 25 mil, los mete al horno.

Este es un negocio rentable, porque la materia prima y el combustible necesario sale de la tierra, a escasos metros de la ladrillera; los árboles de eucalipto sirven para la leña y para el aserrín de los ladrillos y la propia tierra se convierte en el producto. Si antes mil ladrillos rendían 400 Bs. (algo así como 45 euros), desde la subida del precio rinden casi el triple (124 euros aproximadamente). Y claro, ahora hay más ropa y más comida, pero Álvaro no tiene tiempo para jugar y sólo le quedan las noches para hacer sus tareas escolares. El calor del horno se va comiendo su niñez.

La escuela de La Barranca, por otro lado, no es una atracción para los chicos: no tienen baños; no llega el agua potable, porque el pozo que otra cooperación abrió hace años, no tiene bomba para sacar el agua de la tierra; no tienen bibliotecas; los profesores pierden mucho tiempo en ir y volver de Sucre porque allí vive y hace sus trámites y la infraestructura es vieja y está deteriorada. Metodologías obsoletas y poco creativas completan un panorama que, más que alentar la educación, la desalienta.

Ayuda en Acción está encarando allí un programa de desarrollo junto a una ONG boliviana, el Centro de Multiservicios Educativos, para promover una educación de calidad y mejorar las alternativas económicas de la zona. La capacitación docente, el mejoramiento de la infraestructura y el equipamiento de la escuela son actividades ya adelantadas. Por otra parte se está trabajando también para que el municipio implemente un proyecto que permita cambiar la matriz energética de las ladrilleras, de manera que se reduzca el tiempo empleado en el aprovisionamiento de leña; con eso y la sensibilización de los padres y la vigilancia comunitaria, será menor la cantidad de niños y niñas que, ahora y en el futuro, cambien escuela y recreación por la arcilla y el aserrín.

Una carrera por el agua; una carrera por la vida.

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Don Andrés, como lo llaman sus vecinos, corre. Sale cada mañana a las seis, para abrir la llave que deja correr el agua hacia las parcelas. Cuando el agua comienza a brotar en el canal, Andrés corre a su lado durante 1 hora para verificar que a la primera parcela llegue el caudal adecuado. Si falta, debe volver atrás para abrir más el grifo; si sobra también debe volver para cerrarlo un poco.

Desde hace un año Andrés fue nombrado por su comunidad Juez de Agua, cargo nada insignificante, pues en él y otros dos jueces recae la importantísima tarea de administrar el agua que la represa de Molle Punku, en Chuquisaca, al sur de Bolivia, ha acumulado en la época de lluvia y que permite a más de 80 familias de campesinos yamparas sembrar y cosechar también durante la sequía.

El sueño comenzó hace más de 5 años, cuando los campesinos propusieron a Ayuda en Acción que les diera una mano para construir la represa. El esfuerzo conjunto de ellos mismos, de Ayuda en Acción, de la ONG boliviana PROAGRO y de la Obra Social de Caja Sol (empresa andaluza), hizo posible el cambio. Durante más de un año, a pico y pala, y con sus propias manos, las familias abrieron el camino por el que pasarían los camiones con los materiales para construir la presa; esa que da agua a 90 hectáreas de una tierra que hoy es fértil, pero que antes era árida y no daba fruto.

Mientras Andrés corre, el agua llega a la parcela de Don Julián, que hoy siembra melocotones, manzanas, albaricoques, cebolla y maíz. Hasta hace 4 años Julián sólo sembraba papa y migraba durante 6 meses a otras regiones de Bolivia, en busca de trabajo para ganar algo de sustento, porque la tierra no daba lo suficiente para vivir. “Llorábamos por agua, íbamos muy lejos a buscarla”, dice mientras recuerda que caminaba durante seis horas para acarrear un poco de agua para cocinar y asearse. A veces le toca regar en la madrugada, entonces se levanta más temprano, porque si no riega a su hora, otro campesino ocupa su turno.

La Asociación de Regantes, conformada por quienes en un inicio trabajaron en la construcción de la presa, cuenta hoy con 80 miembros, quienes aportan 2.00 bolivianos/mes (algo así como 0.05 céntimos de euro) para pagar al juez de agua y para el fondo de mantenimiento de la presa. Los miembros de la asociación compraron el derecho al agua de la presa y los que quieran incorporarse deben aportar con una suma similar a la inversión primera de todas las familias. Demetrio, que fue presidente de la asociación, hoy puede cosechar y el producto lo divide en tres partes: para la venta, para semilla de la siguiente siembra y para el consumo anual de la familia. “Yo no me voy de esta tierra; aquí florece nuestro corazón”, dice mientras bajo su montera (especie de sobrero de cuero de vaca, típico de los yamparas) oculta el rostro conmovido.

Las familias asociadas hace ya unos años que salieron de la pobreza extrema y viven con más de 1 dólar al día (indicador establecido por las Naciones Unidas para la pobreza extrema), pues han triplicado sus ingresos desde que tienen agua. Tienen viviendas mejoradas, con baños sanitarios, tejas y paredes revestidas, alejando así al trasmisor del Mal de Chagas, enfermedad endémica de esta zona. Tienen los recursos necesarios para que sus hijos e hijas puedan ir a la escuela, sin necesidad de que abandonen los estudios para trabajar o para traer agua desde muy lejos.

Andrés sigue corriendo, de parcela en parcela. Recorre sembradíos de frutales, de orégano, de zanahorias y otras hortalizas; cultivos nunca antes vistos en esta zona y que hoy florecen gracias a un hilo de agua que, cada día de riego, corre entre los surcos y da a estas familias la esperanza de un presente y futuro mejor. Esta carrera por el agua, en palabras de Andrés, es una carrera por la vida: “Si no hay agua, no hay vida”, dice mientras se aleja, corriendo hacia la siguiente parcela.

Abriendo caminos para una vida diferente

Roxana Pintado, Ayuda en Acción Bolivia

Las cárceles bolivianas, como muchas en el mundo, tienen un común denominador: la pérdida de horizontes para los que entran en ellas. El caso de Mario no iba a ser diferente, salvo por un pequeño proyecto, que le ha cambiado la vida.

Mario lleva 5 años en el Centro de Rehabilitación (como llaman aquí a las cárceles) de Potosí, al sur de Bolivia. Viene de una familia numerosa y es el menor de nueve hermanos. Las condiciones de pobreza de su familia no le permitieron tener una buena educación y él siente que esa es la causa fundamental de su situación actual.

En 2005, los municipios de Potosí tenían los indicadores más bajos del país (87%) en cuanto a acceso a la educación. Y aunque el 20 de diciembre de 2008 el país se declaró libre de analfabetos, aún queda mucho por hacer para mantener a estas personas dentro del sistema educativo y garantizar su superación, y además continuar con la incorporación de todos los niños y niñas a la escuela. A fines de 2007 y después de 7 años de trabajar en pro del logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, Bolivia, aunque con un avance significativo al compararla con otros países pobres del mundo, continuaba teniendo estadísticas preocupantes en cuanto al acceso universal a la educación primaria.

Ayuda en Acción, junto con otras ONGs bolivianas y la cooperación internacional (AECID, Entreculturas y la Generalitat Valenciana) vienen poniendo en marcha un programa de “Educación Básica por Radio” que ya tiene más de 5 años de implementación y que ha llegado incluso hasta las cárceles de Potosí. Y este es el proyecto que le cambió la vida a Mario.

“Este proyecto es una enseñanza muy grande, más que todo para las personas que están aquí, puesto que necesitamos que alguien nos guíe. Si no seguíamos este programa habría gente que tendría otra actitud ya que no tiene conciencia. A mí me ayudó mucho el aprender y enseñar cosas; esto nunca lo había hecho, y ahora lo hago por superarme y enseñar a la gente de aquí. He perdido mi timidez, soy muy paciente con mis compañeros; este programa me ha enseñado a ser solidario”.

A pesar de no contar con aulas ni pizarras, “…esto no nos frenó en nuestro aprendizaje. Hemos continuado desde el tercero hasta el séptimo curso, ahora nos falta el octavo para culminar con la primaria. Todo esto ha sido escuchando la radio y poniendo en práctica con los textos. La transmisión radial es muy creativa y además participativa, adecuada a nuestra vida diaria y los participantes se encuentran muy contentos por haber aprendido algo que no sabían. De esto se trata, de rehabilitarnos, conocer las matemáticas, conocer el cuerpo humano y poder leer y escribir”.

Este proyecto está permitiendo que más de 4050 niños, niñas, mujeres y hombres jóvenes y adultos de Potosí y Chuquisaca puedan continuar los estudios primarios, allí donde el sistema formal de educación no llega. El 70% (875) de los 1250 adultos que participarán en el curso de educación por radio son mujeres.

Mario sigue su camino, vinculado a la educación de sus compañeros de clases, quienes tienen nuevos horizontes de vida. “Yo espero poder profesionalizarme como profesor para ayudar a la sociedad, porque necesitamos profesores capacitados en la educación de adultos para el bien de todos”. Y esto, aunque no es todo lo que les hace falta, ya es bastante.

Bus Chagas al habla: es hora de romper el silencio

Por Mary Vonckx (MSF, Bolivia)

¿Cómo podía yo rechazar la oportunidad de recorrer Bolivia en un viejo autobús escolar? Este es uno de los países más pobres del mundo, pero también uno de los más bellos. ¡Y se trataba de participar en una campaña de información y sensibilización de Médicos Sin Fronteras! Así que hice la maleta en Nueva York, me subí a un avión con destino a La Paz, y aquí estoy, en mi primera misión en el terreno, y en un proyecto que pretende “romper el silencio” que rodea al mal de Chagas, una enfermedad tropical olvidada, y potencialmente mortal.

Hace años que me enamoré de Bolivia, país que he recorrido como mochilera y en bici: sus ciudades absurdamente altas sobre el nivel del mar, sus verdes valles, sus infinitas maneras de cocinar la patata y de tejer la lana de llama, su ubicuo arte de grafito político (y sentimental)…

Este es el telón de fondo del proyecto puesto en marcha para concienciar a los bolivianos sobre la amenaza del Chagas, una enfermedad parasitaria endémica en Latinoamérica. De hecho, de todos los países endémicos, Bolivia es el más afectado, con un sorprendente 10% de la población que podría estar infectada con el parásito. Y sin embargo, la mayor parte de los bolivianos que padecen Chagas no saben demasiado sobre la enfermedad, ni siquiera saben que la sufren, y muchos morirán sin ni siquiera conocer el nombre del mal que les mató. Y eso que el Chagas fue descubierto hace 100 años: lleva demasiado tiempo siendo una enfermedad silenciada.

El proyecto Bus Chagas hará que esta enfermedad sea difícil de ignorar. Nuestro autobús de la “generación 1981”, pintando de un rojo vivo, empezó su periplo a finales de septiembre en La Paz, y recorrerá el país durante las próximas semanas, desde el vertiginosos altiplano hasta las brumosas tierras bajas del este, pasando por las desiertas regiones del Chaco y los valles del centro.

Cada vez que lleguemos a una ciudad, tal y como hemos hecho ya en La Paz, desplegaremos todo un abanico de actividades, para informar a la gente sobre cómo prevenir la transmisión del Chagas, animarles a que se sometan a diagnóstico y, quienes lo necesiten, a tratamiento, y a que se sumen a la iniciativa transmitiendo sus nuevos conocimientos al resto de la comunidad.

Trabajo con un gran equipo, y en las próximas semanas podréis leer textos de todos ellos en este blog. Aquí estarán Isabel, médico con experiencia directa en el tratamiento del Chagas; Miguel, nuestro logista, un entusiasta de la sensibilización; Agustín, un joven enfermero al que apasiona la posibilidad de ayudar a los menos afortunados mediante la educación en salud; y la persona más importante, nuestro conductor Pedro, que será el responsable de que todos nosotros lleguemos sanos y salvos a las docenas de lugares que vamos a visitar.

¡Mucho camino por delante! Nuestra primera visita al autobús fue la de una mujer a la que se le diagnosticó el Chagas hace cuatro años. Había dejado el tratamiento antes de tiempo por culpa de los efectos secundarios. Y nos dijo: “he venido a hablar con ustedes porque tengo la esperanza de que ahora haya un nuevo tratamiento”. Ojalá no tenga que esperar demasiado.

Así que bienvenidos al Bus Chagas. ¡Nos vemos en la carretera o en este blog los próximos días!

(Fotos: Mary Vonckx)